jueves, 19 de diciembre de 2019




REFLEXIÓN EPISTEMOLÓGICA SOBRE  EL  MODELO EDUCATIVO BASADO EN EL MIEDO  Y LA REPRESIÓN  DEL DOCENTE
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN.
En este ensayo se  hace una reflexión epistemológica  sobre el modelo educativo basado en el miedo, la represión  que el docente ejerce en el salón de clase. Un modelo educativo que tiene sus orígenes en  los inicios de la era de la Revolución Industrial, tiempo en que las necesidades sociales demandaban de preparar trabajadores  y trabajadoras para que se incorporaran a las fábricas.  Desde entonces se construyó un sistema escolar que atendía la demanda  de la producción en masa.
Sin embargo, esos tiempos para la humanidad ya son historia. No obstante, todavía se educa a los estudiantes  como sí se prepararan para una vida de trabajo  con máquinas. La enseñanza aprendizaje basada en la memorización mecánica y siguiendo las agendas rígidas era una de las características  de ese sistema.
Hoy  vivimos la era digital pero el modelo  educativo, basado en el miedo, la represión  y el autoritarismo desmedido continúan como si la humanidad permaneciera en el mismo lugar  sin cambios ni alteraciones de ninguna índole.
En las aulas de todos los niveles se sigue enseñando  de  la misma manera que hace más de cien años, cuando la agricultura era el medio principal  de vida para la sociedad. En ese entonces el objetivo primordial de la educación era lograr fuerza de trabajo  necesaria para mantener en funcionamiento las fábricas  y la sociedad por lo tanto, necesitaba obreros.  Dicho modelo que en su momento pudo haber aportado algunas cosas positivas  hoy al contrario se ha convertido en un instrumento para castrar  el desarrollo del pensamiento lógico y crítico  de los estudiantes.
Este modelo educativo no sólo castra el desarrollo del pensamiento de los estudiantes sino que a la vez genera angustias, estrés e incertidumbre.
 Es un modelo basado en la concepción positivista que pretende cuantificar todo sin importar los sentimientos, emociones  y aspiraciones de las personas. El profesor Fernando Alaniz López citado por María Margarita Alegría de la Colina en el artículo “ el miedo en el ámbito Educativo, hacia una educación con humanismo plantea: “ en relación con los estudiantes, habla del miedo al ridículo, el miedo a la crítica, aunque  sea disfrazada de observación ocasional, por parte  de un directivo, de un profesor , o de los mismos compañeros; el miedo al maestro, al respecto del cual dice: el sistema escolar  soporta a no pocos profesores sin vocación  magisterial, que temen llegar a sus grupos, porque no soportan  a sus alumnos; toman actitudes  ya no antipedagógicas, sino deshumanizadas, y resulta para ellos  un pesar  muy grande  dar clases. Los conocemos, y ellos se identifican a sí mismos  muy bien y todos sabemos  el enorme daño que causan a sus alumnos y así mismos (. . .) La relación  entre un profesor  así   y todos sus alumnos --  de cualquier grado o nivel – resultará siempre enfermiza, perjudicando a unos y otros (el mie ( (zaloamati.azc.uam.mx › El_miedo_en_el_ambito_educativo_35_10.)
Finalmente el ensayo busca  llamar la atención  para que las instituciones educativas ya sea básico, medio o Superior exijan a todo aquel o aquella que pretenda asumir el papel de docente  los requisitos mínimos para ejercer la docencia. Pero además, que capaciten a su personal  no en sus especialidades sino en los fundamentos pedagógicos, didácticos, filosóficos, sociológicos,   y científicos..
DESARROLLO.
Resulta  difícil aceptar que en pleno siglo XXI, que  el Sistema Educativo Nacional  no se haya  superado la concepción bancaria de la educación, incluyendo las Universidades. Para muchos docentes pareciera que la realidad es estática e  inamovible siguen manejando la clase con el más feroz autoritarismo de los tiempos de  la didáctica Magna.
Para muchos profesionales de la educación   nos  resulta  inaudito  e incómodo aceptar  que todavía algunos docentes siguen con la concepción de que “las letras con sangre entran” “que la teoría pedagógica, psicológica, sociológica  y  filosófica no sirve para nada”. “Que el mejor método es la propia experiencia” etc.,
Se tiene aún la creencia de  que para que el alumno aprenda hay que imponer mano dura, intimidarlo, sembrar pavor en él para que tenga miedo y de esa manera hacerse sentir que él (Profesor) es el centro del proceso de enseñanza aprendizaje. Sin lugar a dudas esa es una señal inequívoca que  hay muchos siglos de atraso en el campo de la educación.
Como sostiene José Iván Bedoya:
” Mientras se enuncia que el profesor no puede seguir actuando como el centro del proceso pedagógico, como la única fuente del saber y  del conocimiento, este sigue actuando sin cuestionar su proceder en la enseñanza magistral y sin ver incluso la necesidad  y posibilidad  de este cuestionamiento. Asume que todo está bien así, que para enseñar es suficiente dominar la materia que se pretende enseñar o proceder repitiendo el mismo método que, los que fueron en su momento  sus maestros, aplicaron con él” (José  Iván Bedoya. Epistemología y pedagogía.p.9)
 Los docentes que actúan de esa manera (autoritaria) probablemente no  lo hacen  con conocimiento de causa ni mucho menos  están conscientes  del daño que  le están causando a los estudiantes.
 Sí la misión de la educación es forjar hombres  y mujeres plenas, libres,  integrales, críticas, pensantes y  con criterio propio definitivamente con este  modelo autoritario, represivo  y humillante  de enseñanza no  se puede  lograr dicho cometido.  Pero lo que no deja ninguna duda es que estamos trabajando con un modelo educativo incapaz de formar hombres y mujeres críticos y pensantes; al contrario se están formando hombres sumisos, obedientes, dóciles, violentos que muy  poco le aportarán al desarrollo de la sociedad.
Sí los docentes de todo nivel nos tomáramos el tiempo suficiente para meditar, reflexionar sobre  su práctica pedagógica, sobre nuestros comportamientos, sobre nuestro proceder, probablemente estuviéramos en otro estadio de la sociedad. No obstante, el profesor a todo nivel le parece que todo marcha bien  y que no hay necesidad de una reflexión epistemológica sobre su quehacer y su entorno donde desarrolla su práctica pedagógica.
Sin embargo, como plantea  Bedoya:
La necesidad de cambiar debe venir de cada uno de nosotros, no pretender  el cambio por el cambio, por mera fruición innovadora, sino porque no se deben mantener prácticas inveteradas  y obsoletas, a las que nos hemos acostumbrado tanto que ya no vemos más allá de ellas. La actitud epistemológica del cambio debe estar precedida de  por reflexión  y autorreflexión de que no sólo hay formas, talvez más adecuadas  de proceder, aunque no estemos convencidos   de ellas porque todavía no las hemos practicado,  sino porque  comprendemos que como estamos procediendo actualmente estamos inhibiendo, reprimiendo  y hasta atentando  con auténticas  formas de acceder a, investigar   y producir  conocimiento científico (Ibib.p.10)
A lo largo de la historia de  nuestro sistema educativo se ha acuñado una idea muy simplista de que para ser docente basta con dominar la materia,  o extraer información de un libro determinado e ir a repetirla al aula. Recuerdo hace muchos años que un Dr. en Medicina  me dijo “para ser profesor es lo más fácil, es sólo buscar un libro sacar la información repetirla” claro eso es sumamente sencillo y no requiere de mayor esfuerzo, empero asumir verdaderamente el papel profesor  es de las tareas más difíciles. Pues como sostiene Fernando Hernández y Juana María Sancho:
Saber la materia que se va a impartir, sí bien es absolutamente necesario, no es condición suficiente para lograr  o propiciar  el aprendizaje del alumnado. Pero todavía es  posible perfilar más esta idea.  Aunque hayan estudiado las teorías evolutivas de Piaget o de Wallon, se conozca la importancia  de tener en cuenta  el papel del entorno cultural  y social para el desarrollo cognitivo  del alumnado y se tenga  información  sobre modelos conocidos   de enseñanza  y aprendizaje,   no existe la seguridad  de que la práctica  docente pueda por ello mejorar. Sí esto no fuera así, los psicólogos  y los pedagogos  sería los mejores  profesores, pero la experiencia  demuestra  que no es siempre  cierto  y que conocer algo no quiere decir  poder utilizarlo. . .  es necesario continúa Sancho vincular la formación  con la reflexión y ambas con la investigación  sobre la acción. (Fernando Hernández  y Juana María Sancho. Para enseñar no basta con saber la asignatura. p.25)
 Como se ha venido analizando este modelo de enseñanza autoritario y represivo  ha sido cuestionado desde hace muchos años por grandes teóricos  de la educación como William James, quién  sostenía que: “el maestro debía de cuidarse  de no caer en una actitud absolutista. Su función era servir  de guía  y amigo, ya que era factible el hecho. Además, no debía alentar el dogmatismo en las aulas; por el contrario, la actitud del maestro debía ser  la de un verdadero motor de progreso”.
En este mismo orden de ideas John Dewey, señalaba que” la escuela tradicional inhibía el crecimiento moral, a través de sus tendencias estáticas y absolutismos”   (John Dewey. Democracia y educación). De manera similar se  expresaba León Tolstoi en sus teorías educativas planteaba que: “la importancia del maestro. Sí este  era frio y hostil hacia sus estudiantes, podía  convertirse  en una influencia negativa  para su futa formación”    En consecuencia, ninguna educación basada represión, en el odio del docente hacia el alumno se le puede  considerar de calidad al contrario es una educación  para la domesticación en el mejor de los casos. Bajo este modelo educativo ¿A dónde se inicia el proceso de represión del profesor hacia el alumno?
  La clave para el docente está el primer día de clase en donde este pone las reglas del juego. Para muchos docentes sembrar pavor es la mejor manera  de despertar el interés de los estudiantes sobre algunas materia. Cuestión que está seriamente cuestionada por los diferentes teóricos de la educación, la psicología y la sociología de la educación.
Esta  metodología no sólo es equivocada sino inhumana, terrorista  y desfasada. Por ejemplo: expresiones como a mí nadie me pasa esta materia, esta carrera no es para todos,  es para unos pocos, de este grupo sólo pasarán unos pocos, ustedes viene mal preparados etc. Todas estas frases además de resultar insultantes  son funestas  para crear un clima agradable dentro del aula y en el proceso de formación de la personalidad de los profesionales.
A partir de aquí se rompe toda posibilidad de una relación cordial, fraternal de amistad, de colaboración del docente con el alumno, pues el miedo ya se apoderó del estudiante  y en su mente sólo persistirá un sentimiento de impotencia  de aversión y de rechazo hacia la asignatura.
La mente se le cierra para la comprensión y todo lo ve difícil e innecesario dentro del contexto general de la carrera que estudia. Sin exagerar, se traumatiza.  Pero esta actitud represiva no termina ahí, el calvario del estudiante se inicia en el momento, en que se inician las “evaluaciones”  pues vendrán los exámenes en donde un ejército de docentes harán el papel de vigilantes no importa que sean 100, 50 o 5  y alumnos, siempre se requerirán  no menos de cinco o seis  docentes  para verificar que la prueba se desarrolla con toda la “objetividad científica”.
Albert Einstein, dijo alguna vez que:
“Enseñar a los hombres una especialidad, los convierten en algo así  como máquinas pensantes pero no en individuos válidos. Para ser individuo  válido el ser humano debe sentir  con pasión aquello a los que se puede aspirar. Tiene  que ser receptor  de un sentimiento  vivo  de lo bello y de lo moralmente bueno.  En caso contrario  se parece más a un perro bien adiestrado que a un ser armónicamente  desarrollado. Debe aprender a comprender las motivaciones, las ilusiones  y penas de la gente para adquirir una actitud  recta respecto a los individuos y la sociedad.
Estas cosas tan preciosas las consigue el contacto personal entre la generación joven  y los que enseñan,  y no (al menos en lo fundamental) los libros  de texto. Esto es lo que representa la cultura  ante todo. Esto es lo que tengo presente cuando recomiendo Humanidades y no un árido conocimiento  de la Ciencia” (Albert Einstein. El mundo como yo lo veo. p. 25-26)
En muchas ocasiones los mismos docentes se preguntan ¿Por qué los alumnos se van a otras Universidades? ¿Por qué los alumnos no quieren llevar las materias con x o y profesor?  Aunque la respuesta es obvia los mismos docentes no logran explicarse dicho comportamiento  y son tan incapaces de lograr comprender que sus actitudes generan rechazo, aversión, repulsión y odio de parte de los alumnos. Es tanta su arrogancia, soberbia y prepotencia que no logran comprender que: “educar es algo más sublime e importante que enseñar leer, enseñar a sumar, enseñar idiomas, electrónica o bilogía.
 Educar es construir  personas, cincelar corazones, ofrecer los ojos para que el educando pueda  mirarse en ellos, y verse valioso y bueno y así ser capaz de mirar a los demás con mirada cariñosa. Inclusiva, sembradora  de ganas de vivir” (Pérez Esclarin. Educar para humanizar.p.10). En consecuencia, la educación no es sinónimo de aprender una técnica para ganarse la vida, sino coadyuvar a construir una sociedad más justa, más equitativa y más humana. De modo que los docentes tenemos como finalidad ética y moral la preparación de esa tierra en donde habremos de cultivar hombres y mujeres con calidad humana. Sin embargo, vivimos en una sociedad en la que persiste un “individualismo feroz  en la que mueren grandes ideales  y reinan omnipotentes la violencia, la insensibilidad y la injusticia” (Ibid.p.17) De ahí la necesidad de preparar profesionales que no confundan la felicidad con pasarla bien o ir de compras, el amor con el sexo irresponsable, la libertad con  el libre albedrío.
“La educación actual con sus principios neoliberales, básicamente  tecnocráticos, en realidad sólo está contribuyendo a las perversiones de la globalización a la vez que  es arrastrada por ellas. La educación debemos admitirlo, ha llegado a convertirse en algo menos importante  que la acumulación  y el enriquecimiento insaciable  de unos pocos a expensas  del ilimitado sufrimiento  de la mayor parte de la población mundial”  (Peter Mclaren. La che Guevara, Paulo Freire y la pedagogía de la revolución. p.23).
Recuperar el verdadero sentido  crítico y humano  de la educación es una tarea ardua, pero no imposible  de lograr, sin embargo, para ello se requiere una nueva forma de educación para los docentes que asumen el papel de educadores en cualquier nivel. Rescatar la comprensión crítica por parte del docente pasa por el reconocimiento de la situación de opresión que viven los oprimidos, pero no sólo eso sino el reconocimiento de la opresión de la que ellos como parte del pueblo padecen también.
En la medida en que los docentes comprendan que ellos  y ellas son víctimas de las estructuras de opresión del sistema en esa misma medida estarían en condiciones de la misma manera de llevar adelante una lucha política por la transformación  de las condiciones concretas que generan la opresión. Es preciso que el docente como lo afirma Paulo Freire  que: “transformar la experiencia educativa en un puro adiestramiento técnico  es despreciar lo que hay de fundamentalmente humano en el ejercicio  educativo: su carácter formador.  Sí se respeta la naturaleza  del ser humano, la enseñanza  de los contenidos  no puede darse alejada de la formación  moral del educando. Educar es, sustantivamente, formar. Divinizar o satanizar la tecnología  o la ciencia  es una forma altamente negativa  y peligrosa de pensar errado”  (Paulo Freire. Pedagogía de la autonomía. p.34).
Un buen comienzo por parte de un docente, para iniciar el desarrollo de  cualquier materia, es tratar de interesar a los estudiantes en la asignatura.  Es necesario aprovechar las expectativas de los estudiantes traen cuando pisan por primera  vez las aulas universitarias, incentivarlos en el aprendizaje  y la independencia de sus pensamientos. Hay que "venderles" la idea de la importancia de la asignatura y cómo ella forma  parte  del pensum de su carrera y que todas sin excepción son importantes y relevante para el proceso de su formación profesional.
Desarrollar ejemplos de la vida práctica es la mejor forma de despertar entusiasmo por una asignatura. Contrastar la teoría con la práctica, no importa que estemos estudiando la teoría de Platón, Sócrates o Santo Tomás de Aquino, lo importante es que ese pensamiento lo relacionemos con la realidad que vive el educando. Seguramente  esa práctica nos daría mejores resultados que aquella concepción que busca sembrar el terror, pavor  y miedo en los educandos el primer día de clase.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
1.      José Iván Bedoya. Epistemología y Pedagogía. Editorial Ecoe ediciones.
2.      Fernando Hernández y Juana María sancho. Para enseñar no basta con saber la asignatura. Editorial. Paidós.
3.      Albert Einstein. El mundo como yo lo veo. Editorial. Fontana.
4.      Antonio Pérez Esclarín. Educar para humanizar. Editorial. Educadores XXI.
5.      Peter Mclaren. La che Guevara, Paulo Freire y la pedagogía de la revolución. Editorial. Siglo XXI.
6.      Paulo Freire. Pedagogía de la autonomía. Editorial Siglo XXI.
7.      Internet. ((zaloamati.azc.uam.mx › El_miedo_en_el_ambito_educativo_35_10.)



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