PARA
SER HUMANOS NECESITAMOS SER LIBRES
MSc.
JOSÉ ISRAEL VENTURA
RESUMEN:
El
ser humano es el único ser vivo que por su naturaleza puede ser libre. El
trabajo es una necesidad interna al ser humano y es que el trabajo como
actividad libre y consciente, es una forma de realización humana. En el
capitalismo, no sólo estamos acabando con la naturaleza, sino que impedimos la
plena realización humana. Nos hemos transformado en depredadores de toda forma
de vida. Si no transformamos esta forma histórica de sociedad, corremos el
peligro de no tener historia, porque ya no habría seres humanos. (Karl Marx)
INTRODUCCIÓN
El ser humano es el único ser
vivo que por su naturaleza puede ser libre, la libertad es parte de su
esencialidad, como la sociabilidad y el trabajo, mediante el cual transforma a
la naturaleza y se transforma a sí mismo. El trabajo es una necesidad interna
al ser humano y es que el trabajo como actividad libre y consciente, es una
forma de realización humana.
Desafortunadamente en el capitalismo, no sólo estamos acabando
con la naturaleza, sino que
impedimos la plena realización humana. En
vez de ser seres creadores, conscientes y libres, nos hemos transformado en
depredadores de toda forma de vida, por tal razón es que se ha afirmado que con
el capitalismo acaba la prehistoria humana; sin embargo, si no transformamos
esta forma histórica de sociedad, corremos el peligro de no tener historia,
porque ya no habría seres humanos. Así de grave es la realidad de nuestro
tiempo.
I. LOS MITOS DE LA LIBERTAD EN EL CAPITALISMO
Ciertamente en materia de
libertad, el capitalismo representa un avance en relación al feudalismo y al
esclavismo. Pero de ello no se sigue, como se suele sostener, que vivimos en
plena libertad. La libertad plena supone
la plena realización de la condición humana y para conseguirlo falta mucho
camino por recorrer.
En materia de libertad el
capitalismo presenta tantas deficiencias que hasta resulta asombroso como sus
apologistas presuman tanto de algo que no es real, que no existe, o peor aún,
que se haya cometido tantos crímenes en su nombre.
En
materia económica se nos habla de la libertad de elegir. Lo bueno del mercado,
se nos dice, es que nos brinda la oportunidad de elegir aquellas mercancías que
queramos. Pero este
postulado presupone que todos satisfacemos la condición que exigen las mercancías
para ser adquiridas, esto es, que contemos con los medios monetarios necesarios
y suficientes para pagarlas. Si esto no es así, la libertad de elegir no se
puede realizar, se queda en una mera posibilidad. Y además nos empieza a
revelar cómo es que funciona el capitalismo y sus libertades. Quien tiene más
dinero tiene más libertad de elegir y quien no tiene dinero no tiene ninguna
libertad de elegir. De manera que la libertad en el capitalismo no es para
todos y a su vez admite grados de libertad: ninguna, alguna, poca o mucha
libertad. Si nos atuviéramos solamente a la libertad de elegir en el mercado,
podríamos sostener que el capitalismo es el reino de la libertad, pero de los
ricos.
Además de lo antes dicho es
necesario agregar que la presunta libertad de elegir no considera las
manipulaciones de la conciencia que se efectúan mediante las marcas, las
promociones y la publicidad. Cuando el consumidor se enfrenta a las mercancías,
ya no lo hace buscando satisfacer una necesidad. Ya no quiere un par de zapatos,
o una camisa, o un reloj, sino que quiere una determinada marca, aquella por la que sido seducido gracias a la
publicidad e inducido a comprar. ¿Dónde está entonces la libertad de elegir?
Habría
libertad de elegir los productos del trabajo, si éstos no revistieran la forma
de mercancías, si fuesen tan sólo lo que en realidad son: objetos útiles,
capaces de satisfacer necesidades. Y todos los seres humanos tuviéramos acceso
a esos productos conforme a nuestras necesidades y no según nuestras
capacidades monetarias. Pero esto no existe en el capitalismo.
La libertad de elegir está asociada
a la libertad de ofrecer, a la libertad de competir, a eso que le llaman: libre
competencia en el mercado. Tal libertad de competir no deja de ser ilusoria, en
tanto que para hacerlo, también es preciso satisfacer ciertas condiciones, que
se fundamentan en la capacidad económica de la empresa, cuáles serían el
volumen de la producción y la productividad, la red de circulación, las
campañas publicitarias, las marcas, etc. ¿Qué capacidad de competir tendrán los
MIPYMES frente a las empresas transnacionales? Es obvio que ninguna.
Se dirá que no se ha entendido el
postulado de la libre competencia, existe libertad de competir y por ello es
que las reglas son iguales para todos. Pero esto nos lleva, al punto en el
cual, se nos evidencia que la libre competencia es puramente formal, en tanto,
supone que son iguales quienes realmente son desiguales. Lo cual nos pone de
manifiesto, que las reglas están hechas desde y para los que cuentan con el
poder económico. Y que la libertad de competir es para algunos empresarios,
pero no para todos los empresarios.
Sería una total irracionalidad poner
a competir un hombre común y corriente con el campeón mundial de boxeo; sin
embargo, igual de irracional es poner a competir a las MIPYMES con las empresas
transnacionales, no obstante ello se hace. Y no sólo se hace sino que se nos
busca convencer que ello es beneficioso para nuestro país. ¿O acaso no se acude
al argumento del interés nacional para aprobar la ley de libre competencia o el
tratado de libre comercio con los E.U.?
Para que los productores fueran
libres no debía de existir competencia, sino cooperación, solidaridad, porque
la individualidad se logra en la sociabilidad. Pero ello no es lo propio del
capitalismo, sino que lo propio del capitalismo es el egoísmo y el
individualismo, por-que el capital y sus encarnaciones los capitalistas, sólo
piensan en sí mismos y en sus ansias de crecer y crecer, y no les importa nada,
ni nadie. No quieren ser igual a nadie, sino superior a todos, ese es su
individualismo.
Y a propósito de los tratados de
libre comercio cabe destacar que con los mismos se asegura el libre movimiento
de los capitales y de las mercancías, pero no de los trabajadores. Nuevamente
se revela que la libertad en el capitalismo no pasa de ser una gran farsa. O en todo caso la libertad en el
capitalismo es una libertad discriminatoria o condicionada. Usted tiene
libertad si es rico, si es poderoso económicamente hablando, porque el
capitalismo es el reino de la libertad pero de los capitalistas.
Se
nos dice también que somos libres porque no somos esclavos, ni siervos y que
precisamente por ello es que el trabajador puede libremente vender su fuerza de
trabajo al empresario que necesite comprarla y a quien el trabajador desee
venderla. No hay manera de que se le obligue a vender su fuerza de trabajo a un
determinado empresario. A diferencia del esclavo que estaba sujeto a un
determinado esclavista, o el siervo que estaba vinculado de por vida a un señor
feudal, el trabajador en el capitalismo es un hombre libre y que además
contrata con el patrono en plano de igualdad.
No obstante lo anterior, el trabajador
no es libre de vender o no vender su fuerza de trabajo, para disfrutar de esta
libertad debería de contar con medios de vida o de producción que le
permitieran tener asegurada su existencia, pero la burguesía se aseguró
precisamente de despojar a los trabajadores de los mismos, por lo que la
libertad del trabajador se reduce a vender su fuerza de trabajo o morirse de
hambre. ¡Maravilla de libertad!
El trabajador como clase está
sujeto a la burguesía, para poder vivir necesariamente tiene que vincularse con
un empresario, su existencia depende de la burguesía, en consecuencia no es
libre. Pero no sólo lo anterior es un
límite a su libertad, ya que se podrá argumentar que la burguesía como clase depende
también de los trabajadores, la diferencia radica en que si bien contratan en
plano de igualdad jurídica, la libertad del trabajador termina en el momento
mismo en que se inicia el contrato, ya que entonces quien domina, quien controla,
quien manda es el burgués, el capitalista. Y la fuerza de trabajo del obrero ya
no le pertenece, como tampoco el producto de su trabajo. Es más, ni
siquiera controla el proceso de trabajo, no decide qué producir, mucho menos
cómo producir. En muchas ocasiones debido a la división técnica del proceso de
trabajo, ni siquiera tiene idea qué producto final está contribuyendo a
producir.
Y en tales circunstancias ocurre
que el trabajo como característica eminentemente humana, pierde su capacidad
realizadora y se transforma en trabajo alienado. Con lo cual hay un proceso de
deshumanización y alienación de la conciencia. En tales condiciones resulta un
absurdo el hablar de libertad.
El trabajador en el capitalismo
no disfruta de su trabajo, porque ya no es suyo. No le realiza porque no
satisface una necesidad interna de trabajar. Si trabaja es porque se ve forzado
a hacerlo para satisfacer necesidades ajenas a la necesidad interna de
trabajar. El trabajo lo ve como un castigo, como un sacrificio, como una
desgracia, cuando en realidad el trabajo es una característica específicamente
humana, mediante la cual el ser humano transforma a la naturaleza y se
transforma, se crea a sí mismo.
Y este trabajo deshumanizado,
reduce las actividades humanas a las actividades propias de los animales:
comer, dormir, reproducirse y transportarse. El capitalismo al negar, al
impedir la libertad, nos está negando nuestra condición humana.
Para que el trabajo dejara de ser
alienado, para que la fuerza de trabajo dejara de ser una mercancía, para no
depender de otros hombres que nos oprimen y explotan, para que tuviéramos
libertad, para que nos realizáramos como humanos, deberíamos conformar
asociaciones de hombres y mujeres libres que trabajáramos con medios colectivos
de producción y desplegáramos nuestras fuerzas de trabajo con plena conciencia
de lo que hiciéramos, cuál era el ideal humanista de Marx.
El
fin de la producción social es la satisfacción de necesidades humanas, pero en
el capitalismo el fin de la producción es la valorización del capital, y la
satisfacción de necesidades humanas tan sólo el medio que posibilita esa
valorización. Es más, el capital busca generar necesidades artificiales, para
vender más y así ganar más. Y como la productividad crece continuamente, en el
paroxismo productivista se genera el consumismo, entre aquellos que cuentan con
dinero para comprar, quienes viven prisioneros del mercado.
Si
abandonamos el campo de lo económico y nos introducimos al de la política
encontramos también la libertad de elegir, a diferencia de los monarcas, los
gobernantes en los regímenes democráticos son electos libremente por los
ciudadanos, con ciertas limitaciones para ordenar las cosas, por ejemplo, el
que los candidatos tienen que ser postulados por un partido político. No
obstante para ejercer libremente el voto no es necesario estar afiliado a
ningún partido político, se es libre de afiliarse o no.
El problema con la libertad de
elegir es que nuevamente nos aparece el poder económico como un factor que
inclina la balanza a favor de quienes lo poseen y en esa medida limita la
libertad de elegir. Los candidatos de derecha que cuentan con el apoyo
económico de la burguesía, cuentan con una cantidad de recursos ilimitada para
hacer propaganda en los diferentes medios de comunicación, para que estos
mismos medios de comunicación que pertenecen a la burguesía mantengan una
posición sesgada en sus noticias y en sus editoriales a favor de los partidos
de derecha y en contra de los partidos de izquierda. Cuentan también con
recursos para contratar agitadores, para movilizarse, para regalar baratijas,
comida e inclusive para comprar votos. Con lo cual la libertad ciudadana es
capturada y se le conduce a votar, no por el candidato que responde a sus
intereses, sino por el candidato de sus opresores.
Siendo así la realidad, ocurre
nuevamente que la libertad de elegir se reduce a que las reglas son iguales
para todos, pero siendo que se trata de reglas iguales para instituciones
desiguales, la libertad de elegir se queda en una simple formalidad, carente de
realidad. Podría parecer hasta curiosa, la identidad que existe en lo económico
y en lo político en materia de elegir y de competir, pero que no nos extrañe,
el capitalismo es así y así funciona en todos los ámbitos.
Otras libertades muy valoradas
por los partidarios del capitalismo son la libertad de pensamiento, de
expresión y de prensa. A primera vista se podría pensar que la libertad de
pensar si es una libertad efectiva y real, en tanto que con el simple acto de
pensar no se afecta la realidad y por consiguiente el capitalismo sigue
incólume; sin embargo, el pensar de manera diferente puede conducir a actuar de
manera diferente y es por tal razón que se busca transmitir una ideología favorable
al sistema, tarea que se realiza por medio del sistema educativo, a través de
los diferentes medios de comunicación y con el auxilio de la religión.
En este proceso de alienación de
la conciencia encontramos ya un límite a la libertad de pensamiento, pero su
carácter meramente formal se nos revela cuando algunos integrantes del sistema
educativo, de los medios de comunicación o religiosos particulares se preocupan
por realizar una labor desalienadora y transmiten ideas contrarias al sistema,
entonces inmediatamente experimentan las consecuencias de su actividad. Y para
ello el sistema echa mano de presiones económicas, de advertencias, de
amenazas, de represión, de desaparición, e inclusive, del asesinato. Nuestra historia
reciente nos brinda evidencias de cómo educadores, periodistas y religiosos
cayeron víctimas de la derecha por el hecho de pensar diferente y expresar ese pensamiento
diferente. ¿Y la libertad, dónde está?
La
libertad de pensamiento y de expresión es obvio que es, en el mejor de los
casos, una libertad condicionada. Mientras no se cuestione el sistema, mientras
no contribuya a que otros cuestionen el sistema, mientras no sea un peligro
para el sistema, mientras se trate de una minoría intrascendente, no hay
problema.
Pero ocurre que la libertad en tanto que una
realidad esencial del ser humano, se tiene de manera plena o no se tiene; la
disfrutamos todos o no existe. Con respecto a la libertad de prensa, ocurre
algo similar, la disfrutan los propietarios de na modalidad esencial del ser
humano es la libertad o el modo de ser de lo humano es ser libre por
naturaleza, pero su existencia en el capitalismo se caracteriza por la carencia
de libertad, como hemos venido mostrándolo. Y aunque ciertamente ello también
ha ocurrido en los sistemas pre- capitalistas, el fundamento de esa carencia de
libertad del ser humano en el capitalismo, obedece a causas propias del
capitalismo.
Si analizamos la carencia de
libertad desde el punto de vista del fetichismo de las mercancías, encontramos
que los frutos del trabajo, al revestir la forma mercancías, asumen
características que de suyo no poseen. Y de ser objetos pasan a ser sujetos,
con lo cual las relaciones entre los sujetos se Dosifican y las relaciones
entre las cosas se personifican. Ahora bien, el fetichismo de las mercancías se
extiende al dinero y al capital. Así, por ejemplo, el capitalista lo es en
tanto personificación, encarnación los medios de comunicación, esto e es, la
burguesía mediática, pero hay ft de aquel que se atreva a cuestionar el
sistema, e incluso, al gobierno de turno de manera sistemática. Para
percatarnos de esta realidad baste con recordar los atentados a la YSAX, cuando
era una emisora contestataria.
II. ESENCIA Y EXISTENCIA.
Ciertamente el capital domina
sobre el trabajo, como el capitalista domina al trabajador, pero a su vez, el
capitalista también es presa del capital, en tanto que éste le impone su lógica,
su racionalidad. Si pretendiera el capitalista actuar con una lógica diferente,
sucumbiría como capitalista. De manera que desde esta perspectiva tampoco los
capitalistas son libres, con lo cual se reafirma una vez más la inexistencia de
la libertad en el capitalismo.
De manera general podemos afirmar
que somos cautivos de las mercancías, del dinero y del capital, lo cual conduce
a que lo importante, lo trascendente no sea el ser, sino el tener. Lo cual es
una concepción fetichizada de la vida, para sentirte bien, para ser alguien
tienes que tener cosas, mercancías o dinero. De lo contrario te sentirás mal y
no serás nadie.
De igual manera se puede analizar
la carencia de libertad desde la perspectiva del trabajo alienado, el cual es
el fundamento de la alienación de la conciencia. El trabajador en el
capitalismo al no poseer la propiedad de los medios de producción, se ve
obligado a vender su fuerza de trabajo, pero al hacerlo ya no tiene control
sobre el proceso de trabajo, ni sobre los productos de su trabajo. Y el trabajo
como actividad humana, se convierte en trabajo alienado. El trabajo como
necesidad interna, consciente y libre, propia del ser humano se convierte en
una necesidad externa, impuesta por fines exteriores, cual es, la valorización
del capital, con lo cual se pierde la potencialidad realizadora y liberadora
del trabajo propio del ser humano. Siendo esto así, no se puede haber libertad.
El fin de la producción social es
esencialmente la satisfacción de las necesidades humanas, las cuales es
necesario no confundirlas con las necesidades de los animales, pero en el
capitalismo el fin de la producción social es la valorización del capital, y la
satisfacción de las necesidades humanas se convierte en un medio, en un mal
necesario, que posibilita alcanzar ese fin de valorización del capital. Por tal
razón es que se busca generar necesidades artificiales, mediante la manipulación
de la conciencia a través de la publicidad, proceso que desemboca en el
consumismo irracional, ya no para satisfacer necesidades, sino para satisfacer
la adicción consumista, y para sentir una falsa realización en el tener cosas,
en tener más y más mercancías.
Es obvio que todo ello se transforma
en una alienación de la conciencia, de la libertad y de pérdida de humanidad.
El trabajador en el capitalismo reduce su actividad a aquellas actividades
propias de los animales, cuales son el comer, el dormir, el reproducirse y el movilizarse,
con lo cual lejos de humanizarse se animaliza.
Ahora bien, con lo anterior no
pretendemos trasmitir una idea fatalista, si bien es cierto que la actividad
alienada produce una conciencia alienada, también se genera conciencia del
estar alienados y de la necesidad de superar esa alineación. Es así es como
surgen las visiones utópicas, es así como se crean los revolucionarios. Porque
la naturaleza humana nos impulsa a buscar nuestra liberación.
También se puede analizar el
problema de la libertad en el capitalismo ateniéndonos a las relaciones sociales
de producción, las cuales ciertamente no corresponden a la sociabilidad propia
del ser humano, sino que son relaciones de dominación del capital sobre el
trabajo, de los capitalistas sobre los trabaja-dores, los cuales encuentran en
la explotación del trabajador la fuente de su riqueza. Es obvio que en tales
circunstancias no puede haber libertad. El trabajador no sólo se ve obligado a
vender su fuerza de trabajo, sino que cuando no logra hacerlo, también se
deshumaniza porque se ve frustrado al tener una capacidad potencial
desperdiciada, porque el trabajar es una necesidad interna propia del ser
humano, aunque en el capitalismo no sea fuente de realización personal.
Todos estos elementos hacen que
el trabajo en el capitalismo se vea como un castigo, como un sacrificio, como
un tormento y un martirio, lo cual se ve agravado por los miserables salarios,
las interminables jornadas, los malos tratos, la precariedad laboral, las malas
condiciones de trabajo, la inseguridad presente y futura. El trabajador en el
capitalismo se ve impedido de pensar, sencillamente actúa como un autómata,
como un animal que responde a sus instintos, pero no a su reflexión. Así se le
condiciona, así se le educa, así se le forma. Lo importante es que sepan
aceptar órdenes, no pensar. Es por ello que cuando los trabajadores se organizan
y toman conciencia de su realidad y buscan transformarla, se vuelven muy peligroso
y muy detestable para y por la burguesía.
Igualmente se revela la carencia
de libertad cuando observamos con más detenimiento las relaciones políticas. La
política obviamente hace referencia al poder y a las instituciones mediante las
cuales se ejerce el poder político, pero este poder político tiene a su base el
poder económico. Los ricos, los burgueses no tienen poder porque controlan el
gobierno, sino que controlan el gobierno y sus instituciones porque tienen
poder económico. Todo lo cual se transforma en el medio para reproducir el
sistema capitalista. En la medida que los trabajadores no tienen poder
económico, ni control sobre las instituciones, para ellos las relaciones
políticas se convierten en relaciones de opresión, de dominio y de control. En
consecuencia para los trabajadores no puede existir libertad política, pero a
través de la organización pueden construir relaciones populares de poder, pero
de esto nos ocuparemos más delante.
Si vamos a observar las relaciones
jurídicas también encontramos la carencia de libertad, porque el sistema
jurídico está fundamentado en una ficción, cual es el considerar a todos los
ciudadanos como iguales, ficción que no es menos absurda que aquella que consideraba
a algunos seres humanos como esclavos, el problema surge del hecho de que al
suponer esa igualdad se privilegia la desigualdad de los poderosos
económicamente hablando, quienes pueden echar mano de sus recursos, para
contratar abogados, expertos, testigos, pruebas, etc. ¿Y el pobre trabajador
qué puede hacer, si al no tener recursos está indefenso? Los ricos, los muy
ricos gozan de impunidad y disfrutan de su libertad, los pobres, los muy pobres
son los que pierden su libertad. En el capitalismo existen derechos, el
problema es que los pobres no los pueden ejercer, lo cual niega su libertad.
III.
CONCIENCIA Y PRAXIS.
Resulta tan fácil, relativamente
hablando, criticar el capitalismo que a veces caemos en la tentación de pensar que
basta con criticarla para transformarlo. Sin embargo, pese a las muchas
críticas que se le han formulado, el capitalismo con todas sus inmundicies y
miseria humana, sigue dominando nuestras vidas.
Otros piensan que la cuestión se
resuelve conquistando el poder, poder que identifican con el gobierno y sus
instituciones, por tal razón es que participan de la lucha electoral y discuten
y se dividen, porque difieren en sus formas de cómo piensan, unos y otros, que
se pueden ganar las elecciones. Y dicen que no son diferencias ideo-lógicas,
sino de método.
Ya que según su visión ideológica,
creen que bastaría con tomar el poder, esto es, controlar los órganos del Estado
para transformar la sociedad, para reemplazar el capitalismo por otra forma de
organización social, a la cual denominan socialismo como fase previa para
avanzar hacia el comunismo.
Sin embargo, como ya lo decíamos,
el poder de la burguesía para preservar el capitalismo no deriva del control de
los órganos del Estado, sino que su poder económico es el que le posibilita
controlar el Estado y preservar el capitalismo. Pero es bueno recordar que la burguesía
no sólo controla el Estado, sino que controla los medios de comunicación, el
sistema educativo y las religiones, o cuando menos los copta, los compra o los
silencia. Y ello mismo ocurre con los intelectuales, como ya lo mostrábamos en
un ensayo anterior.
Teniendo en cuenta lo anterior,
debería de ser obvio, que la burguesía controla también nuestras conciencias y
nos ha introyectado una serie de principios y valores que niegan la condición
humana, pero que son parte de nuestro vivir, de nuestro sentir, de nuestras relaciones,
de nuestras aspiraciones, de nuestros sueños, inclusive, de nuestro concepto de
felicidad.
Tal realidad seguramente fue la
que llevó a Marx a sostener: el proletariado no sólo tiene que con-quistar un
mundo nuevo, sino que, además tiene que sucumbir él mismo para dejar sitio a
los hombres dignos de un mundo nuevo.
Pero además, con respecto a las
visiones social demócratas, que buscan cobrar vida es nuestro medio, bueno es
hacer una larga cita de Holloway:
"A primera vista parecería
obvio que lograr el control del estado es la clave para el advenimiento del
cambio social. El Estado reclama ser soberano, ejercer el poder al interior de
sus fronteras. Esto es central en la idea habitual de democracia: se elige un
gobierno para que cumpla con la voluntad de las personas por medio del
ejercicio del poder en el territorio del Estado. Esta idea es la base de la
afirmación socialdemócrata de que el cambio radical puede alcanzarse por medios
constitucionales.
El argumento en contra de esta
afirmación es que el punto de vista constitucional aísla al Estado de su
contexto social: le atribuye una autonomía de acción que de hecho no tiene. En
realidad, lo que el Estado hace está limitado y condicionado por el hecho de
que existe sólo como un nodo en una red de relaciones sociales. Esta red de relaciones
sociales se centra, de manera crucial, en la forma en la que el trabajo está
organizado. El hecho de que el trabajo esté organizado sobre una base
capitalista, significa que lo que el Estado hace y puede hacer está limitado y
condicionado por la necesidad de mantener el sistema de organización social
capitalista del que es parte. Concretamente, esto significa que cualquier gobierno
que realice una acción significativa dirigida contra los intereses del capital
encontrará como resultado una crisis económica y la huida del capital de
territorio estatal." 2
Aunque Holloway se queda corto,
en nuestros países, la burguesía no sólo sacaría su capital líquido, sino que
además utilizaría recursos legales, movilizaciones callejeras, compra de
diputados y como recurso de última instancia, ciertamente, no acudiría a la
Corte Suprema de Justicia, sino a los militares, para que contando con el visto
bueno de la Embajada, dieran un golpe de estado.
Pero bien, llegados a este punto,
la pregunta obligada es cómo podemos contribuir a cambiar el sistema, lo cual
tiene que ver con la conciencia y con la praxis, lo cual, obviamente, no
resulta nada fácil de responder. Sin embargo, intentaremos exponer unas cuantas
ideas, las cuales parten de la tesis de construir relaciones populares de
poder, tesis que entendemos como el hecho de ir creando en el seno de la
sociedad burguesa los gérmenes de una nueva sociedad, lo que implica promover
proyectos, iniciativas, esfuerzos alternativos en lo económico, en lo social,
en lo político, en lo ideológico, e inclusive, en lo jurídico, que respondan a
una nueva racionalidad económica, política y jurídica. Y con principios y
valores opuestos a los capitalistas.
Ahora bien, a la base de toda
esta estrategia, no está una visión utópica, en el mal sentido de la palabra,
aunque si se tiene una visión utópica. La idea es que no partimos de una
realidad inexistente, o que sólo tiene existencia en nuestra mente, ya existe
en nuestro país y en otros muchos países experiencias de lo que se ha
denominado economía solidaria, con distintos niveles de desarrollo, obviamente.
Pero decíamos que tiene un contenido utópico, en cuanto imaginamos que la
economía solidaria podría avanzar, desarrollarse, hasta conformar una sociedad
solidaria que sea la negación de la sociedad capitalista. Pero para llegar a
ella es preciso ir creando unidades económicas solidarias, trabajando de manera
solidaria, asumiendo los valores y los principios de la economía solidaria.
Antes de entrar a la estrategia
es necesario señalar que la realidad económica presenta tres sectores: la
economía estatal o pública, la economía capitalista y el sector de la economía
del trabajo y es precisamente, este último sector el que se puede y debe
convertir en el sujeto de la economía solidaria, en tanto que su racionalidad
económica es diferente a la capitalista.
El sector de la economía del
trabajo está integrado por las cooperativas, por los campesinos, los
microempresarios y los trabajadores por cuenta propia, además de los embriones
de economía solidaria, que resultan muy importantes en tanto muestran la viabilidad
de la economía solidaria.
NOTAS
1 Los dos primeros numerales de
este ensayo tiene a la base la lectura inspiradora del libro el problema de la
libertad en el pensamiento de Marx, de Ángel Prior Olmos, editado por
Biblioteca Nueva, Universidad de Murcia, España, 2004, al cual tuvimos acceso
gracias a la gentileza del buen amigo, Herman Feussier, quien nos lo pasó para
que le diéramos una "mirada" durante un fin de semana.
John Holloway, Cambiar el mundo
sin tomar el poder, p. 30
ARTICULO TOMADO DE: REALIDAD.
REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES. N° 13. MARZO DE 2012.
POR: AQUILES MONTOYA. PARA SER
HUMANOS NECESITAMOS SER LIBRES.
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