viernes, 5 de diciembre de 2025

 


                           “EL FIN DE UN PARADIGMA Y EL NACIMIENTO DE OTRO”

POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN.

Durante más de treinta años, El Salvador fue gobernado bajo un esquema político que se presentaba como democrático, pero que en la práctica funcionaba como un sistema cerrado, reproductor de privilegios, profundamente desconectado de la realidad social y marcado por altos niveles de corrupción, incapacidad estatal y un deterioro sostenido de la confianza pública. Dicho sistema —encabezado primero por ARENA y posteriormente por el FMLN— operó como un paradigma político-moral, con reglas no escritas pero efectivas: negociaciones entre élites, pactos partidarios, cooptación institucional, tecnocracia alejada de la gente, discursos ideológicos gastados y una profunda distancia entre la clase política y el pueblo.

Este paradigma, como diría Thomas S. Kuhn, entró en crisis por acumulación de anomalías, es decir, por la incapacidad sistemática de resolver los problemas que él mismo había generado: inseguridad desbordada, corrupción institucionalizada, pobreza persistente, servicios públicos colapsados y un rechazo generalizado a los políticos tradicionales.

 La sociedad salvadoreña ya no podía seguir interpretando su realidad bajo ese marco. El paradigma estaba agotado, pero seguía intentando explicar lo que ya no podía comprender ni remediar.

En este contexto emerge un fenómeno inédito en la historia política salvadoreña: un nuevo paradigma de hacer política, caracterizado por una nueva relación entre el Estado y la ciudadanía, un lenguaje político distinto, una ruptura total con las formas tradicionales de gobernar y una reorganización del sentido común político que redefinió lo posible, lo legítimo y lo deseable.

Este ensayo sostiene que sí existe un nuevo paradigma político en El Salvador, que no se limita a un cambio de gobierno o de partido, sino que constituye una reconfiguración estructural de cómo se ejerce el poder, cómo se comunica, cómo se construye legitimidad y cómo se materializa la voluntad popular. Es una transformación profunda, que puede interpretarse como una negación dialéctica: no destruye totalmente el viejo modelo, pero lo supera y redefine sus elementos útiles en un nivel más alto.

Analizaremos este proceso desde la sociología política, la teoría de paradigmas de Kuhn y la lógica dialéctica, para comprender qué está muriendo, qué está naciendo y qué implica para el futuro político del país.

I. EL PARADIGMA POLÍTICO TRADICIONAL: UNA MATRIZ AGOTADA

Durante tres décadas, el sistema político salvadoreño funcionó bajo una misma estructura conceptual, independientemente del partido en el poder. Este paradigma se sostenía en tres pilares fundamentales:

1. Política cupular y tecnocrática

La toma de decisiones se realizaba desde arriba, entre cúpulas partidarias, empresarios, organismos internacionales y tecnócratas alejados del territorio. La ciudadanía era vista como receptora pasiva, no como protagonista.

2. Partidos como intermediarios exclusivos

El sistema de partidos actuaba como filtro obligatorio entre el pueblo y el Estado. La participación política real estaba secuestrada por estructuras jerárquicas controladas por élites.

3. Una visión elitista del poder

El gobernante no era un servidor público, sino un administrador de intereses de sectores específicos. La política se vivía desde oficinas, cócteles y pasillos institucionales, no desde la calle ni desde las comunidades.

4. Corrupción estructural como forma de gobierno

La corrupción no era una desviación, sino el lubricante del sistema. Era el modo normal de operar: sobresueldos, plazas fantasmas, compra de voluntades, pactos criminales, desfalcos públicos.

5. Distancia emocional y comunicativa con la población

La clase política hablaba para sí misma, no para la gente.
El lenguaje político era un discurso vacío, gastado, basado en consignas ideológicas y tecnicismos. Las demandas sociales eran reducidas a estadísticas o promesas incumplidas.

Este paradigma entró en crisis porque ya no podía resolver los problemas que enfrentaba. Como enseñaría Kuhn, la realidad comenzó a desbordar el marco interpretativo. El sistema político dejó de ser funcional para las necesidades históricas del país.

II. ACUMULACIÓN DE ANOMALÍAS: LA CRISIS DEL PARADIGMA TRADICIONAL

Las anomalías que se acumularon durante este periodo fueron múltiples y profundas. Entre las más significativas encontramos:

1. Una violencia estructural que devoró al país

El viejo sistema fue incapaz de detener el crecimiento de pandillas, asesinatos, extorsiones y desplazamientos internos. El Estado fue superado por su propia negligencia.

2. Un aparato estatal capturado por intereses privados

Instituciones clave eran botín político. El país era gobernado por una pequeña élite económica y partidaria que usaba el Estado como herramienta personal.

3. Pérdida total de legitimidad de los partidos políticos

La población dejó de creer en ARENA y el FMLN no por razones ideológicas, sino por sus prácticas: corrupción, pactos oscuros, incapacidad ejecutiva, desconexión social.

4. Incapacidad para comunicar y escuchar a la población

Los partidos tradicionales nunca entendieron que la modernidad exige cercanía, transparencia, velocidad comunicativa y empatía política.

5. La corrupción como anomalía terminal

El estallido de múltiples escándalos deterioró por completo la credibilidad de las instituciones.
Cuando un paradigma debe justificar lo injustificable, está condenado.

Estas anomalías crearon las condiciones para la búsqueda de una alternativa política real. La sociedad necesitaba un nuevo marco de interpretación para entender su realidad y para imaginar soluciones viables.

III. EMERGENCIA DE UN NUEVO PARADIGMA POLÍTICO

La transformación que vive El Salvador no es un cambio superficial.
No es una alternancia típica.
Es una revolución paradigmática, en sentido kuhniano, con características profundas:

1. Relación directa del liderazgo con el pueblo

El político deja de esconderse detrás del partido.
Se comunica directamente, sin intermediarios.
La gente se siente partícipe, escuchada, incluida.

2. La comunicación política se redefine

Ya no se habla desde tarimas, sino desde plataformas digitales que permiten interacción inmediata.
Se gobierna en tiempo real, con transparencia comunicativa y narrativa controlada.

3. Acción estatal efectiva y visible

El Estado ejecuta, construye, interviene.
Deja de ser un administrador pasivo de proyectos.
Se convierte en protagonista del desarrollo y garante de seguridad.

4. Reordenamiento del sentido común político

La gente ya no tolera:

  • corrupción,
  • ineficiencia,
  • promesas vacías,
  • burocracia inútil.

Este cambio en el imaginario colectivo es la base cultural del nuevo paradigma.

5. El pueblo como legitimador principal del poder

La legitimidad ya no nace en los pactos partidarios, sino en la aprobación ciudadana directa.
Este es un giro histórico.

6. Ruptura con la política tradicional

El nuevo paradigma no dialoga con el anterior: lo niega dialécticamente.
Lo supera integrando lo poco útil que dejó el pasado, y desecha lo que lo hacía nocivo.

IV. CARACTERÍSTICAS FUNDAMENTALES DEL NUEVO PARADIGMA

1. Una política más cercana, emocional y humana

El énfasis está en la sensibilidad social, la cercanía afectiva y la identificación simbólica con los problemas de la población.

2. Disrupción en la forma de entender la seguridad pública

La seguridad deja de ser un discurso para convertirse en acción concreta.
El Estado recupera el control del territorio.
Se redefine el pacto social:
la gente tiene derecho a vivir sin miedo.

3. Tecnopolítica y comunicación estratégica

Uso intensivo de redes sociales, plataformas digitales, datos y métricas para gobernar.
Un gobierno del siglo XXI.

4. Redefinición del rol de los partidos políticos

Los partidos ya no son intermediarios indispensables.
Son actores secundarios en un sistema donde el vínculo principal es líder–pueblo.

5. Redistribución simbólica del poder político

El poder deja de estar en los salones de reuniones y pasa a estar en la gente, en la aprobación ciudadana, en la presencia territorial.

V. ¿ES UNA NEGACIÓN DIALÉCTICA? Sí: superación y transformación

El nuevo paradigma político salvadoreño:

Niega

las prácticas, instituciones, discursos y relaciones del pasado que ya no sirven.

Conserva

los elementos que aún funcionan (institucionalidad, orden jurídico, mecanismos democráticos).

Supera

las limitaciones del viejo modelo creando uno más eficaz, más cercano y más legítimo.

Es una negación dialéctica, no una negación absoluta.
Es decir:

  • no destruye todo,
  • no se apoya solo en lo nuevo,
  • reorganiza lo viejo desde un nivel más alto.

Así nacen los paradigmas históricos.

VI. IMPLICACIONES PARA EL FUTURO POLÍTICO DEL PAÍS

El nuevo paradigma político trae oportunidades, pero también retos:

Oportunidades

  • mayor participación ciudadana,
  • mayor eficacia pública,
  • reconstrucción de la confianza institucional,
  • reconfiguración del Estado como actor transformador,
  • posibilidad de superar décadas de corrupción y abandono.

Retos

  • evitar caer en personalismos extremos,
  • fortalecer institucionalidad sin repetir esquemas del pasado,
  • garantizar que la participación popular no sea manipulada,
  • mantener la transparencia en el ejercicio del poder,
  • construir un proyecto de largo plazo.

CONCLUSIÓN

El Salvador está viviendo una transformación política que no puede explicarse simplemente como alternancia electoral. Se trata de la emergencia de un nuevo paradigma político, que redefine los principios, prácticas y valores que orientan la vida pública. Este paradigma surge como negación dialéctica del viejo sistema, conservando lo útil, eliminando lo dañino y reorganizando la política en torno a nuevas formas de cercanía, legitimidad, comunicación y eficacia estatal.

Lo que hoy ocurre en El Salvador no es un episodio, sino un proceso histórico.
Un cambio profundo en la manera de pensar, sentir y vivir la política.

REFLEXIÓN FINAL

Las sociedades no cambian solo por decreto, sino por transformaciones en su conciencia histórica, en su sensibilidad colectiva y en la forma en que definen lo posible. El Salvador, tras décadas de desilusión, encontró en este nuevo paradigma político una oportunidad para reconstruir su identidad pública, su confianza en el Estado y su esperanza en un futuro común.

Si este nuevo paradigma se consolida con madurez, autocrítica y visión histórica, El Salvador podría convertirse en un ejemplo regional de cómo un país, desde sus heridas profundas, puede reinventar la política como herramienta para servir —finalmente— a la gente y con la gente.

 

 

SAN SALVADOR, 5 DE DICIEMBRE DE 2025

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