miércoles, 28 de febrero de 2018



DIMENSIÓN ECONÓMICA Y POLÍTICA DE LOS EXÁMENES: EL ETERNO PROBLEMA DEL INGRESO DE LOS ESTUDIANTES A LA UES
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN.
La forma inocente como se presentan los exámenes a nuestra percepción y sobre todo para la población con escasa o nula formación académica es casi un fenómeno social inexistente. Pues para la mayoría de personas los exámenes en el sistema educativo son una necesidad; pues ellos son sinónimo de calidad y de crédito de la educación. Incluso aquellos maestros que no hacen exámenes son vistos como sospechosos y de poca credibilidad. Ya que la calidad de la educación se mide en relación con el número de pruebas  y de reprobados al final del ciclo o del año escolar.
Pero como ya hace muchos años lo planteaba Carlos Marx [1] “sí la apariencia de los fenómenos coincidiera con su esencia la ciencia estaría demás” lo que implica que todo fenómeno está entretejido por una madeja de determinaciones que solo a través de la ciencia se puede llegar a descubrir su verdadera concatenación. O también, como decía el mismo Marx, “en el análisis de las formas económicas de nada sirven el microscopio ni los reactivos químicos. El único medio de que disponemos, en este terreno, es la capacidad de abstracción”
De modo que, el único medio que nos queda para trascender las apariencias es la teoría pues los hechos por sí mismos no nos dicen nada. Esto es lo mismo que sucede con el fenómeno de los exámenes, los cuales se presentan ante nosotros como una necesidad ineludible sin embargo, los exámenes son sólo un elemento de todo el andamiaje pedagógico y el sistema de dominación imperante.
El propósito de este artículo es abrir un espacio de debate con los docentes a todo nivel en la que se analice el papel que juegan los exámenes en el contexto del modo de producción capitalista y sobre todo en el contexto de las políticas económicas neoliberales. Además, rescatar la verdadera función de la evaluación para reorientar el proceso educativo y abandonar la cultura del examen como sinónimo de evaluación.
MARCO HISTÓRICO DE LOS EXÁMENES.
En realidad lo que la cultura nuestra conoce como examen no ha existido siempre ni mucho menos su origen es de orden pedagógico. Pues como lo sostienen autores como Emilio [2] Durkheim y Ángel Díaz Barriga, “el examen no surge, precisamente, en el escenario educativo sino que aparece como instrumento de selección creado por la burocracia China en el año de 2375 antes de nuestra era con la finalidad de decidir quienes podían ocupar determinados cargos públicos.
 En efecto, el primer ejemplo de una técnica institucionalizada conocida, fueron los ejercicios de competencia para la admisión a las oficinas públicas, a los que podían acceder los ciudadanos del sexo masculino, de buena crianza que gozaban de la más alta estima.
 De ahí que los que lograban superar los exámenes tenían las probabilidades de arribar a la cúpula de los Mandarines es decir, aquellos que ostentaban el poder económico y político.
Sin embargo, los exámenes como tales se incorporan hasta en la Universidad Medieval. No obstante, los exámenes que ahí se practicaban no tenían como finalidad asignar calificaciones, pues hasta esa fecha como sostiene Díaz Barriga no hay evidencia de notas escolares.
En este sentido como podemos ver no son las necesidades pedagógicas del proceso de enseñanza aprendizaje las que dan origen a la introducción y aplicación de exámenes en el ámbito educativo.
Para el caso de nuestro país, según Miguel ángel [3] Duran, los exámenes se hacen presentes hasta que la Asamblea Nacional de 1832, decretó el 5 de septiembre la obligatoriedad del Gobierno de crear escuelas primarias en todos los pueblos del Estado, al mismo tiempo organizar un sistema adecuado para escoger o seleccionar con eficacia maestros de instrucción, quienes serían examinados por tribunales competentes y propuestos por el jefe político.
Sin embargo, hay que destacar que los exámenes no tenían la finalidad de promover a los alumnos ni reprobar, pues lo único que se buscaba con ello era la selección de personal idóneo para el magisterio o en el mejor de los casos para verificar los avances en el proceso de enseñanza aprendizaje. Por otra parte, el Presidente Aguilar, preocupado por el incremento de la instrucción superior y considerando como un deber de civismo enterar a la sociedad del adelanto de los educandos que ella misma pagaba en forma indirecta, impone por decreto del 16 de junio de 1847 la obligación a cada profesor de asignatura, el presentar cada año, por lo menos los jóvenes estudiantes de sus clase; con el objeto de poner de manifiesto el estado de aprendizaje en que se encuentran.
De esa manera podemos ver que los exámenes no tenía la finalidad de acreditar a nadie sino sobre todo evaluar cuales eran los alcances del aprendizaje obtenido. Todo esto viene a desvirtuar la creencia de que los exámenes han sido un fenómeno que siempre ha existido. Cabe señalar que los exámenes tienen su origen con el surgimiento de la concepción positivista la cual es respalda por el vertiginoso desarrollo industrial y sobre todo en el método experimental que busca cuantificar todo lo que es observable y por ende medidle.
Es a partir del surgimiento de este fenómeno según Díaz Barriga [4], es que “el problema de la evaluación se restringe al ámbito de las pruebas, a la calificación del proceso, con su paralela mecanización, lo que no ha llevado a la comprensión del proceso aprendizaje, tanto individual como grupal. También se ha generalizado la idea de que con el empleo de la estadística y, en última instancia, de la cuantificación, la evaluación adquiere – como lo hizo en su tiempo la Psicología empirista – el estatus de actividad científica.
DIMENSIÓN ECONÓMICA Y POLITICA DE LOS EXAMENES:
Según Díaz Barriga,[5] uno de los puntos donde la política educativa adquiere concreción es en el problema del examen. La nueva política educativa – de corte neoliberal - responde a los postulados de racionalización que impone la coyuntura de crisis económica. Sus postulados conceptuales los expresa a través de nociones como calidad de la educación, eficiencia y eficacia del sistema educativo, mayor vinculación entre sistema escolar (entiéndase currículo) y necesidades sociales (entiéndase modernización y / o reconversión industrial).
En términos operativos esta política se concreta en una disminución real del presupuesto de educación. La consigna es “hacer más con menos”. De modo que resulte más económica la inversión por cada estudiante.
Por su parte  Moacir Gadotti[6], sostiene, que los organismo Financieros Internacionales que son los que están detrás de la globalización neoliberal (BM, FMI
OMC) tienen su propia concepción de la educación la cual se expresa en los siguientes principios:
El Estado debe abandonar la idea de igualdad, (socialización) para asumir la equidad (atención a las diferencias). Se considera la educación como un servicio y no como un derecho.
 Este argumento es esgrimido dice Gadotti cuando se trata de la educación Superior. Según los expertos del Banco Mundial, la Universidad pública fue creada para los pobres, pero ellos no llegan a ella, por eso la gratuidad “indiscriminada” sería injusta.
Los principios que orientan las reformas neoliberales en América Latina son esencialmente instruccionistas, es decir, están centrados en la enseñanza y no en el aprendizaje. Por eso están en contradicción con las teorías del currículo más actuales.
Se defiende el aumento de tiempo para la instrucción y no la calidad de la formación escolar. El discurso del Banco Mundial por ejemplo, sobre la calidad de enseñanza parte de la idea de que el asunto de cantidad en la educación básica ya está resuelta.
Ahora el problema sería la calidad de gerenciamiento. Por otro lado, los profesores están excluidos de toda discusión en el tema de calidad. Ellos no tienen voz. Lo que se busca es una estandarización de la calidad, evaluación, el aprendizaje y la creación de “parámetros o estándares” para todo, como si todo pudiese ser medible en la educación.
Se trata de una política dirigida al individuo docente, y no para el colectivo de docentes (sindicatos) y tampoco para el colegiado de la escuela. Se le asigna al docente el problema de la “baja calidad” de la educación. El problema mayor es el alto nivel de “politización” de los profesores. La propuesta neoliberal es de una desprofesionalización de la docencia, la alternativa que propone el neoliberalismo es contratar docentes a través del concurso público como trabajo temporal, docentes no formados para “formarlos” en servicio, rápidamente. Para la concepción neoliberal, los docentes no necesitan tener conocimientos científicos. Su saber es inútil. Pues ellos pueden ser sustituidos por un computador bien programado.
Esta es pues la concepción de educación que impera en nuestro sistema educativo y específicamente en la Universidad que en la mayoría de los casos los docentes ignoramos sin embargo, es necesario de que los docentes a todos los niveles hagamos una reflexión seria de cara a comprender las políticas educativas neoliberales
Este fenómeno lo podemos apreciar con más detalle en la imposición cada vez mayor de exámenes en todas las esferas del sistema educativo así tenemos exámenes: para los alumnos y alumnas que van egresar de bachilleres, para los estudiantes que se quieren graduar de profesores, para bachilleres que desean ingresar a la UES, para los egresados de licenciatura en derecho y que desean obtener el notariado, para los maestros que quieren obtener su categoría como docentes nivel I etc.
 Para comprender el fenómeno tomemos nada más dos ejemplos, cuando los maestros se someten a la prueba para obtener la categoría de docente nivel I y en su mayoría reprueban el examen entonces cabe hacernos algunas interrogantes ¿Qué hay detrás de toda esa masiva reprobación? ¿Acaso no hay una determinante económica? Pues al no permitir que más maestros se incorporen al magisterio es porque el Gobierno no quiere invertir más en salarios ni prestaciones sociales. ¿Qué sucede cuando la Universidad de El Salvador establece un cupo para los alumnos y alumnas que desean ingresar a estudiar y deja a muchos fuera de sus aulas? Es obvio que el Gobierno no quiere invertir en educación ni está interesado en la educación superior de los salvadoreños y salvadoreñas.
Entonces los exámenes son sólo una estrategia política para evitar en incremento del presupuesto de la nación, lo cual nos lleva a otra interrogante ¿Miden entonces los exámenes capacidad, idoneidad e inteligencia? Obviamente los exámenes en todo caso sólo sirven para llevar a cabo un proceso de selección en la que siempre salen beneficiados no los más inteligentes y mejor dotados sino los que tienen más influencia en la sociedad. O también como sostiene L. Séve, M. Verret y G. Sniders, citado por Francisco Gutiérrez[7] en educación como praxis política “ los resultados del examen de admisión en nuestras Universidades viene a confirmar cada año esta “ elección de los elegidos” en este mismo sentido continua diciendo Francisco Gutiérrez, toda selección implica necesariamente exclusión y se excluyen en primera instancia aquellos para quienes vivir y trabajar para seguir sobreviviendo es un imperativo vital que está por encima de cualquier necesidad. Se excluyen todos aquellos a quienes las dificultades materiales les obligan a buscar el sustento diario como la primera y más urgente de las necesidades. Confundir selección natural, basada en los dones del individuo (inteligencia, voluntad, capacidad), con selección social es parte del engaño ideológico al que estamos sometidos. Por lo tanto, los exámenes -- en variedad incalculable – no son sino instrumentos legalizados de selectividad. En consecuencia, el objetivo primordial de cualquier prueba llámese como quiera llamársele es como sostiene Gutiérrez, segregar y eliminar afín de que la pirámide escolar sea un calco de la pirámide social.
O como sostienen otros autores como sostienen Ángel Chacón y Mina Morales Díaz”[8] los tradicionales exámenes escritos sólo han servido, en su mayoría, para marcar un sistema selectivo de individuos que sólo van a ser utilizados para la vida productiva, reduciendo así, al sistema de evaluación, a un sistema selectivo de obreros calificados”. De manera similar se expresa Juan Mainer Baqué[9] en torno a los exámenes al plantear que “en la lógica mercantil y eficientista que sustenta los sistemas educativos de la era del capitalismo avanzado, el examen, y la cultura examinatoria que promueve (bancaria, en el buen decir de P. Freire), ha llegado a convertirse en el emblema visible de la institución escolar”. En esta misma dirección el mismo autor que “ explorar la genealogía del examen permite iluminar, con potencia insospechada, muchos de los problemas que actualmente se dirimen en la escuela – por ejemplo: la selección cultural que anida tras el currículo oficial, la función social del conocimiento que la escuela regula y distribuye, las posibilidades y obstáculos de una innovación pedagógica verdaderamente orientada a la construcción de un pensamiento social autónomo y emancipatorio, o los procesos de subjetivación que en ella tienen lugar --.”
Ahora bien, nadie va a negar que es necesario hacer exámenes sobre todo en las instituciones educativas sin embargo, lo que no es admisible que el examen se convierta en el instrumento preferencial para determinar las capacidades y competencias de los educandos.
Hay que destacar que hoy en día este fenómeno está muy difundido pues en la mayoría de centros de educación básica, media y superior los exámenes se han convertido en la medida para determinar las capacidades, habilidades y destrezas de los estudiantes. Lo que en la realidad es una falacia pues los estudios en el área de la Psicología y pedagogía han demostrado que los exámenes son sólo instrumentos para recoger datos estadísticos y tomar decisiones y reorientar el proceso enseñanza aprendizaje.
El que en una institución los docentes hagan variedad de exámenes a los estudiantes no es sinónimo de calidad de la educación.
Lo único que la mayoría de los docentes en los diferentes niveles nos hemos convertido en fieles colaboradores en la reproducción del sistema social dominante. Es más muchos docentes creen de manera ingenua que el examen que le practican a los estudiantes reflejan con certeza el aprendizaje de los mismos. Cuestión que está muy lejos de ser verdad, pues los exámenes de cualquier índole que sean sólo expresan lo que el docente quiere que el alumno o alumna diga. Otro aspecto que hay que señalar es que en nuestro medio y concretamente la Universidad se ha distorsionado el concepto de evaluación y lo han sustituido por el de exámenes, pues a juicio de muchos docentes hacer exámenes es sinónimo de evaluar. Se olvidan que la evaluación se realiza durante todo el proceso y sus datos (calificaciones) deben servir para tomar decisiones así como enjuiciar nuestra propia práctica pedagógica.
En síntesis los exámenes, son sólo un instrumento para profundizar las desigualdades sociales y además, evidencia la ignorancia del proceso evaluativo con lo que contribuimos muchos docentes ha hacer más grande la brecha entre pobre y ricos.
De igual manera, los exámenes son un instrumento político, pues sirven para mantener a muchos en la ignorancia ya que en la medida en sólo nos concretemos a medir a los alumnos con exámenes, estamos reduciendo la educación a una mera repetición mecánica y fragmentaria lo que impide que el alumno y alumna conozca su realidad externa e interna. Y esto es beneficioso para los que se mantienen en el poder por medio de la mentira y el engaño.
[1] Kart Marx. El capital Tomo I. p. XIII.
[2] Ángel Díaz Barriga. El examen. Textos para su historia y debate. P. 1.
[3] Miguel Ángel Durán. Historia de la Universidad. P.11.
[4] Ángel Díaz Barriga. Didáctica y Currículo. P. 161.
[5] Diaz Barriga Opcit. 11.
[6] http: www. google.com. La profesión docente y sus amenazas en el contexto de las políticas neoliberales en América Latina.
[7] L. Séve, M. Varret y Sniders, citado por Francisco Gutiérrez en la Educación como praxis política. P. 32.
[8] http: // Google.com. Ángel Chacón y Mina Morales Díaz. Articulo “La evaluación y las relaciones de poder”. P. 1.
[9] Tomado de Revista Jerónimo de Uztariz de la Universidad de Navarra. n°17- 18, año 2002. http: www.google.com. Pensar históricamente el examen, para problematizar su presente, notas para una sociogénesis del examen. Juan Mainer


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