viernes, 18 de julio de 2025

 

ANTE EL CESE DE OPERACIONES DE CRISTOSAL EN EL SALVADOR

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

En las últimas décadas, América Latina ha sido blanco de múltiples formas de injerencia extranjera, unas directas y abiertas, otras más sutiles, solapadas bajo nombres nobles como “defensa de derechos humanos”, “libertad de expresión” o “cooperación internacional”. El Salvador no ha sido la excepción. Diversas organizaciones no gubernamentales (ONG), entre ellas Cristosal, han operado durante años con una agenda ambigua, promoviendo posturas políticas disfrazadas de neutralidad, manipulando narrativas, y en muchos casos, sirviendo como instrumentos de presión externa para obstaculizar proyectos soberanos y populares.

El anuncio reciente del cese de operaciones de Cristosal en El Salvador marca un punto de inflexión. Lejos de tratarse de una pérdida para el país, constituye una victoria para la dignidad nacional, la soberanía estatal y el fin del privilegio con el que ciertas entidades operaron por años sin rendir cuentas. Este comentario busca desentrañar las verdaderas funciones de estas organizaciones, identificar su impacto negativo en el desarrollo del país y celebrar su retiro como un acto de limpieza ética, política y moral.

DESARROLLO

1. EL DISFRAZ DE LA “SOCIEDAD CIVIL” Y LA FACHADA DE LA MORALIDAD

Organizaciones como Cristosal, El Faro, Factum, Foco y Gato Encerrado han sostenido por años un discurso aparentemente centrado en la justicia social, los derechos humanos y la transparencia gubernamental. Sin embargo, cuando se analiza a profundidad su financiamiento, su línea editorial, su accionar político y su silencio selectivo ante casos de corrupción de ciertas élites políticas pasadas, surge la verdad incómoda: no eran neutrales, no eran imparciales, y ciertamente no estaban al servicio del pueblo.

Muchos de estos entes han sido alimentados con fondos de agencias internacionales vinculadas a países del llamado “primer mundo”, especialmente de aquellos interesados en conservar su control ideológico y económico sobre las naciones latinoamericanas. Sus agendas, lejos de contribuir al desarrollo integral del país, estaban diseñadas para dividir, confrontar, polarizar y frenar cualquier intento de transformación estructural impulsado desde las bases populares.

2. LA IMPUNIDAD COMO ESCUDO

Por años, este tipo de organizaciones operó sin rendir cuentas, con privilegios fiscales, inmunidad mediática y el respaldo de embajadas poderosas. Se escudaban en la protección de los derechos humanos mientras callaban ante el saqueo de las arcas públicas por parte de la vieja clase política. Jamás alzaron la voz contra los verdaderos opresores del pueblo, aquellos que empobrecieron al país, promovieron guerras ideológicas internas y mantuvieron al pueblo en la miseria mientras ellos gozaban de becas, viajes, oficinas elegantes y micrófonos abiertos.

3. EL NUEVO EL SALVADOR: SIN ESPACIO PARA LA HIPOCRESÍA

El panorama ha cambiado. En El Salvador, la impunidad ha comenzado a terminar, el discurso de la “élite ONG” ya no seduce como antes, y la conciencia del pueblo se ha elevado. La limpieza institucional también incluye la expulsión simbólica —y en algunos casos literal— de aquellas entidades que han sido instrumentos de la injerencia neocolonial moderna. La soberanía nacional no se negocia ni se condiciona a las agendas de fundaciones extranjeras. Y si eso molesta a los poderosos, es señal de que se están haciendo las cosas bien.

Cristosal ha decidido irse, alegando “falta de garantías”. Lo que en realidad ha ocurrido es que ya no tienen el terreno fértil de impunidad, lavado de dinero y manipulación mediática en el que antes prosperaban. Hoy las reglas cambiaron, y en este nuevo El Salvador ya no hay espacio para los mercaderes del dolor ajeno.

CONCLUSIÓN

La salida de Cristosal del país no es una tragedia para los derechos humanos, como algunos medios intentan presentarla, sino una victoria del sentido común, de la soberanía y de la transparencia. Por años estas organizaciones operaron con un manto de superioridad moral mientras socavaban las instituciones, desinformaban a la población y defendían causas ajenas a las verdaderas necesidades del pueblo salvadoreño.

Hoy, con firmeza y sin titubeos, El Salvador le dice adiós a un actor que ya no representa ni ayuda al país. A quienes aún los defienden por conveniencia ideológica o financiera, les decimos: el pueblo ya despertó, y no se dejará engañar más. Las organizaciones que quieran operar en este territorio deberán hacerlo con honestidad, transparencia y sin agendas ocultas.

REFLEXIÓN FINAL

Este caso nos deja una lección profunda: no todo el que se autodenomina defensor de derechos humanos lo es, y no toda ayuda internacional viene libre de condiciones. La soberanía de los pueblos no se construye sobre la dependencia ni sobre discursos moralistas importados, sino sobre la dignidad, la autodeterminación y el respeto por las decisiones propias.

Cristosal se va. Y con su partida se desmorona una red de intereses oscuros que por años intentó dirigir el destino de El Salvador desde las sombras. Es momento de mirar hacia adelante, de construir un país con instituciones fuertes, donde las verdaderas voces de la sociedad civil surjan del pueblo, y no de los escritorios de Washington o Bruselas. Gracias por irse, porque el pueblo salvadoreño ya no necesita intermediarios para defender su verdad.

 

 

 

 

 

 

SAN SALVADOR, 18 DE JULIO DE 2025

 

 

 

 

 

 

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