DIMENSIÓN
ECONÓMICA Y POLÍTICA DE LOS EXÁMENES: EL ETERNO PROBLEMA DEL INGRESO DE LOS
ESTUDIANTES A LA UES
POR: MSc.
JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN.
La
forma inocente como se presentan los exámenes a nuestra percepción y sobre todo
para la población con escasa o nula formación académica es casi un fenómeno
social inexistente. Pues para la mayoría de personas los exámenes en el sistema
educativo son una necesidad; pues ellos son sinónimo de calidad y de crédito de
la educación. Incluso aquellos maestros que no hacen exámenes son vistos como
sospechosos y de poca credibilidad. Ya que la calidad de la educación se mide
en relación con el número de pruebas y
de reprobados al final del ciclo o del año escolar.
Pero
como ya hace muchos años lo planteaba Carlos Marx [1] “sí la apariencia de los
fenómenos coincidiera con su esencia la ciencia estaría demás” lo que implica
que todo fenómeno está entretejido por una madeja de determinaciones que solo a
través de la ciencia se puede llegar a descubrir su verdadera concatenación. O
también, como decía el mismo Marx, “en el análisis de las formas económicas de
nada sirven el microscopio ni los reactivos químicos. El único medio de que
disponemos, en este terreno, es la capacidad de abstracción”
De
modo que, el único medio que nos queda para trascender las apariencias es la
teoría pues los hechos por sí mismos no nos dicen nada. Esto es lo mismo que
sucede con el fenómeno de los exámenes, los cuales se presentan ante nosotros
como una necesidad ineludible sin embargo, los exámenes son sólo un elemento de
todo el andamiaje pedagógico y el sistema de dominación imperante.
El
propósito de este artículo es abrir un espacio de debate con los docentes a
todo nivel en la que se analice el papel que juegan los exámenes en el contexto
del modo de producción capitalista y sobre todo en el contexto de las políticas
económicas neoliberales. Además, rescatar la verdadera función de la evaluación
para reorientar el proceso educativo y abandonar la cultura del examen como
sinónimo de evaluación.
MARCO
HISTÓRICO DE LOS EXÁMENES.
En
realidad lo que la cultura nuestra conoce como examen no ha existido siempre ni
mucho menos su origen es de orden pedagógico. Pues como lo sostienen autores
como Emilio [2] Durkheim y Ángel Díaz Barriga, “el examen no surge,
precisamente, en el escenario educativo sino que aparece como instrumento de
selección creado por la burocracia China en el año de 2375 antes de nuestra era
con la finalidad de decidir quienes podían ocupar determinados cargos públicos.
En efecto, el primer ejemplo de una técnica
institucionalizada conocida, fueron los ejercicios de competencia para la
admisión a las oficinas públicas, a los que podían acceder los ciudadanos del
sexo masculino, de buena crianza que gozaban de la más alta estima.
De ahí que los que lograban superar los
exámenes tenían las probabilidades de arribar a la cúpula de los Mandarines es
decir, aquellos que ostentaban el poder económico y político.
Sin
embargo, los exámenes como tales se incorporan hasta en la Universidad
Medieval. No obstante, los exámenes que ahí se practicaban no tenían como
finalidad asignar calificaciones, pues hasta esa fecha como sostiene Díaz
Barriga no hay evidencia de notas escolares.
En
este sentido como podemos ver no son las necesidades pedagógicas del proceso de
enseñanza aprendizaje las que dan origen a la introducción y aplicación de
exámenes en el ámbito educativo.
Para
el caso de nuestro país, según Miguel ángel [3] Duran, los exámenes se hacen
presentes hasta que la Asamblea Nacional de 1832, decretó el 5 de septiembre la
obligatoriedad del Gobierno de crear escuelas primarias en todos los pueblos
del Estado, al mismo tiempo organizar un sistema adecuado para escoger o
seleccionar con eficacia maestros de instrucción, quienes serían examinados por
tribunales competentes y propuestos por el jefe político.
Sin
embargo, hay que destacar que los exámenes no tenían la finalidad de promover a
los alumnos ni reprobar, pues lo único que se buscaba con ello era la selección
de personal idóneo para el magisterio o en el mejor de los casos para verificar
los avances en el proceso de enseñanza aprendizaje. Por otra parte, el
Presidente Aguilar, preocupado por el incremento de la instrucción superior y
considerando como un deber de civismo enterar a la sociedad del adelanto de los
educandos que ella misma pagaba en forma indirecta, impone por decreto del 16
de junio de 1847 la obligación a cada profesor de asignatura, el presentar cada
año, por lo menos los jóvenes estudiantes de sus clase; con el objeto de poner
de manifiesto el estado de aprendizaje en que se encuentran.
De
esa manera podemos ver que los exámenes no tenía la finalidad de acreditar a
nadie sino sobre todo evaluar cuales eran los alcances del aprendizaje
obtenido. Todo esto viene a desvirtuar la creencia de que los exámenes han sido
un fenómeno que siempre ha existido. Cabe señalar que los exámenes tienen su
origen con el surgimiento de la concepción positivista la cual es respalda por
el vertiginoso desarrollo industrial y sobre todo en el método experimental que
busca cuantificar todo lo que es observable y por ende medidle.
Es
a partir del surgimiento de este fenómeno según Díaz Barriga [4], es que “el
problema de la evaluación se restringe al ámbito de las pruebas, a la
calificación del proceso, con su paralela mecanización, lo que no ha llevado a
la comprensión del proceso aprendizaje, tanto individual como grupal. También se
ha generalizado la idea de que con el empleo de la estadística y, en última
instancia, de la cuantificación, la evaluación adquiere – como lo hizo en su
tiempo la Psicología empirista – el estatus de actividad científica.
DIMENSIÓN
ECONÓMICA Y POLITICA DE LOS EXAMENES:
Según
Díaz Barriga,[5] uno de los puntos donde la política educativa adquiere
concreción es en el problema del examen. La nueva política educativa – de corte
neoliberal - responde a los postulados de racionalización que impone la
coyuntura de crisis económica. Sus postulados conceptuales los expresa a través
de nociones como calidad de la educación, eficiencia y eficacia del sistema
educativo, mayor vinculación entre sistema escolar (entiéndase currículo) y
necesidades sociales (entiéndase modernización y / o reconversión industrial).
En
términos operativos esta política se concreta en una disminución real del
presupuesto de educación. La consigna es “hacer más con menos”. De modo que
resulte más económica la inversión por cada estudiante.
Por
su parte Moacir Gadotti[6], sostiene,
que los organismo Financieros Internacionales que son los que están detrás de
la globalización neoliberal (BM, FMI
OMC)
tienen su propia concepción de la educación la cual se expresa en los
siguientes principios:
El
Estado debe abandonar la idea de igualdad, (socialización) para asumir la
equidad (atención a las diferencias). Se considera la educación como un
servicio y no como un derecho.
Este argumento es esgrimido dice Gadotti
cuando se trata de la educación Superior. Según los expertos del Banco Mundial,
la Universidad pública fue creada para los pobres, pero ellos no llegan a ella,
por eso la gratuidad “indiscriminada” sería injusta.
Los
principios que orientan las reformas neoliberales en América Latina son esencialmente
instruccionistas, es decir, están centrados en la enseñanza y no en el
aprendizaje. Por eso están en contradicción con las teorías del currículo más
actuales.
Se
defiende el aumento de tiempo para la instrucción y no la calidad de la
formación escolar. El discurso del Banco Mundial por ejemplo, sobre la calidad
de enseñanza parte de la idea de que el asunto de cantidad en la educación
básica ya está resuelta.
Ahora
el problema sería la calidad de gerenciamiento. Por otro lado, los profesores
están excluidos de toda discusión en el tema de calidad. Ellos no tienen voz.
Lo que se busca es una estandarización de la calidad, evaluación, el
aprendizaje y la creación de “parámetros o estándares” para todo, como si todo
pudiese ser medible en la educación.
Se
trata de una política dirigida al individuo docente, y no para el colectivo de
docentes (sindicatos) y tampoco para el colegiado de la escuela. Se le asigna
al docente el problema de la “baja calidad” de la educación. El problema mayor
es el alto nivel de “politización” de los profesores. La propuesta neoliberal
es de una desprofesionalización de la docencia, la alternativa que propone el
neoliberalismo es contratar docentes a través del concurso público como trabajo
temporal, docentes no formados para “formarlos” en servicio, rápidamente. Para
la concepción neoliberal, los docentes no necesitan tener conocimientos
científicos. Su saber es inútil. Pues ellos pueden ser sustituidos por un
computador bien programado.
Esta
es pues la concepción de educación que impera en nuestro sistema educativo y
específicamente en la Universidad que en la mayoría de los casos los docentes
ignoramos sin embargo, es necesario de que los docentes a todos los niveles
hagamos una reflexión seria de cara a comprender las políticas educativas
neoliberales
Este
fenómeno lo podemos apreciar con más detalle en la imposición cada vez mayor de
exámenes en todas las esferas del sistema educativo así tenemos exámenes: para
los alumnos y alumnas que van egresar de bachilleres, para los estudiantes que
se quieren graduar de profesores, para bachilleres que desean ingresar a la
UES, para los egresados de licenciatura en derecho y que desean obtener el
notariado, para los maestros que quieren obtener su categoría como docentes
nivel I etc.
Para comprender el fenómeno tomemos nada más
dos ejemplos, cuando los maestros se someten a la prueba para obtener la
categoría de docente nivel I y en su mayoría reprueban el examen entonces cabe
hacernos algunas interrogantes ¿Qué hay detrás de toda esa masiva reprobación?
¿Acaso no hay una determinante económica? Pues al no permitir que más maestros
se incorporen al magisterio es porque el Gobierno no quiere invertir más en
salarios ni prestaciones sociales. ¿Qué sucede cuando la Universidad de El Salvador
establece un cupo para los alumnos y alumnas que desean ingresar a estudiar y
deja a muchos fuera de sus aulas? Es obvio que el Gobierno no quiere invertir
en educación ni está interesado en la educación superior de los salvadoreños y
salvadoreñas.
Entonces
los exámenes son sólo una estrategia política para evitar en incremento del
presupuesto de la nación, lo cual nos lleva a otra interrogante ¿Miden entonces
los exámenes capacidad, idoneidad e inteligencia? Obviamente los exámenes en
todo caso sólo sirven para llevar a cabo un proceso de selección en la que
siempre salen beneficiados no los más inteligentes y mejor dotados sino los que
tienen más influencia en la sociedad. O también como sostiene L. Séve, M.
Verret y G. Sniders, citado por Francisco Gutiérrez[7] en educación como praxis
política “ los resultados del examen de admisión en nuestras Universidades
viene a confirmar cada año esta “ elección de los elegidos” en este mismo
sentido continua diciendo Francisco Gutiérrez, toda selección implica
necesariamente exclusión y se excluyen en primera instancia aquellos para
quienes vivir y trabajar para seguir sobreviviendo es un imperativo vital que
está por encima de cualquier necesidad. Se excluyen todos aquellos a quienes
las dificultades materiales les obligan a buscar el sustento diario como la
primera y más urgente de las necesidades. Confundir selección natural, basada
en los dones del individuo (inteligencia, voluntad, capacidad), con selección
social es parte del engaño ideológico al que estamos sometidos. Por lo tanto,
los exámenes -- en variedad incalculable – no son sino instrumentos legalizados
de selectividad. En consecuencia, el objetivo primordial de cualquier prueba
llámese como quiera llamársele es como sostiene Gutiérrez, segregar y eliminar
afín de que la pirámide escolar sea un calco de la pirámide social.
O
como sostienen otros autores como sostienen Ángel Chacón y Mina Morales
Díaz”[8] los tradicionales exámenes escritos sólo han servido, en su mayoría,
para marcar un sistema selectivo de individuos que sólo van a ser utilizados
para la vida productiva, reduciendo así, al sistema de evaluación, a un sistema
selectivo de obreros calificados”. De manera similar se expresa Juan Mainer
Baqué[9] en torno a los exámenes al plantear que “en la lógica mercantil y
eficientista que sustenta los sistemas educativos de la era del capitalismo
avanzado, el examen, y la cultura examinatoria que promueve (bancaria, en el
buen decir de P. Freire), ha llegado a convertirse en el emblema visible de la
institución escolar”. En esta misma dirección el mismo autor que “ explorar la
genealogía del examen permite iluminar, con potencia insospechada, muchos de
los problemas que actualmente se dirimen en la escuela – por ejemplo: la
selección cultural que anida tras el currículo oficial, la función social del
conocimiento que la escuela regula y distribuye, las posibilidades y obstáculos
de una innovación pedagógica verdaderamente orientada a la construcción de un
pensamiento social autónomo y emancipatorio, o los procesos de subjetivación
que en ella tienen lugar --.”
Ahora
bien, nadie va a negar que es necesario hacer exámenes sobre todo en las
instituciones educativas sin embargo, lo que no es admisible que el examen se
convierta en el instrumento preferencial para determinar las capacidades y
competencias de los educandos.
Hay
que destacar que hoy en día este fenómeno está muy difundido pues en la mayoría
de centros de educación básica, media y superior los exámenes se han convertido
en la medida para determinar las capacidades, habilidades y destrezas de los
estudiantes. Lo que en la realidad es una falacia pues los estudios en el área
de la Psicología y pedagogía han demostrado que los exámenes son sólo
instrumentos para recoger datos estadísticos y tomar decisiones y reorientar el
proceso enseñanza aprendizaje.
El
que en una institución los docentes hagan variedad de exámenes a los
estudiantes no es sinónimo de calidad de la educación.
Lo
único que la mayoría de los docentes en los diferentes niveles nos hemos
convertido en fieles colaboradores en la reproducción del sistema social
dominante. Es más muchos docentes creen de manera ingenua que el examen que le
practican a los estudiantes reflejan con certeza el aprendizaje de los mismos.
Cuestión que está muy lejos de ser verdad, pues los exámenes de cualquier
índole que sean sólo expresan lo que el docente quiere que el alumno o alumna
diga. Otro aspecto que hay que señalar es que en nuestro medio y concretamente
la Universidad se ha distorsionado el concepto de evaluación y lo han
sustituido por el de exámenes, pues a juicio de muchos docentes hacer exámenes
es sinónimo de evaluar. Se olvidan que la evaluación se realiza durante todo el
proceso y sus datos (calificaciones) deben servir para tomar decisiones así
como enjuiciar nuestra propia práctica pedagógica.
En
síntesis los exámenes, son sólo un instrumento para profundizar las
desigualdades sociales y además, evidencia la ignorancia del proceso evaluativo
con lo que contribuimos muchos docentes ha hacer más grande la brecha entre
pobre y ricos.
De
igual manera, los exámenes son un instrumento político, pues sirven para
mantener a muchos en la ignorancia ya que en la medida en sólo nos concretemos
a medir a los alumnos con exámenes, estamos reduciendo la educación a una mera
repetición mecánica y fragmentaria lo que impide que el alumno y alumna conozca
su realidad externa e interna. Y esto es beneficioso para los que se mantienen
en el poder por medio de la mentira y el engaño.
[1]
Kart Marx. El capital Tomo I. p. XIII.
[2]
Ángel Díaz Barriga. El examen. Textos para su historia y debate. P. 1.
[3]
Miguel Ángel Durán. Historia de la Universidad. P.11.
[4]
Ángel Díaz Barriga. Didáctica y Currículo. P. 161.
[5]
Diaz Barriga Opcit. 11.
[6]
http: www. google.com. La profesión docente y sus amenazas en el contexto de
las políticas neoliberales en América Latina.
[7]
L. Séve, M. Varret y Sniders, citado por Francisco Gutiérrez en la Educación
como praxis política. P. 32.
[8]
http: // Google.com. Ángel Chacón y Mina Morales Díaz. Articulo “La evaluación
y las relaciones de poder”. P. 1.
[9]
Tomado de Revista Jerónimo de Uztariz de la Universidad de Navarra. n°17- 18,
año 2002. http: www.google.com. Pensar históricamente el examen, para
problematizar su presente, notas para una sociogénesis del examen. Juan Mainer
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