LA UES ENTRE EL DISCURSO Y LA REALIDAD: CRÍTICA, HEGEMONÍA Y DECADENCIA INTELECTUAL”
POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
Durante
décadas, la Universidad de El Salvador (UES) ha cargado con etiquetas solemnes
y prestigiosas: popular, libre,
humanista, plural, emancipadora y critica. Estos
adjetivos se repiten como un mantra institucional, casi como si nombrarlos
fuera suficiente para convertirlos en realidad. No obstante, como suele ocurrir
en muchas instituciones de América Latina, la distancia entre el discurso
universitario y su práctica diaria es profunda, dolorosa y evidente.
Este
ensayo recoge mi reflexión producto de 34 años de experiencia laborando como
docente de la Facultad de Odontología y de otras facultades en las que también
presté mis servicios.
Esa experiencia no solo da legitimidad al documento, sino que otorga una
perspectiva privilegiada para comprender cómo la universidad, que debería ser
un santuario de pensamiento crítico y científico, ha caído repetidamente en el
dogmatismo, la hegemonía ideológica y la superficialidad analítica.
Los que hemos leído un poco la historia de la Universidad
de El Salvador, sabemos que surgió como una institución al servicio del pueblo,
abierta a todas corrientes del pensamiento y defensora de la autonomía y la libertad acadèmica.
Sin embargo, la narrativa romántica de la universidad
pública ha ido quedando reducida a un eslogan vacío mientras, en silencio,
crece una cultura interna que contradice sus principios más fundamentales:
una cultura que ahoga la pluralidad, que
ridiculiza el pensamiento diferente, que utiliza la autonomía como escudo
político, que confunde
crítica con activismo emocional, y que ha abandonado la ciencia como fundamento
para opinar, protestar o transformar.
El
ensayo que aquí se presenta no busca destruir a la universidad ni unirse al
coro de voces que la atacan sin comprender su misión. Por el contrario,
pretende revitalizar el concepto auténtico de crítica universitaria,
recordar su sentido histórico y señalar con firmeza los riesgos de una Universidad
que se deja capturar por grupos minoritarios, por consignas vacías o por la
repetición mecánica de ideologías sin estudio.
Una universidad que no piensa se convierte en un templo del fanatismo. Una
universidad que no investiga se convierte en una fábrica de consignas. Una
universidad que no debate se condena a la irrelevancia.
La
UES no merece ese destino. El país tampoco. Por ello, desde mi experiencia hago
este planteamiento.
En este ensayo analiza, cuestiona y propone rutas para reconstruir una universidad que sea realmente crítica, científica y plural.
I.
LA UTOPÍA DISCURSIVA: UNA UNIVERSIDAD QUE SE PROCLAMA, PERO NO SE PRACTICA
Durante
la década de los ochenta, la UES se autodefinió como popular, libre y
humanista.
Tales
calificativos, más allá de la intención política del momento, describían un ideal
universitario profundamente valioso: una institución abierta al debate,
defensora de la libertad académica y promotora del pensamiento crítico.
Pero, de acuerdo con mi experiencia ese ideal terminó siendo un discurso
trillado, repetido sin conciencia ni autenticidad.
La pregunta
que siempre me he formulado es: ¿Cómo se pasa de ser una universidad que
aspiraba a iluminar el pensamiento nacional, a convertirse en un terreno de
luchas ideológicas sin rigor? La respuesta está en la distancia entre
la retórica institucional y la práctica real de sus actores internos.
En
teoría:
– la UES es un espacio plural;
– en la práctica, la hegemonía ideológica controla los organismos clave
(CSU, AGU, fiscalías internas, asociaciones estudiantiles).
En
teoría: la libertad de
pensamiento es un derecho, en la práctica, quien piensa distinto es etiquetado
de reaccionario, pro-gobierno, retrógrado o traidor.
En
teoría: – la universidad es crítica; en la práctica, la crítica
se ha convertido en una caricatura política sin fundamentos. Este
fenómeno no es exclusivo de la UES, pero en ella se expresa con especial
crudeza.
Cuando
un ideal se reduce a propaganda, termina destruyendo su propio significado. Y
cuando el dogmatismo se normaliza, la universidad deja de ser faro intelectual
para volverse escenario de pugnas estériles.
II.
HEGEMONÍA IDEOLÓGICA: LA PLURALIDAD EXCLUIDA
La experiencia de haber estado en organismos
como la AGU y el CSU me valio para comprender la presencia de varios grupos que
se autodenominan marxistas, maoístas, guevaristas, y trotskistas, y que
reclaman para si autoridad moral de representar la “critica universitaria”
El
problema no es que existan esas corrientes —al contrario, su presencia debería
enriquecer el debate— sino que se conviertan en hegemonía, en árbitros
absolutos de lo que se puede pensar, decir o enseñar.
Cuando
un grupo, cualquiera que sea, controla los espacios de poder académico: elimina
la diversidad, intimida el pensamiento libre,
y convierte la universidad en un territorio de obediencia, no de pensamiento.
Esta
hegemonía no solo excluye voces distintas, sino que impide el desarrollo
científico, porque la ciencia requiere duda, contraste, debate y
posibilidad de error.
El dogmatismo, en cambio, exige obediencia y castigo para el disidente.
Así,
la UES, que debería ser el laboratorio más grande de pluralidad, cae en la
contradicción de predicar libertad mientras practica exclusión.
III.
LA BANALIZACIÓN DE LA CRÍTICA: ACTIVISMO SIN CIENCIA
Sin
lugar a dudas, el fenómeno se ha vuelto dolorosamente común: la crítica
universitaria se ha reducido a activismo emocional, consignas sin fundamento,
marchas sin estudio y discursos reciclados.
Se ha instalado la idea equivocada de que “ser crítico” equivale a protestar
ruidosamente, destruir propiedad, incendiar vehículos, pintar paredes, o repetir slogans memorísticos.
Pero
la crítica auténtica —la que define la esencia de la academia— requiere:
lectura seria, investigación,– argumentación, –
capacidad de dudar, y evidencia científica.
No basta
con declararse marxista; hay que estudiar a Marx.
No basta con citar autores; hay que comprender sus textos.
No basta con indignarse; hay que sustentar.
La
universidad pierde su brújula cuando sustituye datos por consignas.
Sin evidencia, la crítica se convierte en espectáculo. Sin
ciencia, se convierte en fanatismo.
Si la UES quiere ser crítica, debe abandonar la versión caricaturesca de la
protesta y recuperar la crítica fundamentada, la que ilumina problemas en lugar
de crear conflictos vacíos.
IV.
EL ABANDONO DE LA INVESTIGACIÓN: UNA UNIVERSIDAD SIN MÉTODO
La
crítica universitaria exige metodología.
Cualquier opinión sobre economía, ambiente, salud pública, educación o política
debe sostenerse con datos verificables. Pero lamentablemente la investigación
ha sido relegada por la militancia.
Ejemplos
mencionados:
Opinar sobre economía sin estudios serios, denunciar contaminación sin análisis
químicos, repetir discursos políticos sin leer fuentes primarias.
Este déficit metodológico es devastador:
1.
Reduce la
universidad a opinión emocional.
2.
Debilita su
aporte al país.
3.
Genera
profesionales que no saben investigar.
4.
Convierte
la crítica en teatro, no en ciencia.
Una
universidad que renuncia a la investigación se condena a vivir en la superficie
de los fenómenos, incapaz de comprender su esencia. Y una
crítica superficial jamás transformará un país.
V. LA CRISIS ÉTICA: CONSIGNAS SIN RESPONSABILIDAD
En
mi humilde opinión, destruir propiedad privada no es crítica; insultar no es
argumentar; marchar sin fundamentos no es investigar; y repetir ideologías sin
estudio no es pensamiento crítico.
La crítica auténtica es un acto ético.
Implica:
– responsabilidad intelectual,
– compromiso con la verdad,
– disciplina,
– humildad,
– rigor conceptual.
Una
universidad que confunde crítica con violencia simbólica o material pierde la
posibilidad de convertirse en guía moral de la sociedad.
VI.
HACIA UNA CRÍTICA UNIVERSITARIA AUTÉNTICA: RUTAS NECESARIAS
La
UES aún puede recuperar la esencia de la crítica científica si decide
replantear su cultura interna. Este ensayo propone rutas concretas:
1.
Recuperar la investigación como eje central
Sin
laboratorios, sin proyectos, sin publicaciones de calidad, no hay crítica.
2.
Garantizar pluralidad real
Ningún
grupo debe imponerse como dueño de la verdad.
La universidad no es una secta ideológica.
3.
Formar pensamiento propio
Se
necesita enseñar a los estudiantes a leer, argumentar, cuestionar y contrastar
teorías.
4.
Separar militancia de ciencia
La
política es legítima, pero no puede sustituir la investigación.
5.
Restaurar la autonomía como responsabilidad, no como excusa
La
autonomía universitaria no es un escudo para la mediocridad, sino una
obligación para la excelencia.
6.
Evaluar críticamente a quienes ocupan espacios de poder interno
La
universidad no puede seguir secuestrada por minorías ruidosas.
CONCLUSIÓN
La
Universidad de El Salvador se encuentra ante una encrucijada histórica. Puede
continuar alimentando un discurso vacío sobre crítica, libertad y pluralidad
mientras reproduce prácticas dogmáticas, improvisadas y anticientíficas; o
puede reconstruirse desde sus fundamentos, recuperando la esencia de la
investigación, el debate auténtico y la responsabilidad intelectual. —
evidencia que la distancia entre el ideal y la realidad es profunda--
Pero
también demuestra que la crítica verdadera sigue viva en quienes, desde dentro,
se atreven a cuestionar la cultura dominante. La
universidad debe decidir si quiere ser templo de consignas o laboratorio de pensamiento
Si quiere ser escenario de fanatismo o cuna de ciencia.
Si quiere seguir mirando el pasado o comenzar a iluminar el futuro del país.
El
pensamiento crítico no se grita: se construye.
La crítica no destruye: edifica.
La universidad no adoctrina: forma.
La
UES aún puede transformarse. Pero primero debe atreverse a verse en el espejo.
REFLEXIÓN
FINAL
Este
ensayo no es un ataque a la UES. Es un llamado urgente a rescatar su misión. El
país necesita una universidad pública fuerte, rigurosa, plural y profundamente
científica. Una universidad que piense, que investigue, que forme ciudadanos
libres.
La crítica que nace del estudio transforma.
La crítica que nace del fanatismo destruye.
Hoy,
más que nunca, la UES debe decidir en cuál de los dos caminos quiere situarse.
Porque una universidad sin pensamiento crítico auténtico deja de ser
universidad, y un país sin universidad crítica deja de tener futuro.
SAN SALVADOR, 27 DE NOVIEMBRE DE 2025
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