martes, 12 de agosto de 2025

 

"LA POLÍTICA QUE EL PUEBLO MERECE VS. LA POLÍTICA QUE NOS ROBARON"

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA

INTRODUCCIÓN

En el transcurso de la historia, la política ha sido vista como una herramienta para la construcción de sociedades más justas y ordenadas. Sin embargo, en contextos donde prevalece la corrupción y el egoísmo de pequeños grupos de poder, su esencia se distorsiona hasta convertirse en un simple medio de enriquecimiento y dominio. Parafraseando el mito del rey Midas, quien convertía en oro todo lo que tocaba, el capitalismo y su influencia sobre las estructuras políticas parecen operar a la inversa: todo lo que cae bajo su control termina convertido en mercancía, desprovisto de ética, valores y sentido social.

En El Salvador, durante décadas, hemos sido testigos de cómo la política dejó de ser un espacio para el debate democrático y la búsqueda del bien común, para transformarse en un negocio privado al servicio de intereses partidarios, empresariales y hasta criminales. Las decisiones más trascendentales no se han tomado en favor del pueblo, sino para proteger privilegios, asegurar fortunas y garantizar impunidad.

Este ensayo busca rescatar el sentido genuino de la política como un servicio noble, inspirado en la justicia, la solidaridad y el respeto a la dignidad humana. Asimismo, pretende denunciar la degeneración del ejercicio político en manos de quienes lo conciben como un botín, una oportunidad para saquear al Estado y perpetuar la desigualdad. La política, entendida en su sentido más alto, es un acto de responsabilidad social y compromiso colectivo; reducida a negocio, es una traición al pueblo.

DESARROLLO

Hablar de política para la mayoría de la sociedad es sinónimo de corrupción. A lo largo de la historia nos han vendido la concepción de que hacer política es algo pecaminoso, que huele a podredumbre, arribismo, oportunismo y robo. De ahí que no haya un tan solo político que escape a esta definición.

Obviamente, esta es la percepción —con contadas excepciones— que la población tiene de los políticos y de la política como tal. No obstante, esta percepción no es solamente la que tiene la mayoría de la sociedad, sino que incluso la encontramos en muchos profesionales y aún en personas que ocupan cargos públicos. Pero, ¿cómo se ha ido construyendo esta percepción equivocada de la política? Hay que destacar que en nuestras sociedades, desde su nacimiento, hemos tenido un déficit de educación y cultura, el cual ha condicionado de una u otra manera la percepción y el conocimiento de la realidad social, política y económica. Por lo tanto, depende mucho de esa cotidianidad la subjetividad que de la política nos formemos.

Los hombres y mujeres, al tener solamente un conocimiento unidireccional, espontáneo y empírico de la realidad, tendemos a distorsionar la esencia de los fenómenos y asumimos como realidad lo tangible, lo medible, lo cuantificable. En ese sentido, se nos dificulta conocer lo que hay detrás de los diversos fenómenos que nos envuelven en una madeja compleja y caótica.

Karel Kosík, en su libro La dialéctica de lo concreto, nos habla del mundo de la “pseudoconcreción”, es decir, del mundo falso, aparente. Según él, para conocer la verdadera esencia de los fenómenos es necesario dar un rodeo, pero ese rodeo debe darse haciendo uso del método científico (método dialéctico), pues solo recurriendo a la reflexión, al análisis crítico y a la racionalidad se puede llegar a una comprensión profunda de la realidad y trascender la apariencia para arribar a la esencia.

De igual manera, hay que destacar que los seres humanos tenemos la tendencia de subjetivar toda aquella realidad que percibimos de manera espontánea.

De ahí que todo ese accionar lo transformemos en una praxis, aunque sea equivocada. Veamos un ejemplo: muchos de los que hoy nos desempeñamos como docentes en cualquier nivel del sistema educativo tenemos una frase muy coloquial: “Así me enseñaron mis profesores, por eso así lo hago yo”. Como puede verse, un hecho objetivo lo transformamos en subjetivo y hacemos de ello una praxis que, aunque equivocada, se sigue replicando.

Pasa lo mismo con la política: en el país llevamos muchísimos años en que los medios de comunicación, la educación sistemática, la religión y hoy algunas redes sociales nos han vendido la idea de que la política es un oficio solo para corruptos.

Por otro lado, se nos ha vendido igualmente la idea de que la política es sucia, que quien se mete en política termina infectado, vilipendiado, odiado y desacreditado.

 Entonces, la política es una actividad deshonesta y, por lo tanto, no vale la pena involucrarse en ella.

Quienes así piensan le dejan el portón abierto a muchos arribistas y oportunistas para que asuman la responsabilidad de dirigir los destinos de una nación, sin percatarse de que lo único que buscan es aprovecharse de sus cargos para robar, saquear, tranzar y hacerse ricos con el erario del pueblo.

Se olvidan, como dijo Bertolt Brecht:

“El analfabeto político no oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios dependen de decisiones políticas. (…) El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política.

 No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos: el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.”

Por ello, es necesario tener una comprensión correcta del significado de hacer política, pues, como lo menciona Enrique Dussel en su Filosofía política de la liberación, “la política es un oficio noble”.

En este sentido, se puede decir que las personas que históricamente se han dedicado a robar y saquear al Estado no deben recibir el apelativo de políticos; quizás el mejor nombre que se les puede dar es el de caco, carterista, ratero, cleptómano, saqueador, timador, maleante, estafador, etc. Todo aquel que llegue a servirse y no a servir merece ser identificado así.

Quienes hoy están por primera vez incursionando en la política deben saber que el pueblo los elige para transformar una sociedad enferma, en estado de coma, devolviéndole la dignidad y la esperanza que sus malos hijos le han robado.

Si nos remitimos al momento actual, lo que tenemos es un grupo de mafiosos, ladrones y estafadores sin dignidad ni respeto por el pueblo. ¿Podemos seguir llamando políticos a esos siniestros personajes? La respuesta es no. Si ya sabemos quiénes son, la acción más sensata es no elegir nunca más a representantes de los partidos corruptos y evitar volver a tropezar con la misma piedra.

CONCLUSIÓN

La política, en su esencia, es un instrumento de organización social orientado al bien común, no un medio de acumulación de riqueza ilícita.

Los verdaderos políticos son aquellos que sirven con honestidad, empatía y visión de justicia social. Llamar “políticos” a quienes han saqueado y empobrecido al país es una ofensa para la democracia y para la ciudadanía que aún cree en un cambio posible.

Si aceptamos que la política es un negocio, legitimamos la permanencia de ladrones en el poder. Si, por el contrario, asumimos que es un servicio público, rechazaremos de inmediato a cualquier representante que traicione esa misión. Transformar la política salvadoreña requiere no solo de nuevas leyes, sino de una nueva cultura ciudadana, capaz de exigir rendición de cuentas, castigar la corrupción y premiar la honestidad.

REFLEXIÓN FINAL

El Salvador enfrenta un momento histórico decisivo: o seguimos repitiendo el ciclo de corrupción y saqueo que han impuesto las élites políticas tradicionales, o nos atrevemos a reconstruir la política como un verdadero servicio al bien común. El cambio comienza en la mente y en la conciencia de cada ciudadano.

 No basta con indignarse; es necesario participar, vigilar, cuestionar y, sobre todo, votar con memoria y criterio.

Recuperar la política como un acto de servicio implica desprenderse de los viejos vicios: el clientelismo, la compra de voluntades, la manipulación mediática y el desprecio por la justicia social. Es una tarea compleja y de largo plazo, pero imprescindible si queremos dejar a las futuras generaciones un país digno. Como decía Mahatma Gandhi, “Seamos el cambio que queremos ver en el mundo”. Ese cambio empieza hoy, y depende de todos.

BIBLIOGRAFÍA

1.      Kosík, Karel. La dialéctica de lo concreto. Fondo de Cultura Económica, 1967.

2.      Gelardo Rodríguez, Teresa. La política y el bien común. Instituto Azpilcueta, 2012.

3.      Dalton, Roque. Taberna y otros lugares. Editorial Universitaria Centroamericana, 1969.

4.      Dussel, Enrique. Filosofía política de la liberación. Fondo de Cultura Económica, 2001.

5.      Mujica, José. Discursos y entrevistas, 2010-2015. Presidencia de la República Oriental del Uruguay.

6.      Gandhi, Mahatma. Sé el cambio que quieres ver en el mundo. Compilación de textos sobre liderazgo y ética social.

7.      Brecht, Bertolt. Poemas y textos políticos. Editorial Alianza, 1975.

8.      Méxicolacolumnamx.wordpress.com (2013, marzo 20). La ciudad y la política.

9.      Revistainspiras.com (s/f). Liderazgo al estilo Gandhi.

 

 

 

 

 

 

 

SAN SALVADOR, 12 DE AGOSTO DE 2025

 

 

 

 

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