EL MIEDO DE LA OPOSICIÓN Y LA VOLUNTAD DEL PUEBLO
MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
Señores de la oposición, ¿qué es lo que tanto temen? ¿Por
qué se rasgan las vestiduras con la sola idea de que el presidente vuelva a
competir para un nuevo período? ¿No son ustedes, según sus propias palabras,
los que “van como la espuma para arriba”? ¿No son ustedes los que se
autoproclaman la verdadera fuerza política, la alternativa al rumbo que hoy
lleva el país? Si tan seguros están de su crecimiento, no debería importarles
que el presidente Nayib Bukele vuelva a presentarse; más bien, tendrían que verlo
como una oportunidad para medir fuerzas en las urnas y demostrar que el pueblo
ya se cansó de él.
Sin embargo, la reacción histérica que vemos en cada
declaración, en cada editorial amañado de ciertos medios y en cada comunicado
“alarmante” de sus aliados internacionales, refleja exactamente lo contrario:
miedo. Miedo porque saben que el pueblo ya no confía en ustedes, miedo porque
la gente no olvida las décadas de corrupción, pactos oscuros, ineficiencia y
descaro con los que gobernaron. Miedo porque, pese a los discursos rimbombantes
de que “están creciendo”, lo único que realmente crece es el repudio popular
hacia quienes durante años saquearon al país y ahora pretenden regresar como si
nada hubiera pasado.
La oposición salvadoreña, compuesta por ARENA, el FMLN y una serie de partidos satélites y oportunistas, ha demostrado una y otra vez que su lucha no es por el pueblo, sino por recuperar los privilegios perdidos. Su pánico ante la reelección del presidente es el reflejo de su propia debilidad política. Si tuvieran fuerza real, no necesitarían andar llorando a organismos internacionales, no tendrían que refugiarse en foros pagados ni pedir a gritos “auxilio democrático” en periódicos extranjeros. Bastaría con presentarse en las urnas y dejar que el soberano —el pueblo— decida.
LA CONTRADICCIÓN DE LA OPOSICIÓN
Resulta irónico que los mismos que claman ser
“demócratas” son los que tiemblan cuando se les recuerda que la democracia se
mide en votos, no en editoriales, encuestas amañadas ni comunicados. ¿No es la
democracia el gobierno del pueblo? Entonces, ¿qué mayor muestra de democracia
que permitir al pueblo decidir si quiere reelegir al presidente o no?
El problema no es legal, ni siquiera es de “principios
constitucionales” como ellos lo pintan. El problema es político: saben que se
enfrentan a un líder que cuenta con un respaldo abrumador de la población,
respaldo que ellos jamás tuvieron ni en sus mejores tiempos. Saben que sus
candidatos son figuras recicladas, desgastadas, sin conexión con la gente.
Saben que los rostros que ponen en las boletas generan rechazo en lugar de
esperanza. Y saben, sobre todo, que el pueblo ya no es el mismo pueblo
manipulado de antes: hoy la gente tiene memoria, tiene información y tiene
claridad de quién trabajó y quién robó.
La oposición habla de “autoritarismo”, de “concentración
de poder”, de “peligro para las instituciones”. Pero el verdadero peligro para
la democracia no es que un presidente vuelva a competir en elecciones libres;
el verdadero peligro es que quienes destruyeron al país quieran regresar
disfrazados de salvadores. Lo que les molesta no es la reelección en sí, sino
la certeza de que perderán nuevamente, y perderán de manera aplastante.
EL PUEBLO COMO SOBERANO
Aquí radica la gran verdad que ellos no quieren aceptar:
el poder real no está en ARENA, no está en el FMLN, no está en las ONG
financiadas desde el extranjero, ni en los periódicos que han hecho de la
mentira su negocio. El poder está en el pueblo. Y ese pueblo ya decidió: quiere
continuidad, quiere seguridad, quiere estabilidad, quiere desarrollo.
Los números lo demuestran. La gente respalda la gestión
presidencial porque ha visto cambios concretos: reducción de la violencia,
obras visibles, programas sociales que llegan a los que más necesitan,
inversión en infraestructura, y, sobre todo, un discurso claro contra la corrupción
que tanto daño causó.
La oposición se burla de la popularidad del presidente y
dice que es puro marketing. Pero si fuera solo publicidad, ¿cómo se explica que
el apoyo popular se mantenga constante durante más de cinco años? La respuesta
es sencilla: porque hay resultados, y el pueblo no es tonto. Cuando los
salvadoreños comparan este gobierno con lo que ofrecieron ARENA y FMLN, la
diferencia es tan grande que resulta insultante que la oposición intente
venderse como alternativa.
CONCLUSIÓN
El miedo de la oposición a la reelección no es un miedo a
la “ruptura institucional”; es el miedo a la derrota, a la humillación
política, a quedar nuevamente reducidos a cenizas en unas elecciones donde el
pueblo tendrá la última palabra. Es el miedo de quienes ya no tienen nada que
ofrecer, salvo su nostalgia por los tiempos en que vivían de los impuestos del
pueblo y se repartían el país como un botín.
El presidente volverá a competir, y el pueblo, de manera
soberana y libre, decidirá. No lo decidirán los medios, no lo decidirán los
organismos internacionales, no lo decidirán las cúpulas empresariales ni los
opinólogos de televisión: lo decidirá el voto popular. Y si ese voto dice que
Nayib Bukele debe continuar, eso no es autoritarismo, eso no es dictadura, eso
no es “erosión democrática”. Eso es la esencia misma de la democracia.
REFLEXIÓN FINAL
Señores de la oposición: Dejen de tener miedo y compitan.
Si de verdad creen que “van creciendo como la espuma”, preséntense con valentía
y midan fuerzas en las urnas. El pueblo no necesita tutelas, no necesita
sermones hipócritas, no necesita guardianes extranjeros que nos digan qué es o
no es democracia. El pueblo salvadoreño ya aprendió la lección más importante:
su voz y su voto valen más que cualquier campaña de desprestigio.
Y esa voz, esa decisión soberana, ya está marcada: la
reelección no es un capricho, es la voluntad de millones. Y cuando un pueblo se
decide, no hay oposición, ni medio vendido, ni presión extranjera que lo
detenga.
SAN SALVADOR, 1 DE AGOSTO DE 2025
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