sábado, 17 de septiembre de 2016


EL MUNDO DE LAS COSAS Y LA DESVALORIZACIÓN DEL HOMBRE.
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
En la sociedad capitalista en la  que hoy vivimos las  mercancías valen más que cualquier ser humano.  De igual manera,  el hombre ha sido rebajado a la categoría de objeto, de cosa  es decir, se ha cosificado.
 Con justa razón lo decía Marx en los manuscritos económicos y filosóficos  de 1844 “La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas" (Karl Marx); cada día observamos como el hombre va perdiendo su característica fundamental que lo hace ser diferente a las otras especies. El raciocinio.  
Cada día los hombres y mujeres actúan  como máquinas, robot que han sido construidos para funcionar y realizar determinadas operaciones. La vida cotidiana está llena de ejemplos, usted visita una fábrica de calzado verá como cada trabajador realiza una única operación, se especializa en ella pero desconoce todo el proceso. En los bancos, las cajeras realizan una serie de operaciones sin que ellas o ellos estén plenamente conscientes lo que están haciendo; su interés se centra en obtener un miserable salario para medio sobrevivir.
Otro ejemplo, es los centros de comida rápida, (Burger King, McDonald entre otros) en la que los trabajadores tienen una cadena de operaciones que cumplir durante el proceso de trabajo.  Todo esto se convierte en una actividad monótona sin sentido, nada más con deseos de que se llegue la hora de  salida o el día descanso para poder respirar un poco de libertad.
En este contexto, el trabajo se convierte en una actividad deshumanizante y enajenante. En la que resulta como lo planteaba Marx, en los manuscritos económicos y filosóficos  “el trabajador sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, beber y engendrar... “lo animal se convierte en lo humano  y lo humano en animal”. De  una manera similar lo plantea Erick Fromm en su libro Marx y su concepto de hombre, “la enajenación conduce a la perversión de todos los valores al hacer  de la economía  la ganancia, el trabajo y la sobriedad”
 Ahora bien, sí este fenómeno lo trasladados al plano educativo se expresa de la misma manera aunque con algunos matices diferentes. Cuando la práctica educativa, deviene   por parte del docente en un instrumento mecánico, repetitiva  y libresca  de los textos y cuando los educandos no se les da la oportunidad de expresar sus ideas, su mundo  y cuando los sistemas de evaluación se centran en la simple medición se embota  y se atrofia el desarrollo de la creatividad  y la lógica del pensamiento. Cuando los curriculun son impuestos por una autoridad en la que sobrevaloran los aspectos técnicos haciendo caso omiso de las ciencias humanas la educación se convierte en alienada y alienante.

Cuando a los docentes se les reduce a llenar papeles y no tienen el espacio para investigar, el docente resulta alienado. Cuando los salarios que devengan los docentes no logran cubrir las necesidades básicas, su trabajo deviene en enajenación  y no en la  realización del docente.
¿Por qué hacemos está aseveración? En el tomo I del capital en el capítulo de la mercancía  Karl Marx plantea que el obrero o trabajador para elaborar una mercancía invierte su fuerza de trabajo, pone en actividad sus músculos, sus manos  su experiencia y sabiduría por lo tanto, esa mercancía lleva implícita parte de su vida, su creatividad y su imaginación.
 De  todo ese esfuerzo surgirá una preciosa mesa, una casa o un hermoso auto. No obstante, cuando esa mercancía sale al mercado adquiere unas cualidades que deslumbran incluso al mismo productor. En ese sentido la sociedad entera valora más al objeto que a su creador, a la mercancía le proporciona cualidades hasta metafísicas pero se olvida que esos objetos han surgido de la inteligencia, creatividad y esfuerzo del hombre.
La sociedad  al olvidar el esfuerzo, la creatividad y las condiciones en que se produjo el objeto o mercancía, cuando se  trasladan esas cualidades a las mercancías, el hombre  se empobrece,  se deshumaniza y se  transforma en una bestia a la que sólo hay que darle lo necesario para que medio sobreviva. En este sentido el trabajo se convierte para el hombre en una pesadilla, en la que hay que hacerlo para no morirse de hambre pero que él no se realiza como hombre y por lo tanto, el trabajo no es fuente de su realización sino al contrario es su mayor desgracia.
En este  contexto el “trabajo es algo exterior al trabajador, es decir, algo que no forma parte de su identidad; en que el trabajador, por tanto, no se afirma en su trabajo, sino que se niega en él, no se siente feliz, sino desgraciado, no desarrolla al trabajar sus libres energías físicas y espirituales, sino que, por el contrario, desgasta su cuerpo y arruina su espíritu.” En conclusión en esto consiste la enajenación del hombre en la sociedad capitalista. (Marx. Manuscritos económicos y filosóficos de 1844)


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