REFLEXIÓN EPISTEMOLÓGICA SOBRE EL
MODELO EDUCATIVO BASADO EN EL MIEDO
Y LA REPRESIÓN DEL DOCENTE
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN.
En este ensayo se hace una reflexión epistemológica sobre el modelo educativo basado en el miedo,
la represión que el docente ejerce en el
salón de clase. Un modelo educativo que tiene sus orígenes en los inicios de la era de la Revolución
Industrial, tiempo en que las necesidades sociales demandaban de preparar
trabajadores y trabajadoras para que se incorporaran
a las fábricas. Desde entonces se
construyó un sistema escolar que atendía la demanda de la producción en masa.
Sin embargo, esos tiempos para la
humanidad ya son historia. No obstante, todavía se educa a los estudiantes como sí se prepararan para una vida de
trabajo con máquinas. La enseñanza
aprendizaje basada en la memorización mecánica y siguiendo las agendas rígidas
era una de las características de ese
sistema.
Hoy
vivimos la era digital pero el modelo
educativo, basado en el miedo, la represión y el autoritarismo desmedido continúan como
si la humanidad permaneciera en el mismo lugar
sin cambios ni alteraciones de ninguna índole.
En las aulas de todos los niveles se
sigue enseñando de la misma manera que hace más de cien años,
cuando la agricultura era el medio principal de vida para la sociedad. En ese entonces el
objetivo primordial de la educación era lograr fuerza de trabajo necesaria para mantener en funcionamiento las
fábricas y la sociedad por lo tanto,
necesitaba obreros. Dicho modelo que en
su momento pudo haber aportado algunas cosas positivas hoy al contrario se ha convertido en un
instrumento para castrar el desarrollo
del pensamiento lógico y crítico de los
estudiantes.
Este modelo educativo no sólo castra
el desarrollo del pensamiento de los estudiantes sino que a la vez genera
angustias, estrés e incertidumbre.
Es un modelo basado en la concepción
positivista que pretende cuantificar todo sin importar los sentimientos,
emociones y aspiraciones de las
personas. El profesor Fernando Alaniz López citado por María Margarita Alegría
de la Colina en el artículo “ el miedo en el ámbito Educativo, hacia una
educación con humanismo plantea: “ en relación con los estudiantes, habla del
miedo al ridículo, el miedo a la crítica, aunque sea disfrazada de observación ocasional, por
parte de un directivo, de un profesor ,
o de los mismos compañeros; el miedo al maestro, al respecto del cual dice: el
sistema escolar soporta a no pocos
profesores sin vocación magisterial, que
temen llegar a sus grupos, porque no soportan
a sus alumnos; toman actitudes ya
no antipedagógicas, sino deshumanizadas, y resulta para ellos un pesar
muy grande dar clases. Los
conocemos, y ellos se identifican a sí mismos
muy bien y todos sabemos el
enorme daño que causan a sus alumnos y así mismos (. . .) La relación entre un profesor así y
todos sus alumnos -- de cualquier grado
o nivel – resultará siempre enfermiza, perjudicando a unos y otros (el mie
( (zaloamati.azc.uam.mx ›
El_miedo_en_el_ambito_educativo_35_10.)
Finalmente el ensayo busca llamar la atención para que las instituciones educativas ya sea
básico, medio o Superior exijan a todo aquel o aquella que pretenda asumir el
papel de docente los requisitos mínimos
para ejercer la docencia. Pero además, que capaciten a su personal no en sus especialidades sino en los
fundamentos pedagógicos, didácticos, filosóficos, sociológicos, y científicos..
DESARROLLO.
Resulta difícil aceptar que en pleno siglo XXI, que el Sistema Educativo Nacional no se haya
superado la concepción bancaria de la educación, incluyendo las
Universidades. Para muchos docentes pareciera que la realidad es estática
e inamovible siguen manejando la clase
con el más feroz autoritarismo de los tiempos de la didáctica Magna.
Para muchos profesionales de la
educación nos resulta inaudito
e incómodo aceptar que todavía
algunos docentes siguen con la concepción de que “las letras con sangre entran”
“que la teoría pedagógica, psicológica, sociológica y filosófica no sirve para nada”. “Que el mejor
método es la propia experiencia” etc.,
Se tiene aún la creencia de que para que el alumno aprenda hay que imponer
mano dura, intimidarlo, sembrar pavor en él para que tenga miedo y de esa
manera hacerse sentir que él (Profesor) es el centro del proceso de enseñanza
aprendizaje. Sin lugar a dudas esa es una señal inequívoca que hay muchos siglos de atraso en el campo de la
educación.
Como sostiene José Iván Bedoya:
” Mientras se enuncia que el profesor
no puede seguir actuando como el centro del proceso pedagógico, como la única
fuente del saber y del conocimiento,
este sigue actuando sin cuestionar su proceder en la enseñanza magistral y sin
ver incluso la necesidad y
posibilidad de este cuestionamiento.
Asume que todo está bien así, que para enseñar es suficiente dominar la materia
que se pretende enseñar o proceder repitiendo el mismo método que, los que
fueron en su momento sus maestros,
aplicaron con él” (José Iván Bedoya.
Epistemología y pedagogía.p.9)
Los docentes que actúan de esa manera
(autoritaria) probablemente no lo
hacen con conocimiento de causa ni mucho
menos están conscientes del daño que
le están causando a los estudiantes.
Sí la misión de la educación es forjar
hombres y mujeres plenas, libres, integrales, críticas, pensantes y con criterio propio definitivamente con este modelo autoritario, represivo y humillante
de enseñanza no se puede lograr dicho cometido. Pero lo que no deja ninguna duda es que
estamos trabajando con un modelo educativo incapaz de formar hombres y mujeres
críticos y pensantes; al contrario se están formando hombres sumisos,
obedientes, dóciles, violentos que muy
poco le aportarán al desarrollo de la sociedad.
Sí los docentes de todo nivel nos
tomáramos el tiempo suficiente para meditar, reflexionar sobre su práctica pedagógica, sobre nuestros
comportamientos, sobre nuestro proceder, probablemente estuviéramos en otro
estadio de la sociedad. No obstante, el profesor a todo nivel le parece que
todo marcha bien y que no hay necesidad
de una reflexión epistemológica sobre su quehacer y su entorno donde desarrolla
su práctica pedagógica.
Sin embargo, como plantea Bedoya:
La necesidad de cambiar debe venir de
cada uno de nosotros, no pretender el
cambio por el cambio, por mera fruición innovadora, sino porque no se deben
mantener prácticas inveteradas y
obsoletas, a las que nos hemos acostumbrado tanto que ya no vemos más allá de
ellas. La actitud epistemológica del cambio debe estar precedida de por reflexión
y autorreflexión de que no sólo hay formas, talvez más adecuadas de proceder, aunque no estemos
convencidos de ellas porque todavía no
las hemos practicado, sino porque comprendemos que como estamos procediendo
actualmente estamos inhibiendo, reprimiendo
y hasta atentando con
auténticas formas de acceder a,
investigar y producir conocimiento científico (Ibib.p.10)
A lo
largo de la historia de nuestro sistema
educativo se ha acuñado una idea muy simplista de que para ser docente basta
con dominar la materia, o extraer
información de un libro determinado e ir a repetirla al aula. Recuerdo hace
muchos años que un Dr. en Medicina me
dijo “para ser profesor es lo más fácil, es sólo buscar un libro sacar la
información repetirla” claro eso es sumamente sencillo y no requiere de mayor
esfuerzo, empero asumir verdaderamente el papel profesor es de las tareas más difíciles. Pues como
sostiene Fernando Hernández y Juana María Sancho:
Saber la
materia que se va a impartir, sí bien es absolutamente necesario, no es
condición suficiente para lograr o propiciar el aprendizaje del alumnado. Pero todavía
es posible perfilar más esta idea. Aunque hayan estudiado las teorías evolutivas
de Piaget o de Wallon, se conozca la importancia de tener en cuenta el papel del entorno cultural y social para el desarrollo cognitivo del alumnado y se tenga información
sobre modelos conocidos de
enseñanza y aprendizaje, no existe la seguridad de que la práctica docente pueda por ello mejorar. Sí esto no
fuera así, los psicólogos y los
pedagogos sería los mejores profesores, pero la experiencia demuestra
que no es siempre cierto y que conocer algo no quiere decir poder utilizarlo. . . es necesario continúa Sancho vincular la
formación con la reflexión y ambas con
la investigación sobre la acción. (Fernando
Hernández y Juana María Sancho. Para
enseñar no basta con saber la asignatura. p.25)
Como se ha venido analizando este modelo de
enseñanza autoritario y represivo ha
sido cuestionado desde hace muchos años por grandes teóricos de la educación como William James, quién sostenía que: “el maestro debía de
cuidarse de no caer en una actitud
absolutista. Su función era servir de
guía y amigo, ya que era factible el
hecho. Además, no debía alentar el dogmatismo en las aulas; por el contrario,
la actitud del maestro debía ser la de
un verdadero motor de progreso”.
En este mismo orden de ideas John
Dewey, señalaba que” la escuela tradicional inhibía el crecimiento moral, a
través de sus tendencias estáticas y absolutismos” (John Dewey. Democracia y educación). De
manera similar se expresaba León Tolstoi
en sus teorías educativas planteaba que: “la importancia del maestro. Sí
este era frio y hostil hacia sus
estudiantes, podía convertirse en una influencia negativa para su futa formación” En consecuencia, ninguna educación basada
represión, en el odio del docente hacia el alumno se le puede considerar de calidad al contrario es una
educación para la domesticación en el
mejor de los casos. Bajo este modelo educativo ¿A dónde se inicia el proceso de
represión del profesor hacia el alumno?
La clave para el docente está el primer día de clase en donde este pone
las reglas del juego. Para muchos docentes sembrar pavor es la mejor
manera de despertar el interés de los
estudiantes sobre algunas materia. Cuestión que está seriamente cuestionada por
los diferentes teóricos de la educación, la psicología y la sociología de la
educación.
Esta metodología no sólo es equivocada sino inhumana,
terrorista y desfasada. Por ejemplo:
expresiones como a mí nadie me pasa esta materia, esta carrera no es para
todos, es para unos pocos, de este grupo
sólo pasarán unos pocos, ustedes viene mal preparados etc. Todas estas frases
además de resultar insultantes son funestas para crear un clima agradable dentro del aula
y en el proceso de formación de la personalidad de los profesionales.
A partir de aquí se rompe toda
posibilidad de una relación cordial, fraternal de amistad, de colaboración del
docente con el alumno, pues el miedo ya se apoderó del estudiante y en su mente sólo persistirá un sentimiento
de impotencia de aversión y de rechazo
hacia la asignatura.
La mente se le cierra para la
comprensión y todo lo ve difícil e innecesario dentro del contexto general de
la carrera que estudia. Sin exagerar, se traumatiza. Pero esta actitud represiva no termina ahí, el
calvario del estudiante se inicia en el momento, en que se inician las
“evaluaciones” pues vendrán los exámenes
en donde un ejército de docentes harán el papel de vigilantes no importa que
sean 100, 50 o 5 y alumnos, siempre se
requerirán no menos de cinco o seis docentes
para verificar que la prueba se desarrolla con toda la “objetividad
científica”.
Albert Einstein, dijo
alguna vez que:
“Enseñar a los hombres
una especialidad, los convierten en algo así
como máquinas pensantes pero no en individuos válidos. Para ser
individuo válido el ser humano debe
sentir con pasión aquello a los que se
puede aspirar. Tiene que ser
receptor de un sentimiento vivo
de lo bello y de lo moralmente bueno.
En caso contrario se parece más a
un perro bien adiestrado que a un ser armónicamente desarrollado. Debe aprender a comprender las
motivaciones, las ilusiones y penas de
la gente para adquirir una actitud recta
respecto a los individuos y la sociedad.
Estas cosas tan preciosas
las consigue el contacto personal entre la generación joven y los que enseñan, y no (al menos en lo fundamental) los libros de texto. Esto es lo que representa la
cultura ante todo. Esto es lo que tengo
presente cuando recomiendo Humanidades y no un árido conocimiento de la Ciencia” (Albert Einstein. El mundo
como yo lo veo. p. 25-26)
En muchas ocasiones los
mismos docentes se preguntan ¿Por qué los alumnos se van a otras Universidades?
¿Por qué los alumnos no quieren llevar las materias con x o y profesor? Aunque la respuesta es obvia los mismos
docentes no logran explicarse dicho comportamiento y son tan incapaces de lograr comprender que
sus actitudes generan rechazo, aversión, repulsión y odio de parte de los alumnos.
Es tanta su arrogancia, soberbia y prepotencia que no logran comprender que:
“educar es algo más sublime e importante que enseñar leer, enseñar a sumar,
enseñar idiomas, electrónica o bilogía.
Educar es construir personas, cincelar corazones, ofrecer los
ojos para que el educando pueda mirarse
en ellos, y verse valioso y bueno y así ser capaz de mirar a los demás con
mirada cariñosa. Inclusiva, sembradora
de ganas de vivir” (Pérez Esclarin. Educar para humanizar.p.10). En
consecuencia, la educación no es sinónimo de aprender una técnica para ganarse
la vida, sino coadyuvar a construir una sociedad más justa, más equitativa y
más humana. De modo que los docentes tenemos como finalidad ética y moral la
preparación de esa tierra en donde habremos de cultivar hombres y mujeres con
calidad humana. Sin embargo, vivimos en una sociedad en la que persiste un
“individualismo feroz en la que mueren
grandes ideales y reinan omnipotentes la
violencia, la insensibilidad y la injusticia” (Ibid.p.17) De ahí la necesidad
de preparar profesionales que no confundan la felicidad con pasarla bien o ir
de compras, el amor con el sexo irresponsable, la libertad con el libre albedrío.
“La educación actual con
sus principios neoliberales, básicamente
tecnocráticos, en realidad sólo está contribuyendo a las perversiones de
la globalización a la vez que es arrastrada
por ellas. La educación debemos admitirlo, ha llegado a convertirse en algo
menos importante que la acumulación y el enriquecimiento insaciable de unos pocos a expensas del ilimitado sufrimiento de la mayor parte de la población mundial” (Peter Mclaren. La che Guevara, Paulo Freire
y la pedagogía de la revolución. p.23).
Recuperar el verdadero
sentido crítico y humano de la educación es una tarea ardua, pero no imposible
de lograr, sin embargo, para ello se
requiere una nueva forma de educación para los docentes que asumen el papel de
educadores en cualquier nivel. Rescatar la comprensión crítica por parte del
docente pasa por el reconocimiento de la situación de opresión que viven los
oprimidos, pero no sólo eso sino el reconocimiento de la opresión de la que
ellos como parte del pueblo padecen también.
En la medida en que los
docentes comprendan que ellos y ellas
son víctimas de las estructuras de opresión del sistema en esa misma medida
estarían en condiciones de la misma manera de llevar adelante una lucha
política por la transformación de las
condiciones concretas que generan la opresión. Es preciso que el docente como
lo afirma Paulo Freire que: “transformar
la experiencia educativa en un puro adiestramiento técnico es despreciar lo que hay de fundamentalmente
humano en el ejercicio educativo: su
carácter formador. Sí se respeta la
naturaleza del ser humano, la
enseñanza de los contenidos no puede darse alejada de la formación moral del educando. Educar es,
sustantivamente, formar. Divinizar o satanizar la tecnología o la ciencia
es una forma altamente negativa y
peligrosa de pensar errado” (Paulo
Freire. Pedagogía de la autonomía. p.34).
Un buen comienzo por parte de un
docente, para iniciar el desarrollo de cualquier materia, es tratar de interesar a
los estudiantes en la asignatura. Es
necesario aprovechar las expectativas de los estudiantes traen cuando pisan por
primera vez las aulas universitarias,
incentivarlos en el aprendizaje y la
independencia de sus pensamientos. Hay que "venderles" la idea de la
importancia de la asignatura y cómo ella forma
parte del pensum de su carrera y
que todas sin excepción son importantes y relevante para el proceso de su
formación profesional.
Desarrollar ejemplos de la vida
práctica es la mejor forma de despertar entusiasmo por una asignatura.
Contrastar la teoría con la práctica, no importa que estemos estudiando la teoría
de Platón, Sócrates o Santo Tomás de Aquino, lo importante es que ese
pensamiento lo relacionemos con la realidad que vive el educando. Seguramente esa práctica nos daría mejores resultados que
aquella concepción que busca sembrar el terror, pavor y miedo en los educandos el primer día de
clase.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
1. José Iván Bedoya. Epistemología y
Pedagogía. Editorial Ecoe ediciones.
2. Fernando Hernández y Juana María
sancho. Para enseñar no basta con saber la asignatura. Editorial. Paidós.
3. Albert Einstein. El mundo como yo lo
veo. Editorial. Fontana.
4. Antonio Pérez Esclarín. Educar para
humanizar. Editorial. Educadores XXI.
5. Peter Mclaren. La che Guevara, Paulo
Freire y la pedagogía de la revolución. Editorial. Siglo XXI.
6. Paulo Freire. Pedagogía de la autonomía.
Editorial Siglo XXI.
7. Internet. ((zaloamati.azc.uam.mx ›
El_miedo_en_el_ambito_educativo_35_10.)
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