viernes, 11 de julio de 2025

 

“LA AVIONETA CARGADA CON YERBA MALA: ESE MUERTO NO ES NUESTRO”

POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA

INTRODUCCIÓN

En tiempos donde la verdad se distorsiona a conveniencia y el periodismo ha caído en manos de mercenarios de la pluma, no es casualidad que ciertos sectores —opositores fracasados, medios corruptos y analistas de alquiler— pretendan manchar a El Salvador con acusaciones infundadas sobre narcotráfico. Ahora resulta que una avioneta cargada con “yerba mala” bastó para que los mismos de siempre activaran su maquinaria de manipulación, intentando vincular al país con actividades delictivas que no nos pertenecen.

¡Ya basta! Este no es el Salvador del pasado, cuando el territorio era corredor libre de mafias y las autoridades eran cómplices por omisión o por conveniencia. Desde que Nayib Bukele asumió el poder, comenzó una guerra frontal y sin tregua contra el crimen en todas sus formas, y eso molesta profundamente a quienes antes lucraban con el caos.

El Salvador ya no es la guarida de las pandillas ni el patio trasero del narcotráfico. Esa época quedó sepultada por el régimen de seguridad que hoy protege la vida de millones. Pretender que una avioneta —que aún debe ser investigada a fondo— borre de golpe todo lo que hemos avanzado, no solo es malintencionado, sino profundamente perverso. Quieren revolcarnos en el lodo de sus propias miserias, pero se equivocan: ese muerto no lo cargamos nosotros. Aquí, quien delinca será perseguido y castigado, sin importar su nombre ni su origen. Y a los que buscan sembrar el caos con calumnias disfrazadas de noticias, les advertimos: en este nuevo El Salvador, las mafias y sus voceros no tienen paso libre.

DESARROLLO DEL COMENTARIO.

En las últimas semanas, algunos sectores de la oposición, junto con una prensa vendida y un puñado de periodistas mercenarios, han intentado fabricar un escándalo internacional alrededor de una supuesta “avioneta cargada con yerba mala” que habría salido desde El Salvador. Como si se tratara de una escena sacada de una serie de Netflix, arman el espectáculo, acomodan los titulares, y luego lanzan sus dardos venenosos para insinuar que nuestro país estaría involucrado en el narcotráfico. Pero basta ya de farsas. ¡Ese muerto no lo vamos a cargar nosotros!

El Salvador, bajo el gobierno del presidente Nayib Bukele, ha sido el país que con más firmeza ha combatido al crimen organizado, a las pandillas y, por supuesto, al narcotráfico. Y esto no es un simple discurso político: los resultados están a la vista. La incautación histórica de drogas, el desmantelamiento de estructuras mafiosas y la guerra frontal contra las pandillas que solían ser los brazos logísticos del narco, evidencian que este país ha dejado de ser el paraíso de los criminales. Aquí, las mafias ya no tienen terreno libre. Aquí, el delito no se tolera ni se negocia. Aquí, las avionetas con carga ilegal no despegan sin que alguien pague las consecuencias.

Por eso es absolutamente inaceptable que se pretenda responsabilizar a El Salvador de un hecho aislado, sin pruebas sólidas y con una clara intención de embarrar la imagen del país. ¿Dónde está la indignación de la prensa cuando México se ahoga en sangre por culpa de los cárteles? ¿Dónde están los titulares sensacionalistas cuando Colombia sigue siendo la principal exportadora de cocaína del continente? ¿Y qué decir de Ecuador, que ha sido convertido en una zona de guerra por las mafias internacionales? La verdad es clara: si hablamos de narco, los países que tienen fama de producir, transportar y proteger a las grandes estructuras criminales son otros, no El Salvador. Nosotros ya dimos el giro, y eso a muchos les duele.

Los enemigos del país, disfrazados de opinadores, activistas y "defensores de la verdad", buscan ensuciar la lucha genuina que ha emprendido este gobierno. Les molesta que el país esté siendo respetado, que hoy tengamos seguridad, que los criminales estén tras las rejas, y que el Estado recupere el control del territorio.

Por eso, cada vez que aparece una oportunidad para sembrar dudas, la aprovechan con una velocidad sospechosa. Pero su cinismo no tiene límites: no ofrecen pruebas, no investigan, no preguntan, solo acusan. Son capaces de revolcar a su propio país en el lodo con tal de atacar a Bukele. Pero se equivocaron de escenario, porque hoy El Salvador no es tierra fértil para narcos ni para campañas sucias.

Este ataque disfrazado de "noticia" no es más que otra maniobra desesperada. Buscan internacionalizar la mentira, empañar los logros y provocar sospechas en el extranjero. Pero el mundo no es tonto. Las embajadas, los organismos, los gobiernos aliados saben que El Salvador ha cambiado. Saben que aquí la ley se aplica, que hay resultados, y que, si alguna avioneta salió con “yerba mala”, no fue porque el Estado lo permitió, sino porque alguien quebrantó la ley y será castigado. Aquí no se protege a nadie. Aquí no hay impunidad para los corruptos ni para los traficantes.

Es hora de ponerle nombre a los verdaderos culpables de esta guerra de desinformación: los políticos fracasados del pasado, las ONGs ideologizadas, los “periodistas de salón” financiados por intereses oscuros, y los medios que alguna vez sirvieron para informar, pero hoy sirven para manipular. Todos ellos están dolidos porque el pueblo les dio la espalda y abrazó un nuevo rumbo. Por eso se revuelcan de rabia cada vez que El Salvador aparece en titulares positivos, y por eso inventan escándalos sin sustento.

El pueblo salvadoreño no se dejará engañar. Sabemos que vamos por buen camino, que el país ha sido rescatado de las garras del crimen y del abandono, y que, si hoy se comete un delito, el Estado lo enfrentará con todo el peso de la ley. No permitiremos que nos impongan culpas ajenas. No cargaremos muertos que no son nuestros. No aceptaremos que nos metan en un charco del que con tanto esfuerzo hemos salido.

A los que quieren vernos caer, les decimos claramente: se jodieron. Aquí ya no se tolera la corrupción, el crimen ni el chantaje mediático. El Salvador de hoy no es el del pasado. Que les quede claro.

 

 

 

 

SAN SALVADOR, 11 DE JULIO DE 2025

 

 

 

 

 

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