“HUMANIDAD EXTRAVIADA: LA SABIDURÍA QUE OLVIDAMOS”
MSc. POR: JOSÈ
ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
AMPLIADA
La humanidad acumula más de tres mil años de enseñanzas éticas, filosóficas
y espirituales. Las palabras de Jesús, Sócrates, Séneca, Marco Aurelio,
Epicteto, Confucio, Aristóteles y Platón no son monumentos muertos, sino faros
que durante siglos iluminaron el camino de quienes buscaban vivir con rectitud,
serenidad y dignidad. Sin embargo, a pesar de que esos gigantes legaron los
cimientos más sólidos para la convivencia humana, hemos elegido caminar solos,
con la soberbia del aprendiz que desprecia al maestro.
El resultado de esa arrogancia colectiva está a la vista: un mundo plagado
de violencia, individualismo extremo, consumo irracional, ansiedad crónica,
guerras interminables y sociedades que han sustituido la sabiduría por
entretenimiento, la reflexión por velocidad, la ética por el interés. ¿Cómo
llegamos a semejante extravío? ¿Qué fuerzas —culturales, económicas,
psicológicas— nos hicieron creer que la humanidad podía progresar ignorando a
quienes antes caminaron el sendero de la existencia y dejaron señales para que
no repitiéramos los mismos errores?
Este ensayo parte de tu valiosa reflexión original, en la cual planteas
preguntas esenciales:
¿Cómo es posible que, teniendo tantos maestros, hayamos escogido el camino
que más daño produce? ¿Qué clase de humanidad somos cuando ignoramos aquello
que podría evitarnos sufrimiento? ¿Por qué nos alejamos tanto de lo que nos
humaniza?
Las preguntas no son simples, pero son urgentes. No sólo expresan nostalgia
por un mundo más sabio, sino también un llamado ético y moral para revisar la
dirección que como especie hemos tomado. Este ensayo intenta profundizar en
esas interrogantes, analizándolas desde una perspectiva filosófica, histórica y
social, pero con un lenguaje comprensible para cualquier lector, sin importar
su formación.
Hoy más que nunca necesitamos volver a caminar con los grandes de la
historia. No para imitarlos ciegamente, sino para recuperar algo que parece
haberse erosionado en el siglo XXI: la humanidad compartida.
1. EL OLVIDO
HUMANO DE LA SABIDURÍA: UNA TRAICIÓN A NUESTROS PROPIOS MAESTROS
La reflexión original señala una verdad dolorosa: “los seres humanos
hubiésemos evitado disgustos, problemas, cóleras y frustraciones si tan solo
hubiésemos leído las enseñanzas de los grandes maestros” Y no se trata de leer
por erudición, sino por sobrevivencia emocional y moral. La sabiduría clásica
no era un adorno intelectual; era una técnica de vida.
Jesús enseñaba la compasión y el amor radical al prójimo, no para complacer
a Dios, sino para evitar que el ser humano se destruyera mutuamente.
Marco Aurelio y Epicteto ofrecieron herramientas para enfrentar la
adversidad con serenidad. Confucio insistió en la armonía social basada en la
rectitud interior. Séneca demostró que la cólera es una forma de autodestrucción.
Sócrates nos recordó que una vida sin examen no merece ser vivida. Y, aun así,
¿Qué hicimos con ese legado?
Lo convertimos en libros de citas, en frases bonitas para compartir en redes
sociales, en objetos culturales sin aplicación práctica. Preferimos inventar
miles de formas nuevas de sufrimiento antes que recurrir a la sabiduría que ya
existía. No es que la humanidad no conozca los principios fundamentales para
vivir en paz: los ignora, los trivializa o los descarta. Esa es la tragedia
real.
2. CAMINAR
SOLOS: UNA DECISIÓN COLECTIVA DE SOBERBIA Y DESHUMANIZACIÓN
En tu reflexión afirmas algo contundente:
“Hemos tomado la decisión de caminar solos, sin escuchar, sin oír y sin
amar.” Esa frase no es una metáfora: es un diagnóstico.
La humanidad ha desarrollado una peligrosa convicción: creer que puede
prescindir del otro. La autosuficiencia emocional, mental y social ha
sustituido la sabiduría comunitaria. Hoy caminamos solos porque:
·
confundimos
autonomía con aislamiento;
·
pensamos que
escuchar es un acto de debilidad;
·
creemos que amar es
peligroso;
·
interpretamos la compasión
como ingenuidad;
·
rechazamos la
humildad como signo de inferioridad.
Hemos exaltado tanto la independencia que hemos terminado viviendo en
soledad. Y esa soledad produce miedo, intolerancia, violencia y desconfianza.
La arrogancia moderna nos ha llevado a creer que somos más inteligentes que nuestros antepasados, pero seguimos cometiendo errores idénticos: guerras, injusticias, odios, prejuicios, discriminaciones, codicias. El ser humano del siglo XXI no es más sabio que el de la Grecia clásica; simplemente tiene más tecnología.
3. ¿QUÉ
CLASE DE HUMANIDAD SOMOS?
Tu pregunta —“¿Qué clase de seres humanos somos?”— no es retórica. Es un
desafío moral. Somos una humanidad que ha confundido el progreso material con
el progreso espiritual. Hemos llenado el mundo de objetos, pero vaciado nuestro
interior.
Vivimos obsesionados con:
·
tener más,
·
consumir más,
·
opinar más,
·
reaccionar más
rápido,
·
acumular más
seguidores,
·
tener razón a toda
costa,
·
ganar discusiones
sin ganar comprensión.
Hemos sustituido la pregunta “¿Cómo debo vivir?” por “¿Cómo puedo ganar?”. Y
ese giro ha tenido consecuencias devastadoras.
Cuando la humanidad pierde el sentido ético de la existencia, la vida se
convierte en una carrera vacía. Y entonces, como bien dices, sólo queda el
dolor, el miedo, el terror y el pánico.
4. LA VIDA
QUE PONEMOS EN RIESGO POR TONTERÍAS
Otra de tus preguntas es brutalmente honesta:
“¿Qué tan larga es la vida para que la desperdiciemos en cuestiones
superfluas y sin sentido?”
La vida es demasiado corta para el odio, el rencor, la envidia, la
competencia absurda, la vanidad y la posesión enfermiza de cosas que no llenan.
Pero aun así vivimos como si nunca fuéramos a morir.
Nos preocupamos más por lo que poseemos que por lo que somos. Las culturas
antiguas insistían en recordar la muerte no para temerla, sino para comprender
la vida.
Marco Aurelio recomendaba meditar diariamente sobre la fragilidad humana
para valorar lo verdaderamente importante. Pero la sociedad contemporánea teme pensar
en la muerte porque le obligaría a enfrentar la inutilidad de sus obsesiones. Si
recordáramos más seguido que todos somos mortales, viviríamos con más humildad
y menos orgullo.
5. ¿DE QUÉ
SIRVE ACUMULAR SI NADIE LO LLEVA A LA TUMBA?
Tu reflexión lo expresa con precisión:
“¿Quién se lleva algo de lo que atesora cuando se muere?” Esa pregunta
debería ser suficiente para transformar cualquier vida.
Pero no lo es.
El deseo de acumular es hoy casi una religión:
·
la religión del
consumo, del éxito y de la apariencia.
·
No importa cuántas
veces la historia nos haya demostrado que:
·
las tumbas no tienen
cajones,
·
los ataúdes no
llevan bolsillos,
·
los muertos no
guardan cuentas bancarias,
·
la riqueza no
compra ni un minuto más de vida.
·
Aun así, vivimos
como esclavos de lo material.
Creemos que la felicidad está afuera, cuando siempre estuvo adentro.
Las filosofías antiguas coincidían en esto:
·
lo único que nos
pertenece realmente es lo que damos.
·
El amor, la
compasión, la amistad, la bondad, la generosidad, la dignidad… Eso sí
trasciende la muerte
6. LA ÚNICA RIQUEZA QUE PERDURA: NUESTRAS BUENAS OBRAS
La enseñanza final de tu texto es la más luminosa:
“Lo único que nos llevamos cuando nos morimos son nuestras buenas obras.”
Ese es el corazón del ensayo.
La única forma de trascendencia que tiene el ser humano común no es el
dinero, ni los logros profesionales, ni la fama: son los gestos de humanidad
que deja en los demás.
La filosofía antigua ya lo sabía:
·
Epicteto decía que
el carácter es la única posesión irreversible.
·
Confucio afirmaba
que la rectitud es inmortal.
·
Jesús insistió en
que el amor es el único criterio para juzgar a un ser humano.
·
El mundo está
hambriento de buenas obras.
·
Hambriento de
bondad real, no de discursos.
·
De empatía
cotidiana, no de grandes gestos aislados.
·
De justicia simple,
no de complicadas teorías.
7. LA URGENCIA DE VOLVER A CAMINAR CON LOS GRANDES DE LA HISTORIA
No se trata de nostalgia, sino de responsabilidad.
Volver a caminar con los grandes maestros significa recuperar:
·
la prudencia,
·
la serenidad,
·
la reflexión,
·
la humildad
·
el amor,
·
la compasión,
·
el dominio del ego,
·
la coherencia entre
pensar, sentir y actuar.
No se trata de “vivir como en la antigüedad”, sino de vivir como seres
humanos completos.
La humanidad tiene dos caminos:
seguir acumulando poder y destruyéndose, o recuperar la sabiduría que evita
que volvamos a caer en el abismo.
CONCLUSIÓN
La reflexión original es un llamado urgente a detenernos en medio de la
confusión contemporánea. Somos una humanidad que ha construido miles de herramientas tecnológicas, pero ha
olvidado las herramientas interiores. Hemos progresado hacia afuera, pero
retrocedido hacia adentro. Hemos llenado el mundo de objetos, pero vaciado
nuestra alma de sentido.
Volver a caminar con los grandes de la historia no es un lujo intelectual:
es una necesidad ética para sobrevivir como especie.
La verdadera riqueza no está en lo que poseemos, sino en lo que somos
capaces de dar. La verdadera trascendencia no está en el éxito, sino en las
huellas de bondad que dejamos en otros.
Este ensayo es una invitación a releer, reaprender y reaplicar la sabiduría
eterna que siempre estuvo disponible pero que elegimos ignorar. Aún estamos a
tiempo de corregir el rumbo.
REFLEXIÓN
FINAL
Tal vez la humanidad nunca necesitó tantos tratados, tantas teorías ni
tanta información. Tal vez lo único que necesitaba era escuchar.
Escuchar a los antiguos, escuchar al prójimo, escucharse a sí misma.
Pero el ruido del mundo moderno nos ha ensordecido.
Sin embargo, la sabiduría sigue allí, intacta, esperando.
Los grandes maestros de la historia no han muerto:
·
siguen caminando
con nosotros, ofreciendo caminos de paz, serenidad y justicia.
·
Lo único que falta
es que dejemos de caminar solos.
·
Si al final de la
vida sólo nos llevamos nuestras buenas obras, entonces vivir bien no es sólo un
derecho: es un deber hacia los demás y hacia nosotros mismos.
·
La humanidad
volverá a encontrar su camino el día en que comprenda que la grandeza no está
en conquistar el mundo, sino en conquistarse a sí misma.
SAN SALVADOR, 30 DE NOVIEMBRE DE 2025
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