viernes, 26 de septiembre de 2025

 

POR: MSc.JOSÈ ISRAEL VENTURA.

“MAL PAGA EL DIABLO A QUIEN BIEN LE SIRVE”

                   El caso de óscar picardo Joao y su fugaz paso por el diario de hoy

La historia reciente del despido de Óscar Picardo Joao como director de El Diario de Hoy confirma, con claridad lapidaria, el viejo refrán: “mal paga el diablo a quien bien le sirve”. Apenas seis meses duró en el cargo, tiempo suficiente para exhibir un sesgo político marcado, un estilo visceral de confrontación y un afán de agradar a los poderosos de turno que hoy, con la misma facilidad con que lo encumbraron, lo arrojan por la borda. Su caso no es aislado; es el retrato fiel de lo que ocurre cuando un académico se transforma en peón mediático, sacrificando la credibilidad en aras de congraciarse con intereses ajenos a la verdad.

DEL ACADÉMICO AL PROPAGANDISTA DISFRAZADO

Picardo había mostrado, desde sus años al frente de la encuesta de opinión de la Universidad Francisco Gavidia, inclinaciones evidentes hacia lecturas sesgadas de la realidad nacional. Sus informes no pasaban inadvertidos: contenían un hilo de interpretación política donde la objetividad quedaba relegada. Esa línea, lejos de atenuarse, se profundizó cuando asumió la dirección de El Diario de Hoy. Desde allí, en lugar de enarbolar un periodismo serio y equilibrado, se convirtió en ariete contra el presidente Nayib Bukele, con ataques directos, desmedidos y carentes de rigor académico. El análisis dio paso al insulto; la crítica razonada, al grito visceral.

Su paso por la dirección de ese medio no puede interpretarse como un accidente. Fue el resultado lógico de su opción consciente: servir como vocero intelectual de una élite empresarial y mediática que ha vivido enfrentada con la transformación política del país. Picardo quiso ser útil a esos intereses, creyendo que así consolidaba su lugar en el debate nacional. Sin embargo, en vez de fortalecer su prestigio académico, lo dilapidó en una campaña de desgaste contra el gobierno, cargada de calificativos y carente de propuestas.

LA FACTURA DE LA COMPLACENCIA

El despido de Picardo demuestra la naturaleza de los poderes a los que decidió servir. Quien se pliega ciegamente a los designios de medios acostumbrados a manipular la opinión pública, termina convertido en un instrumento descartable. La lealtad de Picardo hacia los dueños del periódico fue recompensada con la misma moneda con que él mismo pretendía cobrar notoriedad: la ingratitud. El “mal paga el diablo” se cumple porque la verdad, la objetividad y la independencia no se negocian sin consecuencias. Y él lo hizo.

Lo más grave, sin embargo, no es su salida abrupta, sino la pérdida irrecuperable de credibilidad. Cuando un académico, que debería estar comprometido con el conocimiento riguroso y el debate argumentado, se dedica a lanzar ataques viscerales disfrazados de opinión técnica, erosiona no solo su imagen personal, sino también la confianza de la ciudadanía en la academia misma. Picardo sacrificó su capital intelectual, y hoy, cesado de su cargo, se enfrenta a un descrédito que lo acompañará más allá de los muros del periódico.

UNA LECCIÓN PARA EL PAÍS

El caso de Picardo es aleccionador. Muestra cómo ciertos intelectuales, en lugar de cultivar pensamiento crítico auténtico, prefieren el atajo de la complacencia con poderes mediáticos y económicos. Pero esos atajos son frágiles: tarde o temprano, quienes se prestan al juego terminan marginados, sustituidos por otros dispuestos a repetir el mismo libreto. Mientras tanto, la ciudadanía asiste con escepticismo a la caída de un supuesto “analista” que, en su afán de agradar a los dueños del medio, olvidó que la única lealtad válida de un académico es con la verdad.

Óscar Picardo creyó que su agresividad contra el presidente Bukele le garantizaría prestigio y respaldo. En realidad, solo lo convirtió en una marioneta temporal, desechada cuando ya no resultó útil. El país necesita voces críticas, sí, pero con fundamentos, con argumentos, con independencia. No necesita propagandistas disfrazados de académicos.

La caída de Picardo es, al final, la confirmación de que el camino de la servidumbre intelectual lleva al descrédito. Y que, en política y en periodismo, como bien dicta el refrán, “mal paga el diablo a quien bien le sirve”.

 

SAN SALVADOR, 26 DE SEPTIEMBRE DE 2025

No hay comentarios:

Publicar un comentario