jueves, 31 de julio de 2025

 

NO MÁS REFUGIO PARA CORRUPTOS DE EL SALVADOR EN EL PARLACEN.

 

POR:  MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

La reciente reforma a los artículos 80 y 133 de la Constitución de la República de El Salvador, mediante la cual se elimina la participación automática del país en el Parlamento Centroamericano (PARLACEN), ha provocado reacciones intensas por parte de la oposición política.  Mientras algunos sectores gritan que se está violentando la integración regional, el pueblo —mayoritariamente— ha aplaudido la medida como un acto justo, racional y soberano. La encuesta más reciente revela que el 93 % de los salvadoreños respalda esta decisión, y no es casual: por décadas, el PARLACEN ha sido percibido como un organismo ineficaz, costoso y corrupto.

Este órgano, en teoría diseñado para fomentar la unidad centroamericana, se ha convertido en la práctica en un refugio diplomático de criminales políticos.  Su estructura ha servido para blindar de la justicia a personajes acusados de delitos graves contra el erario público.  La decisión del Presidente de la República y la Asamblea Legislativa de salir de dicho ente, es vista como una ruptura con el pasado de impunidad y un paso firme hacia la consolidación de una nueva institucionalidad.  El caso de Norman Quijano, exdiputado de ARENA, prófugo de la justicia salvadoreña e ingresado al PARLACEN en un intento de evadir los tribunales, es el ejemplo más claro de cómo este organismo fue degradado a una cueva diplomática de inmunidad para políticos corruptos.

La reacción airada de la oposición es comprensible: están perdiendo uno de sus últimos escudos legales. Pero la defensa del pueblo salvadoreño va mucho más allá de ideologías partidarias. La gente quiere justicia, transparencia y que los recursos públicos sean usados para lo esencial: educación, salud, seguridad y desarrollo humano, no para mantener a una casta de “diplomáticos” sin función concreta.

II. ANÁLISIS CRÍTICO:  DEL PARLACEN A LA BASURA HISTÓRICA

El PARLACEN nació con sueños ambiciosos de integración regional, pero fracasó rotundamente en todos sus objetivos. En lugar de legislar o proponer políticas eficaces, se volvió un cementerio de elefantes, lleno de políticos reciclados, algunos incluso acusados de pactar con estructuras criminales como las pandillas o de desfalcar las finanzas públicas. De hecho, más del 90 % de los salvadoreños desconoce qué hacen los diputados en ese órgano, y con justa razón: su existencia ha sido irrelevante para el bienestar nacional.

La reforma impulsada por el gobierno actual no es caprichosa, ni arbitraria, ni populista.  Es una decisión estratégica, técnica y respaldada por el mandato del pueblo.  El dinero que se derrochaba anualmente para sostener esa burocracia innecesaria puede ser redirigido ahora hacia necesidades urgentes. ¿De qué sirve tener representación en un ente que no tiene poder vinculante, que no emite leyes obligatorias, y que lo único que produce son gastos superfluos?

Los defensores del PARLACEN, en su mayoría opositores al gobierno, ahora se escudan en discursos de “democracia regional”, “derecho internacional” y “soberanía compartida”, pero guardaron silencio durante décadas mientras este organismo se descomponía en corrupción y privilegios.  Su verdadera preocupación no es la integración centroamericana, sino la pérdida del fuero político y del salario diplomático que dicho cargo garantiza. La supuesta defensa del regionalismo es pura hipocresía.

Norman Quijano, acusado por la Fiscalía General de haber negociado con pandillas para obtener votos, fue juramentado en el PARLACEN con la venia del partido ARENA, sin pudor alguno.  ¿Es ese el tipo de integración que quieren defender? ¿Una integración de la corrupción, del encubrimiento y del blindaje judicial? Pues no, el pueblo salvadoreño ha dicho basta, y esta reforma es el resultado de esa conciencia ciudadana que ya no tolera más burla ni impunidad.

III. CONCLUSIÓN: SOBERANÍA, JUSTICIA Y DIGNIDAD

La decisión de abandonar el PARLACEN es mucho más que una reforma constitucional; es una reafirmación de la soberanía nacional, una declaración política y moral que pone los intereses del pueblo salvadoreño por encima de los intereses de partidos podridos y funcionarios cobardes.  El Salvador ya no puede —ni debe— seguir sosteniendo instituciones obsoletas que solo sirven para proteger a criminales con traje y corbata.

Con esta reforma, se recupera el respeto por los fondos públicos, se elimina un gasto innecesario que por años drenó recursos valiosos del presupuesto nacional, y se envía un mensaje claro al resto del continente: El Salvador ya no será guarida de corruptos. Lo que antes se destinaba a dietas y viáticos diplomáticos, ahora se invertirá en más aulas, más camas hospitalarias, más oportunidades para la juventud.  Eso sí es integración, integración interna y verdadera justicia social.

El gobierno ha hecho lo correcto. Lo valiente. Lo justo. Y el pueblo lo respalda porque sabe que esta decisión, aunque moleste a una minoría poderosa, es un paso firme hacia una nueva historia nacional.

REFLEXIÓN FINAL: NO MÁS ESCUDOS, NO MÁS IMPUNIDAD

La historia de El Salvador ha estado marcada por décadas de corrupción institucionalizada, protegida por organismos que deberían haber servido al bien común, pero que terminaron siendo trampas para la justicia. El PARLACEN fue uno de esos mecanismos oscuros, convertido en una especie de “asilo político” para prófugos de traje fino. Hoy, esa etapa está llegando a su fin.

El país está cambiando.  Se están desmantelando estructuras del viejo régimen, se están rompiendo los pactos de silencio y se están devolviendo los recursos al pueblo.  Eso no lo toleran ni ARENA, ni el FMLN, ni los que por años vivieron del sistema corrupto que hoy se derrumba.  Pero eso no importa.  El Salvador no necesita su aprobación, necesita resultados, justicia y dignidad.

Salir del PARLACEN es solo una batalla ganada en una guerra más grande: la guerra contra la impunidad, contra el cinismo político, contra el olvido de las mayorías.  Que esta decisión marque un precedente. Que ningún funcionario, de ningún partido, vuelva a creer que puede burlar la justicia escondiéndose tras una inmunidad diplomática.

El Salvador ha despertado, y no hay vuelta atrás.

 

 

SAN SALVADOR, 31 DE JULIO DE 2025

 

 

 

 

 

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