DE LA
CORRUPCIÓN AL CRIMEN: LA HERENCIA MALDITA DE ARENA Y FMLN”
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
La historia política de El Salvador en las últimas cuatro
décadas se encuentra marcada por una constante: el secuestro del Estado por
parte de élites partidarias, primero bajo el dominio de la derecha oligárquica
representada en la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), y luego bajo el
control de la exguerrilla convertida en partido político, el Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
Ambos partidos,
lejos de responder a las necesidades del pueblo, gobernaron en beneficio
propio, construyendo redes de corrupción, clientelismo político y pactos con
estructuras criminales.
El presente ensayo parte de un ejercicio hipotético: ¿qué
habría pasado si ARENA o FMLN hubiesen seguido gobernando El Salvador después
de 2019? Lejos de ser un simple escenario imaginario, esta reflexión se
fundamenta en evidencias históricas de corrupción, pactos con pandillas y
abandono social. En un país con más de 126,000 muertos a manos de la violencia
entre 1992 y 2018 (Dada, 2019), es legítimo afirmar que un nuevo ciclo de
gobiernos tradicionales habría convertido al Estado en rehén del crimen organizado
y en instrumento de saqueo.
DESARROLLO
1. EL ESTADO CAPTURADO POR EL CRIMEN ORGANIZADO
Durante los gobiernos de ARENA y FMLN, las pandillas se
fortalecieron como poder paralelo. Investigaciones periodísticas como las de El
Faro documentaron los pactos electorales de ambos partidos con líderes
pandilleros, a cambio de votos (Martínez & Valencia, 2016). De haber
continuado en el poder, este proceso habría evolucionado hacia un gobierno
compartido con las clicas: un presidente respaldado por las maras, diputados
convertidos en voceros del crimen, ministros con nexos en el narcotráfico y
funcionarios al servicio de intereses ilícitos.
El Estado habría dejado de ser garante de seguridad y
justicia para convertirse en cómplice directo de la criminalidad. El crimen
organizado no solo habría infiltrado instituciones, sino que habría dictado la
agenda política y social.
2. LA VIOLENCIA COMO NORMA COTIDIANA
En el período 2015-2018, El Salvador llegó a registrar
tasas de homicidios superiores a 100 por cada 100,000 habitantes, las más altas
del mundo (Instituto de Medicina Legal, 2018). Si ARENA o FMLN hubiesen
prolongado su control político, esas cifras no solo se habrían mantenido, sino
que podrían haberse institucionalizado.
La violencia sería cotidiana, estructural y generalizada:
barrios dominados por pandillas, empresas ahogadas por la extorsión y familias
enteras condenadas al desplazamiento forzado.
La emigración en caravanas habría seguido creciendo, pues
ningún salvadoreño confiaría en un Estado incapaz de garantizar seguridad. La
violencia, lejos de ser combatida, se habría convertido en una herramienta de
control político y social.
3. LA CORRUPCIÓN COMO CULTURA POLÍTICA
Ambos partidos ya habían demostrado que la corrupción era
su práctica habitual de gobierno. Los escándalos de los expresidentes Francisco
Flores (ARENA) y Mauricio Funes (FMLN) constituyen ejemplos claros de cómo el
poder fue utilizado para el saqueo (López Bernal, 2020). En un eventual nuevo
período, los ministerios se habrían repartido como botín, las obras públicas
habrían sido sobrevaloradas, los hospitales continuarían desabastecidos y la
educación abandonada, mientras los dirigentes gozaban de lujos en el
extranjero.
En ese escenario, el Estado se habría reducido a una
empresa mafiosa: los políticos tradicionales como accionistas principales, las
maras como socios estratégicos y el pueblo como víctima de un sistema diseñado
para despojarlo de todo.
4. LA TRAICIÓN A LA DEMOCRACIA
ARENA y FMLN gobernaron treinta años bajo un modelo
bipartidista que manipuló la democracia para mantener privilegios. Controlaron
el Tribunal Supremo Electoral, manipularon instituciones de justicia y
capturaron la Corte de Cuentas para garantizar impunidad. Si hubiesen seguido
gobernando, la llamada democracia salvadoreña habría degenerado en una
narcodemocracia, un sistema electoral en apariencia libre, pero realmente
sometido al dinero de la corrupción y al poder de las pandillas.
La democracia habría sido reducida a un teatro, un
disfraz de legalidad utilizado para perpetuar un proyecto político corrupto y
criminal.
CONCLUSIÓN
El escenario de un El Salvador gobernado nuevamente por
ARENA o FMLN sería catastrófico: un país en manos de pandillas, sumido en la
violencia, saqueado por la corrupción y traicionado en su democracia. No se
trata de exageración, sino de la consecuencia lógica de un modelo político
fallido que ya demostró su incapacidad e inmoralidad.
La decisión popular de 2019 representó una ruptura
histórica: el pueblo dijo basta a la corrupción, a la violencia y a la
traición. Esa decisión salvó a El Salvador de convertirse en un Estado fallido
gobernado por criminales.
REFLEXIÓN FINAL
El pueblo salvadoreño debe comprender que los partidos
tradicionales son cadáveres políticos, pero su herencia sigue siendo peligrosa.
Olvidar lo que ARENA y FMLN hicieron es abrir la puerta a que los mismos
errores se repitan bajo nuevas máscaras. La memoria histórica es una
herramienta de resistencia y defensa de la dignidad nacional.
Si ARENA o FMLN hubiesen seguido gobernando, hoy El
Salvador sería un infierno controlado por maras y corruptos. Afortunadamente,
la historia cambió de rumbo, pero esa victoria solo se consolidará si el pueblo
mantiene su conciencia crítica, su dignidad y su decisión firme de no permitir
jamás que la mafia regrese al poder.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
1. Dada, C.
(2019). El Salvador: la democracia más joven y frágil de América Latina.
Revista Factum.
2. Instituto de
Medicina Legal. (2018). Informe Anual de Homicidios en El Salvador. San
Salvador.
López
Bernal, C. (2020). Corrupción y poder político en El Salvador: ARENA y FMLN en
perspectiva histórica. UCA Editores.
4.
Martínez,
O., & Valencia, D. (2016). El pacto oscuro: políticos y pandillas en El
Salvador. El Faro.
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