ROSA CHÁVEZ Y
MONSEÑOR ALAS: SOTANAS MANCHADAS POR LA POLÍTICA SUCIA”
POR: MSc. JOSÈ
ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN.
La palabra de los
justos no debe manosearse con hipocresía
Decía Monseñor Óscar
Arnulfo Romero, mártir de la verdad, que “la Iglesia que no sufre con los
pobres no es digna de llamarse Iglesia de Cristo”. Y lo decía no desde la
comodidad del púlpito alfombrado ni desde las paredes encendidas de incienso de
catedrales vacías de compromiso, sino desde la sangre del pueblo asesinado,
desde el grito de las madres dolientes, desde el dolor de los campesinos
olvidados por los gobiernos y silenciados por los obispos cobardes.
Hoy, escuchar a
Monseñor Alas Arzobispo de San Salvador, hablar desde el púlpito cuando
oficiaba la misa, en conmemoración del dia del divino salvador del mundo,
hablar sobre los pobres, los marginados, los perseguidos y, para colmo, invocar
el nombre sagrado de Monseñor Romero, no solo resulta ofensivo, sino
absolutamente nauseabundo. La pregunta
que de pronto surge es ¿Con qué autoridad moral lo hace? ¿Con qué cara habla de
pobreza quien se ha arrodillado ante los poderosos, ante los pactos de sangre y
corrupción que han destruido este país? ¿Acaso no es él, junto a su colega Rosa
Chávez, uno de los principales encubridores morales de los verdaderos enemigos
del pueblo?
Porque no hay otra
forma de decirlo: Monseñor Alas y Rosa Chávez se han convertido en los voceros
eclesiásticos de la podredumbre política que representaron ARENA y el FMLN,
partidos que saquearon la nación, se burlaron del pueblo, y pactaron con
estructuras criminales mientras ofrecían discursos de democracia y justicia. No
hay más ceguera que la de quien se disfraza de pastor mientras sirve a los
lobos.
MONSEÑORES DE PAPEL:
DISCURSOS DE POBRES, ALIANZAS CON VERDUGOS
Mientras Monseñor
Romero hablaba desde las entrañas del pueblo y desafiaba a los militares que
asesinaron a miles de salvadoreños, los actuales jerarcas como Alas y Chávez
han hecho del púlpito un escenario de manipulación política y encubrimiento
descarado.
Usan la palabra
“pueblo” como si alguna vez hubieran caminado junto a él. Usan el nombre de
Romero como si entendieran su compromiso radical con la justicia. Pero no.
Romero vivía entre los pobres, compartía su mesa, lloraba con ellos, denunciaba
a sus verdugos con nombre y apellido. Y por eso lo mataron.
En cambio, Monseñor
Alas habla de marginados mientras guarda silencio ante los pactos de los
partidos que apañaron a las pandillas. ¿Dónde estaba su voz profética cuando se
descubrieron los arreglos criminales entre el FMLN y las estructuras que
masacraban comunidades enteras? ¿Dónde estaba su homilía airada cuando ARENA
saqueaba hospitales, escuelas y sueños? ¿Dónde estaban las lágrimas de Rosa
Chávez cuando el país era rehén de la corrupción y la sangre corría por las
calles?
Es una infamia invocar
a Monseñor Romero mientras se protegen a sus enemigos. Es un acto de traición
histórica ondear su bandera mientras se arropa a los que pactaron con el
crimen. Por eso, Monseñor Alas, si tanto le gusta opinar como político, hágalo
sin sotana, y póngase el chaleco rojo o tricolor, según a cuál de sus amos más
le convenga servir. No hay lugar para su doble moral en una nación que
despierta.
CONCLUSIÓN: EL
EVANGELIO NO ES CÓMPLICE DE LOS CORRUPTOS
En una sociedad que
lucha por sacudirse siglos de impunidad y mentira, no se puede permitir que la
palabra de los profetas verdaderos sea usada como retórica vacía por los
cómplices de la injusticia. Monseñor Romero no fue mártir para que ahora lo
manoseen los hipócritas desde el púlpito. Fue asesinado precisamente por
enfrentar a aquellos con los que hoy ustedes pactan, Monseñor Alas y Cardenal
Rosa Chávez.
No se puede hablar de
pobres mientras se bendicen los banquetes de los corruptos. No se puede
predicar justicia mientras se calla ante el saqueo y la muerte. No se puede
vestir la sotana de Cristo mientras se porta en el alma el uniforme de ARENA o
el FMLN. Eso, señores obispos, no es fe, es cobardía disfrazada de moralismo.
REFLEXIÓN FINAL: QUE
LA HISTORIA LOS JUZGUE, EL PUEBLO YA LOS CONOCE
Monseñor Romero no
murió para que ahora su nombre se convierta en sello de legitimidad para
discursos tibios o sermones amañados. Murió por denunciar la injusticia con
valor. Y hoy, ese mismo pueblo que él defendió ve con claridad quiénes son los
pastores que lo abandonaron en manos de los lobos, quiénes se arrodillaron ante
el poder corrupto, quiénes prostituyeron la palabra de Dios para seguir figurando
en los círculos de poder.
Por eso, cuando un
obispo habla de “pobres” desde una catedral adornada por los mismos que
empobrecieron al país, no se le escucha con respeto, se le señala con
indignación. Porque no hay peor traidor que aquel que debió ser guía espiritual
y terminó siendo comparsa del crimen político.
Monseñor Alas, Rosa
Chávez: si de verdad creen en Cristo, empiecen por pedir perdón al pueblo que
han traicionado. Y dejen de usar el nombre de Romero. Él no es suyo. Es del
pueblo, y de la historia limpia. Ustedes ya no.
SAN SALVADOR,
6 DE AGOSTO DE 2025
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