lunes, 29 de septiembre de 2025

 

LA CORROSIÓN DEL ESPÍRITU: ARROGANCIA Y PREPOTENCIA COMO PATOLOGÍAS DE NUESTRO TIEMPO”

POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

Vivimos en un mundo marcado por la contradicción entre los discursos de igualdad y la práctica cotidiana de la desigualdad. En la superficie, las sociedades modernas presumen de haber conquistado valores como el respeto, la tolerancia y la dignidad humana; sin embargo, al escarbar un poco en la vida política, académica, empresarial e incluso en la vida cotidiana, encontramos un panorama diferente: arrogancia, soberbia y prepotencia dominan las relaciones humanas.

Estos tres términos, aunque parecidos, no son idénticos. La arrogancia describe la actitud de quienes creen que poseen una superioridad intelectual o moral sobre los demás. La soberbia va más allá: es la incapacidad de reconocer errores, el desdén por la igualdad y el rechazo a la humildad. Y la prepotencia es la manifestación práctica de ambas: el uso del poder para humillar, someter o controlar a los demás.

El problema no es nuevo. Desde Sócrates hasta Hannah Arendt, los pensadores han advertido sobre los peligros de estas actitudes para la convivencia social. En la Biblia, la soberbia aparece como el primero de los pecados capitales; en la política contemporánea, se manifiesta en líderes que creen tener la verdad absoluta; en la universidad, se expresa en académicos que, como diría Kafka, integran “una comunidad de vanidosos y mediocres” (Kafka, citado en Ventura, 2019).

Este ensayo busca, de manera crítica y enérgica, analizar cómo la arrogancia, la soberbia y la prepotencia se han incrustado en los distintos espacios de la vida social, mostrando sus consecuencias destructivas y proponiendo la humildad como alternativa transformadora.

I. LA NATURALEZA DE LA ARROGANCIA, LA SOBERBIA Y LA PREPOTENCIA

En el plano conceptual, estos tres términos se entrelazan, pero guardan matices. La arrogancia suele estar asociada al exceso de confianza, a la actitud del “sabelotodo” que cree que su opinión es incuestionable. En palabras de Aristóteles, “el ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona” (Aristóteles, 2004). El arrogante, entonces, se coloca en la primera categoría.

La soberbia, en cambio, es más profunda: es una disposición del alma que desprecia al otro, que coloca al individuo en un pedestal imaginario desde donde observa a los demás como inferiores. Santo Tomás de Aquino (2006) la calificó como “la madre de todos los pecados”, porque engendra vanidad, envidia y desprecio.

Por último, la prepotencia es la traducción práctica de estas actitudes en relaciones de poder. Se manifiesta cuando un político, un académico, un jefe o un padre de familia impone su voluntad sin consideración por los derechos o la dignidad de los demás. Max Weber (1993) advertía que el poder se convierte en dominación ilegítima cuando se basa en la imposición y no en la legitimidad ni el consenso.

II. RAÍCES HISTÓRICAS Y FILOSÓFICAS DE LA SOBERBIA

El rechazo a la soberbia tiene raíces milenarias. En la tradición judeocristiana, la soberbia de Lucifer, que quiso ponerse al nivel de Dios, fue el origen de su caída. De ahí que se considere el pecado más peligroso.

Los filósofos griegos también reflexionaron sobre el tema. Sócrates, al reconocer que “solo sabía que no sabía nada” (Platón, 1992), marcó un contraste radical con la arrogancia de los sofistas, quienes presumían de saberlo todo. Para Platón, la humildad intelectual era condición para la verdadera sabiduría.

En la Edad Media, Tomás de Aquino vinculó la soberbia con el desorden moral que destruye la armonía del alma. Y ya en la modernidad, pensadores como Nietzsche (1999) denunciaron la falsa humildad, pero también criticaron la soberbia disfrazada de poder.

Así, la historia muestra que la arrogancia y la soberbia no son solo defectos personales: son actitudes con profundas implicaciones filosóficas, religiosas y sociales.

III. LA ARROGANCIA COMO ENFERMEDAD ESPIRITUAL Y PSICOLÓGICA

Desde la psicología, la arrogancia se interpreta como un mecanismo de compensación. Freud (1990) hablaba del narcisismo como una etapa en la que el individuo sobrevalora su propio yo. Erich Fromm (1980), por su parte, explicaba que las personalidades autoritarias tienden a disfrazar su miedo y vacío interior con actitudes arrogantes.

El arrogante aparenta seguridad, pero en realidad esconde fragilidad. Como decía el artículo original: “se desinflan como un globo con mucha facilidad pues lo que albergan en su interior es ego, envidia, soledad y tristeza” (Ventura, 2019, p. 2).

En lo espiritual, la arrogancia es la incapacidad de aceptar la propia limitación. San Agustín enseñaba que la humildad es la base de toda virtud, porque sin ella el ser humano cae en la ilusión de autosuficiencia. La arrogancia es, entonces, una enfermedad del espíritu que separa al individuo de los demás y de sí mismo.

IV. ARROGANCIA Y SOBERBIA EN LA POLÍTICA CONTEMPORÁNEA

En la política, la arrogancia se traduce en liderazgos autoritarios. Funcionarios que creen que su palabra es incuestionable, que consideran que la crítica es un ataque y que reducen la democracia a un simple formalismo.

La soberbia política destruye los consensos y polariza a la sociedad. Bobbio (1997) advirtió que la democracia muere cuando quienes detentan el poder confunden el cargo con propiedad personal. De ahí que la prepotencia política lleve al desprecio de las instituciones, a la corrupción y al abuso de poder.

La historia latinoamericana está llena de ejemplos: presidentes que se perpetúan en el poder, legisladores que creen estar por encima de la ley, y partidos políticos que desprecian a la ciudadanía. La arrogancia en política no solo daña a los adversarios: destruye la confianza ciudadana y debilita el tejido social.

V. LA SOBERBIA INTELECTUAL Y EL ELITISMO ACADÉMICO

En la universidad, la arrogancia toma la forma de elitismo académico. Profesores que se consideran dueños de la verdad, que no aceptan discusión y que se rodean de aduladores reproducen un clima tóxico en el que la investigación y el pensamiento crítico se ahogan.

Kafka lo expresó con crudeza: “La universidad es una comunidad de vanidosos y mediocres” (citado en Ventura, 2019, p. 3). Y Paulo Freire (1970) denunció la “educación bancaria” como un mecanismo de opresión donde los estudiantes son simples receptáculos de la sabiduría del profesor.

La soberbia intelectual no solo obstaculiza el aprendizaje, sino que genera exclusión. El arrogante académico desprecia la participación de sus estudiantes, niega el valor de la investigación colaborativa y convierte el aula en un espacio autoritario.

VI. LA PREPOTENCIA EN EL MUNDO LABORAL Y EMPRESARIAL

El ámbito laboral es otro espacio donde la prepotencia florece. Jefes autoritarios que humillan a sus empleados, que ven a los trabajadores como simples engranajes y no como personas, encarnan esta actitud destructiva.

Richard Sennett (2000) explicó cómo la humillación en el trabajo degrada la dignidad del trabajador y erosiona la cohesión social. Las empresas dominadas por la soberbia y la prepotencia suelen enfrentar alta rotación de personal, conflictos internos y baja productividad.

En contraste, el liderazgo ético basado en el respeto y la humildad genera confianza, innovación y compromiso. La autoridad auténtica, como señalaba Hannah Arendt (1993), no se sostiene en la fuerza ni en la imposición, sino en el reconocimiento libre de quienes la aceptan.

VII. ARROGANCIA Y SOBERBIA EN LA CULTURA DIGITAL

Las redes sociales han amplificado la arrogancia. En la cultura digital, el narcisismo se convierte en espectáculo: todos buscan ser admirados, pocos desean escuchar.

Byung-Chul Han (2012) advierte que vivimos en la “sociedad del cansancio”, donde la autoexplotación y el culto a la imagen nos llevan a un estado permanente de fatiga y vanidad. El “yo digital” se construye a base de likes y seguidores, generando una competencia deshumanizante.

La arrogancia digital se refleja en influencers que creen poseer verdades absolutas, en usuarios que humillan desde el anonimato y en jóvenes que confunden valor personal con visibilidad virtual.

VIII. EFECTOS SOCIALES Y CULTURALES DE LA ARROGANCIA

La arrogancia y la soberbia, cuando se generalizan, producen un efecto corrosivo en la sociedad. Alimentan la exclusión, generan resentimiento y normalizan la violencia simbólica.

Una sociedad donde domina la prepotencia es una sociedad frágil, incapaz de construir consensos ni de respetar la diversidad. Como enseñaba Durkheim (1993), la cohesión social se basa en la solidaridad; sin ella, lo único que queda es el conflicto permanente.

IX. CAMINOS DE SUPERACIÓN: LA EDUCACIÓN EN LA HUMILDAD

Frente a este panorama, la humildad se presenta como virtud esencial. No se trata de sumisión, sino de reconocer los propios límites y abrirse al diálogo.

La educación en la humildad debe comenzar en la familia, continuar en la escuela y consolidarse en la universidad. Se trata de enseñar a escuchar, a valorar al otro y a comprender que nadie posee la verdad absoluta.

Como decía San Agustín: “No hay grandeza donde no hay sencillez, bondad y verdad”. Educar en la humildad no significa renunciar a la excelencia, sino reconocer que el conocimiento verdadero es colectivo.

CONCLUSIÓN

La arrogancia, la soberbia y la prepotencia son más que defectos personales: son patologías sociales que afectan la política, la educación, el trabajo y la cultura digital. Generan exclusión, polarización y violencia, destruyendo los cimientos de la convivencia.

Frente a ello, la humildad y el respeto aparecen como alternativas urgentes. No son simples valores individuales, sino fundamentos para reconstruir la sociedad.

REFLEXIÓN FINAL

El arrogante cree ser grande porque humilla; el humilde se engrandece porque respeta. Una sociedad que cultive la humildad será capaz de superar la crisis ética actual y de construir un futuro más justo y humano.

La verdadera grandeza no está en imponerse sobre los demás, sino en servir con dignidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.

1.      Arendt, H. (1993). Entre el pasado y el futuro. Barcelona: Península.

2.      Aristóteles. (2004). Ética a Nicómaco. Madrid: Alianza.Bobbio, N. (1997). El futuro de la democracia. México: Fondo de Cultura Económica.

3.      Durkheim, É. (1993). La división del trabajo social. Madrid: Akal.

4.      Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI.

5.      Fromm, E. (1980). El miedo a la libertad. Barcelona: Paidós.

6.      Han, B. C. (2012). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.

7.      Nietzsche, F. (1999). Más allá del bien y del mal. Madrid: Alianza.

8.      Platón. (1992). Apología de Sócrates. Madrid: Gredos.

9.      Santo Tomás de Aquino. (2006). Suma Teológica. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

10. Sennett, R. (2000). La corrosión del carácter. Barcelona: Anagrama.

11. Ventura, J. I. (2019). La arrogancia, la soberbia y la prepotencia. Documento inédito

 

 

SAN SALVADOR,27 DE SEPTIEMBRE DE 2025

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