ANTE EL CESE
DE OPERACIONES DE CRISTOSAL EN EL SALVADOR
POR: MSc. JOSÉ
ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
En las últimas
décadas, América Latina ha sido blanco de múltiples formas de injerencia
extranjera, unas directas y abiertas, otras más sutiles, solapadas bajo nombres
nobles como “defensa de derechos humanos”, “libertad de expresión” o
“cooperación internacional”. El Salvador no ha sido la excepción. Diversas
organizaciones no gubernamentales (ONG), entre ellas Cristosal, han operado
durante años con una agenda ambigua, promoviendo posturas políticas disfrazadas
de neutralidad, manipulando narrativas, y en muchos casos, sirviendo como
instrumentos de presión externa para obstaculizar proyectos soberanos y
populares.
El anuncio reciente
del cese de operaciones de Cristosal en El Salvador marca un punto de
inflexión. Lejos de tratarse de una pérdida para el país, constituye una
victoria para la dignidad nacional, la soberanía estatal y el fin del
privilegio con el que ciertas entidades operaron por años sin rendir cuentas.
Este comentario busca desentrañar las verdaderas funciones de estas
organizaciones, identificar su impacto negativo en el desarrollo del país y
celebrar su retiro como un acto de limpieza ética, política y moral.
DESARROLLO
1. EL DISFRAZ DE LA
“SOCIEDAD CIVIL” Y LA FACHADA DE LA MORALIDAD
Organizaciones como
Cristosal, El Faro, Factum, Foco y Gato Encerrado han sostenido por años un
discurso aparentemente centrado en la justicia social, los derechos humanos y
la transparencia gubernamental. Sin embargo, cuando se analiza a profundidad su
financiamiento, su línea editorial, su accionar político y su silencio
selectivo ante casos de corrupción de ciertas élites políticas pasadas, surge
la verdad incómoda: no eran neutrales, no eran imparciales, y ciertamente no estaban
al servicio del pueblo.
Muchos de estos entes
han sido alimentados con fondos de agencias internacionales vinculadas a países
del llamado “primer mundo”, especialmente de aquellos interesados en conservar
su control ideológico y económico sobre las naciones latinoamericanas. Sus
agendas, lejos de contribuir al desarrollo integral del país, estaban diseñadas
para dividir, confrontar, polarizar y frenar cualquier intento de
transformación estructural impulsado desde las bases populares.
2. LA IMPUNIDAD COMO
ESCUDO
Por años, este tipo de
organizaciones operó sin rendir cuentas, con privilegios fiscales, inmunidad
mediática y el respaldo de embajadas poderosas. Se escudaban en la protección
de los derechos humanos mientras callaban ante el saqueo de las arcas públicas
por parte de la vieja clase política. Jamás alzaron la voz contra los
verdaderos opresores del pueblo, aquellos que empobrecieron al país,
promovieron guerras ideológicas internas y mantuvieron al pueblo en la miseria
mientras ellos gozaban de becas, viajes, oficinas elegantes y micrófonos
abiertos.
3. EL NUEVO EL
SALVADOR: SIN ESPACIO PARA LA HIPOCRESÍA
El panorama ha
cambiado. En El Salvador, la impunidad ha comenzado a terminar, el discurso de
la “élite ONG” ya no seduce como antes, y la conciencia del pueblo se ha
elevado. La limpieza institucional también incluye la expulsión simbólica —y en
algunos casos literal— de aquellas entidades que han sido instrumentos de la
injerencia neocolonial moderna. La soberanía nacional no se negocia ni se
condiciona a las agendas de fundaciones extranjeras. Y si eso molesta a los poderosos,
es señal de que se están haciendo las cosas bien.
Cristosal ha decidido
irse, alegando “falta de garantías”. Lo que en realidad ha ocurrido es que ya
no tienen el terreno fértil de impunidad, lavado de dinero y manipulación
mediática en el que antes prosperaban. Hoy las reglas cambiaron, y en este
nuevo El Salvador ya no hay espacio para los mercaderes del dolor ajeno.
CONCLUSIÓN
La salida de Cristosal
del país no es una tragedia para los derechos humanos, como algunos medios
intentan presentarla, sino una victoria del sentido común, de la soberanía y de
la transparencia. Por años estas organizaciones operaron con un manto de
superioridad moral mientras socavaban las instituciones, desinformaban a la
población y defendían causas ajenas a las verdaderas necesidades del pueblo
salvadoreño.
Hoy, con firmeza y sin
titubeos, El Salvador le dice adiós a un actor que ya no representa ni ayuda al
país. A quienes aún los defienden por conveniencia ideológica o financiera, les
decimos: el pueblo ya despertó, y no se dejará engañar más. Las organizaciones
que quieran operar en este territorio deberán hacerlo con honestidad, transparencia
y sin agendas ocultas.
REFLEXIÓN FINAL
Este caso nos deja una
lección profunda: no todo el que se autodenomina defensor de derechos humanos
lo es, y no toda ayuda internacional viene libre de condiciones. La soberanía
de los pueblos no se construye sobre la dependencia ni sobre discursos moralistas
importados, sino sobre la dignidad, la autodeterminación y el respeto por las
decisiones propias.
Cristosal se va. Y con
su partida se desmorona una red de intereses oscuros que por años intentó
dirigir el destino de El Salvador desde las sombras. Es momento de mirar hacia
adelante, de construir un país con instituciones fuertes, donde las verdaderas
voces de la sociedad civil surjan del pueblo, y no de los escritorios de
Washington o Bruselas. Gracias por irse, porque el pueblo salvadoreño ya no necesita
intermediarios para defender su verdad.
SAN SALVADOR,
18 DE JULIO DE 2025
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