ENSAYO: ¿HEMOS
EVOLUCIONADO O RETROCEDIDO? EL DILEMA ÉTICO DE NUESTRA ESPECIE.
POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
La historia de la humanidad está marcada por un doble
proceso: por un lado, el avance innegable en las ciencias naturales, la biología,
la medicina y la tecnología; por otro, un estancamiento —cuando no retroceso—
en los ámbitos éticos, sociales, morales y culturales. La evolución biológica
del Homo sapiens, demostrada por la anatomía comparada, la embriología y la
genética, constituye un hecho científicamente irrefutable (Darwin, 1859/2009;
Mayr, 2001). Sin embargo, cuando miramos el plano social, surge la pregunta
crucial: ¿hemos evolucionado de igual manera como comunidad humana?
Hoy disponemos de tecnologías que hace apenas un siglo
parecían imposibles: el hombre ha viajado a la luna, la medicina ha derrotado
enfermedades que antes diezmaban poblaciones enteras, el internet ha conectado
el mundo en tiempo real y la inteligencia artificial promete transformar
radicalmente nuestra vida (Harari, 2016). Pero, pese a todo este esplendor
científico y técnico, millones de seres humanos siguen muriendo de hambre,
niños continúan descalzos, familias sobreviven en tugurios y la riqueza del
mundo se concentra cada vez más en pocas manos.
Frente a este contraste, el presente ensayo analiza
críticamente la tensión entre la evolución biológica y tecnológica del ser
humano y su escaso avance en los ámbitos ético, moral y social. Nos
preguntaremos: ¿hemos evolucionado como especie en nuestra conciencia social y
moral? ¿O seguimos atrapados en el primitivismo de la violencia, el egoísmo y
la desigualdad?
1. LA EVOLUCIÓN BIOLÓGICA: UN HECHO INNEGABLE
Las ciencias naturales nos han mostrado que el ser humano
es fruto de un largo proceso de transformación. Desde los primeros homínidos
hasta el Homo sapiens, la evolución ha dejado huellas claras en la anatomía, la
genética y el comportamiento (Futuyma & Kirkpatrick, 2017). La biología
confirma que seguimos en constante evolución, aunque ahora con menor ritmo
visible debido a factores culturales y tecnológicos.
La medicina moderna ha prolongado la esperanza de vida:
en 1900, la expectativa promedio en América Latina rondaba los 50 años; hoy
supera los 75 en la mayoría de países (ONU, 2022). Esto muestra un progreso
incuestionable en términos de adaptación biológica y control de enfermedades.
Sin embargo, este avance no garantiza, por sí mismo, una humanidad más justa ni
más solidaria.
2. EL ESPLENDOR TECNOLÓGICO Y SUS CONTRADICCIONES
El siglo XX y lo que va del XXI representan una
revolución tecnológica sin precedentes. Logramos conquistar el espacio,
secuenciar el genoma humano, conectar al planeta a través del internet y ahora
presenciamos el auge de la inteligencia artificial (Russell & Norvig, 2021).
Todo ello apunta a un progreso material y cognitivo impresionante.
No obstante, este esplendor tecnológico convive con una
realidad inaceptable: más de 2,300 millones de personas en el mundo no tienen
acceso a una alimentación adecuada (FAO, 2023). Paradójicamente, cada año se
desperdician más de 1,000 millones de toneladas de alimentos, suficientes para
erradicar el hambre (FAO, 2023). Es decir, producimos suficiente para todos,
pero la distribución injusta nos condena a la vergüenza de la miseria.
3. EL ESTANCAMIENTO SOCIAL Y MORAL
Mientras la ciencia avanza, la ética y la moral parecen
haber quedado rezagadas. El siglo XX fue escenario de dos guerras mundiales,
genocidios como el del Holocausto, bombas atómicas y dictaduras brutales. El
siglo XXI, lejos de superar estas heridas, continúa con guerras en Ucrania,
Medio Oriente y África; millones de refugiados; y un sistema económico que
privilegia la acumulación de capital sobre la dignidad humana (Sen, 1999).
Mientras las grandes potencias invierten billonadas de
dólares en armamento, defensa y conflictos bélicos, la miseria, el hambre y la
marginalidad siguen en aumento. De acuerdo con el Instituto Internacional de
Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, 2023), el gasto militar mundial
superó los 2.4 billones de dólares en 2022, una cifra escandalosa frente a los
apenas 40,000 millones anuales que la ONU estima serían suficientes para
erradicar el hambre en el planeta. Esta contradicción desnuda el profundo
retraso moral de nuestra especie: somos capaces de financiar la destrucción,
pero incapaces de garantizar la vida.
El filósofo Zygmunt Bauman (2007) hablaba de una
“modernidad líquida”, donde todo se vuelve efímero: las relaciones humanas, los
valores, incluso la solidaridad. Este vacío ético explica por qué, a pesar de
nuestros avances, seguimos matándonos unos a otros, discriminando al diferente
y destruyendo la naturaleza que nos sostiene.
4. DESIGUALDAD
EXTREMA: EL TALÓN DE AQUILES DE LA HUMANIDAD
Uno de los indicadores más evidentes del fracaso moral humano
es la desigualdad económica. Según Oxfam (2024), el 1 % más rico del planeta
posee más riqueza que el 99 % restante. Mientras tanto, millones viven en
favelas, cinturones de miseria o bajo techos de cartón. La paradoja es brutal:
mientras algunos caminan sobre alfombras de oro en mansiones inabarcables,
otros mueren porque no pueden comprar una aspirina.
Esta obscena concentración de riqueza se vuelve aún más
repulsiva cuando se observa que la industria militar se alimenta de estos
mismos privilegios. Un puñado de corporaciones —como Lockheed Martin, Boeing,
Raytheon y Northrop Grumman— acumulan ganancias multimillonarias gracias a la
venta de armas, mientras en los cinturones de miseria millones de personas no
tienen acceso a un par de zapatos o a un techo digno. El hambre y la
marginalidad no disminuyen, sino que se expanden en paralelo con el negocio de
la guerra.
5. EDUCACIÓN Y CULTURA: PROGRESO A MEDIAS
Si bien la alfabetización mundial ha mejorado (UNESCO,
2023), la educación no siempre genera ciudadanos críticos y éticos. Muchas
veces está diseñada para reproducir sistemas de dominación y consumo (Freire,
1970). La cultura, por su parte, se ve absorbida por la industria del
entretenimiento superficial, lo que debilita los procesos de reflexión y compromiso
social.
¿De qué sirve la alfabetización si no se traduce en
conciencia crítica? ¿De qué sirve acceder a internet si la información es usada
para manipular y polarizar? La evolución cultural, por tanto, permanece
atrapada en una contradicción: avances técnicos con un profundo vacío humano.
6. VIOLENCIA Y PRIMITIVISMO EN PLENO SIGLO XXI
La violencia es otra prueba del estancamiento moral.
Según la ONU (2023), cada año más de 400,000 personas son asesinadas en el
mundo. Guerras, feminicidios, violencia doméstica y crímenes organizados
muestran que seguimos arrastrando instintos primitivos de dominación y
destrucción.
No hemos logrado domesticar nuestra agresividad con la misma eficacia con que domesticamos la energía nuclear. En este sentido, seguimos siendo bárbaros con tecnología de punta.
7. LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL: ¿UN FUTURO DE ESPERANZA O
AMENAZA?
La irrupción de la inteligencia artificial abre un
dilema: puede ser herramienta de liberación o de dominación. Si se usa para
mejorar la medicina, democratizar el conocimiento y optimizar la distribución
de recursos, podría ayudarnos a superar desigualdades históricas (Tegmark,
2017). Pero si queda en manos de élites económicas y militares, solo aumentará
la brecha social y el control sobre las masas.
La pregunta crucial es: ¿tenemos la madurez ética y moral
para manejar una herramienta tan poderosa? Hasta ahora, la historia sugiere que
no.
CONCLUSIÓN
El ser humano ha evolucionado biológica y
tecnológicamente, pero no ha avanzado al mismo ritmo en lo social, ético y moral.
Seguimos atrapados en desigualdades vergonzosas, violencia absurda y un egoísmo
que niega nuestra humanidad. Somos capaces de llegar a la luna, pero incapaces
de garantizar pan y dignidad a cada niño en la Tierra.
Somos capaces de gastar billonadas en guerras que
destruyen países enteros, pero incapaces de invertir en paz y justicia social.
Ese es el mayor fracaso moral de nuestra especie: convertir la muerte en
negocio mientras la vida se muere de hambre.
La verdadera revolución pendiente no está en los
laboratorios, sino en nuestra conciencia. El desafío es claro: o aprendemos a
vivir como una comunidad solidaria, o nuestras conquistas científicas serán
inútiles frente al colapso social y ambiental que hemos creado.
REFLEXIÓN FINAL
La pregunta inicial persiste: ¿hemos evolucionado como
humanidad? La respuesta, aunque dolorosa, es que no lo suficiente. El reto del
siglo XXI es lograr que la inteligencia y la ciencia estén al servicio de la
vida, no del mercado ni de la guerra.
El día que la humanidad garantice alimento, educación,
vivienda y dignidad para todos, podremos decir que hemos dado un salto
evolutivo verdadero. Pero mientras se destinen billonadas de dólares a guerras
en lugar de resolver la miseria, el hambre y la marginalidad, estaremos condenados
a seguir siendo bárbaros con juguetes tecnológicos de última generación.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICA.
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original publicada en 1859).
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Freire, P.
(1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
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Futuyma, D., & Kirkpatrick, M. (2017).
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6.
Harari, Y.
N. (2016). Homo Deus: Breve historia del mañana. Debate.
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Mayr, E. (2001). What Evolution Is. Basic Books.
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Stockholm International Peace Research Institute.
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Tegmark, M. (2017). Life 3.0: Being Human in the Age
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Random House.
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(2023). Informe mundial sobre la educación. París: UNESCO.
14. ONU.
(2022). World Population Prospects. Naciones Unidas.
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ONU. (2023). Global Study on Homicide. Naciones Unidas.
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