“LA ARROGANCIA DE LA IGNORANCIA: ANÁLISIS CRÍTICO DEL DISCURSO ANTITECNOLÓGICO”
POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
En todas las sociedades, la palabra pública
—especialmente la que emiten actores políticos o figuras de proyección
mediática— posee un peso simbólico enorme. No solo comunica ideas: también
moldea percepciones, legitima formas de pensamiento y puede, incluso, orientar
comportamientos colectivos.
Por eso, a lo
largo de la historia, las sociedades han valorado la prudencia, la claridad
conceptual y el rigor intelectual en quienes hablan desde espacios públicos.
Cuando una persona con influencia social reduce el debate a ocurrencias, frases
irresponsables o afirmaciones que contradicen el sentido común, no solo queda
mal ella: erosiona la calidad del discurso público en general.
En El Salvador, en los últimos años, hemos presenciado
una profunda transformación en la relación entre ciudadanía, gobierno,
tecnología e información. La población es hoy más crítica, más informada, más
exigente. Sin embargo, ciertos sectores políticos siguen anclados en esquemas
del pasado: discursos superficiales, afirmaciones sin fundamento y críticas que
no se sostienen ni con el más mínimo análisis.
Ejemplo de ello
son las recientes declaraciones de Bety Araña, quien afirmó que “Google no
sirve porque no cura el cáncer ni la diabetes”.
Esta frase, que podría parecer un simple comentario
desafortunado, refleja algo más profundo: una alarmante incapacidad para
comprender la función de la tecnología, una desconexión con la realidad
contemporánea y, sobre todo, un desprecio por la inteligencia de la ciudadanía.
A partir de este comentario, este ensayo propone realizar
un análisis crítico más amplio:
- ¿Qué significa que
figuras públicas hagan afirmaciones que muestran desconocimiento
elemental?
- ¿Qué implicaciones
tiene para el debate democrático?
- ¿Por qué persiste
un discurso anti-tecnológico y anti-científico en ciertos sectores de la
oposición?
- ¿Qué revela esto
sobre sus prácticas políticas, su visión de país y su relación con el
conocimiento?
Se analizará también cómo la tecnología —particularmente
herramientas como Google— afecta la educación, la investigación y la
participación ciudadana. La ignorancia no es solo un problema individual: es
un problema político, especialmente cuando se manifiesta en quienes
pretenden orientar la opinión pública. Este ensayo busca, entonces, desmontar
la frase, pero sobre todo examinar el fenómeno social que la hace posible.
Porque el verdadero debate no es si Google cura o no
enfermedades; el verdadero debate es cómo la ignorancia política se
convierte en un obstáculo para el desarrollo nacional.
I. EL FENÓMENO DEL DESCONOCIMIENTO PÚBLICO
Uno de los rasgos más preocupantes de ciertos sectores
políticos contemporáneos es su tendencia a opinar sobre temas que claramente
desconocen. Esto no es nuevo: la historia está llena de ejemplos de personajes
públicos que hablaban sin saber. Pero en la era digital, donde la información
está al alcance de todos, la ignorancia voluntaria adquiere un matiz mucho más
grave.
Opinar sobre tecnología sin comprenderla no es
simplemente un error: es un acto de irresponsabilidad política. Cuando una
persona declara que “Google no sirve porque no cura el cáncer ni la
diabetes”, no solo evidencia su desconocimiento, sino que también demuestra
que ni siquiera ha hecho el esfuerzo mínimo por entender el mundo en que
vive.
Esto habla de un problema mayor: la ausencia de
pensamiento crítico, la falta de preparación, la improvisación discursiva.
Hablar sin saber revela pobreza intelectual y debilidad argumentativa, pero
revela también una actitud: no les importa informarse, porque creen que
cualquier ocurrencia es válida para atacar políticamente a alguien más.
II. TECNOLOGÍA Y ALFABETIZACIÓN DIGITAL: ENTENDIENDO LO
BÁSICO
Es
necesario recalcar lo evidente: Google no es un hospital, no es un laboratorio
farmacéutico, no es una clínica. Es una herramienta de búsqueda, un espacio de
acceso al conocimiento, una plataforma de trabajo e investigación. No está
diseñada para “curar enfermedades”, de la misma manera en que un diccionario no
está diseñado para reparar vehículos.
Sin embargo, la crítica de Bety Araña pone sobre la mesa
un asunto importante: la falta de alfabetización digital en ciertos
sectores políticos. No se trata únicamente de desconocer cómo funciona Google;
se trata de no entender cómo funciona el mundo moderno.
Hoy,
la tecnología digital no es un lujo ni un accesorio: es un componente esencial
de la vida social, económica, educativa y científica.
Google,
por ejemplo:
·
es la puerta
de entrada a millones de investigaciones médicas;
·
facilita el
acceso a revistas científicas de vanguardia;
·
permite la
difusión global de conocimiento;
·
conecta
universidades, instituciones y especialistas;
·
acelera procesos de aprendizaje;
·
democratiza
el acceso a la información.
Si un político no comprende esto, difícilmente podrá
comprender los desafíos de la sociedad actual.
III. EL IMPACTO SOCIAL DE LAS DECLARACIONES
IRRESPONSABLES
Cuando un personaje público hace un comentario ignorante,
ocurre un fenómeno peligroso:
·
se normaliza el error,
·
se
trivializa la discusión pública,
·
se legitima la desinformación,
·
se afecta la
percepción de miles de ciudadanos.
Los comentarios superficiales son más graves cuando
provienen de quienes aspiran a representar a la población. La política exige
preparación, estudio, análisis, responsabilidad intelectual. No se puede
dirigir un país —o pretender hacerlo— sin comprender la ciencia, la tecnología,
la educación o la economía.
El problema no es solo que Bety Araña haya dicho algo absurdo; el problema es que ese tipo de afirmaciones revelan la falta de preparación de toda una generación de políticos que se quedaron atrapados en el pasado.
IV. LA OPOSICIÓN SALVADOREÑA Y LA CRISIS DE PENSAMIENTO
El
comentario analizado se enmarca en un patrón: la oposición salvadoreña ha
exhibido, repetidamente, una tendencia a criticar sin fundamento, a opinar sin
evidencia y a ridiculizar avances que no comprende.
Es una oposición que:
·
critica la
tecnología que no entiende;
·
desprecia la
innovación que no puede explicar;
·
trivializa
los procesos que desconoce;
·
se burla de
herramientas que jamás ha utilizado profesionalmente.
El
problema no es ideológico: es intelectual.
No es de postura política: es de incapacidad analítica.
La oposición no pierde credibilidad por su ideología; la
pierde por su superficialidad. En un mundo que avanza a pasos agigantados,
quedarse atrás no es solo un error: es un acto de traición a las futuras
generaciones.
V. LA CIUDADANÍA COMO NUEVO EVALUADOR DEL DISCURSO
PÚBLICO
A diferencia del pasado, la población actual no es
pasiva. La ciudadanía salvadoreña está más conectada, más informada y más
consciente. Sabe distinguir una crítica seria de un comentario vacío, y sabe
reconocer cuando alguien habla sin saber.
Por eso, declaraciones como la analizada no generan
apoyo, sino burla. Cada frase irresponsable pronunciada desde la oposición se
convierte en un recordatorio de por qué perdieron la confianza del pueblo.
El ciudadano moderno no quiere políticos improvisados;
quiere líderes preparados. No quiere ocurrencias; quiere argumentos. No quiere
ignorancia disfrazada de crítica; quiere propuestas.
VI. Tecnología, educación y futuro nacional
La tecnología es la puerta hacia un país más competitivo,
más moderno y más justo.
El Salvador no puede darse el lujo de despreciar herramientas como Google, la
inteligencia artificial, el análisis de datos o la automatización. Ya no
vivimos en un mundo analógico: vivimos en un mundo interconectado donde el
conocimiento es el recurso más valioso. Desprestigiar la tecnología desde la ignorancia es un
acto de irresponsabilidad histórica. Un
país que no abraza el conocimiento está condenado a la irrelevancia.
Por eso, cuando un político confunde una herramienta de
búsqueda con un tratamiento médico, no solo produce risa: produce preocupación
por su incapacidad para comprender el futuro.
CONCLUSIÓN
Las declaraciones de Bety Araña no deben verse como un
simple comentario desafortunado. Son el reflejo de una cultura política que se
resiste a estudiar, a comprender y a prepararse. Una cultura que prefiere la
ocurrencia al análisis, la burla al razonamiento, el ataque superficial a la
argumentación seria.
El Salvador del siglo XXI necesita líderes capaces de
entender el mundo moderno. Necesita personas que comprendan la importancia de
la tecnología, la investigación científica y el pensamiento crítico.
Comentarios como el analizado son una muestra de lo que la política no debe
ser: ignorante, impulsiva, superficial.
La oposición tiene derecho a criticar. Ese es su papel
democrático. Pero si no sabe del tema, lo más sano y responsable es guardar
silencio. Hablar desde la ignorancia no construye país: lo degrada.
Reflexión final
La frase “Google no sirve porque no cura el cáncer ni
la diabetes” quedará como un ejemplo de cómo una mala comprensión del mundo
puede convertirse en escándalo público. Pero más allá de la anécdota, nos
invita a reflexionar sobre un aspecto fundamental:
En el siglo de la información, la ignorancia ya no es una
excusa: es una decisión. Y cuando esa decisión la toman figuras públicas, se
convierte en un peligro para la sociedad.
El Salvador merece un debate nacional de altura, con ideas sólidas, con argumentos bien pensados y con líderes capaces de comprender el presente para construir el futuro. La ignorancia arrogante no puede ser parte del discurso público. La responsabilidad intelectual sí.
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