ANALISTAS POLÍTICOS CRÍTICOS VS. ANALISTAS CHARLATANES,
CRITICONES Y OPINOLOGOS DE OPOSICIÓN.
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
En el panorama político, social y mediático de El
Salvador, el rol de los analistas ha adquirido un protagonismo especial en los
últimos años. Los medios de comunicación, especialmente la radio, la televisión
y las plataformas digitales, se han convertido en espacios donde proliferan
voces que pretenden “explicar” la realidad nacional. Sin embargo, existe una
marcada diferencia entre quienes ejercen la crítica de manera seria,
fundamentada y con un aporte transformador, y aquellos que simplemente repiten consignas
o emiten opiniones vacías para ganar notoriedad.
La figura del analista político crítico es esencial en
una democracia: es aquel que no se queda en la superficie de los fenómenos,
sino que los desentraña, busca sus causas, los compara con otros procesos
históricos o sociales y, sobre todo, plantea alternativas de solución. En
contraste, el criticón se limita a señalar errores, a resaltar lo negativo sin
contexto y a alimentar una narrativa destructiva. Aún más preocupante es la
proliferación de los opinólogos, personajes que opinan de todo, sin importar su
desconocimiento del tema, y que, paradójicamente, son invitados recurrentes en
los medios.
El propósito de este ensayo es reflexionar críticamente sobre estas tres figuras —analista crítico, criticón y opinólogo— y sobre el impacto que tienen en la vida política y cultural de El Salvador. Asimismo, se busca demostrar que la crítica auténtica es indispensable para el desarrollo de una sociedad, mientras que la crítica vacía y la opinología solo perpetúan la mediocridad y la confusión.
1. EL ANALISTA
POLÍTICO CRÍTICO: RIGOR, ÉTICA Y RESPONSABILIDAD
Un analista político crítico se caracteriza por su
compromiso con la verdad, por su capacidad de argumentar con base en
evidencias y por no dejarse arrastrar por intereses ideológicos o partidarios.
Como señala Sartori (2007), el análisis político exige “claridad conceptual,
conocimiento histórico y una comprensión de los procesos sociales”. En ese
sentido, un crítico auténtico no solo observa lo que sucede, sino que explica por
qué y ofrece alternativas.
En El Salvador, sin embargo, los verdaderos analistas son
escasos. Esto se debe en parte a la debilidad de la formación académica en
ciencias sociales y, en mayor medida, a la politización de los espacios de
opinión. Los medios prefieren figuras que generen polémica inmediata, aunque
carezcan de argumentos sólidos.
Un ejemplo de un analista crítico sería aquel que examina
el sistema educativo salvadoreño. Este no se limita a decir que “la educación está
mal”, sino que muestra datos sobre cobertura, calidad, infraestructura y
desempeño docente; compara con otros países de la región; identifica causas
estructurales (falta de inversión, politización sindical, ausencia de
innovación pedagógica); y finalmente propone soluciones concretas como la
capacitación docente, el fortalecimiento de la disciplina escolar o la
integración de nuevas tecnologías (Ventura, 2022).
2. EL CRITICÓN: EL DESTRUCTOR SIN PROPUESTA
El criticón, en cambio, representa la otra cara de la
moneda. Su discurso se centra en resaltar errores, fracasos y deficiencias,
pero sin aportar nada constructivo. Su lenguaje suele estar cargado de
sarcasmo, desprecio y agresividad verbal. En palabras de Fromm (1999), este
tipo de actitud refleja un “carácter destructivo”, que busca sentirse superior
denigrando a los demás.
En el ámbito político salvadoreño, los criticones abundan
en las redes sociales y en ciertos espacios mediáticos. Son aquellos que se
regocijan en descalificar cualquier iniciativa gubernamental, aunque sea
beneficiosa, solo porque proviene de un adversario político. Así, si se
construye una escuela, se dirá que “es militarización”; si se combate la
violencia, se dirá que “es dictadura”; si se fortalece la salud pública, se
dirá que “es propaganda”.
El criticón no analiza, solo juzga. Y al no ofrecer
propuestas, su aporte es nulo para la sociedad. Al contrario, genera
polarización y resentimiento, erosionando la posibilidad de un diálogo nacional
constructivo.
3. EL OPINÓLOGO: LA VOZ SIN FUNDAMENTO
Quizá la figura más peligrosa sea la del opinólogo,
porque tiene la capacidad de engañar a la opinión pública. El opinólogo es
aquel que “sabe de todo”, pero en realidad no domina ningún tema. Opina de
economía, medicina, educación, filosofía, psicología y política, como si fuera
un experto universal. Sin embargo, detrás de sus palabras no hay investigación
ni formación académica, sino improvisación y deseo de protagonismo.
Como advierte Bourdieu (1997), en el campo mediático “el
capital simbólico se distribuye no necesariamente en función del conocimiento,
sino de la visibilidad”. Así, en El Salvador, personajes como el Chino Flores
se presentan como voces autorizadas en cualquier materia, aunque su trayectoria
no los respalde.
El problema radica en que los opinólogos no solo opinan, sino que influyen. Sus palabras son transmitidas a miles de personas, moldeando percepciones equivocadas. De esta manera, en lugar de promover un debate informado, generan ruido, confusión y desinformación.
4. EL PAPEL DE LOS MEDIOS: ENTRE LA CRÍTICA Y EL
ESPECTÁCULO
Los medios de comunicación tienen gran responsabilidad en
este fenómeno. En lugar de promover el análisis serio, priorizan la polémica,
el espectáculo y la controversia vacía. Invitan a opinólogos porque generan
audiencia, no porque aporten conocimiento.
De acuerdo con Serrano (2010), los medios en América
Latina han sustituido muchas veces la investigación profunda por el “periodismo
de declaraciones”, donde lo que importa es quién dijo algo, no si lo que dijo
es verdad. Este fenómeno se repite en El Salvador: titulares escandalosos,
frases rimbombantes y debates mediáticos donde lo importante no es esclarecer,
sino confrontar.
5. LA NECESIDAD DE UNA CRÍTICA AUTÉNTICA PARA EL
DESARROLLO NACIONAL
El Salvador necesita voces críticas auténticas que vayan
más allá del ruido mediático. Como señala Paulo Freire (2005), la crítica
verdadera implica conciencia, reflexión y praxis transformadora. No basta con
denunciar; hay que proponer. No basta con hablar; hay que investigar.
Un país no avanza con criticones ni opinólogos, sino con
analistas que ayuden a la ciudadanía a comprender la realidad, a formarse un
criterio propio y a exigir cambios estructurales. El reto está en distinguir a
los auténticos críticos de los farsantes.
CONCLUSIÓN
La diferencia entre un crítico auténtico, un criticón y
un opinólogo es abismal. El primero aporta, construye y transforma; los otros
dos destruyen, confunden y estancan. En El Salvador, donde los retos sociales,
económicos y educativos son enormes, no se puede permitir que la discusión
pública quede secuestrada por voces superficiales.
Es urgente recuperar el valor de la crítica como
ejercicio intelectual, ético y social. Los analistas críticos deben tener espacios
para contribuir, mientras que los medios y la ciudadanía deben aprender a
filtrar la paja de la semilla.
REFLEXIÓN FINAL
El futuro de la democracia salvadoreña depende en buena
medida de la calidad del debate público. Si seguimos alimentando a los
criticones y opinólogos, construiremos un país de gritos y descalificaciones.
Si, en cambio, fortalecemos la voz de los analistas críticos, tendremos una
sociedad más reflexiva, capaz de enfrentar sus problemas con propuestas reales.
El desafío no es menor: requiere educación, cultura
cívica y ética social. Pero, sobre todo, requiere valentía para distinguir
entre el que habla por hablar y el que habla para transformar.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS. 
1.            Bourdieu, P.
(1997). Sobre la televisión. Anagrama.
2.            Fromm, E.
(1999). El miedo a la libertad. Paidós.
3.     
Freire, P.
(2005). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI.
4.     
Sartori, G.
(2007). La política: lógica y método en las ciencias sociales. Fondo de Cultura
Económica.
5.     
Serrano, P.
(2010). La desinformación: cómo los medios ocultan el mundo. Península.
6.     
Ventura, J.
I. (2022). Ensayo sobre el declive de la política en El Salvador. San Salvador:
UES.
SAN SALVADOR, 2 DE SEPTIEMBRE DE 2025
 
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