lunes, 8 de septiembre de 2025

 

“LA CRISIS DE LIDERAZGO OPOSITOR Y LA ILUSIÓN DE CLAUDIA ORTIZ”

POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

Aunque pueda sonar repetitivo afirmar que la oposición salvadoreña atraviesa una profunda crisis de liderazgo, este señalamiento no deja de ser cada vez más evidente y preocupante. En la historia reciente del país, la oposición debería ser un contrapeso sólido al poder político, un espacio de crítica constructiva y un motor para la elaboración de proyectos alternativos de nación.

Sin embargo, lo que hoy tenemos es un escenario de decadencia, en el que los antiguos partidos dominantes —ARENA y FMLN— han quedado reducidos a caricaturas de lo que alguna vez representaron. Ambos fueron castigados por el voto popular no solo por sus errores políticos, sino por la corrupción sistemática, el clientelismo y la incapacidad de generar bienestar real para la población durante sus gestiones (Martínez, 2021).

En este vacío de referentes políticos, algunos sectores han intentado crear la ilusión de un nuevo liderazgo. De allí surge la figura de Claudia Ortiz, a quien, con varios años de anticipación, se pretende posicionar como una alternativa viable para las elecciones presidenciales de 2027. Sin embargo, más allá del discurso superficial de “renovación política”, su perfil evidencia limitaciones serias en preparación, carácter, liderazgo y conexión con el pueblo.

La política no se resuelve con improvisación ni con apuestas mediáticas, sino con la capacidad de encarnar un proyecto de nación que dialogue con las demandas de la gente (López, 2022).

Este comentario crítico busca analizar, en diez apartados, cómo la crisis de liderazgo de la oposición salvadoreña se refleja en la figura de Claudia Ortiz. La crítica no se enfoca únicamente en la persona, sino en el fenómeno político que revela: un vacío de ideas, una falta de cuadros preparados y un alejamiento de la oposición respecto a la realidad social del país. El texto busca no solo describir esta situación, sino también reflexionar sobre sus implicaciones para la democracia y para el futuro político de El Salvador.

1. LA OPOSICIÓN SIN RUMBO

La oposición en El Salvador carece de norte. Sus discursos están fragmentados, sus propuestas son débiles y su capacidad de articulación política es prácticamente nula. Los partidos que dominaron el país durante tres décadas han quedado reducidos a pequeñas facciones con nula incidencia social. La pérdida de credibilidad se traduce en bajos niveles de aprobación, en derrotas electorales contundentes y en la ausencia de liderazgos con legitimidad social (Ramírez, 2020).

Lo más preocupante es que, lejos de hacer un examen serio de sus errores históricos, los voceros de la oposición se han limitado a repetir consignas vacías, centradas únicamente en criticar al gobierno actual sin ofrecer alternativas viables.

En lugar de construir un proyecto inclusivo y renovador, apuestan por la improvisación y el oportunismo político, lo que los condena a seguir siendo irrelevantes en el escenario nacional.

2. EL INTENTO DE FABRICAR LIDERAZGOS

La promoción de Claudia Ortiz responde más a una estrategia de mercadeo político que a una trayectoria de lucha o de servicio público. En contextos de debilidad institucional, los partidos opositores intentan “fabricar” liderazgos, apostando por rostros nuevos que puedan ser presentados como alternativas frescas. Sin embargo, la frescura no es garantía de capacidad. Como lo explica Bobbio (1996), la política no puede reducirse a imágenes superficiales; requiere pensamiento, consistencia y compromiso.

El caso de Ortiz es paradigmático: se intenta vender la idea de que representa una nueva generación de políticos, pero sus intervenciones en la Asamblea Legislativa y sus posturas públicas evidencian una falta de profundidad. La política, entendida como conducción del Estado, exige mucho más que discursos cuidadosamente ensayados para la televisión o redes sociales.

3. LA FALTA DE CREDENCIALES DE ESTADISTA

El concepto de estadista implica visión estratégica, liderazgo firme y capacidad de colocar el interés general por encima de los intereses personales o partidarios. Al analizar la trayectoria de Ortiz, no se encuentra ni experiencia ejecutiva, ni aportes significativos al debate de políticas públicas, ni capacidad demostrada de conducción.

En países con realidades complejas como El Salvador, el estadista no surge de la improvisación, sino del trabajo constante, de la formación sólida y de la legitimidad social. Ortiz carece de estos atributos. Pretender presentarla como alternativa presidencial no solo es irresponsable, sino que constituye una burla hacia la ciudadanía que aspira a líderes con verdadera visión de nación.

4. CARÁCTER Y LIDERAZGO

El carácter de un líder se pone a prueba en momentos de crisis, en la capacidad de tomar decisiones difíciles y sostener posiciones firmes ante presiones internas y externas. Ortiz ha mostrado un estilo político débil, más preocupado por la aceptación de ciertos sectores elitistas que por la defensa de principios claros.

En múltiples ocasiones, su discurso se ha centrado en frases genéricas, evitando comprometerse con propuestas concretas o con posiciones firmes frente a los grandes problemas nacionales: seguridad, economía, educación y salud. Esto revela una carencia de liderazgo real, entendido no como simple visibilidad mediática, sino como la capacidad de inspirar confianza y movilizar voluntades colectivas (Gómez, 2021).

5. COCIENTE INTELECTUAL Y PREPARACIÓN

El ejercicio de la presidencia de un país requiere una preparación intelectual y técnica de alto nivel. No se trata solo de títulos académicos, sino de la capacidad de analizar contextos complejos, generar soluciones innovadoras y dialogar con diversos sectores de la sociedad.

En el caso de Ortiz, su desempeño legislativo ha demostrado limitaciones en la elaboración de propuestas sólidas y en la comprensión integral de los problemas nacionales.

Un verdadero liderazgo exige formación continua, cultura política y visión histórica. Sin estas bases, cualquier candidatura se convierte en un ejercicio vacío de retórica. El Salvador no necesita líderes improvisados, sino personas capaces de pensar estratégicamente y de implementar soluciones estructurales.

6. EMPATÍA Y CONEXIÓN CON EL PUEBLO

Uno de los elementos más determinantes para un liderazgo político es la empatía con las mayorías populares. Ortiz, sin embargo, refleja un estilo distante, más vinculado a las élites urbanas que a las comunidades rurales o a los sectores históricamente marginados. Su falta de contacto con el pueblo impide generar legitimidad real.

En un país con altos niveles de pobreza y desigualdad, los liderazgos se construyen desde la cercanía con la gente, escuchando sus problemas y acompañando sus luchas. Ortiz no ha demostrado esa conexión. Al contrario, su discurso tiende a la abstracción, desconectado de las necesidades inmediatas de la población.

7. EL RIDÍCULO ELECTORAL ANTICIPADO

De persistir en su aspiración presidencial, Ortiz corre el riesgo de protagonizar un ridículo electoral anunciado.

La experiencia de elecciones anteriores demuestra que figuras sin peso político real terminan obteniendo porcentajes marginales, incapaces de disputar seriamente el poder.

El problema no radica únicamente en los resultados, sino en el daño que se hace a la oposición en su conjunto: al apostar por candidaturas débiles, se profundiza la percepción ciudadana de que la oposición no tiene nada serio que ofrecer. Esto consolida aún más la hegemonía del partido gobernante, debilitando la pluralidad política.

8. LA INSTRUMENTALIZACIÓN DE LA DIÁSPORA

La oposición ha intentado usar a la diáspora salvadoreña como plataforma de apoyo político. Sin embargo, este sector de la población tiene una memoria histórica muy clara: fueron precisamente ARENA y el FMLN los que, durante tres décadas, abandonaron a los migrantes y no les brindaron derechos políticos plenos.

Intentar seducir a la diáspora con discursos vacíos o con shows mediáticos es un error estratégico. Estos connacionales demandan seriedad, respeto y propuestas concretas que reconozcan su aporte económico y social al país. En este sentido, Ortiz no ha logrado generar conexión con este sector fundamental de la nación.

9. EFECTOS SOBRE LA DEMOCRACIA

La falta de liderazgos serios en la oposición tiene efectos negativos en la democracia salvadoreña.

Una democracia saludable requiere contrapesos responsables, que cuestionen con argumentos, que propongan alternativas y que fiscalicen de manera constructiva. Cuando la oposición se limita a candidaturas improvisadas, la democracia se degrada.

Como señala Dahl (1999), la pluralidad política es indispensable para el fortalecimiento democrático. Sin embargo, esa pluralidad no puede construirse con liderazgos artificiales, sino con proyectos auténticos y con líderes comprometidos con el bien común.

10. LA NECESIDAD DE UNA VERDADERA ALTERNATIVA

El Salvador necesita urgentemente una oposición renovada, pero esa renovación no pasa por el simple relevo de rostros. Requiere construir un proyecto serio, con visión de largo plazo, que articule a diversos sectores sociales y que devuelva a la política su dimensión ética y de servicio.

La historia reciente del país demuestra que los pueblos terminan castigando la mediocridad política. La construcción de una verdadera alternativa implica honestidad, capacidad técnica, carácter firme y empatía social. Seguir apostando por figuras improvisadas solo conducirá a prolongar la crisis de liderazgo y a profundizar la irrelevancia opositora.

CONCLUSIÓN

La crisis de la oposición salvadoreña se refleja con claridad en la promoción anticipada de Claudia Ortiz como candidata presidencial para 2027. Su falta de credenciales de estadista, su débil conexión con la población, su escasa preparación y su estilo distante evidencian no solo sus propias limitaciones, sino el vacío estructural de liderazgos en los partidos opositores.

Persistir en esta estrategia equivale a condenar a la oposición al ridículo y a consolidar su irrelevancia histórica. Más que rostros nuevos, el país necesita proyectos de nación auténticos y líderes capaces de responder con seriedad a los desafíos de nuestro tiempo.

REFLEXIÓN FINAL

La política no es un espectáculo ni un juego de imagen; es la conducción del destino de los pueblos. El Salvador merece liderazgos auténticos, con visión, carácter y compromiso real con la gente. La oposición debe entender que no se trata de lanzar candidaturas vacías, sino de asumir con responsabilidad el reto de construir una alternativa ética y viable.

Como recuerda Max Weber (1992), la política debe ejercerse desde la ética de la responsabilidad, no desde la improvisación ni desde la búsqueda personal de poder. La figura de Claudia Ortiz, lejos de representar una renovación, simboliza la decadencia de una oposición que no logra superar su propia crisis.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.

1.      Bobbio, N. (1996). La teoría de la política. Fondo de Cultura Económica.

2.      Dahl, R. (1999). La democracia y sus críticos. Paidós.

3.      Gómez, R. (2021). Desafíos de la democracia en Centroamérica. Editorial UCA.

4.      López, J. (2022). Liderazgos políticos en crisis. San Salvador: FLACSO.

5.      Martínez, C. (2021). El ocaso de los partidos tradicionales en El Salvador. Revista Centroamericana de Ciencias Sociales, 18(2), 45-67.

6.      Ramírez, L. (2020). El Salvador: la oposición huérfana. San Salvador: Editorial Universidad.

7.      Weber, M. (1992). El político y el científico. Alianza Editorial.

 

 

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SAN SALVADOR, 8 DE SEPTIEMBRE DE 2025

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