miércoles, 6 de agosto de 2025

 

ROSA CHÁVEZ Y MONSEÑOR ALAS: SOTANAS MANCHADAS POR LA POLÍTICA SUCIA”

POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN.

La palabra de los justos no debe manosearse con hipocresía

Decía Monseñor Óscar Arnulfo Romero, mártir de la verdad, que “la Iglesia que no sufre con los pobres no es digna de llamarse Iglesia de Cristo”. Y lo decía no desde la comodidad del púlpito alfombrado ni desde las paredes encendidas de incienso de catedrales vacías de compromiso, sino desde la sangre del pueblo asesinado, desde el grito de las madres dolientes, desde el dolor de los campesinos olvidados por los gobiernos y silenciados por los obispos cobardes.

Hoy, escuchar a Monseñor Alas Arzobispo de San Salvador, hablar desde el púlpito cuando oficiaba la misa, en conmemoración del dia del divino salvador del mundo, hablar sobre los pobres, los marginados, los perseguidos y, para colmo, invocar el nombre sagrado de Monseñor Romero, no solo resulta ofensivo, sino absolutamente nauseabundo.  La pregunta que de pronto surge es ¿Con qué autoridad moral lo hace? ¿Con qué cara habla de pobreza quien se ha arrodillado ante los poderosos, ante los pactos de sangre y corrupción que han destruido este país? ¿Acaso no es él, junto a su colega Rosa Chávez, uno de los principales encubridores morales de los verdaderos enemigos del pueblo?

Porque no hay otra forma de decirlo: Monseñor Alas y Rosa Chávez se han convertido en los voceros eclesiásticos de la podredumbre política que representaron ARENA y el FMLN, partidos que saquearon la nación, se burlaron del pueblo, y pactaron con estructuras criminales mientras ofrecían discursos de democracia y justicia. No hay más ceguera que la de quien se disfraza de pastor mientras sirve a los lobos.

MONSEÑORES DE PAPEL: DISCURSOS DE POBRES, ALIANZAS CON VERDUGOS

Mientras Monseñor Romero hablaba desde las entrañas del pueblo y desafiaba a los militares que asesinaron a miles de salvadoreños, los actuales jerarcas como Alas y Chávez han hecho del púlpito un escenario de manipulación política y encubrimiento descarado.

Usan la palabra “pueblo” como si alguna vez hubieran caminado junto a él. Usan el nombre de Romero como si entendieran su compromiso radical con la justicia. Pero no. Romero vivía entre los pobres, compartía su mesa, lloraba con ellos, denunciaba a sus verdugos con nombre y apellido. Y por eso lo mataron.

En cambio, Monseñor Alas habla de marginados mientras guarda silencio ante los pactos de los partidos que apañaron a las pandillas. ¿Dónde estaba su voz profética cuando se descubrieron los arreglos criminales entre el FMLN y las estructuras que masacraban comunidades enteras? ¿Dónde estaba su homilía airada cuando ARENA saqueaba hospitales, escuelas y sueños? ¿Dónde estaban las lágrimas de Rosa Chávez cuando el país era rehén de la corrupción y la sangre corría por las calles?

Es una infamia invocar a Monseñor Romero mientras se protegen a sus enemigos. Es un acto de traición histórica ondear su bandera mientras se arropa a los que pactaron con el crimen. Por eso, Monseñor Alas, si tanto le gusta opinar como político, hágalo sin sotana, y póngase el chaleco rojo o tricolor, según a cuál de sus amos más le convenga servir. No hay lugar para su doble moral en una nación que despierta.

CONCLUSIÓN: EL EVANGELIO NO ES CÓMPLICE DE LOS CORRUPTOS

En una sociedad que lucha por sacudirse siglos de impunidad y mentira, no se puede permitir que la palabra de los profetas verdaderos sea usada como retórica vacía por los cómplices de la injusticia. Monseñor Romero no fue mártir para que ahora lo manoseen los hipócritas desde el púlpito. Fue asesinado precisamente por enfrentar a aquellos con los que hoy ustedes pactan, Monseñor Alas y Cardenal Rosa Chávez.

No se puede hablar de pobres mientras se bendicen los banquetes de los corruptos. No se puede predicar justicia mientras se calla ante el saqueo y la muerte. No se puede vestir la sotana de Cristo mientras se porta en el alma el uniforme de ARENA o el FMLN. Eso, señores obispos, no es fe, es cobardía disfrazada de moralismo.

REFLEXIÓN FINAL: QUE LA HISTORIA LOS JUZGUE, EL PUEBLO YA LOS CONOCE

Monseñor Romero no murió para que ahora su nombre se convierta en sello de legitimidad para discursos tibios o sermones amañados. Murió por denunciar la injusticia con valor. Y hoy, ese mismo pueblo que él defendió ve con claridad quiénes son los pastores que lo abandonaron en manos de los lobos, quiénes se arrodillaron ante el poder corrupto, quiénes prostituyeron la palabra de Dios para seguir figurando en los círculos de poder.

Por eso, cuando un obispo habla de “pobres” desde una catedral adornada por los mismos que empobrecieron al país, no se le escucha con respeto, se le señala con indignación. Porque no hay peor traidor que aquel que debió ser guía espiritual y terminó siendo comparsa del crimen político.

Monseñor Alas, Rosa Chávez: si de verdad creen en Cristo, empiecen por pedir perdón al pueblo que han traicionado. Y dejen de usar el nombre de Romero. Él no es suyo. Es del pueblo, y de la historia limpia. Ustedes ya no.

 

 

SAN SALVADOR, 6 DE AGOSTO DE 2025

 

 

 

 

 

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