“A CADA SANTO SE LE LLEGA SU DÍA Y A CADA CHUMPE SU
NAVIDAD.
POR: MSc. JOSÈ
ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
En la memoria popular, los refranes encierran la
sabiduría de los pueblos. Son frases simples, pero cargadas de significado, que
condensan experiencias colectivas transmitidas de generación en generación. Y
en el caso de El Salvador, pocos refranes ilustran mejor la situación actual de
los partidos tradicionales ARENA y FMLN que aquel que dice: “A cada santo se le
llega su día y a cada chumpe su Navidad”.
Durante décadas, estos dos partidos se creyeron eternos, indestructibles, dueños absolutos del poder político y económico del país. Pero la historia tiene su propia justicia: la soberbia siempre encuentra su límite, la corrupción siempre tiene factura, y el pueblo —paciente, pero no olvidadizo— tarde o temprano ajusta cuentas con quienes le traicionaron. Hoy ARENA y el FMLN están pagando su Navidad política: una fiesta amarga en la que ya no hay aplausos, ni militantes fervorosos, ni proyectos que seduzcan. Solo queda el eco de la desconfianza, el hedor de la corrupción y la vergüenza de haber sido enterrados por el mismo pueblo que un día los encumbró.
ARENA Y EL FMLN: DEL PODER ABSOLUTO AL DESCRÉDITO TOTAL
Por años, ARENA y FMLN fueron los santos de sus
feligresías políticas. Uno, representante descarado de la oligarquía y de los
grandes intereses económicos, se disfrazaba de modernizador y salvador de la
democracia. El otro, nacido de la lucha armada, se presentaba como la esperanza
del pueblo oprimido, el redentor de las injusticias sociales. Ambos, desde
polos supuestamente opuestos, se repartieron el país como botín de guerra.
ARENA privatizó lo público, vació las arcas del Estado y
condenó a generaciones enteras a pensiones miserables, hospitales en ruinas y
educación deficiente. El FMLN, por su parte, demostró que los discursos
revolucionarios se derriten con el calor del poder: pactaron con las pandillas, se enredaron en privilegios y negocios
turbios, y terminaron traicionando a las mismas comunidades que decían
defender.
En ese pacto de alternancia, el pueblo nunca fue
protagonista: solo fue espectador de un saqueo institucionalizado. Hoy, ambos
partidos sufren la consecuencia inevitable: el abandono de sus bases, la
pérdida de legitimidad y la condena social. Se acabó el tiempo de los santos y
llegó la Navidad de los chumpes.
EL FUNERAL POLÍTICO DISFRAZADO DE OPOSICIÓN
Lo más patético de ARENA y del FMLN es que aún no aceptan
su muerte política. Siguen apareciendo en ruedas de prensa, como cadáveres
maquillados, repitiendo los mismos discursos rancios de hace treinta años,
creyendo que el pueblo les escuchará otra vez. Pero ya no engañan a nadie.
La oposición que representan es un cementerio de ideas
oxidadas, donde sus dirigentes —profesionales insensatos, sin visión ni
capacidad— intentan resucitar a sus partidos con frases vacías y ataques desesperados
contra el gobierno actual. No tienen propuestas, no tienen recursos, no tienen
militancia real y, lo que es peor, no tienen credibilidad.
El refrán les ajusta como epitafio: “a cada chumpe su
Navidad”. Hoy les tocó la suya, porque ya no son alternativa, sino caricaturas
políticas. Han quedado reducidos a lo que el pueblo más desprecia: la
corrupción, la mentira y la mediocridad.
EL PUEBLO: JUEZ Y VERDUGO DE SU DECADENCIA
La historia no la escriben las cúpulas, la escribe el
pueblo. Y el pueblo salvadoreño ya dictó sentencia: ARENA y FMLN no volverán a
gobernar. El voto masivo de rechazo en las urnas fue un juicio popular, un
referéndum implacable contra quienes durante tres décadas hicieron de la
política un negocio familiar.
Las nuevas generaciones no cargan con las nostalgias de
la guerra ni con los falsos mitos de izquierda y derecha. Ellos ven en ARENA y
en el FMLN símbolos del atraso, sinónimo de traición y obstáculo para el
futuro. Ese es el castigo más duro: no solo la pérdida de poder, sino la
indiferencia absoluta de un pueblo que los expulsó de su historia.
Así, el refrán se cumple con precisión: cada santo tuvo
su día, pero también su ocaso; cada chumpe disfrutó su engorde, pero llegó su
Navidad. La corrupción, la impunidad y el abuso no podían durar para siempre.
CONCLUSIÓN
El declive de ARENA y del FMLN no es un accidente ni un
capricho político: es el resultado inevitable de décadas de corrupción, engaños
y traiciones al pueblo salvadoreño. El refrán popular se convierte en
sentencia: “a cada santo se le llega su día y a cada chumpe su Navidad”. Y esa
Navidad ha llegado con el funeral de dos partidos que durante años se creyeron
dueños del país, pero que hoy no son más que sombras despreciadas, reliquias de
un pasado que nadie quiere revivir.
Su final no es un castigo divino, sino la consecuencia de
sus propios actos. El pueblo —harto de tanta miseria y manipulación— se
convirtió en el verdugo que les negó un futuro. ARENA y FMLN murieron, y solo
sus dirigentes parecen no haberse enterado todavía.
REFLEXIÓN FINAL
La lección para El Salvador es clara: ningún partido,
ningún dirigente y ninguna ideología son eternos. El poder se acaba cuando se
olvida que su único propósito es servir al pueblo. ARENA y FMLN son testigos
del fracaso de una clase política que confundió gobernar con enriquecerse, que
convirtió la política en un negocio y al pueblo en mercancía electoral.
Hoy, el pueblo salvadoreño tiene la oportunidad de
construir una historia diferente, sin lastres ni cadenas, sin santos falsos ni
chumpes cebados para el sacrificio. La memoria colectiva debe conservar este
aprendizaje: cada vez que la política se corrompa, el pueblo debe recordar que
tiene la fuerza para ajustar cuentas. Y cuando algún nuevo “santo” o algún
futuro “chumpe” intente repetir la historia, la voz del pueblo tendrá que
recordarle, con la misma sabiduría popular: “a cada santo se le llega su día y
a cada chumpe su Navidad”.
SAN SALVADOR, 18 DE AGOSTO DE 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario