EL DINERO COMO
ÍDOLO MODERNO: VALOR, PODER Y DEGRADACIÓN HUMANA”
POR: MSC. JOSÉ
ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN:
Vivimos en un mundo donde el dinero se ha convertido en
el nuevo dios al que se rinde culto todos los días. Su imagen está en billetes,
en pantallas, en sueños, en metas, en promesas políticas y hasta en la
educación que se ofrece a los niños. El dinero ya no es solo un medio de
intercambio para satisfacer necesidades humanas, sino que ha sido transformado
en el fin último de la vida, la razón de ser de las personas, el criterio del
éxito y el símbolo del poder. Se idolatra, se busca desesperadamente, se
defiende con violencia y se acumula con obsesión.
Pero esta fascinación por el dinero ha provocado los
peores males de la historia contemporánea: guerras que destruyen naciones
enteras, secuestros y asesinatos por rescates millonarios, tráfico de personas,
destrucción del medio ambiente, corrupción institucionalizada, injusticias
sociales y la miseria moral de miles de seres humanos que se venden al mejor
postor. En nombre del dinero se traicionan principios, se destruyen familias,
se calla la conciencia y se justifica lo injustificable. El dinero ha
desplazado valores como la solidaridad, la empatía, la justicia, el respeto y
la dignidad humana.
Y, sin embargo, hay algo que se olvida: el dinero no
tiene valor en sí mismo. Es papel, es número, es símbolo. Solo adquiere sentido si se usa para servir a
los demás, para sanar heridas, para levantar al caído, para alimentar al
hambriento, para construir y no para destruir. Cuando el dinero se convierte en
amo, el ser humano se vuelve esclavo. Pero cuando el dinero es siervo, puede
ser herramienta de vida, de justicia y de humanidad.
EL PODER CORRUPTOR DEL DINERO Y LA CRISIS DE SENTIDO
A pesar de que la humanidad ha alcanzado avances
científicos y tecnológicos sin precedentes, pareciera que hemos retrocedido en
la comprensión de lo esencial. La inteligencia del hombre ha sido puesta al
servicio del capital, y no de la vida. Se inventan nuevas formas de inversión, nuevos mercados,
nuevas tecnologías para maximizar ganancias, pero no para garantizar derechos
humanos fundamentales. Se construyen ciudades enteras para
millonarios, mientras millones de personas viven en tugurios, desplazados por
sistemas económicos que los han despojado de todo, incluso de su dignidad.
El dinero, cuando se convierte en centro de toda acción
humana, tiene la capacidad de distorsionar los afectos, las relaciones sociales
y hasta la espiritualidad. En el mundo contemporáneo, se es más por lo que se tiene que
por lo que se es. Esta lógica perversa hace que el ser humano mida
su valor personal en función de su cuenta bancaria, de su salario, de sus
propiedades. Así,
un maestro que educa generaciones es considerado pobre y prescindible, mientras
que un banquero o un narcotraficante es admirado por sus bienes, aunque su
ética sea nula.
Las religiones han sido también corrompidas por esta
idolatría moderna. Pastores, sacerdotes y líderes espirituales han caído en la
trampa del lucro, vendiendo milagros, falsas esperanzas y hasta “entradas al
cielo” a cambio de diezmos. Políticos que deberían gobernar en función del bien común, se
convierten en mercenarios de la corrupción. La
justicia se compra, la prensa se alquila, y la verdad se silencia si no genera
ganancias. Vivimos bajo la lógica del mercado: todo se vende, todo se compra.
Incluso la conciencia.
CONCLUSIÓN:
RECUPERAR EL
VERDADERO SENTIDO DEL DINERO
El dinero, por sí mismo, no es malo. Es una herramienta,
una invención humana para facilitar la vida en sociedad. Pero cuando se le
otorga un poder desmedido, se convierte en una fuerza destructora. Si el dinero
se usara para ayudar al que está caído, como decía la reflexión inicial, si
sirviera para reducir las desigualdades, para alimentar al pobre, para dar
educación al niño y salud al enfermo, entonces sería un instrumento bendito. Pero
el problema no es el dinero: el problema es el uso que hacemos de él, y el
valor absoluto que le hemos conferido.
Una
sociedad que mide su progreso por el crecimiento del PIB y no por el bienestar
de su gente, es una sociedad enferma. Una
civilización que pone el capital por encima del ser humano está destinada a la
decadencia moral. Necesitamos repensar nuestros valores, cuestionar el sistema
económico que promueve la desigualdad y reconstruir una cultura basada en la
justicia social, en la solidaridad y en la dignidad humana.
REFLEXIÓN FINAL:
el valor está en
el corazón, no en el bolsillo
Es momento de despertar del letargo consumista que nos
impone la lógica del mercado. El dinero no puede seguir siendo el criterio que
rija nuestras decisiones personales ni nuestras políticas públicas. Hay que volver a lo
esencial: la vida, la justicia, la equidad, la compasión, la verdad. Ningún
billete vale más que una vida humana, ningún banco vale más que una sonrisa
sincera, ningún lujo vale más que la tranquilidad de una conciencia limpia.
Que el dinero no nos robe el alma, que no nos vuelva
ciegos ante el sufrimiento del otro, que no nos haga cómplices de la
injusticia. El verdadero valor no está en lo que acumulamos, sino en lo que
damos. Y solo cuando comprendamos que el dinero solo tiene sentido si sirve al
bien común, podremos aspirar a una sociedad verdaderamente humana.
SAN SALVADOR, 31 DE JULIO DE 2025
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