“ENTRE EL UNO Y LOS CEROS: EL SENTIDO MORAL DE LA EXISTENCIA HUMANA”
POR: MSc. JOSÉ
ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
En tiempos en que el
éxito se mide por la riqueza material, el poder político o la fama efímera, las
palabras del matemático árabe Al-Khawarizmi (780–850 d. C.), considerado el
padre del álgebra, adquieren una vigencia sorprendente. Cuando le preguntaron por
el valor del ser humano, respondió con una metáfora numérica que encierra una
profunda lección moral: si una persona tiene ética, vale 1; si es inteligente,
se le agrega un cero (10); si además es rica, otro cero (100); y si es una
bella persona, otro cero (1 000). Pero si pierde la ética —ese “1”—, todo lo
demás carece de valor, pues solo quedan ceros.
Esta parábola sencilla
y genial revela una verdad esencial: sin valores éticos, la inteligencia, la
belleza o la riqueza se transforman en instrumentos de corrupción, vanidad y
destrucción. La ética es el principio organizador de la dignidad humana, el eje
que da sentido a la vida y orienta el uso de las demás cualidades. En esta
reflexión se examinará la enseñanza de Al-Khawarizmi a la luz del pensamiento
filosófico y social contemporáneo, en diálogo con autores como Aristóteles,
Kant, Paulo Freire y Fromm, para concluir que la ética no solo determina el
valor individual, sino también la salud moral de una sociedad.
1. LA METÁFORA
MATEMÁTICA DE LA VIDA
La respuesta de
Al-Khawarizmi combina ciencia y moral en una ecuación perfecta. El número “1”
representa la unidad interior del ser humano: la coherencia entre lo que
piensa, dice y hace. Los ceros simbolizan las cualidades complementarias:
inteligencia, riqueza o belleza, que multiplican el valor inicial, pero no lo
sustituyen.
Desde una perspectiva
filosófica, el “1” encarna el principio del ser moral; sin él, los ceros —como
extensiones vacías— no significan nada. Tal como señala Aristóteles en Ética a
Nicómaco, “la virtud es un hábito que permite al hombre elegir el término
medio, guiado por la razón y en conformidad con la prudencia” (Aristóteles,
1985, p. 112). Si el hombre pierde esa medida racional y ética, se desintegra
su propio equilibrio interior.
El mensaje numérico de
Al-Khawarizmi trasciende las culturas: enseña que la ética es el valor rector
que convierte las capacidades en bienes reales. Un científico sin ética puede
ser peligroso; un político sin ética, un tirano; un maestro sin ética, un adoctrinador.
En cambio, el hombre ético transforma todo lo que toca en una obra de bien
común.
2. LA ÉTICA COMO
ESENCIA DEL SER Y NO COMO ADORNO MORAL
En las sociedades
modernas, la ética suele confundirse con simples normas de conducta o con la
apariencia de “portarse bien”. Sin embargo, la ética auténtica —como planteaba
Immanuel Kant— es un imperativo interior, no una obediencia ciega. “Obra de tal
modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier
otro, siempre como un fin y nunca como un medio” (Kant, 2004, p. 67).
Kant nos recuerda que
la ética no depende de recompensas ni castigos, sino de la convicción de que el
otro posee dignidad. Por eso, cuando se pierde el “1” de Al-Khawarizmi, los
ceros del éxito material se convierten en símbolos de deshumanización.
En un mundo dominado
por el consumo, la apariencia y la competencia, la ética se convierte en el
último refugio del ser. El filósofo Erich Fromm (2005) advertía que las
sociedades contemporáneas han cambiado el “ser” por el “tener”, y que la
persona moderna mide su valor por lo que posee, no por lo que es. De ahí la
necesidad de rescatar la ética como núcleo existencial: sin ella, la
inteligencia se vuelve astucia, la riqueza avaricia y la belleza vanidad.
3. ÉTICA Y EDUCACIÓN:
EL CIMIENTO DEL SER SOCIAL
La formación ética no
se improvisa; se cultiva. En este sentido, la educación tiene la misión de
construir el carácter moral de los ciudadanos, no solo su competencia técnica.
Paulo Freire (1970) sostenía que “la educación auténtica es un acto de amor,
por tanto, un acto de valor; no puede temer el debate, el análisis de la
realidad” (p. 34). Enseñar ética implica enseñar a pensar críticamente y a
actuar con responsabilidad frente a los demás.
Cuando la escuela se
limita a transmitir información sin formación moral, produce individuos
“funcionales” al sistema, pero vacíos de sentido. La ética da dirección a la
inteligencia y humaniza el conocimiento. Un ingeniero puede diseñar un puente o
una bomba; lo que define su valor no es su técnica, sino su conciencia.
Por eso, educar en
ética significa enseñar a elegir el bien incluso cuando nadie observa, a
resistir la corrupción y la mentira, a defender la verdad, aunque resulte
incómoda. Solo así el “1” de Al-Khawarizmi permanece firme en la persona,
sosteniendo todos los ceros que se le agreguen.
4. LA CRISIS ÉTICA DEL
MUNDO CONTEMPORÁNEO
Vivimos en una época
en la que el progreso tecnológico no ha sido acompañado por un progreso moral.
Jamás la humanidad tuvo tantos medios para comunicar, viajar y producir; y, sin
embargo, nunca hubo tanta desigualdad, corrupción y violencia.
Zygmunt Bauman (2007)
lo expresó con claridad al describir la “modernidad líquida”, en la que los
valores se disuelven como el agua: todo cambia rápido, nada permanece, y el
compromiso moral se vuelve incómodo. En este contexto, la enseñanza de
Al-Khawarizmi resulta revolucionaria: recuerda que el verdadero valor humano no
depende del cambio, sino de la firmeza de principios.
Cuando los líderes
políticos pierden la ética, surgen gobiernos corruptos; cuando los empresarios
la pierden, nace la explotación; cuando los ciudadanos la abandonan, se
corrompe el tejido social. La pérdida del “1” colectivo —la ética social—
convierte a la nación en un conjunto de ceros: apariencias de desarrollo sin
sustancia moral.
5. EL SER ÉTICO COMO
MODELO DE TRANSFORMACIÓN
El ser ético no es un
santo ni un moralista. Es aquel que reconoce su falibilidad, pero lucha cada
día por actuar con justicia, respeto y coherencia. Desde Sócrates hasta
Monseñor Óscar Romero, la historia muestra que la verdadera grandeza humana
radica en vivir según la verdad, aunque ello implique sacrificio.
Romero lo expresó así:
“La gloria de Dios es que el pobre viva” (Romero, 1980, p. 22). Esta frase
conecta directamente con el valor ético que Al-Khawarizmi situaba como el “1”:
la defensa de la vida, la justicia y la dignidad por encima de los intereses
personales.
Una sociedad que
exalta al astuto, al corrupto o al tramposo pierde el sentido de lo humano.
Pero aquella que reconoce al honesto, al justo y al solidario, rescata su
verdadera identidad. La ética, entonces, no es un lujo filosófico, sino la
condición indispensable para sobrevivir como especie moral.
CONCLUSIONES
La enseñanza de
Al-Khawarizmi sintetiza en una metáfora matemática una verdad universal: la
ética es el fundamento del valor humano. Sin ella, todas las demás cualidades
se vuelven vacías.
La ética no se impone
por decreto, se cultiva desde la familia, la escuela y la sociedad, mediante el
ejemplo y la reflexión.
En un mundo dominado
por la competencia y el consumismo, rescatar la ética significa reafirmar la
dignidad frente a la deshumanización.
La pérdida del “1” no
solo afecta a individuos, sino a pueblos enteros: las naciones sin ética se
hunden en la corrupción y el egoísmo colectivo.
El desafío del siglo
XXI no es solo tecnológico, sino moral: reconstruir la ética como base del
conocimiento, la política y la convivencia humana.
REFLEXIÓN FINAL
El mensaje de
Al-Khawarizmi nos invita a revisar la ecuación de nuestra propia vida. ¿Qué
lugar ocupa la ética en nuestras decisiones? ¿Vale nuestra inteligencia,
riqueza o fama si se usan para dañar a otros?
El “1” que simboliza
la ética es más que un número: es el alma del ser humano. Es la luz interior
que da sentido al conocimiento, al poder y a la belleza. Cuando esa luz se
apaga, el ser se vacía, los ceros se multiplican, pero nada tiene valor.
Por eso, cultivar la
ética no es un asunto religioso ni académico, sino una tarea vital. Como decía
Albert Einstein, “procura no ser un hombre de éxito, sino un hombre de valor”
(Einstein, 1950, p. 41). El valor del ser humano no está en los ceros que
acumula, sino en el uno que nunca debe perder: su integridad moral.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS.
1. Aristóteles.
(1985). Ética a Nicómaco (J. Pérez, Trad.). Gredos.
2. Bauman, Z.
(2007). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.
3. Einstein, A.
(1950). Mi visión del mundo. Espasa-Calpe.
4. Freire, P.
(1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
5. Fromm, E.
(2005). Tener o ser. Paidós.
6. Kant, I.
(2004). Fundamentación de la metafísica de las costumbres (M. García, Trad.).
Alianza Editorial.
7. Romero, Ó. A.
(1980). Homilías. Arzobispado de San Salvador.
SAN SALVADOR,
9 DE OCTUBRE DE 2025
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