domingo, 30 de noviembre de 2025

 


              “HUMANIDAD EXTRAVIADA: LA SABIDURÍA QUE OLVIDAMOS”

 MSc. POR: JOSÈ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN AMPLIADA

La humanidad acumula más de tres mil años de enseñanzas éticas, filosóficas y espirituales. Las palabras de Jesús, Sócrates, Séneca, Marco Aurelio, Epicteto, Confucio, Aristóteles y Platón no son monumentos muertos, sino faros que durante siglos iluminaron el camino de quienes buscaban vivir con rectitud, serenidad y dignidad. Sin embargo, a pesar de que esos gigantes legaron los cimientos más sólidos para la convivencia humana, hemos elegido caminar solos, con la soberbia del aprendiz que desprecia al maestro.

El resultado de esa arrogancia colectiva está a la vista: un mundo plagado de violencia, individualismo extremo, consumo irracional, ansiedad crónica, guerras interminables y sociedades que han sustituido la sabiduría por entretenimiento, la reflexión por velocidad, la ética por el interés. ¿Cómo llegamos a semejante extravío? ¿Qué fuerzas —culturales, económicas, psicológicas— nos hicieron creer que la humanidad podía progresar ignorando a quienes antes caminaron el sendero de la existencia y dejaron señales para que no repitiéramos los mismos errores?

Este ensayo parte de tu valiosa reflexión original, en la cual planteas preguntas esenciales:

¿Cómo es posible que, teniendo tantos maestros, hayamos escogido el camino que más daño produce? ¿Qué clase de humanidad somos cuando ignoramos aquello que podría evitarnos sufrimiento? ¿Por qué nos alejamos tanto de lo que nos humaniza?

Las preguntas no son simples, pero son urgentes. No sólo expresan nostalgia por un mundo más sabio, sino también un llamado ético y moral para revisar la dirección que como especie hemos tomado. Este ensayo intenta profundizar en esas interrogantes, analizándolas desde una perspectiva filosófica, histórica y social, pero con un lenguaje comprensible para cualquier lector, sin importar su formación.

Hoy más que nunca necesitamos volver a caminar con los grandes de la historia. No para imitarlos ciegamente, sino para recuperar algo que parece haberse erosionado en el siglo XXI: la humanidad compartida.

1. EL OLVIDO HUMANO DE LA SABIDURÍA: UNA TRAICIÓN A NUESTROS PROPIOS MAESTROS

La reflexión original señala una verdad dolorosa: “los seres humanos hubiésemos evitado disgustos, problemas, cóleras y frustraciones si tan solo hubiésemos leído las enseñanzas de los grandes maestros” Y no se trata de leer por erudición, sino por sobrevivencia emocional y moral. La sabiduría clásica no era un adorno intelectual; era una técnica de vida.

Jesús enseñaba la compasión y el amor radical al prójimo, no para complacer a Dios, sino para evitar que el ser humano se destruyera mutuamente.

Marco Aurelio y Epicteto ofrecieron herramientas para enfrentar la adversidad con serenidad. Confucio insistió en la armonía social basada en la rectitud interior. Séneca demostró que la cólera es una forma de autodestrucción. Sócrates nos recordó que una vida sin examen no merece ser vivida. Y, aun así, ¿Qué hicimos con ese legado?

Lo convertimos en libros de citas, en frases bonitas para compartir en redes sociales, en objetos culturales sin aplicación práctica. Preferimos inventar miles de formas nuevas de sufrimiento antes que recurrir a la sabiduría que ya existía. No es que la humanidad no conozca los principios fundamentales para vivir en paz: los ignora, los trivializa o los descarta. Esa es la tragedia real.

2. CAMINAR SOLOS: UNA DECISIÓN COLECTIVA DE SOBERBIA Y DESHUMANIZACIÓN

En tu reflexión afirmas algo contundente:

“Hemos tomado la decisión de caminar solos, sin escuchar, sin oír y sin amar.” Esa frase no es una metáfora: es un diagnóstico.

La humanidad ha desarrollado una peligrosa convicción: creer que puede prescindir del otro. La autosuficiencia emocional, mental y social ha sustituido la sabiduría comunitaria. Hoy caminamos solos porque:

·         confundimos autonomía con aislamiento;

·         pensamos que escuchar es un acto de debilidad;

·         creemos que amar es peligroso;

·         interpretamos la compasión como ingenuidad;

·         rechazamos la humildad como signo de inferioridad.

Hemos exaltado tanto la independencia que hemos terminado viviendo en soledad. Y esa soledad produce miedo, intolerancia, violencia y desconfianza.

La arrogancia moderna nos ha llevado a creer que somos más inteligentes que nuestros antepasados, pero seguimos cometiendo errores idénticos: guerras, injusticias, odios, prejuicios, discriminaciones, codicias. El ser humano del siglo XXI no es más sabio que el de la Grecia clásica; simplemente tiene más tecnología.

3. ¿QUÉ CLASE DE HUMANIDAD SOMOS?

Tu pregunta —“¿Qué clase de seres humanos somos?”— no es retórica. Es un desafío moral. Somos una humanidad que ha confundido el progreso material con el progreso espiritual. Hemos llenado el mundo de objetos, pero vaciado nuestro interior.

Vivimos obsesionados con:

·         tener más,

·         consumir más,

·         opinar más,

·         reaccionar más rápido,

·         acumular más seguidores,

·         tener razón a toda costa,

·         ganar discusiones sin ganar comprensión.

Hemos sustituido la pregunta “¿Cómo debo vivir?” por “¿Cómo puedo ganar?”. Y ese giro ha tenido consecuencias devastadoras.

Cuando la humanidad pierde el sentido ético de la existencia, la vida se convierte en una carrera vacía. Y entonces, como bien dices, sólo queda el dolor, el miedo, el terror y el pánico.

4. LA VIDA QUE PONEMOS EN RIESGO POR TONTERÍAS

Otra de tus preguntas es brutalmente honesta:

“¿Qué tan larga es la vida para que la desperdiciemos en cuestiones superfluas y sin sentido?”

La vida es demasiado corta para el odio, el rencor, la envidia, la competencia absurda, la vanidad y la posesión enfermiza de cosas que no llenan. Pero aun así vivimos como si nunca fuéramos a morir.

Nos preocupamos más por lo que poseemos que por lo que somos. Las culturas antiguas insistían en recordar la muerte no para temerla, sino para comprender la vida.

Marco Aurelio recomendaba meditar diariamente sobre la fragilidad humana para valorar lo verdaderamente importante. Pero la sociedad contemporánea teme pensar en la muerte porque le obligaría a enfrentar la inutilidad de sus obsesiones. Si recordáramos más seguido que todos somos mortales, viviríamos con más humildad y menos orgullo.

5. ¿DE QUÉ SIRVE ACUMULAR SI NADIE LO LLEVA A LA TUMBA?

Tu reflexión lo expresa con precisión:

“¿Quién se lleva algo de lo que atesora cuando se muere?” Esa pregunta debería ser suficiente para transformar cualquier vida.

Pero no lo es.

El deseo de acumular es hoy casi una religión:

·         la religión del consumo, del éxito y de la apariencia.

·         No importa cuántas veces la historia nos haya demostrado que:

·         las tumbas no tienen cajones,

·         los ataúdes no llevan bolsillos,

·         los muertos no guardan cuentas bancarias,

·         la riqueza no compra ni un minuto más de vida.

·         Aun así, vivimos como esclavos de lo material.

Creemos que la felicidad está afuera, cuando siempre estuvo adentro.

Las filosofías antiguas coincidían en esto:

·         lo único que nos pertenece realmente es lo que damos.

·         El amor, la compasión, la amistad, la bondad, la generosidad, la dignidad… Eso sí trasciende la muerte

6. LA ÚNICA RIQUEZA QUE PERDURA: NUESTRAS BUENAS OBRAS

La enseñanza final de tu texto es la más luminosa:

“Lo único que nos llevamos cuando nos morimos son nuestras buenas obras.”

Ese es el corazón del ensayo.

La única forma de trascendencia que tiene el ser humano común no es el dinero, ni los logros profesionales, ni la fama: son los gestos de humanidad que deja en los demás.

La filosofía antigua ya lo sabía:

·         Epicteto decía que el carácter es la única posesión irreversible.

·         Confucio afirmaba que la rectitud es inmortal.

·         Jesús insistió en que el amor es el único criterio para juzgar a un ser humano.

·         El mundo está hambriento de buenas obras.

·         Hambriento de bondad real, no de discursos.

·         De empatía cotidiana, no de grandes gestos aislados.

·         De justicia simple, no de complicadas teorías.

7. LA URGENCIA DE VOLVER A CAMINAR CON LOS GRANDES DE LA HISTORIA

No se trata de nostalgia, sino de responsabilidad.

Volver a caminar con los grandes maestros significa recuperar:

·         la prudencia,

·         la serenidad,

·         la reflexión,

·         la humildad

·         el amor,

·         la compasión,

·         el dominio del ego,

·         la coherencia entre pensar, sentir y actuar.

No se trata de “vivir como en la antigüedad”, sino de vivir como seres humanos completos.

La humanidad tiene dos caminos:

seguir acumulando poder y destruyéndose, o recuperar la sabiduría que evita que volvamos a caer en el abismo.

CONCLUSIÓN

La reflexión original es un llamado urgente a detenernos en medio de la confusión contemporánea. Somos una humanidad que ha construido miles de herramientas tecnológicas, pero ha olvidado las herramientas interiores. Hemos progresado hacia afuera, pero retrocedido hacia adentro. Hemos llenado el mundo de objetos, pero vaciado nuestra alma de sentido.

Volver a caminar con los grandes de la historia no es un lujo intelectual: es una necesidad ética para sobrevivir como especie.

La verdadera riqueza no está en lo que poseemos, sino en lo que somos capaces de dar. La verdadera trascendencia no está en el éxito, sino en las huellas de bondad que dejamos en otros.

Este ensayo es una invitación a releer, reaprender y reaplicar la sabiduría eterna que siempre estuvo disponible pero que elegimos ignorar. Aún estamos a tiempo de corregir el rumbo.

REFLEXIÓN FINAL

Tal vez la humanidad nunca necesitó tantos tratados, tantas teorías ni tanta información. Tal vez lo único que necesitaba era escuchar.

Escuchar a los antiguos, escuchar al prójimo, escucharse a sí misma.

Pero el ruido del mundo moderno nos ha ensordecido.

Sin embargo, la sabiduría sigue allí, intacta, esperando.

Los grandes maestros de la historia no han muerto:

·         siguen caminando con nosotros, ofreciendo caminos de paz, serenidad y justicia.

·         Lo único que falta es que dejemos de caminar solos.

·         Si al final de la vida sólo nos llevamos nuestras buenas obras, entonces vivir bien no es sólo un derecho: es un deber hacia los demás y hacia nosotros mismos.

·         La humanidad volverá a encontrar su camino el día en que comprenda que la grandeza no está en conquistar el mundo, sino en conquistarse a sí misma.

 

SAN SALVADOR, 30 DE NOVIEMBRE DE 2025

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