“SI ME ENGAÑAS UNA VEZ, ES
TU CULPA; SI ME ENGAÑAS DOS VECES, ES LA MÍA”.
POR:
MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
El
Salvador es un país marcado por cicatrices profundas, no solo en su historia
política, sino también en la memoria colectiva de su pueblo. Durante más de
treinta años, dos partidos —ARENA y FMLN— se adueñaron del escenario nacional
bajo la bandera de la democracia, prometiendo justicia social, progreso
económico y bienestar para la población. Sin embargo, el resultado fue una
estafa de proporciones históricas: corrupción sistemática, enriquecimiento
ilícito de sus cúpulas, pactos oscuros con estructuras criminales y un abandono
total de la gente humilde que creía en ellos.
Frente
a ese pasado reciente, resulta inconcebible que todavía existan padres y madres
de familia que apoyen a estos mismos grupos políticos o a sus satélites
disfrazados de sociedad civil. El doloroso cuestionamiento surge de manera
inevitable: ¿qué clase de futuro desean para sus hijos aquellos que aún
permiten ser manipulados por quienes han destruido el tejido social del país?
¿Acaso no les duele pensar que sus propios hijos podrían terminar siendo
víctimas de la violencia, atrapados en la criminalidad o reducidos a un número
más en la morgue?
La
reflexión es dura, pero necesaria. El pueblo salvadoreño ya pagó demasiado caro
el precio de los engaños y las falsas promesas. Hoy, cuando se tiene la
oportunidad de construir una nueva ruta con disciplina, valores y oportunidades
reales para las nuevas generaciones, seguir apoyando a ARENA y al FMLN es
condenar a los hijos a revivir la tragedia de un pasado de corrupción y
violencia. “Si me engañas una vez, es tu culpa; si me engañas dos veces, la
culpa es mía”: este proverbio refleja el sentido de responsabilidad que ahora
recae directamente sobre los ciudadanos y, en particular, sobre las familias
que deberían ser las primeras en proteger el destino de sus hijos.
DESARROLLO
1.
LA HERENCIA DE LA CORRUPCIÓN
ARENA
y FMLN fueron, durante tres décadas, sinónimos de corrupción
institucionalizada. Desde la privatización de recursos estratégicos en los años
noventa hasta los pactos con pandillas en tiempos recientes, ambos partidos
dejaron una herencia nefasta: hospitales colapsados, escuelas en ruinas,
carreteras a medio hacer y un sistema de justicia podrido. La niñez y la
juventud fueron las más golpeadas, pues crecieron en un ambiente donde los
valores fueron sustituidos por la violencia y el crimen organizado.
Es
incomprensible que algunos padres, con plena conciencia de esta historia,
todavía defiendan a quienes saquearon el país. Esa complicidad tácita equivale
a decir: “No importa que mis hijos hereden un país destrozado, yo sigo apoyando
a mis verdugos”.
2.
LA NIÑEZ Y JUVENTUD COMO VÍCTIMAS PRINCIPALES
Durante
la guerra civil, tanto ARENA como el FMLN usaron a los niños como carne de
cañón. Reclutados forzosamente, muchos fueron obligados a empuñar un fusil en
lugar de un lápiz. Después de los Acuerdos de Paz, la tragedia continuó: los
jóvenes fueron las principales víctimas del desempleo, de la falta de
oportunidades educativas y del reclutamiento por parte de las pandillas.
¿Y qué hicieron los partidos? Negociaron con esos mismos criminales. Pactaron votos a cambio de sangre inocente. Hoy, muchos padres que vivieron esas décadas de horror saben perfectamente que los muertos que cayeron en las calles eran hijos de familias humildes, no de los políticos que ordenaban las negociaciones. Sin embargo, todavía hay quienes, por fanatismo o por ignorancia o por seguir una ideología fracasada, permiten que esa historia se repita.
3.
PADRES Y MADRES: ¿DEFENSORES DE LA VIDA O CÓMPLICES DEL CRIMEN?
La
pregunta central de esta reflexión es contundente: ¿qué padre o madre, en su
sano juicio, quiere ver a sus hijos convertidos en delincuentes o criminales?
¿Quién podría desear que su sangre termine derramada en la calle o su cuerpo
frío en la morgue?
Apoyar
a los partidos responsables de la degradación del país equivale a darle la
espalda al instinto más básico de protección familiar. Peor aún, significa
colocarse al lado de los verdugos, defendiendo a dirigentes corruptos que, una
vez en el poder, jamás se preocuparon por la suerte de los pobres. Ellos se
enriquecieron mientras los hijos del pueblo se morían en los hospitales sin
medicinas, se perdían en la migración forzada o se perdían en la violencia de
las pandillas.
4.
EL ENGAÑO REPETIDO
La
sabiduría popular no falla: “Si me engañas una vez, es tu culpa; si me engañas
dos veces, la culpa es mía”.
Durante más de treinta años, ARENA y FMLN
engañaron al pueblo. Y lo hicieron de manera descarada: se presentaron como
enemigos irreconciliables, pero a la hora de negociar cuotas de poder, de
repartirse ministerios y de pactar con criminales, se comportaron como socios
de un mismo negocio.
Hoy,
esos partidos buscan revivir viejas estrategias: victimizarse, disfrazarse de
defensores de la democracia y manipular a la población con discursos huecos.
Pero el pueblo ya conoce la trampa. Que aún existan padres y madres cayendo en
ese juego es un acto de irresponsabilidad histórica, pues no solo se dejan
engañar ellos, sino que arrastran a sus hijos al mismo destino.
5.
EL PAPEL DE LA FAMILIA EN LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA SOCIEDAD
El
cambio de rumbo de un país no comienza en la política, sino en el seno de la familia. Padres y madres son los primeros educadores; de ellos
depende que los hijos aprendan valores como la disciplina, el respeto, la
honestidad y el amor al trabajo. Si en lugar de eso, los padres
apoyan a criminales disfrazados de políticos, lo que transmiten a sus hijos es
un mensaje devastador: que la mentira, el robo y la corrupción son aceptables.
Por
eso esta reflexión no es solo un reclamo político, sino un llamado moral.
Ningún padre o madre debería hipotecar el futuro de sus hijos a cambio de la
defensa de dirigentes corruptos. El deber familiar está por encima de cualquier
bandera partidaria.
CONCLUSIÓN
El
Salvador no puede permitirse repetir los errores del pasado. Padres y madres de
familia tienen en sus manos la responsabilidad de no ser cómplices de quienes
ya destruyeron al país una vez. Apoyar a ARENA y FMLN es condenar a las nuevas
generaciones a un destino de crimen, violencia y frustración. Es traicionar la
sangre derramada, es olvidar a los hijos muertos en las calles y a los jóvenes encarcelados
por decisiones equivocadas de dirigentes que jamás se sacrificaron por ellos.
El
futuro no puede seguir hipotecado al engaño. El pueblo necesita padres
conscientes, capaces de ver la realidad con claridad y de elegir el camino de
la disciplina, la educación y los valores.
REFLEXIÓN
FINAL
Hoy
más que nunca, es el momento de hacerse una pregunta íntima y dolorosa: ¿qué
quiero para mis hijos? Si la respuesta es un futuro de delincuencia, cárcel o
muerte, entonces continúen apoyando a quienes los utilizaron y los
traicionaron. Pero si la respuesta es un futuro digno, de estudio, trabajo y
paz, entonces hay que romper definitivamente con esos partidos que solo
sembraron dolor.
La
patria se construye desde la familia. Y un padre o madre que se niega a ver la
realidad se convierte, aunque no lo quiera, en cómplice del crimen y en verdugo
silencioso de sus propios hijos. La decisión es clara: o se defiende la vida, o
se defiende a los corruptos. Pero las dos cosas no pueden caminar juntas.
SAN
SALVADOR, 26 DE AGOSTO DE 2025
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