EDUCACIÓN PARA LA SUMISIÓN VS EDUCACIÓN PARA LA
EMANCIPACIÓN
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN.
Hoy más que nunca es urgente preguntarnos: ¿Qué tipo de
educación estamos recibiendo y promoviendo? En un contexto global marcado por
el auge de la inteligencia artificial, la vigilancia digital, las democracias
vaciadas de contenido, el discurso mediático manipulado y el desempleo
disfrazado de “emprendedurismo”, la educación se convierte en un campo de
batalla ideológico crucial. Este ensayo reafirma una idea central: no existe
una educación neutral ni universal, sino al menos dos formas antagónicas de educar.
Por un lado, una educación para la sumisión, la obediencia y la reproducción
del sistema capitalista, y por otro, una educación para la emancipación, la dignidad
y la conciencia crítica.
Esta dicotomía no es teórica, sino profundamente
práctica. Toda acción educativa, incluso la más técnica, expresa una opción de
clase. ¿Estamos educando para formar ciudadanos activos, libres y críticos, o
para producir engranajes obedientes para el aparato económico global?
DESARROLLO.
1. EDUCACIÓN COMO INSTRUMENTO DE DOMINACIÓN
Desde tiempos antiguos, las élites han comprendido el
poder de la educación como mecanismo de control. Hoy, ese dominio se ha
sofisticado: los sistemas educativos son controlados por estándares
internacionales dictados por organismos como el FMI, el Banco Mundial o la
OCDE, que definen perfiles de ciudadanos útiles al mercado, pero no
comprometidos con su comunidad ni su historia.
En esta lógica, se impone un currículo tecnocrático, que
privilegia competencias técnicas desvinculadas del pensamiento ético, histórico
y filosófico. Se enseña a manejar software, pero no a pensar críticamente sobre
el mundo. Se prepara para un empleo precario, pero no para la vida plena.
La educación digital, promovida como solución milagrosa,
ha aumentado la brecha entre los que tienen acceso y los que no. La pandemia
evidenció esta fractura, pero el sistema no corrigió la injusticia: la
profundizó.
2. DEL AULA AL ALGORITMO: LA NUEVA PEDAGOGÍA DEL CONTROL
Hoy se educa bajo una vigilancia constante. Plataformas
educativas recolectan datos masivos, las redes sociales condicionan la opinión
pública, y los algoritmos filtran lo que los estudiantes ven, piensan y
consumen. La nueva sumisión es digital.
La educación para la sumisión ha adoptado formas amables:
se disfraza de innovación, de “metodologías activas”, de gamificación y
“aprendizaje adaptativo”, pero tras esos ropajes se oculta el verdadero
objetivo: crear sujetos dóciles, apáticos, funcionales al mercado y alejados de
la historia, la política y la justicia social.
Erich Fromm ya nos advertía que el hombre moderno se
siente libre, pero es dirigido sin necesidad de látigos. Hoy, ese hombre es
“formado” por una educación que lo transforma en un consumidor compulsivo, un
trabajador alienado y un ciudadano sin alma.
3. EL EDUCADOR ATRAPADO EN EL SISTEMA
El docente no escapa a esta maquinaria. Se le exige
rendimiento, productividad, cumplimiento de indicadores y uso de plataformas.
Se le aísla de su comunidad y se le convierte en operador
de sistemas, no en formador de conciencias. Muchos docentes, asfixiados por la
precariedad y desmoralizados, terminan reproduciendo el modelo sin
cuestionarlo.
Como dijera Freire, “la educación bancaria deposita
contenidos, pero no siembra pensamiento”. Hoy esos contenidos son cada vez más
vacíos: tecnicismos, habilidades estandarizadas, superficialidad disfrazada de
“aprendizaje significativo”. Y lo más grave: el educador que calla o se acomoda
también educa... para la sumisión.
LA EDUCACIÓN PARA LA EMANCIPACIÓN EN EL SIGLO XXI
Frente a este panorama sombrío, se levanta la posibilidad
de otra educación: la educación crítica, liberadora, ética, política y
transformadora.
Una educación que no le tema a la palabra “poder”, que
devuelva al estudiante su derecho a hacerse preguntas y a dudar del sistema.
Que lo conecte con su entorno, con su historia, con los conflictos sociales que
lo atraviesan.
Una educación que no glorifique la inteligencia
artificial, sino que interrogue su uso ético. Que no se rinda ante la
tecnología, sino que la ponga al servicio del pensamiento humanista, de la
dignidad, de la solidaridad.
Educar para la emancipación es formar sujetos que no
acepten vivir en una sociedad donde el hambre convive con la opulencia, donde
la mentira se difunde más rápido que la verdad, donde los poderosos se imponen
y los pueblos callan.
CONCLUSIÓN
La educación es un acto profundamente político. No hay
neutralidad en el aula, ni en el currículo, ni en la evaluación. Educar es
tomar partido. Y en tiempos de crisis civilizatoria, tomar partido por la
verdad, por la justicia, por la dignidad humana, es más urgente que nunca.
Como sociedad, debemos recuperar el valor de la educación
como herramienta de transformación y no como fábrica de conformismo. Y como
educadores, debemos decidir cada día: ¿sirvo al poder o sirvo al pueblo?
REFLEXIÓN FINAL
En esta época en que el pensamiento crítico es
perseguido, la historia es manipulada y la juventud es seducida por el
entretenimiento vacío y la desinformación viral, educar para la emancipación es
un acto de resistencia y esperanza.
La educación debe volver a ser la herramienta con la que los pueblos se conocen, se levantan y se transforman. No hay otra vía. O educamos para la libertad, o colaboramos, aunque sea por omisión, con la servidumbre moderna.
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