viernes, 12 de septiembre de 2025

 

“LECTURA CRÍTICA Y ESTUDIO REFLEXIVO: PILARES DE LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA EN EL SIGLO XXI”

 POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

La educación universitaria, en su esencia más profunda, no puede reducirse a la mera transmisión de información ni a la repetición de contenidos previamente establecidos. Su misión central consiste en formar sujetos críticos, capaces de leer, interpretar, cuestionar y transformar la realidad social que los rodea.

En este sentido, el estudio y la lectura crítica se constituyen como fundamentos insustituibles para el desarrollo académico y humano de los estudiantes. El presente ensayo busca problematizar el significado de “estudiar” y “leer bien”, retomando aportes de la pedagogía crítica, de la sociología de la educación y de informes recientes sobre la comprensión lectora, para poner en evidencia tanto los desafíos como las posibilidades que enfrentan nuestras universidades en el siglo XXI.

Históricamente, la lectura ha sido entendida como una habilidad básica vinculada a la decodificación de signos escritos. Sin embargo, la experiencia educativa muestra que la decodificación mecánica no garantiza la comprensión, mucho menos la capacidad de razonar, analizar y generar pensamiento crítico. Diversos estudios internacionales —como los informes PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2022) y los reportes de la UNESCO (2023)— evidencian que gran parte de los estudiantes de educación media y superior en América Latina presentan serias dificultades para interpretar un texto más allá de su sentido literal.

Dichos hallazgos confirman lo que educadores como Paulo Freire (1997) denunciaron hace décadas: la escuela tradicional tiende a fomentar la memorización en lugar de estimular el razonamiento, lo cual produce un analfabetismo funcional que limita la participación ciudadana y la construcción de conocimiento autónomo.

El caso de El Salvador, y de muchos países latinoamericanos, ilustra con claridad esta problemática. Numerosos jóvenes logran culminar la educación secundaria e incluso acceder a la universidad sin haber adquirido hábitos sólidos de lectura crítica ni estrategias efectivas de estudio. Esta carencia impacta directamente en su desempeño académico: dificultades para comprender consignas de examen, para elaborar ensayos con argumentación propia, para contrastar fuentes y para vincular la teoría con la realidad social. El fenómeno trasciende lo estrictamente pedagógico y revela un trasfondo estructural: sistemas educativos que privilegian la promoción sobre el aprendizaje real, políticas públicas que no priorizan la formación lectora y un entorno mediático que bombardea a los jóvenes con información superficial y fragmentada.

Ante este panorama, se vuelve urgente replantear el significado de estudiar y leer bien en el marco de la educación universitaria. Estudiar no equivale a acumular horas frente a los libros ni a leer un número determinado de páginas en un semestre. Estudiar es, en palabras de Freire (2005), un “acto de conocimiento y de creación”, un proceso activo que implica confrontar el texto con la realidad, establecer diálogos con otros saberes y elaborar una postura propia frente a lo leído. Leer, por su parte, no se limita a comprender palabras, sino que supone descifrar contextos, identificar ideologías subyacentes, evaluar argumentos y resignificar el conocimiento a la luz de la experiencia vital del lector.

La universidad, como institución social y cultural, tiene la responsabilidad de garantizar que sus estudiantes desarrollen estas competencias. No obstante, la tarea no corresponde únicamente a las aulas universitarias: la familia como primera educadora, los centros escolares como espacios de formación inicial y el Estado como garante de políticas públicas inclusivas deben converger en la construcción de una ciudadanía lectora crítica. Solo así se logrará superar el círculo vicioso de la memorización acrítica, el conformismo intelectual y la falta de participación democrática.

Por tanto, la reflexión que aquí se presenta no pretende ser únicamente un ejercicio teórico, sino también un llamado ético y político. En un mundo saturado de información, donde las redes sociales y los medios digitales determinan la manera en que las personas se relacionan con el conocimiento, el estudio disciplinado y la lectura crítica emergen como herramientas de emancipación frente a la manipulación ideológica, la desinformación y el pensamiento superficial.

Como sostiene Cassany (2006), leer críticamente significa “traspasar las líneas del texto” para descubrir las voces, los silencios y las intenciones que lo atraviesan.

Este ensayo se estructura en varios apartados que permitirán analizar de forma progresiva los ejes centrales de la problemática. En el primer capítulo se examina el significado profundo de estudiar y leer bien, diferenciándolo de las prácticas memorísticas. Posteriormente, se abordará el fenómeno del analfabetismo funcional en el siglo XXI, sustentado en investigaciones internacionales y experiencias locales. El tercer apartado retoma los aportes de Paulo Freire y de la pedagogía crítica, mientras que el cuarto profundiza en el papel de la lectura en la construcción de ciudadanía y en el fortalecimiento de la democracia. El quinto capítulo analiza el estudio como práctica de libertad y dignidad humana, seguido de un apartado sobre los desafíos de la lectura en la era digital y los riesgos de la superficialidad informativa. Finalmente, se proponen estrategias concretas para fomentar la lectura crítica y el estudio reflexivo en la educación superior.

La introducción de este ensayo busca, por tanto, situar el debate en un horizonte más amplio: no se trata únicamente de mejorar técnicas de estudio ni de enseñar a “leer mejor” en términos mecánicos, sino de reivindicar la lectura y el estudio como prácticas transformadoras, como actos de libertad que nos permiten humanizarnos y construir sociedades más justas. En esta perspectiva, leer y estudiar bien no es solo un requisito académico, sino una exigencia ética y política para el siglo XXI.

CAPÍTULO I. EL SIGNIFICADO PROFUNDO DE ESTUDIAR Y LEER BIEN

1.1. Estudiar cómo proceso de formación integral

El verbo “estudiar” ha sido reducido con frecuencia a una práctica mecánica: asistir a clases, copiar apuntes, memorizar contenidos y, posteriormente, reproducirlos en un examen.

 Sin embargo, esta concepción restringida empobrece el verdadero sentido del estudio, que debe entenderse como un proceso integral de apropiación crítica del conocimiento. Estudiar implica analizar, comparar, cuestionar y resignificar los contenidos académicos, con el fin de construir una visión más amplia y profunda de la realidad.

En este sentido, el estudio no puede considerarse un acto pasivo. Por el contrario, exige una actitud activa, reflexiva y disciplinada. Según Freire (1997), “estudiar es un acto de creación” en el cual el estudiante no solo recibe información, sino que también participa en la producción del saber. Así, el estudio se convierte en un ejercicio de libertad intelectual que permite al individuo desarrollar autonomía y pensamiento crítico.

El estudiante universitario, al ingresar en una etapa superior de su formación, debe comprender que estudiar no se limita a obtener un título o a cumplir con requisitos curriculares.

Más bien, se trata de un compromiso ético con la verdad, con la sociedad y consigo mismo. Solo bajo esta perspectiva el estudio puede convertirse en motor de transformación personal y colectiva.

1.2. Leer bien: más allá de la decodificación de signos

La lectura, al igual que el estudio, ha sido frecuentemente entendida en términos reduccionistas. Se enseña a los alumnos a reconocer letras, palabras y frases, pero no siempre se les capacita para interpretar críticamente lo que leen. Esta visión limitada genera lectores que pueden “sonar” los textos, pero que carecen de la capacidad para extraer significados profundos, relacionar ideas y cuestionar los supuestos ideológicos que subyacen a los escritos.

Autores como Cassany (2006) insisten en que la lectura debe concebirse como un proceso interactivo entre el texto, el contexto y el lector. Leer bien supone establecer vínculos entre lo leído y la realidad concreta, confrontar distintas perspectivas y construir interpretaciones propias. En otras palabras, leer es dialogar con el texto y con el mundo.

La diferencia entre leer mecánicamente y leer críticamente se evidencia en la capacidad del lector para formular preguntas, detectar contradicciones, identificar intenciones del autor y reconocer la influencia del contexto social en el discurso. Por ello, leer bien no solo es un asunto académico, sino también un requisito para la vida democrática y para el ejercicio pleno de la ciudadanía.

1.3. Estudiar y leer como prácticas complementarias

Si bien estudiar y leer son prácticas distintas, resulta imposible desligarlas. Un estudio riguroso requiere de la lectura crítica, y la lectura, para ser significativa, necesita de un proceso de estudio que permita organizar, comprender y aplicar lo aprendido. La complementariedad entre ambas prácticas se traduce en la capacidad de los estudiantes para integrar conocimientos, reflexionar sobre ellos y proyectarlos hacia la transformación social.

Además, estudiar y leer bien implican una disposición ética. El estudiante que asume el estudio como una obligación externa probablemente no alcance a comprender la dimensión liberadora de estas prácticas. Por el contrario, aquel que se compromete con la lectura y el estudio como medios para conocer, crecer y servir a la sociedad logrará trascender los límites de la memorización y de la superficialidad.

En palabras de Daniel Pennac (1992), leer es una necesidad vital que nos distingue de la barbarie y que nos humaniza. Estudiar y leer bien, en consecuencia, no son simples requisitos académicos, sino fundamentos esenciales para el desarrollo integral del ser humano y para la consolidación de sociedades más justas y democráticas.

CAPÍTULO II. EL ANALFABETISMO FUNCIONAL EN EL SIGLO XXI

2.1. Definición y alcances del analfabetismo funcional

El analfabetismo funcional constituye una de las problemáticas más graves y persistentes de los sistemas educativos contemporáneos. A diferencia del analfabetismo absoluto —que implica la incapacidad de leer y escribir—, el analfabetismo funcional se refiere a la incapacidad de comprender, interpretar y aplicar de manera crítica la información contenida en un texto. En palabras de la UNESCO (2023), se trata de la situación de aquellas personas que, a pesar de haber recibido instrucción escolar básica, no logran utilizar la lectura y la escritura de manera eficaz en su vida cotidiana.

Este fenómeno afecta tanto a países en desarrollo como a naciones con sistemas educativos avanzados. Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2022), una proporción considerable de estudiantes que completan la educación media no alcanza los niveles mínimos de competencia lectora exigidos para desenvolverse en el mundo académico y laboral. Esto significa que, aunque técnicamente “saben leer”, no poseen las destrezas necesarias para analizar críticamente información, tomar decisiones fundamentadas o participar activamente en procesos democráticos.

En el contexto latinoamericano, el analfabetismo funcional se manifiesta con especial crudeza. A pesar de los avances en cobertura educativa, millones de jóvenes y adultos carecen de las habilidades lectoras y de estudio necesarias para integrarse plenamente a la vida social y productiva. El problema no radica únicamente en la escuela, sino también en factores estructurales como la desigualdad económica, la falta de acceso a recursos culturales y la precariedad de las políticas públicas de educación.

2.2. El caso de El Salvador y América Latina

El Salvador no es ajeno a esta realidad. Diversos estudios nacionales revelan que muchos estudiantes llegan a la universidad con dificultades serias de comprensión lectora. Esta situación se refleja en su bajo rendimiento académico, en la incapacidad de redactar textos coherentes y en la dificultad para relacionar los contenidos teóricos con la realidad social. De acuerdo con evaluaciones regionales como las pruebas del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE), un porcentaje significativo de estudiantes salvadoreños no logra superar los niveles básicos de comprensión lectora (UNESCO, 2021).

El problema se agrava cuando se considera el impacto de los medios digitales. El acceso masivo a internet, redes sociales y plataformas de comunicación no ha fortalecido la capacidad de lectura crítica, sino que en muchos casos ha fomentado el consumo de información fragmentada y superficial. Los jóvenes, acostumbrados a interactuar con mensajes breves y visuales, encuentran cada vez más difícil sostener procesos de lectura prolongados y complejos. Esto genera un círculo vicioso: cuanto menos se lee críticamente, más vulnerable se es a la manipulación ideológica y a la desinformación.

En el ámbito universitario, las consecuencias son evidentes. Profesores de distintas disciplinas coinciden en señalar que los estudiantes suelen mostrar resistencia a la lectura de textos largos y especializados, lo que limita su capacidad de análisis y de producción académica. Además, muchos carecen de hábitos de estudio sistemático, lo cual repercute en su bajo nivel de argumentación y en la tendencia a depender de fuentes poco confiables, como páginas de internet sin rigor científico.

2.3. Consecuencias del analfabetismo funcional

El analfabetismo funcional tiene efectos profundos no solo en la formación académica de los estudiantes, sino también en su desarrollo personal y en la vida democrática de los países. En el plano individual, limita la posibilidad de comprender instrucciones, de desenvolverse en ambientes laborales complejos y de acceder a mejores oportunidades de desarrollo. En el plano social, debilita la capacidad de los ciudadanos para participar en debates públicos, evaluar críticamente la información que reciben y tomar decisiones fundamentadas en procesos democráticos.

Más aún, el analfabetismo funcional perpetúa las desigualdades sociales. Aquellos que no logran superar esta barrera suelen quedar relegados a empleos precarios, con menores ingresos y menor capacidad de incidencia política. De este modo, el problema no solo es pedagógico, sino también estructural y político. Superarlo requiere una acción coordinada entre las instituciones educativas, el Estado, las familias y la sociedad en su conjunto.

CAPÍTULO III. PAULO FREIRE Y LA CRÍTICA AL MODELO MEMORÍSTICO

3.1. La pedagogía crítica frente a la educación bancaria

Paulo Freire (1997) formuló una de las críticas más influyentes a los sistemas tradicionales de enseñanza mediante su concepto de educación bancaria. Bajo este modelo, el profesor es concebido como el poseedor del conocimiento y el estudiante como un receptor pasivo que debe almacenar información sin cuestionarla. El acto de estudiar, en consecuencia, se reduce a acumular datos y reproducirlos en evaluaciones, lo cual inhibe la creatividad, el pensamiento crítico y la autonomía intelectual.

Freire argumentaba que este modelo no es neutral: responde a intereses de dominación, ya que forma sujetos obedientes y acríticos, incapaces de cuestionar las estructuras de poder que los rodean. En contraposición, el pedagogo brasileño proponía una educación problematizadora, en la que tanto docentes como estudiantes participen en un diálogo crítico, construyendo juntos el conocimiento y vinculándolo a la realidad social.

3.2. Estudiar como práctica crítica y liberadora

Desde la perspectiva freireana, estudiar no es un acto meramente mecánico, sino un ejercicio de libertad. Implica cuestionar los contenidos, relacionarlos con la experiencia cotidiana y elaborar interpretaciones propias. Como sostiene Freire (2005), “estudiar es un acto de conocimiento, es un acto creador”.

En este sentido, la lectura crítica se convierte en el eje central del proceso educativo, pues permite al estudiante descubrir significados ocultos, identificar ideologías implícitas y confrontar las narrativas dominantes.

La educación universitaria, en particular, debería ser un espacio privilegiado para el desarrollo de esta práctica crítica. No obstante, persisten metodologías centradas en la memorización, que privilegian la cantidad de contenidos sobre la calidad de la reflexión. Los estudiantes son evaluados más por su capacidad de recordar que por su habilidad de analizar y argumentar. Este enfoque genera frustración y desinterés, y contribuye al fenómeno del analfabetismo funcional ya descrito en el capítulo anterior.

3.3. Vigencia del pensamiento de Freire en el siglo XXI

Aunque las obras de Freire fueron escritas en el contexto de mediados del siglo XX, sus planteamientos mantienen plena vigencia en la actualidad. En la era digital, donde el exceso de información convive con la falta de análisis crítico, la pedagogía freireana resulta aún más necesaria. La lectura mecánica de textos ha sido reemplazada, en muchos casos, por el consumo acrítico de contenidos digitales, lo que produce una nueva forma de “educación bancaria” mediada por algoritmos y plataformas tecnológicas.

Aplicar el pensamiento de Freire hoy significa replantear la enseñanza universitaria como un proceso de diálogo constante. El profesor deja de ser la única fuente de conocimiento y se convierte en mediador, facilitador y guía. El estudiante, a su vez, asume un rol activo, cuestionando, investigando y construyendo colectivamente el saber. Solo así el acto de estudiar y leer trasciende la mera memorización para convertirse en una práctica liberadora y transformadora.

CAPÍTULO IV. LECTURA CRÍTICA COMO CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

4.1. La lectura y el ejercicio de la democracia

La lectura crítica no es únicamente una herramienta académica, sino también un requisito indispensable para la vida democrática. En sociedades donde los ciudadanos carecen de la capacidad para interpretar y cuestionar los discursos políticos, mediáticos y publicitarios, se facilita la manipulación ideológica y la reproducción de desigualdades sociales. Como advierte Nussbaum (2010), la democracia requiere individuos capaces de reflexionar, deliberar y disentir de manera razonada, y esas capacidades se fortalecen esencialmente a través de la lectura.

La ciudadanía activa no se construye únicamente en las urnas, sino en el día a día, en la manera en que las personas acceden a la información, contrastan fuentes y elaboran juicios críticos. Leer críticamente significa identificar sesgos, reconocer falacias, analizar intereses ocultos y, sobre todo, desarrollar la capacidad de decidir con autonomía. En este sentido, la lectura crítica es un acto de emancipación ciudadana.

4.2. La lectura frente a la infoxicación digital

El siglo XXI se caracteriza por un flujo incesante de información proveniente de medios de comunicación tradicionales y, sobre todo, de plataformas digitales y redes sociales. Esta abundancia de datos, que a primera vista parece una ventaja, se convierte en un problema cuando los individuos carecen de las competencias necesarias para discernir lo relevante de lo irrelevante, lo verdadero de lo falso, lo riguroso de lo manipulado. Cornella (2016) denomina a este fenómeno infoxicación, es decir, intoxicación por exceso de información.

Los jóvenes universitarios, inmersos en un ecosistema digital dominado por la inmediatez, se ven especialmente vulnerables. El hábito de consumir mensajes breves, fragmentados y descontextualizados ha debilitado la capacidad de lectura profunda y reflexiva. De ahí que, como señalan Patino (2019) y Lanier (2018), el reto no consiste únicamente en fomentar la lectura de libros, sino en enseñar a los estudiantes a desenvolverse críticamente en entornos digitales, desarrollando competencias de alfabetización mediática e informacional.

4.3. Lectura crítica y responsabilidad social

La lectura crítica, además de ser una herramienta para la autonomía individual, implica una responsabilidad social. Un estudiante universitario que lee y estudia críticamente no solo se forma a sí mismo, sino que también se convierte en un agente de cambio en su comunidad.

Al comprender mejor su entorno, está en condiciones de cuestionar injusticias, proponer alternativas y participar en la construcción de una sociedad más equitativa.

Como afirma Giroux (2011), la educación crítica tiene la tarea de formar “ciudadanos capaces de intervenir en la vida pública con conocimiento, juicio y responsabilidad ética”. En este sentido, leer y estudiar bien no es únicamente un requisito académico, sino un imperativo político y moral. Una universidad que descuida la formación de lectores críticos está condenando a sus egresados a ser profesionales técnicos, pero no ciudadanos plenos.

CAPÍTULO V. ESTUDIAR COMO PRÁCTICA DE LIBERTAD Y DIGNIDAD HUMANA

5.1. El estudio como acto de emancipación

El estudio, concebido desde una perspectiva crítica, no puede desligarse de la noción de libertad. Cuando el estudiante se aproxima al conocimiento de manera reflexiva y consciente, rompe las cadenas de la ignorancia y del pensamiento impuesto. Paulo Freire (2005) sostenía que “nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión”, lo que significa que el aprendizaje es un proceso de liberación colectiva. Estudiar, en consecuencia, es emanciparse de la dependencia intelectual y asumir un papel activo en la transformación de la sociedad.

El estudiante universitario que estudia críticamente no se limita a repetir lo dicho por otros, sino que elabora su propia visión del mundo.

Este ejercicio de autonomía intelectual constituye un acto de libertad en tanto permite al sujeto tomar decisiones informadas, disentir con argumentos y construir alternativas. La universidad, por ende, no debe formar solo profesionales competentes, sino también ciudadanos libres y responsables, capaces de contribuir al bien común.

5.2. La dignidad humana en el acto de leer y estudiar

La dignidad humana se fortalece cuando el ser humano se reconoce como sujeto pensante y crítico. Leer y estudiar bien, más allá de una obligación académica, es un derecho ligado a la dignidad. Quien tiene acceso a una formación que estimula la reflexión crítica adquiere la capacidad de ejercer su libertad de pensamiento, condición indispensable para la plena realización personal.

En este punto es necesario subrayar que la lectura crítica no solo permite comprender la realidad, sino también cuestionar las estructuras que niegan la dignidad. Un estudiante que lee críticamente detecta los discursos discriminatorios, los mecanismos de opresión y las narrativas que justifican la exclusión social. Así, el estudio se convierte en un instrumento de resistencia y de reivindicación de la dignidad.

5.3. Educación superior y compromiso ético

La universidad tiene la misión de garantizar que sus egresados no sean únicamente expertos en un área técnica, sino también profesionales éticamente comprometidos con su sociedad.

Esto implica formar lectores críticos que comprendan la dimensión humana del conocimiento. Como señala Nussbaum (2010), la educación superior debe cultivar las “capacidades del alma” que permiten a los individuos ejercer su humanidad en toda su plenitud.

En un país como El Salvador, marcado por desigualdades históricas y desafíos sociales profundos, el compromiso ético de la universidad se vuelve aún más urgente. Promover el estudio y la lectura crítica es apostar por una ciudadanía más digna, libre y consciente, capaz de enfrentar la corrupción, la violencia y la exclusión con herramientas intelectuales y éticas.

CAPÍTULO VI. DESAFÍOS ACTUALES EN LA ERA DIGITAL

6.1. La superficialidad informativa

La revolución digital ha transformado radicalmente la manera en que los individuos acceden al conocimiento. Nunca antes en la historia de la humanidad había existido tal abundancia de información al alcance de un clic. Sin embargo, esta sobreoferta no garantiza una mejor comprensión de la realidad. Por el contrario, numerosos estudios (OCDE, 2022; UNESCO, 2023) advierten que la exposición constante a contenidos fragmentados, breves y visuales fomenta una lectura superficial, caracterizada por la inmediatez y la falta de profundidad.

Los estudiantes universitarios, especialmente las nuevas generaciones, se encuentran cada vez más habituados a interactuar con mensajes de 280 caracteres, videos de pocos segundos y publicaciones cargadas de estímulos visuales. Este consumo intensivo de información rápida debilita la capacidad de concentración y dificulta la lectura de textos complejos. En consecuencia, el desafío de la universidad consiste en recuperar el valor de la lectura prolongada y reflexiva en un entorno cultural dominado por la velocidad.

6.2. La manipulación algorítmica y la desinformación

Un segundo desafío lo constituyen los algoritmos que rigen las plataformas digitales. Estos no solo seleccionan qué información mostrar al usuario, sino que además refuerzan sesgos cognitivos al priorizar contenidos afines a sus preferencias. Este fenómeno, denominado burbuja de filtros por Pariser (2011), limita la exposición a perspectivas diversas y genera cámaras de eco que consolidan opiniones sin confrontación crítica.

La manipulación algorítmica se combina con la proliferación de noticias falsas (fake news), lo cual representa una amenaza para la democracia y la vida pública. Ante esta situación, la lectura crítica adquiere un papel decisivo: los estudiantes universitarios deben aprender a contrastar fuentes, verificar datos y evaluar la confiabilidad de la información que circula en internet. La alfabetización mediática e informacional, en este sentido, se convierte en una competencia tan necesaria como la capacidad de leer un texto literario o científico.

6.3. Oportunidades de la era digital

No obstante, la era digital también ofrece oportunidades inéditas para el estudio y la lectura crítica.

El acceso a bibliotecas virtuales, repositorios académicos y cursos en línea permite ampliar horizontes de conocimiento más allá de las limitaciones geográficas y económicas. Plataformas de libre acceso como Google Scholar, ResearchGate y bases de datos universitarias constituyen recursos valiosos para fortalecer la investigación y el aprendizaje autónomo.

El reto radica, por tanto, en enseñar a los estudiantes a utilizar de manera estratégica y crítica estas herramientas digitales. La universidad debe orientar a sus alumnos en el manejo ético y responsable de la información, promoviendo prácticas de investigación rigurosas y evitando el plagio académico. De esta manera, la era digital puede convertirse en aliada de la formación integral si se cultiva una actitud crítica frente al océano informativo.

CAPÍTULO VII. ESTRATEGIAS PARA FOMENTAR LA LECTURA CRÍTICA Y EL ESTUDIO REFLEXIVO

7.1. Disciplina intelectual y hábitos de lectura

El primer paso para formar lectores críticos y estudiantes reflexivos es cultivar la disciplina intelectual. La lectura y el estudio no deben ser vistos como actividades esporádicas o como exigencias externas, sino como prácticas constantes que estructuran la vida académica y personal. Autores como Solé (2016) y Cassany (2006) subrayan la importancia de establecer rutinas de lectura diaria, seleccionar materiales desafiantes y dedicar tiempos específicos a la reflexión y la escritura.

En este marco, la disciplina no equivale a rigidez, sino a constancia. Leer quince minutos diarios con atención crítica puede resultar más formativo que leer apresuradamente un libro entero sin comprensión. La clave está en la calidad del proceso, no en la cantidad de páginas.

7.2. Metodologías didácticas innovadoras

La universidad, como espacio de formación, debe adoptar metodologías que promuevan la lectura crítica y el estudio reflexivo. Entre las estrategias más efectivas destacan:

Aprendizaje basado en problemas (ABP): permite que los estudiantes investiguen y lean para resolver situaciones reales, favoreciendo el análisis y la aplicación del conocimiento.

Círculos de lectura: espacios colectivos donde los participantes comparten interpretaciones, debaten ideas y aprenden a argumentar con respeto y fundamentos.

Proyectos interdisciplinarios: que obligan al estudiante a leer distintas fuentes y a integrar saberes, fortaleciendo así la reflexión crítica.

Estas metodologías desplazan el énfasis de la memorización hacia la comprensión profunda, fomentando el diálogo y la construcción colectiva del conocimiento

7.3. Lectura y escritura como procesos inseparables

La lectura crítica encuentra su complemento natural en la escritura reflexiva. Escribir acerca de lo que se lee no solo permite fijar el conocimiento, sino también interpretarlo, cuestionarlo y recrearlo. La escritura académica —ensayos, informes, reseñas críticas— constituye un ejercicio de síntesis y argumentación que consolida lo aprendido y facilita el desarrollo del pensamiento crítico.

Según Carlino (2005), la lectura y la escritura deben concebirse como prácticas transversales a todas las disciplinas, y no como competencias restringidas a las asignaturas de humanidades. Incluso en áreas como la ingeniería, la medicina o la economía, los estudiantes necesitan leer críticamente y escribir con claridad para comunicar sus ideas y sostener debates fundamentados.

7.4. Rol de la familia, los docentes y el Estado

El fomento de la lectura crítica y el estudio reflexivo requiere la articulación de distintos actores sociales:

La familia, como primera educadora, debe estimular la curiosidad, el diálogo y el contacto temprano con los libros.

Los docentes, como guías y mediadores, necesitan diseñar experiencias pedagógicas que motiven al estudiante a cuestionar, investigar y reflexionar. El Estado, por su parte, tiene la obligación de garantizar políticas públicas que promuevan el acceso a bibliotecas, programas de alfabetización digital y formación docente continua.

Solo mediante este esfuerzo conjunto será posible construir una cultura académica basada en la lectura crítica y el estudio reflexivo, que prepare a los estudiantes no solo para aprobar exámenes, sino para enfrentar los desafíos complejos de la vida contemporánea.

CONCLUSIÓN

El análisis realizado a lo largo de este ensayo permite afirmar que el estudio y la lectura crítica son fundamentos esenciales de la educación universitaria y, más aún, de la formación integral del ser humano. Estudiar y leer bien no se reducen a prácticas mecánicas ni a la acumulación de información; implican, por el contrario, un compromiso ético e intelectual con el conocimiento, la verdad y la transformación social.

En el contexto del siglo XXI, marcado por el auge de la digitalización y el exceso de información, la lectura crítica se vuelve indispensable para evitar el analfabetismo funcional, enfrentar la manipulación ideológica y construir ciudadanía democrática. Asimismo, el estudio disciplinado y reflexivo fortalece la autonomía, la creatividad y la dignidad de los estudiantes, habilitándolos para intervenir activamente en la vida pública con responsabilidad ética.

La universidad, como institución social, no puede limitarse a formar profesionales técnicos; debe garantizar la formación de sujetos críticos, capaces de leer e interpretar el mundo. Esto exige superar el modelo memorístico denunciado por Paulo Freire y promover metodologías activas que integren la lectura, la escritura, la investigación y el diálogo. El reto no es menor: sin una ciudadanía lectora y crítica, la democracia se debilita y la sociedad corre el riesgo de caer en la superficialidad y en el conformismo.

En definitiva, estudiar y leer críticamente es apostar por la libertad, la dignidad y la justicia social. De allí que este ensayo no solo se plantee como una reflexión académica, sino también como un llamado ético y político a transformar la educación en todos sus niveles.

REFLEXIÓN FINAL

Como educador con más de tres décadas de experiencia en la universidad, sostengo que la verdadera misión de la docencia no es llenar cabezas de datos, sino encender conciencias críticas. He visto a estudiantes desanimados ante la lectura, temerosos de equivocarse, limitados por el modelo memorístico. Pero también he sido testigo de transformaciones profundas cuando logran descubrir en la lectura y en el estudio un camino hacia la libertad y la realización personal.

Leer bien nos humaniza, nos vuelve más humildes y nos permite comprender al otro. Estudiar con disciplina y sentido crítico nos da herramientas para enfrentar las injusticias, superar la ignorancia y contribuir a una sociedad más digna.

En palabras de Freire, “la lectura del mundo precede a la lectura de la palabra”. Nuestra tarea como educadores y ciudadanos es, precisamente, leer el mundo para transformarlo.

Este ensayo es, pues, una invitación a los estudiantes universitarios a asumir el estudio y la lectura crítica no como un requisito académico, sino como una práctica de vida, como un acto de libertad y de dignidad que los acompañará más allá de las aulas.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

1.      Carlino, P. (2005). Escribir, leer y aprender en la universidad: Una introducción a la alfabetización académica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

2.      Cassany, D. (2006). Tras las líneas: Sobre la lectura contemporánea. Barcelona: Anagrama.

3.      Cornella, A. (2016). Infoxicación: buscando un orden en la infoesfera. Barcelona: Infonomía.

4.      Freire, P. (1997). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI Editores.

5.      Freire, P. (2005). Pedagogía de la autonomía: Saberes necesarios para la práctica educativa. México: Siglo XXI Editores.

6.      Giroux, H. (2011). On Critical Pedagogy. Nueva York: Bloomsbury.

7.      Lanier, J. (2018). Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato. Barcelona: Debate.

8.      Nussbaum, M. (2010). Sin fines de lucro: Por qué la democracia necesita de las humanidades. Buenos Aires: Katz Editores.

9.      OCDE. (2022). Resultados PISA 2022. París: OECD Publishing.

10. Pariser, E. (2011). The Filter Bubble: How the New Personalized Web Is Changing What We Read and How We Think. Nueva York: Penguin Press.

11. Patino, B. (2019). La civilización de la memoria de pez. Barcelona: Alianza Editorial.

12. Pennac, D. (1992). Como una novela. Barcelona: Anagrama.

13. Solé, I. (2016). Estrategias de lectura. Barcelona: Graó.

14. UNESCO. (2021). El estado de la lectura en América Latina y el Caribe. París: UNESCO.

15. UNESCO. (2023). Informe mundial sobre la lectura y la alfabetización. París: UNESCO.

 

SAN SALVADOR12 DE SEPTIEMBRE DE 2025

NOTA: ESTE ENSYO HA SIDO MEJORADO Y AUMENTADO.  SU TITULO ORIGINAL ERA: EL SIGNIFICADO CORRECTO DE ESTUDIAR Y LEER BIEN. EL QUE LO QUIERA LEER EN SU VERSIÒN PASADA LO PUEDE ENCONTRAR EN MI BLOG. https://www.CUADERNOSDECIENCIA BOLOG POT.COM.

 

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