NO MÁS REFUGIO PARA CORRUPTOS DE EL SALVADOR EN EL
PARLACEN.
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
La reciente reforma a los artículos 80 y 133 de la
Constitución de la República de El Salvador, mediante la cual se elimina la
participación automática del país en el Parlamento Centroamericano (PARLACEN),
ha provocado reacciones intensas por parte de la oposición política. Mientras
algunos sectores gritan que se está violentando la integración regional, el
pueblo —mayoritariamente— ha aplaudido la medida como un acto justo, racional y
soberano. La encuesta más reciente revela que el 93 % de los salvadoreños
respalda esta decisión, y no es casual: por décadas, el PARLACEN ha sido
percibido como un organismo ineficaz, costoso y corrupto.
Este órgano, en teoría diseñado para fomentar la unidad
centroamericana, se ha convertido en la práctica en un refugio diplomático de
criminales políticos. Su estructura ha servido para blindar de la justicia a
personajes acusados de delitos graves contra el erario público. La decisión del
Presidente de la República y la Asamblea Legislativa de salir de dicho ente, es
vista como una ruptura con el pasado de impunidad y un paso firme hacia la
consolidación de una nueva institucionalidad. El caso de Norman Quijano,
exdiputado de ARENA, prófugo de la justicia salvadoreña e ingresado al PARLACEN
en un intento de evadir los tribunales, es el ejemplo más claro de cómo este
organismo fue degradado a una cueva diplomática de inmunidad para políticos
corruptos.
La reacción airada de la oposición es comprensible: están
perdiendo uno de sus últimos escudos legales. Pero la defensa del pueblo
salvadoreño va mucho más allá de ideologías partidarias. La gente quiere
justicia, transparencia y que los recursos públicos sean usados para lo
esencial: educación, salud, seguridad y desarrollo humano, no para mantener a
una casta de “diplomáticos” sin función concreta.
II. ANÁLISIS CRÍTICO: DEL PARLACEN A LA BASURA HISTÓRICA
El PARLACEN nació con sueños ambiciosos de integración
regional, pero fracasó rotundamente en todos sus objetivos. En lugar de
legislar o proponer políticas eficaces, se volvió un cementerio de elefantes,
lleno de políticos reciclados, algunos incluso acusados de pactar con
estructuras criminales como las pandillas o de desfalcar las finanzas públicas.
De hecho, más del 90 % de los salvadoreños desconoce qué hacen los diputados en
ese órgano, y con justa razón: su existencia ha sido irrelevante para el
bienestar nacional.
La reforma impulsada por el gobierno actual no es
caprichosa, ni arbitraria, ni populista. Es una decisión estratégica, técnica y
respaldada por el mandato del pueblo. El dinero que se derrochaba anualmente
para sostener esa burocracia innecesaria puede ser redirigido ahora hacia
necesidades urgentes. ¿De qué sirve tener representación en un ente que no
tiene poder vinculante, que no emite leyes obligatorias, y que lo único que
produce son gastos superfluos?
Los defensores del PARLACEN, en su mayoría opositores al
gobierno, ahora se escudan en discursos de “democracia regional”, “derecho
internacional” y “soberanía compartida”, pero guardaron silencio durante décadas
mientras este organismo se descomponía en corrupción y privilegios. Su
verdadera preocupación no es la integración centroamericana, sino la pérdida
del fuero político y del salario diplomático que dicho cargo garantiza. La
supuesta defensa del regionalismo es pura hipocresía.
Norman Quijano, acusado por la Fiscalía General de haber
negociado con pandillas para obtener votos, fue juramentado en el PARLACEN con
la venia del partido ARENA, sin pudor alguno. ¿Es ese el tipo de integración
que quieren defender? ¿Una integración de la corrupción, del encubrimiento y
del blindaje judicial? Pues no, el pueblo salvadoreño ha dicho basta, y esta
reforma es el resultado de esa conciencia ciudadana que ya no tolera más burla
ni impunidad.
III. CONCLUSIÓN: SOBERANÍA, JUSTICIA Y DIGNIDAD
La decisión de abandonar el PARLACEN es mucho más que una
reforma constitucional; es una reafirmación de la soberanía nacional, una
declaración política y moral que pone los intereses del pueblo salvadoreño por
encima de los intereses de partidos podridos y funcionarios cobardes. El
Salvador ya no puede —ni debe— seguir sosteniendo instituciones obsoletas que
solo sirven para proteger a criminales con traje y corbata.
Con esta reforma, se recupera el respeto por los fondos
públicos, se elimina un gasto innecesario que por años drenó recursos valiosos
del presupuesto nacional, y se envía un mensaje claro al resto del continente:
El Salvador ya no será guarida de corruptos. Lo que antes se destinaba a dietas
y viáticos diplomáticos, ahora se invertirá en más aulas, más camas
hospitalarias, más oportunidades para la juventud. Eso sí es integración,
integración interna y verdadera justicia social.
El gobierno ha hecho lo correcto. Lo valiente. Lo justo. Y el pueblo lo respalda porque sabe que esta decisión, aunque moleste a una minoría poderosa, es un paso firme hacia una nueva historia nacional.
REFLEXIÓN FINAL: NO MÁS ESCUDOS, NO MÁS IMPUNIDAD
La historia de El Salvador ha estado marcada por décadas
de corrupción institucionalizada, protegida por organismos que deberían haber
servido al bien común, pero que terminaron siendo trampas para la justicia. El
PARLACEN fue uno de esos mecanismos oscuros, convertido en una especie de
“asilo político” para prófugos de traje fino. Hoy, esa etapa está llegando a su
fin.
El país está cambiando. Se están desmantelando
estructuras del viejo régimen, se están rompiendo los pactos de silencio y se
están devolviendo los recursos al pueblo. Eso no lo toleran ni ARENA, ni el
FMLN, ni los que por años vivieron del sistema corrupto que hoy se derrumba. Pero eso no importa. El Salvador no necesita su aprobación, necesita resultados,
justicia y dignidad.
Salir del PARLACEN es solo una batalla ganada en una
guerra más grande: la guerra contra la impunidad, contra el cinismo político,
contra el olvido de las mayorías. Que esta decisión marque un precedente. Que
ningún funcionario, de ningún partido, vuelva a creer que puede burlar la
justicia escondiéndose tras una inmunidad diplomática.
El Salvador ha despertado, y no hay vuelta atrás.
SAN SALVADOR, 31 DE JULIO DE 2025
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