"LA FARSA ILUSTRADA Y EL SURGIMIENTO DE UN LIDERAZGO VERDADERO"
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
Durante
más de tres décadas, El Salvador fue testigo de una cruel paradoja: los hombres
que presumían de educación, títulos universitarios, discursos técnicos y
supuesta vocación de servicio resultaron ser los más grandes traidores de la
patria. Licenciados, doctores, profesores y periodistas ocuparon la silla
presidencial o formaron parte del círculo del poder, y desde ahí, saquearon sin
escrúpulos la riqueza del país, asesinaron la esperanza del pueblo y
perpetuaron el ciclo de miseria.
Pero fue en 2019 cuando la historia dio un
giro inesperado: sin títulos académicos pomposos, sin ataduras a las élites
políticas, sin discursos vacíos ni falsas apariencias, un hombre cambió el
rumbo de la nación y se convirtió en el presidente más efectivo, valiente y
transformador de la historia reciente de El Salvador. Esta reflexión no busca
adular, sino señalar con fuerza la hipocresía de una clase dominante corrupta
que fue desenmascarada por alguien que se atrevió a romper con todo.
EL
DESFILE DE LOS FARSANTES ILUSTRADOS
Por
más de treinta años, los salvadoreños vimos desfilar una fila interminable de
presidentes adornados con títulos universitarios, con doctorados en el
extranjero, con cargos académicos y con largas trayectorias en el mundo del
periodismo, el magisterio y la administración pública.
Eran
presentados como hombres "preparados", "cultos",
"aptos" para gobernar. Se nos decía que venían a rescatar la patria,
a modernizar el Estado, a fortalecer la democracia. La mayoría se formaron en
universidades reconocidas y algunos incluso presumían de haber estudiado en
Europa o en Estados Unidos. ¿Y qué resultó al final? Nada más y nada menos que
una casta de ladrones educados, traidores con diploma, criminales con corbata.
Francisco
Flores, Elías Antonio Saca, Mauricio Funes, Salvador Sánchez Cerén. Todos ellos
tenían algo en común: un discurso lleno de promesas vacías y una práctica
política llena de corrupción, pactos oscuros, impunidad y sangre. Saquearon los
fondos públicos, hicieron negocios sucios con la salud, la educación y la
seguridad del pueblo. No les tembló la mano para firmar acuerdos con pandillas
mientras sus propios compatriotas eran extorsionados, asesinados o forzados al
exilio. En nombre de la "preparación académica", violaron la ética,
burlaron la ley y hundieron a millones en la pobreza. ¿De qué sirvió tanta
"educación" si no tenían valores? ¿De qué nos sirvieron sus discursos
técnicos, si el país sangraba mientras ellos se enriquecían?
EL
DESPERTAR DEL PUEBLO Y LA CAÍDA DEL ENGAÑO
La
gente se cansó. El pueblo abrió los ojos. Las mismas caras, los mismos
apellidos, las mismas promesas recicladas, pero ningún cambio real. La salud
colapsada, la educación abandonada, las calles dominadas por el crimen, y los
políticos burlándose desde sus mansiones. La prensa cómplice, las ONGs
compradas, y los analistas jugando a ser neutrales mientras se beneficiaban del
saqueo. Fue un largo letargo de engaño institucionalizado.
Entonces,
en 2019, rompiendo con todas las reglas del sistema, llegó alguien diferente.
No venía con títulos pomposos ni con pasado en partidos tradicionales. No tenía
padrinos políticos ni necesitaba el visto bueno de las élites corruptas. No
llevaba el traje del académico ni el disfraz del santo. Llegó con un lenguaje
sencillo, con las manos limpias y con una sola intención: cambiar el país de
raíz. Y eso fue lo que hizo.
Nayib
Bukele rompió con los pactos de impunidad. Limpiò las instituciones. Declaró la
guerra frontal a las pandillas. Puso orden donde reinaba el caos. No fue
necesario que tuviera un doctorado para entender lo que necesitaba el pueblo:
justicia, seguridad, dignidad. Y eso lo logró con hechos, no con palabrerías.
Mientras los intelectuales de cartón lo criticaban desde sus cómodos sillones,
él caminaba con el pueblo, escuchaba a la gente, tomaba decisiones valientes.
Demostró que no se necesita una maestría para tener amor por la patria, ni un
Ph.D. para gobernar con sentido común y valentía.
EL
HÁBITO NO HACE AL MONJE — LA LECCIÓN HISTÓRICA
El
pueblo, sabio y profundo en su sabiduría popular, siempre lo supo:
“El
hábito no hace al monje”.
Y
esta vez, la historia le dio la razón. No fueron los trajes caros, los discursos
rebuscados ni los diplomas colgados los que sacaron a El Salvador de la
oscuridad. Fue el coraje, la honestidad, el liderazgo verdadero de alguien que
no venía del club de los privilegiados.
Hoy,
a pesar de las campañas de desprestigio, los ataques internacionales, las
críticas de la prensa vendida y los gritos desesperados de una oposición sin
moral, El Salvador vive un renacer. Por primera vez, se siente esperanza,
seguridad, dignidad. Por primera vez, las mayorías sienten que su voz importa,
que su voto valió la pena, que alguien vela por ellos desde el gobierno.
Los
supuestos “ilustrados” que se burlaron de Bukele por no ser parte de su círculo
de poder, hoy están en el basurero de la historia. Y él, con el respaldo
popular más sólido que haya tenido un presidente salvadoreño, camina junto al
pueblo, construyendo una nueva nación, libre de pactos, de corrupción y de
miedo.
POR
ESO, QUE QUEDE CLARO:
No
fue la universidad la que nos traicionó, fueron los que usaron sus títulos como
máscara.
No
fue la ignorancia la que nos arruinó, fue la arrogancia de los que se creían
superiores al pueblo.
Y no
fue el “pueblo bruto” el que se equivocó en 2019: fue el pueblo sabio el que
por fin acertó.
SAN SALVADOR, 15 DE JULIO DE 2025
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