“LECTURA CRÍTICA Y ESTUDIO REFLEXIVO: PILARES DE LA
FORMACIÓN UNIVERSITARIA EN EL SIGLO XXI”
INTRODUCCIÓN
La educación universitaria, en su esencia más profunda,
no puede reducirse a la mera transmisión de información ni a la repetición de
contenidos previamente establecidos. Su misión central consiste en formar
sujetos críticos, capaces de leer, interpretar, cuestionar y transformar la
realidad social que los rodea.
En este sentido, el estudio y la lectura crítica se
constituyen como fundamentos insustituibles para el desarrollo académico y
humano de los estudiantes. El presente ensayo busca problematizar el
significado de “estudiar” y “leer bien”, retomando aportes de la pedagogía
crítica, de la sociología de la educación y de informes recientes sobre la
comprensión lectora, para poner en evidencia tanto los desafíos como las
posibilidades que enfrentan nuestras universidades en el siglo XXI.
Históricamente, la lectura ha sido entendida como una
habilidad básica vinculada a la decodificación de signos escritos. Sin embargo,
la experiencia educativa muestra que la decodificación mecánica no garantiza la
comprensión, mucho menos la capacidad de razonar, analizar y generar
pensamiento crítico. Diversos estudios internacionales —como los informes PISA
de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2022)
y los reportes de la UNESCO (2023)— evidencian que gran parte de los
estudiantes de educación media y superior en América Latina presentan serias
dificultades para interpretar un texto más allá de su sentido literal.
Dichos hallazgos confirman lo que educadores como Paulo
Freire (1997) denunciaron hace décadas: la escuela tradicional tiende a
fomentar la memorización en lugar de estimular el razonamiento, lo cual produce
un analfabetismo funcional que limita la participación ciudadana y la
construcción de conocimiento autónomo.
El caso de El Salvador, y de muchos países
latinoamericanos, ilustra con claridad esta problemática. Numerosos jóvenes
logran culminar la educación secundaria e incluso acceder a la universidad sin
haber adquirido hábitos sólidos de lectura crítica ni estrategias efectivas de
estudio. Esta carencia impacta directamente en su desempeño académico:
dificultades para comprender consignas de examen, para elaborar ensayos con argumentación
propia, para contrastar fuentes y para vincular la teoría con la realidad
social. El fenómeno trasciende lo estrictamente pedagógico y revela un
trasfondo estructural: sistemas educativos que privilegian la promoción sobre
el aprendizaje real, políticas públicas que no priorizan la formación lectora y
un entorno mediático que bombardea a los jóvenes con información superficial y
fragmentada.
Ante este panorama, se vuelve urgente replantear el
significado de estudiar y leer bien en el marco de la educación universitaria.
Estudiar no equivale a acumular horas frente a los libros ni a leer un número
determinado de páginas en un semestre. Estudiar es, en palabras de Freire
(2005), un “acto de conocimiento y de creación”, un proceso activo que implica
confrontar el texto con la realidad, establecer diálogos con otros saberes y
elaborar una postura propia frente a lo leído. Leer, por su parte, no se limita
a comprender palabras, sino que supone descifrar contextos, identificar
ideologías subyacentes, evaluar argumentos y resignificar el conocimiento a la
luz de la experiencia vital del lector.
La universidad, como institución social y cultural, tiene
la responsabilidad de garantizar que sus estudiantes desarrollen estas
competencias. No obstante, la tarea no corresponde únicamente a las aulas
universitarias: la familia como primera educadora, los centros escolares como
espacios de formación inicial y el Estado como garante de políticas públicas
inclusivas deben converger en la construcción de una ciudadanía lectora
crítica. Solo así se logrará superar el círculo vicioso de la memorización
acrítica, el conformismo intelectual y la falta de participación democrática.
Por tanto, la reflexión que aquí se presenta no pretende
ser únicamente un ejercicio teórico, sino también un llamado ético y político.
En un mundo saturado de información, donde las redes sociales y los medios
digitales determinan la manera en que las personas se relacionan con el
conocimiento, el estudio disciplinado y la lectura crítica emergen como
herramientas de emancipación frente a la manipulación ideológica, la
desinformación y el pensamiento superficial.
Como sostiene Cassany (2006), leer críticamente significa
“traspasar las líneas del texto” para descubrir las voces, los silencios y las intenciones
que lo atraviesan.
Este ensayo se estructura en varios apartados que
permitirán analizar de forma progresiva los ejes centrales de la problemática.
En el primer capítulo se examina el significado profundo de estudiar y leer
bien, diferenciándolo de las prácticas memorísticas. Posteriormente, se
abordará el fenómeno del analfabetismo funcional en el siglo XXI, sustentado en
investigaciones internacionales y experiencias locales. El tercer apartado
retoma los aportes de Paulo Freire y de la pedagogía crítica, mientras que el
cuarto profundiza en el papel de la lectura en la construcción de ciudadanía y
en el fortalecimiento de la democracia. El quinto capítulo analiza el estudio
como práctica de libertad y dignidad humana, seguido de un apartado sobre los
desafíos de la lectura en la era digital y los riesgos de la superficialidad
informativa. Finalmente, se proponen estrategias concretas para fomentar la
lectura crítica y el estudio reflexivo en la educación superior.
La introducción de este ensayo busca, por tanto, situar
el debate en un horizonte más amplio: no se trata únicamente de mejorar
técnicas de estudio ni de enseñar a “leer mejor” en términos mecánicos, sino de
reivindicar la lectura y el estudio como prácticas transformadoras, como actos
de libertad que nos permiten humanizarnos y construir sociedades más justas. En
esta perspectiva, leer y estudiar bien no es solo un requisito académico, sino
una exigencia ética y política para el siglo XXI.
CAPÍTULO I. EL SIGNIFICADO PROFUNDO DE ESTUDIAR Y LEER
BIEN
1.1. Estudiar cómo proceso de formación integral
El verbo “estudiar” ha sido reducido con frecuencia a una
práctica mecánica: asistir a clases, copiar apuntes, memorizar contenidos y,
posteriormente, reproducirlos en un examen.
Sin embargo, esta
concepción restringida empobrece el verdadero sentido del estudio, que debe
entenderse como un proceso integral de apropiación crítica del conocimiento.
Estudiar implica analizar, comparar, cuestionar y resignificar los contenidos
académicos, con el fin de construir una visión más amplia y profunda de la
realidad.
En este sentido, el estudio no puede considerarse un acto
pasivo. Por el contrario, exige una actitud activa, reflexiva y disciplinada.
Según Freire (1997), “estudiar es un acto de creación” en el cual el estudiante
no solo recibe información, sino que también participa en la producción del
saber. Así, el estudio se convierte en un ejercicio de libertad intelectual que
permite al individuo desarrollar autonomía y pensamiento crítico.
El estudiante universitario, al ingresar en una etapa
superior de su formación, debe comprender que estudiar no se limita a obtener
un título o a cumplir con requisitos curriculares.
Más bien, se trata de un compromiso ético con la verdad, con la sociedad y consigo mismo. Solo bajo esta perspectiva el estudio puede convertirse en motor de transformación personal y colectiva.
1.2. Leer bien: más allá de la decodificación de signos
La lectura, al igual que el estudio, ha sido
frecuentemente entendida en términos reduccionistas. Se enseña a los alumnos a
reconocer letras, palabras y frases, pero no siempre se les capacita para
interpretar críticamente lo que leen. Esta visión limitada genera lectores que
pueden “sonar” los textos, pero que carecen de la capacidad para extraer
significados profundos, relacionar ideas y cuestionar los supuestos ideológicos
que subyacen a los escritos.
Autores como Cassany (2006) insisten en que la lectura
debe concebirse como un proceso interactivo entre el texto, el contexto y el
lector. Leer bien supone establecer vínculos entre lo leído y la realidad
concreta, confrontar distintas perspectivas y construir interpretaciones
propias. En otras palabras, leer es dialogar con el texto y con el mundo.
La diferencia entre leer mecánicamente y leer
críticamente se evidencia en la capacidad del lector para formular preguntas,
detectar contradicciones, identificar intenciones del autor y reconocer la
influencia del contexto social en el discurso. Por ello, leer bien no solo es
un asunto académico, sino también un requisito para la vida democrática y para
el ejercicio pleno de la ciudadanía.
1.3. Estudiar y leer como prácticas complementarias
Si bien estudiar y leer son prácticas distintas, resulta
imposible desligarlas. Un estudio riguroso requiere de la lectura crítica, y la
lectura, para ser significativa, necesita de un proceso de estudio que permita
organizar, comprender y aplicar lo aprendido. La complementariedad entre ambas
prácticas se traduce en la capacidad de los estudiantes para integrar
conocimientos, reflexionar sobre ellos y proyectarlos hacia la transformación
social.
Además, estudiar y leer bien implican una disposición
ética. El estudiante que asume el estudio como una obligación externa
probablemente no alcance a comprender la dimensión liberadora de estas
prácticas. Por el contrario, aquel que se compromete con la lectura y el
estudio como medios para conocer, crecer y servir a la sociedad logrará
trascender los límites de la memorización y de la superficialidad.
En palabras de Daniel Pennac (1992), leer es una
necesidad vital que nos distingue de la barbarie y que nos humaniza. Estudiar y
leer bien, en consecuencia, no son simples requisitos académicos, sino
fundamentos esenciales para el desarrollo integral del ser humano y para la
consolidación de sociedades más justas y democráticas.
CAPÍTULO II. EL ANALFABETISMO FUNCIONAL EN EL SIGLO XXI
2.1. Definición y alcances del analfabetismo funcional
El analfabetismo funcional constituye una de las
problemáticas más graves y persistentes de los sistemas educativos
contemporáneos. A diferencia del analfabetismo absoluto —que implica la
incapacidad de leer y escribir—, el analfabetismo funcional se refiere a la
incapacidad de comprender, interpretar y aplicar de manera crítica la
información contenida en un texto. En palabras de la UNESCO (2023), se trata de
la situación de aquellas personas que, a pesar de haber recibido instrucción
escolar básica, no logran utilizar la lectura y la escritura de manera eficaz
en su vida cotidiana.
Este fenómeno afecta tanto a países en desarrollo como a
naciones con sistemas educativos avanzados. Según datos de la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2022), una proporción
considerable de estudiantes que completan la educación media no alcanza los
niveles mínimos de competencia lectora exigidos para desenvolverse en el mundo
académico y laboral. Esto significa que, aunque técnicamente “saben leer”, no
poseen las destrezas necesarias para analizar críticamente información, tomar
decisiones fundamentadas o participar activamente en procesos democráticos.
En el contexto latinoamericano, el analfabetismo
funcional se manifiesta con especial crudeza. A pesar de los avances en
cobertura educativa, millones de jóvenes y adultos carecen de las habilidades
lectoras y de estudio necesarias para integrarse plenamente a la vida social y
productiva. El problema no radica únicamente en la escuela, sino también en
factores estructurales como la desigualdad económica, la falta de acceso a
recursos culturales y la precariedad de las políticas públicas de educación.
2.2. El caso de El Salvador y América Latina
El Salvador no es ajeno a esta realidad. Diversos estudios
nacionales revelan que muchos estudiantes llegan a la universidad con
dificultades serias de comprensión lectora. Esta situación se refleja en su
bajo rendimiento académico, en la incapacidad de redactar textos coherentes y
en la dificultad para relacionar los contenidos teóricos con la realidad
social. De acuerdo con evaluaciones regionales como las pruebas del Laboratorio
Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE), un
porcentaje significativo de estudiantes salvadoreños no logra superar los
niveles básicos de comprensión lectora (UNESCO, 2021).
El problema se agrava cuando se considera el impacto de
los medios digitales. El acceso masivo a internet, redes sociales y plataformas
de comunicación no ha fortalecido la capacidad de lectura crítica, sino que en
muchos casos ha fomentado el consumo de información fragmentada y superficial.
Los jóvenes, acostumbrados a interactuar con mensajes breves y visuales,
encuentran cada vez más difícil sostener procesos de lectura prolongados y
complejos. Esto genera un círculo vicioso: cuanto menos se lee críticamente,
más vulnerable se es a la manipulación ideológica y a la desinformación.
En el ámbito universitario, las consecuencias son
evidentes. Profesores de distintas disciplinas coinciden en señalar que los
estudiantes suelen mostrar resistencia a la lectura de textos largos y
especializados, lo que limita su capacidad de análisis y de producción
académica. Además, muchos carecen de hábitos de estudio sistemático, lo cual
repercute en su bajo nivel de argumentación y en la tendencia a depender de
fuentes poco confiables, como páginas de internet sin rigor científico.
2.3. Consecuencias del analfabetismo funcional
El analfabetismo funcional tiene efectos profundos no
solo en la formación académica de los estudiantes, sino también en su
desarrollo personal y en la vida democrática de los países. En el plano
individual, limita la posibilidad de comprender instrucciones, de desenvolverse
en ambientes laborales complejos y de acceder a mejores oportunidades de
desarrollo. En el plano social, debilita la capacidad de los ciudadanos para
participar en debates públicos, evaluar críticamente la información que reciben
y tomar decisiones fundamentadas en procesos democráticos.
Más aún, el analfabetismo funcional perpetúa las
desigualdades sociales. Aquellos que no logran superar esta barrera suelen
quedar relegados a empleos precarios, con menores ingresos y menor capacidad de
incidencia política. De este modo, el problema no solo es pedagógico, sino también
estructural y político. Superarlo requiere una acción coordinada entre las
instituciones educativas, el Estado, las familias y la sociedad en su conjunto.
CAPÍTULO III. PAULO FREIRE Y LA CRÍTICA AL MODELO
MEMORÍSTICO
3.1. La pedagogía crítica frente a la educación bancaria
Paulo Freire (1997) formuló una de las críticas más
influyentes a los sistemas tradicionales de enseñanza mediante su concepto de
educación bancaria. Bajo este modelo, el profesor es concebido como el poseedor
del conocimiento y el estudiante como un receptor pasivo que debe almacenar
información sin cuestionarla. El acto de estudiar, en consecuencia, se reduce a
acumular datos y reproducirlos en evaluaciones, lo cual inhibe la creatividad,
el pensamiento crítico y la autonomía intelectual.
Freire argumentaba que este modelo no es neutral:
responde a intereses de dominación, ya que forma sujetos obedientes y
acríticos, incapaces de cuestionar las estructuras de poder que los rodean. En
contraposición, el pedagogo brasileño proponía una educación problematizadora,
en la que tanto docentes como estudiantes participen en un diálogo crítico,
construyendo juntos el conocimiento y vinculándolo a la realidad social.
3.2. Estudiar como práctica crítica y liberadora
Desde la perspectiva freireana, estudiar no es un acto
meramente mecánico, sino un ejercicio de libertad. Implica cuestionar los
contenidos, relacionarlos con la experiencia cotidiana y elaborar
interpretaciones propias. Como sostiene Freire (2005), “estudiar es un acto de
conocimiento, es un acto creador”.
En este sentido, la lectura crítica se convierte en el
eje central del proceso educativo, pues permite al estudiante descubrir
significados ocultos, identificar ideologías implícitas y confrontar las
narrativas dominantes.
La educación universitaria, en particular, debería ser un
espacio privilegiado para el desarrollo de esta práctica crítica. No obstante,
persisten metodologías centradas en la memorización, que privilegian la
cantidad de contenidos sobre la calidad de la reflexión. Los estudiantes son
evaluados más por su capacidad de recordar que por su habilidad de analizar y
argumentar. Este enfoque genera frustración y desinterés, y contribuye al
fenómeno del analfabetismo funcional ya descrito en el capítulo anterior.
3.3. Vigencia del pensamiento de Freire en el siglo XXI
Aunque las obras de Freire fueron escritas en el contexto
de mediados del siglo XX, sus planteamientos mantienen plena vigencia en la
actualidad. En la era digital, donde el exceso de información convive con la
falta de análisis crítico, la pedagogía freireana resulta aún más necesaria. La
lectura mecánica de textos ha sido reemplazada, en muchos casos, por el consumo
acrítico de contenidos digitales, lo que produce una nueva forma de “educación
bancaria” mediada por algoritmos y plataformas tecnológicas.
Aplicar el pensamiento de Freire hoy significa replantear
la enseñanza universitaria como un proceso de diálogo constante. El profesor
deja de ser la única fuente de conocimiento y se convierte en mediador, facilitador
y guía. El estudiante, a su vez, asume un rol activo, cuestionando,
investigando y construyendo colectivamente el saber. Solo así el acto de
estudiar y leer trasciende la mera memorización para convertirse en una
práctica liberadora y transformadora.
CAPÍTULO IV. LECTURA CRÍTICA COMO CONSTRUCCIÓN DE
CIUDADANÍA
4.1. La lectura y el ejercicio de la democracia
La lectura crítica no es únicamente una herramienta
académica, sino también un requisito indispensable para la vida democrática. En
sociedades donde los ciudadanos carecen de la capacidad para interpretar y
cuestionar los discursos políticos, mediáticos y publicitarios, se facilita la
manipulación ideológica y la reproducción de desigualdades sociales. Como
advierte Nussbaum (2010), la democracia requiere individuos capaces de
reflexionar, deliberar y disentir de manera razonada, y esas capacidades se
fortalecen esencialmente a través de la lectura.
La ciudadanía activa no se construye únicamente en las
urnas, sino en el día a día, en la manera en que las personas acceden a la
información, contrastan fuentes y elaboran juicios críticos. Leer críticamente
significa identificar sesgos, reconocer falacias, analizar intereses ocultos y,
sobre todo, desarrollar la capacidad de decidir con autonomía. En este sentido,
la lectura crítica es un acto de emancipación ciudadana.
4.2. La lectura frente a la infoxicación digital
El siglo XXI se caracteriza por un flujo incesante de
información proveniente de medios de comunicación tradicionales y, sobre todo,
de plataformas digitales y redes sociales. Esta abundancia de datos, que a
primera vista parece una ventaja, se convierte en un problema cuando los
individuos carecen de las competencias necesarias para discernir lo relevante
de lo irrelevante, lo verdadero de lo falso, lo riguroso de lo manipulado.
Cornella (2016) denomina a este fenómeno infoxicación, es decir, intoxicación por
exceso de información.
Los jóvenes universitarios, inmersos en un ecosistema
digital dominado por la inmediatez, se ven especialmente vulnerables. El hábito
de consumir mensajes breves, fragmentados y descontextualizados ha debilitado
la capacidad de lectura profunda y reflexiva. De ahí que, como señalan Patino
(2019) y Lanier (2018), el reto no consiste únicamente en fomentar la lectura
de libros, sino en enseñar a los estudiantes a desenvolverse críticamente en
entornos digitales, desarrollando competencias de alfabetización mediática e
informacional.
4.3. Lectura crítica y responsabilidad social
La lectura crítica, además de ser una herramienta para la
autonomía individual, implica una responsabilidad social. Un estudiante
universitario que lee y estudia críticamente no solo se forma a sí mismo, sino
que también se convierte en un agente de cambio en su comunidad.
Al comprender mejor su entorno, está en condiciones de
cuestionar injusticias, proponer alternativas y participar en la construcción
de una sociedad más equitativa.
Como afirma Giroux (2011), la educación crítica tiene la
tarea de formar “ciudadanos capaces de intervenir en la vida pública con
conocimiento, juicio y responsabilidad ética”. En este sentido, leer y estudiar
bien no es únicamente un requisito académico, sino un imperativo político y
moral. Una universidad que descuida la formación de lectores críticos está
condenando a sus egresados a ser profesionales técnicos, pero no ciudadanos
plenos.
CAPÍTULO V. ESTUDIAR COMO PRÁCTICA DE LIBERTAD Y DIGNIDAD
HUMANA
5.1. El estudio como acto de emancipación
El estudio, concebido desde una perspectiva crítica, no
puede desligarse de la noción de libertad. Cuando el estudiante se aproxima al
conocimiento de manera reflexiva y consciente, rompe las cadenas de la
ignorancia y del pensamiento impuesto. Paulo Freire (2005) sostenía que “nadie
educa a nadie, nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión”,
lo que significa que el aprendizaje es un proceso de liberación colectiva.
Estudiar, en consecuencia, es emanciparse de la dependencia intelectual y
asumir un papel activo en la transformación de la sociedad.
El estudiante universitario que estudia críticamente no
se limita a repetir lo dicho por otros, sino que elabora su propia visión del
mundo.
Este ejercicio de autonomía intelectual constituye un
acto de libertad en tanto permite al sujeto tomar decisiones informadas,
disentir con argumentos y construir alternativas. La universidad, por ende, no
debe formar solo profesionales competentes, sino también ciudadanos libres y
responsables, capaces de contribuir al bien común.
5.2. La dignidad humana en el acto de leer y estudiar
La dignidad humana se fortalece cuando el ser humano se
reconoce como sujeto pensante y crítico. Leer y estudiar bien, más allá de una
obligación académica, es un derecho ligado a la dignidad. Quien tiene acceso a
una formación que estimula la reflexión crítica adquiere la capacidad de
ejercer su libertad de pensamiento, condición indispensable para la plena
realización personal.
En este punto es necesario subrayar que la lectura
crítica no solo permite comprender la realidad, sino también cuestionar las
estructuras que niegan la dignidad. Un estudiante que lee críticamente detecta
los discursos discriminatorios, los mecanismos de opresión y las narrativas que
justifican la exclusión social. Así, el estudio se convierte en un instrumento
de resistencia y de reivindicación de la dignidad.
5.3. Educación superior y compromiso ético
La universidad tiene la misión de garantizar que sus
egresados no sean únicamente expertos en un área técnica, sino también
profesionales éticamente comprometidos con su sociedad.
Esto implica formar lectores críticos que comprendan la
dimensión humana del conocimiento. Como señala Nussbaum (2010), la educación
superior debe cultivar las “capacidades del alma” que permiten a los individuos
ejercer su humanidad en toda su plenitud.
En un país como El Salvador, marcado por desigualdades
históricas y desafíos sociales profundos, el compromiso ético de la universidad
se vuelve aún más urgente. Promover el estudio y la lectura crítica es apostar
por una ciudadanía más digna, libre y consciente, capaz de enfrentar la
corrupción, la violencia y la exclusión con herramientas intelectuales y
éticas.
CAPÍTULO VI. DESAFÍOS ACTUALES EN LA ERA DIGITAL
6.1. La superficialidad informativa
La revolución digital ha transformado radicalmente la
manera en que los individuos acceden al conocimiento. Nunca antes en la
historia de la humanidad había existido tal abundancia de información al
alcance de un clic. Sin embargo, esta sobreoferta no garantiza una mejor
comprensión de la realidad. Por el contrario, numerosos estudios (OCDE, 2022;
UNESCO, 2023) advierten que la exposición constante a contenidos fragmentados,
breves y visuales fomenta una lectura superficial, caracterizada por la
inmediatez y la falta de profundidad.
Los estudiantes universitarios, especialmente las nuevas
generaciones, se encuentran cada vez más habituados a interactuar con mensajes
de 280 caracteres, videos de pocos segundos y publicaciones cargadas de
estímulos visuales. Este consumo intensivo de información rápida debilita la
capacidad de concentración y dificulta la lectura de textos complejos. En
consecuencia, el desafío de la universidad consiste en recuperar el valor de la
lectura prolongada y reflexiva en un entorno cultural dominado por la
velocidad.
6.2. La manipulación algorítmica y la desinformación
Un segundo desafío lo constituyen los algoritmos que
rigen las plataformas digitales. Estos no solo seleccionan qué información
mostrar al usuario, sino que además refuerzan sesgos cognitivos al priorizar
contenidos afines a sus preferencias. Este fenómeno, denominado burbuja de
filtros por Pariser (2011), limita la exposición a perspectivas diversas y
genera cámaras de eco que consolidan opiniones sin confrontación crítica.
La manipulación algorítmica se combina con la
proliferación de noticias falsas (fake news), lo cual representa una amenaza
para la democracia y la vida pública. Ante esta situación, la lectura crítica
adquiere un papel decisivo: los estudiantes universitarios deben aprender a
contrastar fuentes, verificar datos y evaluar la confiabilidad de la
información que circula en internet. La alfabetización mediática e informacional,
en este sentido, se convierte en una competencia tan necesaria como la
capacidad de leer un texto literario o científico.
6.3. Oportunidades de la era digital
No obstante, la era digital también ofrece oportunidades
inéditas para el estudio y la lectura crítica.
El acceso a bibliotecas virtuales, repositorios
académicos y cursos en línea permite ampliar horizontes de conocimiento más
allá de las limitaciones geográficas y económicas. Plataformas de libre acceso como Google Scholar, ResearchGate y bases
de datos universitarias constituyen recursos valiosos para fortalecer la
investigación y el aprendizaje autónomo.
El reto radica, por tanto, en enseñar a los estudiantes a
utilizar de manera estratégica y crítica estas herramientas digitales. La
universidad debe orientar a sus alumnos en el manejo ético y responsable de la
información, promoviendo prácticas de investigación rigurosas y evitando el
plagio académico. De esta manera, la era digital puede convertirse en aliada de
la formación integral si se cultiva una actitud crítica frente al océano
informativo.
CAPÍTULO VII. ESTRATEGIAS PARA FOMENTAR LA LECTURA
CRÍTICA Y EL ESTUDIO REFLEXIVO
7.1. Disciplina intelectual y hábitos de lectura
El primer paso para formar lectores críticos y
estudiantes reflexivos es cultivar la disciplina intelectual. La lectura y el
estudio no deben ser vistos como actividades esporádicas o como exigencias
externas, sino como prácticas constantes que estructuran la vida académica y
personal. Autores como Solé (2016) y Cassany (2006) subrayan la importancia de
establecer rutinas de lectura diaria, seleccionar materiales desafiantes y
dedicar tiempos específicos a la reflexión y la escritura.
En este marco, la disciplina no equivale a rigidez, sino a constancia. Leer quince minutos diarios con atención crítica puede resultar más formativo que leer apresuradamente un libro entero sin comprensión. La clave está en la calidad del proceso, no en la cantidad de páginas.
7.2. Metodologías didácticas innovadoras
La universidad, como espacio de formación, debe adoptar
metodologías que promuevan la lectura crítica y el estudio reflexivo. Entre las
estrategias más efectivas destacan:
Aprendizaje basado en problemas (ABP): permite que los
estudiantes investiguen y lean para resolver situaciones reales, favoreciendo
el análisis y la aplicación del conocimiento.
Círculos de lectura: espacios colectivos donde los
participantes comparten interpretaciones, debaten ideas y aprenden a argumentar
con respeto y fundamentos.
Proyectos interdisciplinarios: que obligan al estudiante
a leer distintas fuentes y a integrar saberes, fortaleciendo así la reflexión
crítica.
Estas metodologías desplazan el énfasis de la
memorización hacia la comprensión profunda, fomentando el diálogo y la construcción
colectiva del conocimiento
7.3. Lectura y escritura como procesos inseparables
La lectura crítica encuentra su complemento natural en la
escritura reflexiva. Escribir acerca de lo que se lee no solo permite fijar el
conocimiento, sino también interpretarlo, cuestionarlo y recrearlo. La
escritura académica —ensayos, informes, reseñas críticas— constituye un
ejercicio de síntesis y argumentación que consolida lo aprendido y facilita el
desarrollo del pensamiento crítico.
Según Carlino (2005), la lectura y la escritura deben concebirse como prácticas transversales a todas las disciplinas, y no como competencias restringidas a las asignaturas de humanidades. Incluso en áreas como la ingeniería, la medicina o la economía, los estudiantes necesitan leer críticamente y escribir con claridad para comunicar sus ideas y sostener debates fundamentados.
7.4. Rol de la familia, los docentes y el Estado
El fomento de la lectura crítica y el estudio reflexivo
requiere la articulación de distintos actores sociales:
La familia, como primera educadora, debe estimular la
curiosidad, el diálogo y el contacto temprano con los libros.
Los docentes, como guías y mediadores, necesitan diseñar
experiencias pedagógicas que motiven al estudiante a cuestionar, investigar y
reflexionar. El Estado, por su parte, tiene la obligación de garantizar
políticas públicas que promuevan el acceso a bibliotecas, programas de
alfabetización digital y formación docente continua.
Solo mediante este esfuerzo conjunto será posible
construir una cultura académica basada en la lectura crítica y el estudio
reflexivo, que prepare a los estudiantes no solo para aprobar exámenes, sino
para enfrentar los desafíos complejos de la vida contemporánea.
CONCLUSIÓN
El análisis realizado a lo largo de este ensayo permite
afirmar que el estudio y la lectura crítica son fundamentos esenciales de la
educación universitaria y, más aún, de la formación integral del ser humano.
Estudiar y leer bien no se reducen a prácticas mecánicas ni a la acumulación de
información; implican, por el contrario, un compromiso ético e intelectual con
el conocimiento, la verdad y la transformación social.
En el contexto del siglo XXI, marcado por el auge de la
digitalización y el exceso de información, la lectura crítica se vuelve
indispensable para evitar el analfabetismo funcional, enfrentar la manipulación
ideológica y construir ciudadanía democrática. Asimismo, el estudio
disciplinado y reflexivo fortalece la autonomía, la creatividad y la dignidad
de los estudiantes, habilitándolos para intervenir activamente en la vida
pública con responsabilidad ética.
La universidad, como institución social, no puede
limitarse a formar profesionales técnicos; debe garantizar la formación de
sujetos críticos, capaces de leer e interpretar el mundo. Esto exige superar el
modelo memorístico denunciado por Paulo Freire y promover metodologías activas
que integren la lectura, la escritura, la investigación y el diálogo. El reto
no es menor: sin una ciudadanía lectora y crítica, la democracia se debilita y
la sociedad corre el riesgo de caer en la superficialidad y en el conformismo.
En definitiva, estudiar y leer críticamente es apostar
por la libertad, la dignidad y la justicia social. De allí que este ensayo no
solo se plantee como una reflexión académica, sino también como un llamado
ético y político a transformar la educación en todos sus niveles.
REFLEXIÓN FINAL
Como educador con más de tres décadas de experiencia en
la universidad, sostengo que la verdadera misión de la docencia no es llenar
cabezas de datos, sino encender conciencias críticas. He visto a estudiantes
desanimados ante la lectura, temerosos de equivocarse, limitados por el modelo
memorístico. Pero también he sido testigo de transformaciones profundas cuando
logran descubrir en la lectura y en el estudio un camino hacia la libertad y la
realización personal.
Leer bien nos humaniza, nos vuelve más humildes y nos
permite comprender al otro. Estudiar con disciplina y sentido crítico nos da
herramientas para enfrentar las injusticias, superar la ignorancia y contribuir
a una sociedad más digna.
En palabras de Freire, “la lectura del mundo precede a la
lectura de la palabra”. Nuestra tarea como educadores y ciudadanos es,
precisamente, leer el mundo para transformarlo.
Este ensayo es, pues, una invitación a los estudiantes
universitarios a asumir el estudio y la lectura crítica no como un requisito
académico, sino como una práctica de vida, como un acto de libertad y de
dignidad que los acompañará más allá de las aulas.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
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y el Caribe. París: UNESCO.
15. UNESCO. (2023). Informe mundial sobre la lectura y la
alfabetización. París: UNESCO.
SAN SALVADOR12 DE SEPTIEMBRE DE 2025
NOTA: ESTE ENSYO HA SIDO MEJORADO Y AUMENTADO. SU TITULO ORIGINAL ERA: EL SIGNIFICADO
CORRECTO DE ESTUDIAR Y LEER BIEN. EL QUE LO QUIERA LEER EN SU VERSIÒN PASADA LO
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