miércoles, 23 de julio de 2025

 

DEL FMLN REVOLUCIONARIO A LA IZQUIERDA WOKE

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA

INTRODUCCIÓN:

 El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) nació como la expresión más contundente de la lucha armada y revolucionaria en El Salvador. Sus raíces se hunden en la guerra civil, en la resistencia de campesinos, obreros, estudiantes y comunidades oprimidas. Fue un proyecto de transformación social profunda, que confrontaba al imperialismo, al capitalismo salvaje y al autoritarismo militar.

 Sin embargo, lo que hoy queda del FMLN es apenas una sombra desgastada de esa memoria combativa. En las últimas décadas, y con más fuerza desde su paso por el poder (2009-2019), el FMLN ha virado hacia una agenda completamente distinta: ha abandonado las banderas históricas del pueblo trabajador y ha adoptado de manera acrítica los postulados de la izquierda woke global (GLOBALISMO)

Esta nueva izquierda, lejos de los ideales marxistas que enarbolaron sus fundadores, se ha vuelto una fuerza política que ha reemplazado el conflicto de clases por el conflicto de identidades. En lugar de organizar a las masas campesinas, se ha reconfigurado alrededor de nuevas banderas culturales, sobre todo aquellas asociadas al movimiento LGBT+, como lesbianas, gays, bisexuales, personas transgénero y otras expresiones de género. Es innegable que estas poblaciones tienen derechos y han sido históricamente marginadas, pero lo alarmante es cómo el FMLN ha hecho de estos temas su única causa, su nueva base social y su plataforma central, en detrimento de los problemas estructurales de pobreza, desigualdad, violencia y exclusión económica que siguen afectando a millones de salvadoreños.

DEL MARXISMO COMBATIVO AL ACTIVISMO IDENTITARIO DE ESCAPARATE

Durante la guerra civil y los primeros años de posguerra, el FMLN era sinónimo de compromiso popular, organización de base y pensamiento crítico. Las discusiones giraban en torno a la reforma agraria, la nacionalización de los recursos, la soberanía nacional, la educación popular y la emancipación de los oprimidos. Era una izquierda que se manchaba las botas en los cantones y que no temía hablar de lucha de clases. Pero esa izquierda fue traicionada por sus propios herederos.

En el siglo XXI, el FMLN se fue acomodando en las estructuras del Estado, renunció a la movilización social y, como parte de su reconversión ideológica, adoptó el discurso de las “nuevas izquierdas” promovido por organismos internacionales, universidades extranjeras y ONG. Fue así como el partido se convirtió en portavoz ferviente de causas identitarias, sobre todo aquellas que giran en torno al género, la orientación sexual y los llamados “nuevos derechos”. La vieja base social —trabajadores, campesinos, vendedores ambulantes, mujeres rurales— fue sustituida por colectivos urbanos organizados en torno a la identidad LGBT+.

El problema no es que se defiendan los derechos de estas personas, sino que el FMLN convirtió esas causas legítimas en su único discurso político, reduciendo su acción social a marchas de colores, lenguaje inclusivo forzado, eslóganes vacíos y corrección política. Dejó de hablar del hambre, del desempleo, del alto costo de la vida, de los salarios de miseria o de la concentración de la riqueza en pocas manos. En su lugar, instaló una narrativa superficial en la que el centro del debate político es el género, no la clase; el pronombre, no el pan; el desfile, no la reforma.

LA IZQUIERDA QUE PERDIÓ EL VÍNCULO CON EL PUEBLO

La actual izquierda woke del FMLN ha demostrado un desprecio elitista por los valores populares, por la tradición cultural de las mayorías, por la religiosidad del pueblo, por el lenguaje cotidiano y hasta por las preocupaciones más urgentes de la población trabajadora. En su lugar, se refugia en un discurso agresivo y dogmático que no acepta crítica y que etiqueta de “homofóbico”, “retrógrado” o “fascista” a todo aquel que no repita su línea discursiva.

Este nuevo FMLN no construye comunidad ni emancipación, sino burbujas. Se ha atrincherado en círculos cerrados, sin territorio, sin base real, sin proyecto transformador. Su militancia se limita a redes sociales, paneles académicos, foros internacionales y círculos de activismo urbano, completamente desconectados de la realidad rural y obrera que alguna vez lo hizo grande. ¿Dónde están ahora los sindicatos campesinos que lo apoyaban? ¿Dónde están los jóvenes organizados de los barrios? ¿Dónde están los maestros, los obreros, los veteranos de guerra? Le han dado la espalda porque ya no se sienten representados. No ven en este partido ninguna propuesta de justicia social, solo modas ideológicas que les son ajenas.

Esta nueva izquierda vive de representar minorías, pero ha olvidado a las mayorías. Pretende gobernar desde las minorías culturales mientras desprecia a las mayorías empobrecidas. Así, el FMLN se convirtió en un partido que defiende con pasión los baños neutros, pero fue incapaz de garantizar agua potable a miles de comunidades rurales durante sus gobiernos. Un partido que se indigna por el lenguaje “no inclusivo”, pero fue cómplice del saqueo estatal, del nepotismo, del tráfico de influencias y del uso clientelista de los programas sociales.

CONCLUSIÓN:

Lo que hoy queda del FMLN es un cascarón sin contenido revolucionario. No representa una alternativa real de transformación social. Se ha convertido en un partido de discursos, no de acciones; de causas simbólicas, no de luchas estructurales. Su discurso de izquierda ha sido vaciado de contenido y llenado con las agendas woke que, si bien pueden tener valor en ciertos contextos, no sustituyen las demandas urgentes de justicia, trabajo, salud, educación, vivienda y soberanía.

La izquierda del FMLN pasó de ser un proyecto colectivo, arraigado en el pueblo, a ser un experimento ideológico desconectado, arrogante, encapsulado en un lenguaje incomprensible para la mayoría. No es extraño, entonces, que el pueblo les haya dado la espalda en las urnas y en la calle.

REFLEXIÓN FINAL:

La historia del FMLN debe servir de lección a toda fuerza política que se reclame de izquierda: no se puede abandonar al pueblo en nombre de las modas ideológicas. No se puede reemplazar la justicia social por la corrección política, ni la lucha de clases por una lucha de etiquetas. La izquierda que olvida al trabajador, al campesino, al niño desnutrido, a la mujer explotada en las maquilas, no es verdadera izquierda: es solo una máscara, un disfraz cómodo para quienes quieren seguir viviendo del Estado mientras repiten consignas sin contenido.

El FMLN tiene dos opciones: retomar la senda de una izquierda popular, radical y transformadora que se construya desde el pueblo… o desaparecer, engullido por la irrelevancia histórica. El pueblo salvadoreño ya no quiere simulacros ni desfiles ideológicos: quiere justicia, dignidad y verdad.

 

 

 

SAN SALVADOR, 23 DE JULIO DE 2025

 

 

 

 

 

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