domingo, 30 de octubre de 2011

POR: MSc JOSÉ ISRAEL VENTURA. LA POBREZA UN PROBLEMA ÉTICO

En medio de la crisis de valores que vive la sociedad en general, parece pertinente  acercarnos a los principales problemas  de la ética. Problemas  que por su naturaleza, connotación e impacto social es conveniente estudiar.
Dentro de estos problemas se destacan: el aborto, la prostitución, el divorcio, la eutanasia, la corrupción, la drogadicción, la libertad, los derechos humanos, el sida, la pobreza, la clonación y la pena de muerte entre otros.
Si bien es cierto que dichos problemas se presentan en nuestra percepción diaria como fenómenos naturales o dicho de otra manera, subjetivos, propios de cada persona, sin ningún nexo ni relación con la estructura social, también es cierto que  tales fenómenos  están profundamente arraigados en la forma  como la sociedad está organizada y como ésta capacita a los ciudadanos para encarar los retos y desafíos de la postmodernidad. No obstante, la ciencia nos demuestra que
 “cualquier fenómeno social ya sea el idioma, el arte, el Estado, la Nación, la ciencia y la moral, no puede ser comprendido aisladamente, sino como fenómeno engendrado por la sociedad y correspondiente a determinadas necesidades de ésta. Puesto que el modo de vida de los hombres de cualquier sociedad depende del modo de producción, todos los demás fenómenos de la vida de dicha sociedad dependen en última instancia, del modo de producción, se desprenden de él y están condicionados por él.[1]
   Por otra parte, dado que la ética es la ciencia  que analiza e interpreta el fenómeno de la moral, ésta  nos puede ayudar a tener  una comprensión objetiva y racional del fenómeno objeto de estudio.   Resulta entonces  pertinente  hacer  un intento para que juntos iniciemos dicha reflexión.
Obviamente muchos de estos problemas  tienen sin lugar a  duda raíces sociales y están arraigados desde luego en injusta distribución de la riqueza. Son problemas que la ética como ciencia de la moral debe analizar e interpretar y poner en su justo lugar. Como sabemos el fenómeno de la pobreza hoy se ha convertido no sólo en un problema de orden social sino además, es también ético. Ya que no es posible que en una sociedad en la que se habla de democracia, justicia, valores morales y libertad vivan tantos  millones de personas en la total indigencia por

Ejemplo, de “1200 millones de personas (47 % del África Sub – Sahariana, 20 por ciento del Asia Oriental,  20 por ciento de China, 51 por ciento del Asia meridional, 55 por ciento de la India, 8 por ciento de Europa Oriental, 31 por ciento del Norte de África y 19 por ciento de América Latina) y 850 millones sufren graves problemas de desnutrición. Mientras el 20 por ciento de la población mundial perteneciente a los países industrializados dispone del 85 por ciento del producto bruto mundial. Por otro lado, los más de 4000 millones de habitantes de los países pobres deben conformarse con tan sólo el 15 por ciento restante. El 20 por ciento más pobre del planeta dispone del 1.4 por ciento del producto bruto mundial y representa el 0.9 por ciento del comercio internacional. En este mismo orden de ideas tenemos también que 14 millones de niños y niñas mueren de hambre, diarrea y desnutrición anualmente; donde en muchas regiones del planeta (Centroamérica, etc.,) la mayoría de la población está por debajo del umbral de la pobreza; mientras el mundo emplea el 25 por ciento de sus  científicos e investigadores en la industria bélica, invierte en armamento más de 1000 millones de dólares cada 12 horas[2]  

De lo anterior deviene desde luego una crisis que ya no sólo es social sino como decíamos antes es moral.
Por otro lado,  se escucha por todas partes, que la sociedad está en crisis, que hay pérdida de valores, hay crisis de paradigmas, hay crisis de la familia, de la justicia. Y este es el estribillo que asumen sobretodo  intelectuales e ideólogos de la burguesía, quienes en su afán por  justificar las “bondades de la globalización neoliberal” inventan una terminología que lo único que se proponen es confundir a las masas empobrecidas de los países atrasados y con ello impedir el avance de la clase trabajadora. Aparentan hacer mucho para no hacer nada, es la filosofía del no cambio. En este sentido si vamos hablar de crisis ¿Por qué no se examina las causas profundas que generan la crisis? Ya que en crisis está todo, la familia, la educación, la justicia, la ciencia y la vida misma que es el valor supremo por el que se debe luchar sin tregua alguna.
En estos días leyendo un documento que me encotré cuando consultaba la página web de Internet y que  me pareció sumamente interesante una historia contada por un Monje Budista llamado Mentando Bhikkhu, la cual  ilustra la naturaleza de nuestra responsabilidad social y moral. Dice la historia: una mujer se acercó al monje budista y le dijo: “Cuando tenía 12 años, mis padres, que eran muy pobres, me vendieron a un burdel, y desde entonces he tenido que hacer ese trabajo. Le suplico que perdone mi pecado.” El monje le contestó: “No es necesario que suplique mi perdón. Soy yo y el mundo quienes debemos pedirle perdón, por que no hemos hecho lo suficiente para protegerla. Por favor, primero perdóneme a mí y al mundo por no haber sabido protegerla.”.
La historia anterior refleja la despreocupación de los gobiernos por sus ciudadanos, la falta de responsabilidad de los adultos y de muchas instituciones por la vida y las condiciones sociales del pueblo. Aun que esta historia refleja las condiciones de existencia de millones de personas del mundo que viven en condiciones precarias de existencia, pero quizá el ejemplo  en nuestro país nos queda como anillo al dedo. Ya que es aquí donde los gobiernos y las clases dominantes históricamente  sólo se han interesado en acumular riqueza  sin importar el bienestar social y moral del pueblo salvadoreño.
Cuando se revisan las estadísticas sobre las condiciones materiales de vida y de distribución de la riqueza en nuestra sociedad, nos quedamos sorprendidos de cómo es posible que el ser humano haya alcanzado niveles tan grandes  de avaricia y se comporte como un animal, si somos compañeros de viaje, “andamos en el mismo negocio” como dice Og magdino, en la universidad del éxito. Significa  que todos sin excepción luchamos por la supervivencia, pero cuando un hombre concentra toda su comida para él y su familia  no comparte con los demás se convierte en un animal más que en un hombre, todo esto es un problema moral. Esta situación puede verse con diáfana claridad en nuestra sociedad. Apreciemos  los siguientes datos:

El 1 por ciento de la población, 116 propietarios que a finales de los setenta, absorbían el 35 por ciento del ingreso nacional, cuyas ganancias declaradas eran de, por lo menos, 20 millones de colones al año, es decir, 6700 veces el ingreso de un trabajador – 19 veces más es la actual  media latinoamericana, el continente con mayor desigualdad en el mundo, que tiene una media de ocho --.
Dos décadas después, unos 3 millones y medio de salvadoreños viven con un dólar al día (700 mil hogares) y de ellos, cien mil familias con un colón diario (0.1 dólar). En el otro extremo, 518 familias declaran que ganan al mes por lo menos 10, 000 dólares, y sus ingresos son casi el doble de lo que percibe el estrato inmediatamente inferior. Los tres niveles más bajos, casi un millón de personas, ingresan diez veces menos que la media nacional y los tres más altos, poco más de mil hogares, ingresan una media declarada 17 veces más alta que la nacional. Dentro de estos y en el rango superior, los 518 hogares más ricos tienen una media 23 veces mayor que la nacional[3].

Como se puede ver la excesiva concentración de la riqueza rebasa los límites de la moral por lo que conviene hacer una reflexión e interpretación científica a la luz de la ética y las ciencias sociales. “Los  horrores de la pobreza absoluta se extienden a todos los aspectos de la vida personal: indefensión ante las enfermedades, analfabetismo, sumisión y total inseguridad ante los cambios[4]” 
No cabe ninguna duda de que estos datos hablan por si sólo y nos muestran el deterioro de las condiciones materiales de vida de las poblaciones de los países atrasados como el nuestro. En este sentido la pobreza se ha convertido en un problema de orden moral el cual se tiene que denunciar antes que callar; porque  callar sería lo mismo como guardar silencio y volverse cómplice de semejante atropello a la dignidad humana.      

LA RELACIÓN DIALÉCTICA MATERIALISTA Y LA MORAL
El ser social es producto del medio social en que se desenvuelve. Sin una compresión profunda de lo que significa, esa sintética frase, es imposible el cambio social. Si no se toma conciencia, del complejo mundo material que determina las relaciones entre los seres sociales que componen el conjunto de la sociedad, los seres humanos están condenados a la autodestrucción. El desarrollo científico técnico, usado egoisticamente para engrosar el poder material particular, en vez de forma equitativa, en beneficio del conjunto de la sociedad, además, de impedir un desarrollo sostenido, que no acabe con el ecosistema, impide el desarrollo del ser humano, en el aspecto moral material.
El ser humano, la materia más evolucionada, capaz de producir pensamiento material, de transformar la materia, no culminará su proceso evolutivo, si no es capaz de superar su primitivo instinto animal depredador, que le permita usar racionalmente la inteligencia, para contribuir solidariamente al progreso del conjunto de los seres humanos que habitamos el planeta.
La inmoralidad enfermiza de las personas que defienden el sistema capitalista, para la acumulación personal de capital, basada en la competencia, en vez de en la solidaridad, defienden un sistema que no tiene futuro, se agotará, como ya lo estamos viendo, el cambio climático que amenaza a todas las especies, incluida la humana, ya no se puede ocultar. Los representantes del capitalismo a nivel mundial, son conscientes de esa realidad, se reúnen, dicen, para estudiar el fenómeno y buscar soluciones, pero están condenados al fracaso. Su base materialista grosera, les impide desarrollarse moralmente, equitativamente, no pueden renunciar a su base filosófica - neoliberal -, que les permite la acumulación capitalista. Sería suicidarse políticamente. Prefieren llevarse a la tumba, su poder, su oro, antes que compartirlo con sus semejantes, y así salvarse todos. No pueden terminar con esos falsos bienes de consumo, que tantos beneficios les dan, y que tanta contaminación provoca su producción. Sería acabar con el fetichismo del consumo, con el cual, además, de hacer negocio, expanden su ideología, individualista y depredadora, con la que tienen sometida y atomizada a la mayoría social productiva.
El desarrollo anárquico del capitalismo, basado en el lucro particular, no admite planificación, que tenga en cuenta las necesidades del conjunto de la sociedad. Su base moral, individualista, egoísta, competitiva, se lo impide. Cada vez más, los estados, los gobiernos, están supeditados a los grandes poderes multinacionales, fundamentalmente, los financieros. A los estados, cada vez más, lo único que les va quedando es la planificación y el control de la represión, de la violencia contra cualquier manifestación de protesta.
Cada vez más, se privatizan servicios públicos esenciales, bajo el argumento de la rentabilidad. La verdad, es muy otra, la sociedad en general está más desatendida, las desigualdades se profundizan, cada vez más aumenta la pobreza y la riqueza se concentra en menos manos, los informes del PNUD, año tras año, lo confirman. En Inglaterra, se privatizaron los ferrocarriles, y los accidentes ferroviarios y la muerte de los usuarios aumentaron. Ahora se plantea privatizar la sanidad, en su totalidad, la educación, también en su totalidad, en general todos los servicios que preservan el medio ambiente, la información y la cultura escrita y audiovisual.
El control de los aspectos básicos de la vida de los ciudadanos, pasa de los estados capitalistas, a los verdaderos estados dominantes, ya sin el tapujo del intermediario formal, sin los gobiernos:
directamente administrados por las multinacionales. La teoría impuesta bajo el concepto "globalización", se está haciendo popular, confundiendo hasta a los pensadores, que se dicen de la cultura marxista. La realidad impuesta no es otra que la fase imperialista del capitalismo. Imperialismo, además, de ser un concepto dominante violento, ante todo significa poder económico.
El dominio del pensamiento materialista grosero, lo mismo que el pensamiento de los esquizofrénicos, son manifestaciones de cuerpos insanos, que necesitan los correspondientes tratamientos psiquiátricos, unos, y el otro, de tratamientos sociales y políticos, porque su repercusión, desborda el marco personal, afectando al conjunto de la sociedad.
El pensamiento materialista grosero, difícilmente puede ser vencido, sin la existencia del pensamiento materialista dialéctico, capaz de situar en toda su dimensión la realidad material que origina el mal. Pero, el problema se complica, porque los doctores que tienen que contribuir a erradicar ese mal, es la mayoría social, que está infectada del maléfico virus, llamado pensamiento único, que en mayor o menor medida, nos afecta a todos.
Algunos, el mal lo teorizan, lo definen, pero por estar impregnados del mal, su pensamiento material no es correcto, lo que trasmiten para curar el mal no conecta, su comportamiento político, no se corresponde con la moral que dicen defender, actúan violentamente, impositivamente, ahogando cualquier manifestación de pensamiento crítico, coaccionando y sometiendo a todo aquel que se atreve a discrepar, en vez de convencerlo. Aceptan la moral política, de Maquiavelo, en vez de la moral política de Marx, Engels y Lenin. Las argucias manipuladoras y antidemocráticas, dentro de sus propias organizaciones, son las que les dan el poder. Se hacen cómplices objetivos de los más enfermos, de los que ostentan el poder material y político: de los capitalistas.
El conocimiento objetivo del medio en que nos desenvolvemos, nos hace estar en permanente crítica con el medio, y en particular y en primer lugar, con nosotros mismos, sabedores del condicionante material del que nuestro propio cuerpo es objeto, y por ende, de su repercusión y de su manifestación a través del pensamiento, que nos hace mover todo nuestro cuerpo: nuestros gestos expresados mediante el empleo de las manos, los ojos, la lengua, incluso la bilis. Esa permanente inquietud, nos permitirá analizar, si nuestro pensamiento material, contribuye a transformar el medio en que nos desenvolvemos, si contribuimos al saneamiento colectivo, de nuestro entorno más inmediato.
El nuevo ser social, liberado del materialismo grosero, de la vieja sociedad capitalista, tiene que forjarse en esa sociedad, si quiere transformarla. El virus de la moral comunista, si no se forja y se desarrolla en el caldo de cultivo de la sociedad capitalista, morirá junto con el sistema capitalista, y con toda la humanidad. Ese complejo desarrollo, por supuesto, requiere de tiempo y perseverancia.
El tiempo en conseguirlo, dependerá de nuestra perseverancia en el empeño. Las condiciones materiales, para el caldo de cultivo, hoy más que nunca están dadas. La multiplicación del virus puede tener un desarrollo inimaginable, si damos con las claves que permitan la participación y la organización de la mayoría social, que aunque infectada de la ideología dominante, sufre la contradicción material de una condición social, que necesita sanarse.
El virus se contagia en el contacto personal, cuantos más contactos personales seamos capaces de tener, el virus se multiplicará, siempre que los transmisores del virus estemos muy bien infectados. El virus del comunismo requiere un profundo conocimiento en su base teórica, confrontada con la práctica política cotidiana








[1] W. Kelle M. Kovalzón. Sociología Marxista. P. 64.
[2] Antxon  Mendizábal. La Globalización. P. 15
[3] María Dolores Albiac. “los ricos más ricos de El salvador” en revista de Estudios Centroamericanos. Octubre de 1999. p. 842.

[4] Editorial popular. Norte – sur. La fabrica de la pobreza. P.33

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