CONTEXTUALIZACIÓN
Asistimos a una sociedad cada vez más científica y tecnológicamente más desarrollada a nivel planetario. Sin embargo, una sociedad más desigual e inhumana, excluyente y marginadora.
El hombre ha sido capaz de producir las más grandes novedades tecnológicas que producen más de lo que el hombre necesita para la subsistencia; sin embargo, las condiciones de vida material de grandes grupos humanos a escala mundial son cada vez más precarias.
Esto nos lleva a que reflexionemos un poco en torno al hombre ya que los avances científicos, han permitido, al ser humano potenciar sus habilidades en términos de dominio de la naturaleza y su compresión sobre las leyes de la naturaleza; pero no podemos decir lo mismo sobre el nivel de comprensión alcanzado en torno al conocimiento de las leyes que rigen la naturaleza humana. Es decir, poco conocemos o al menos los sistemas educativos poco nos han enseñado acerca de ¿Cuál es el origen de nuestra condición humana?
En este mismo orden de ideas Carlos de la Isla plantea que: “la situación presente del mundo produce asombro y desconcierto, para el pensamiento critico y reflexivo es causa de angustia. . . la Ciencia y la técnica han avanzado desmesuradamente, pero no ha sabido resolver los más graves problemas humanos.
Su avance ha beneficiado a grupos de poder que, para construir y defender su reino del absurdo, han generado armas, guerras, violencia y dominación. De ahí que puede considerarse un fracaso el poder de un saber que beneficia a unos cuantos y soporta el desprecio, la humillación y explotación de las grandes mayorías. Un saber que no beneficia a toda la humanidad no es un saber humano, sino inhumano.
Vivimos pues en una sociedad deshumanizada, en la que la vida está devaluada, no es un valor supremo sino algo adicional de nuestra existencia, la cual se pude sustituir por cualquier mercancía.
El hombre que hoy conocemos no ha logrado liberarse de las condiciones opresoras de la naturaleza, porque aún no ha aprendido a utilizar con sentido liberador las fuerzas que ella le ofrece.
El hombre de las sociedades dependientes vive sometido al hambre, a la miseria y a la enfermedad, condiciones que le impiden el acceso a una vida digna, agradable y segura.
En cambio el hombre de las sociedades industrializadas, el hombre del confort, producto de la sociedad de consumo, vive como un animalito domesticado por los mismos objetos de su comodidad, reducido a su función productiva y amenazado de muerte o de inanición por las mismas maquinas que inventa.
Bajo estas condiciones, el hombre de hoy es incapaz de pensar y de pensarse a asimismo y de pensar al otro, de comprender que él no es la única especie en el planeta que si destruimos una de las especies nos estamos destruyendo a nosotros mismos.
De eso se desprende que el máximo valor que debemos cuidar y proteger es la vida. Sin embargo, bajo las condiciones del modo de producción capitalista eso resulta una tarea imposible ya que su lógica es obtener el máximo beneficio y por ende la concentración de la riqueza en unas cuantas manos.
Por otro lado, la Ciencia en el sistema capitalista está función de intereses de grupos de poder y se olvida de que la Ciencia debe servir para resolver los graves problemas que aquejan a la humanidad entera.
Jean Ziegler[1], en su libro “Los nuevos amos del mundo” asevera que cada día en el planeta mueren 100, 000 personas de hambre o de las consecuencias inmediatas de esta. Cada siete segundos en la tierra, muere de hambre un niño menor de 10 años. Además, el hambre y la mal nutrición crónica constituyen una maldición hereditaria: cada año decenas de millones de madres gravemente subalimentadas mueren en el mundo, por lo tanto mueren irremediablemente decenas de millones de niños por nacer.
Más sin embargo, el estadio actual de desarrollo de las fuerzas de producción agrícola, tienen capacidad para nutrir normalmente 12 millones de seres humanos. Nutrir normalmente significa proveer a cada individuo una alimentación equivalente a 2. 700 calorías por día. En el entendido de que no somos más que unos seis mil millones de individuos sobre la tierra y cada año 826 millones sufren de subalimentación crónica y mutilante en el mundo.
Por otro lado, el informe del programa de las Naciones Unidas para el desarrollo humano (PNUD) menciona que “la miseria absoluta” sin un ingreso fijo, sin trabajo regular, sin habitación adecuada, sin cuidados médicos, sin alimentación suficiente, sin acceso a agua limpia, sin escuela asciende a dos mil millones de seres humanos. Pero en contraste, con lo que se viene exponiendo según la columnista de la BBC Mariana Martínez Estados Unidos gastó un promedio de 183. 000 dólares por minuto en la guerra de invasión contra Irak o lo que es lo mismo 11 millones de dólares por hora unos 264, millones diarios que salen del bolsillo de los estadounidenses.
Como podemos ver estamos ante un orden económico criminal e injusto, que no está interesado en la vida de los seres humanos sino en la destrucción cada día del planeta.
En el caso de El Salvador, la situación es sumamente grave, dado que somos un país con una extensión geográfica reducida y con una excesiva concentración de la riqueza, la cual es acaparada por siete familias. Esto según una investigación realizada hace algunos años por el destacado economista Alfonso Goitia y otros profesionales.
Sin lugar a dudas esta situación de marginación y exclusión social de grandes sectores poblacionales que se vean cada día imposibilitados a satisfacer las necesidades más sentidas.
Como resultado de esta situación de marginación y exclusión social, grandes masas poblacionales tienen que abandonar el país a buscar otros horizontes que en su tierra natal no encuentran.
Además, las cifras de desempleo y subempleo aumentan cada vez más. De igual manera, la tasa de desnutrición se ha elevado en los últimos años de tal manera que de cada 100 personas 17 están en una situación de desnutrición, siendo desde luego la zona rural las más afectada. Esta es la situación a la que la Universidad de El Salvador no puede ni debe pasar inadvertida. Pues como tal debe insertarse para contribuir a su proceso de transformación. Agreguémosle a estas condiciones tan deterioradas, la incontenible corrupción, la desintegración familiar, la inseguridad ciudadana y la violencia generalizada, y los desastres socio – naturales en la que resulta imposible llevar una vida tranquila y pacifica digna de todo ser humano.
Es en este contexto a donde se le plantea el reto a la Universidad de El Salvador de educar a las nuevas generaciones. Abandonar este reto por parte de la Universidad es volverse cómplice de las inequidades y darle la espalda a su mayor compromiso que es la verdad a través del ejercicio del pensamiento.
EL PAPEL DE LA UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR EN EL CONTEXTO ACTUAL.
La Universidad de El Salvador, por su naturaleza siempre se ha identificado con aquellas causas justas y nobles, con aquellos valores que la han ennoblecido y la han hecho grande históricamente.
Sin embargo, como toda institución es hija de su tiempo y como tal conserva muchas de sus tradiciones que hoy en día no responden a las exigencias de la sociedad actual.
Por eso se hace necesario que la Universidad conserve aquellos valores que la hicieron grande, pero que sustituya otros para ajustarla a la nueva dinámica de la sociedad; pero la transformación no puede ni debe ser fruto de un voluntarismo ingenuo, sino resultado de un análisis serio y responsable.
Como plantea Carlos de la Isla[2] la Universidad debe empezar por abrir la puerta que conduce al mundo de verdades y no al de falsedades. Por que vivimos en un mundo de sombras y mentiras.
José Saramago, en su libro La caverna exclama: “Cavernícolas de todo el mundo salid de la cueva". Desde luego, este no es un tema nuevo ni una nueva realidad pero el tamaño de las falsedades y de las sombras han aumentado en forma descomunal.
Hace veinticinco siglos Platón usaba la metáfora del mito de la caverna y plantea que los que están en la cueva sólo perciben sombras y juran que es la única realidad. Desde esa perspectiva no es posible conocer verdad alguna, porque sólo aparecen falsedades que se toman por verdades. Por eso el mismo filósofo griego afirmaba que:
La educación consiste en caminar el camino que conduce de las sombras a la luz, del mundo de las mentiras al mundo de las verdades; consiste en salir de la caverna y avanzar hacia la iluminación del sol.
Este es verdaderamente el deber ético más importante de la universidad: mostrar, iluminar a los estudiantes la puerta de la caverna para salir de ella y auxiliarlos en la escabrosa y dolorosa demostración y reconocimiento de las sombras como sombras.
No hay dudas de que el reto es difícil y arriesgados porque los creadores de demonios como sostiene Galeano y los guardianes de las cavernas son inmensamente poderosos y su poder se sustenta en el reino de las mentiras. En consecuencia, la Universidad debe ser la casa en donde habite las veinticuatro horas diarias toda la verdad.
De ahí que la Universidad debe de marcar limites entre los productores y propagadores de la mentira. Sus verdades deben estar siempre ceñidas a la investigación, a la utilización del método científico.
La universidad debe estar preocupada menos porque sus profesionales almacenen información sino más bien por cultivar la pasión y el deseo de investigar y aportar algo nuevo a la sociedad.
Una Universidad puede escapar de estas perversiones y complicidades sí, y sólo sí, forma en sus estudiantes una clara y fuerte conciencia de responsabilidad social y si ella misma se compromete con la justicia.
La universidad no puede aspirar a humanizar hombres y mujeres si ella no está humanizada, no puede ser libre si ella tampoco es libre. La humanización empieza cuando se rompe con el ciclo infernal como lo llama Mario Bunge miseria-ignorancia-miseria.
La Universidad no debe ser el lugar en donde se viene a aprender una técnica o un oficio, la Universidad debe ser el espacio para pensar la vida, para reflexionar quienes somos, de dónde venimos y hacia donde vamos.
Pero esto pasa porque sus docentes estén claros del profundo significado de la educación en el entendido de la educación no es transmitir ni almacenar cantidades de información, educar es desarrollar esas habilidades, destrezas que dormitan en lo más profundo de nuestro ser.
En consecuencia la educación implica entre otras cosas desarrollo intelectual, ética y racional, es desarrollar la capacidad de pensar por si mismo, crear, imaginar y actuar con conocimiento de causa. Sólo al desarrollar dichas capacidades el hombre puede tomar consciencia de su ser hombre. Se humaniza, se comprende y comprende.
Como bien lo expresa Fernando Savater “nacemos humanos pero eso no basta: tenemos también que serlo. . . los humanos nacemos siéndolo ya pero no lo somos del todo hasta después” “significa que la llamada ha transformarlos en verdaderos hombres, decir, hombres de bien, hombres útiles a la sociedad y a la humanidad es la educación a través de una institución que se llama Universidad.
En este contexto surgen algunas interrogantes ¿Humanismo en la Universidad? ¿Para qué? La respuesta que se habrá de dar no es nada fácil, pues aquí se pone de manifiesto la concepción de educación, de hombre y de la vida que tenga la institución patrocinadora de la educación.
Paro además, pasa por la calidad de profesionales que laboran en ella haciendo posible el logro de esos objetivos trazados en la currícula. La educación humanista en la universidad no debe ser simplemente una moda sino un deber sine quanon presente en todas las carreras de la Universidad.
De ahí que ser docente Universitario significa no sólo dominar la Ciencia que explica (física, matemática o química) sino también de los contenidos teóricos y metodológicos de la Psicología, la Pedagogía y la investigación educativa contemporánea que los capacite para diseñar en sus disciplinas un proceso de enseñanza aprendizaje potenciador del desarrollo de la personalidad y toma de conciencia del estudiante.
En este mismo orden de ideas se expresaba hace muchos años el ex – Rector de la Universidad de El Salvador (15 de febrero de 1834) Dr. Serbelio Navarrete en la conferencia de apertura de la Universidad.
La Universidad es, ante todo, el superior plantel educativo de la nación. Su misión no es solamente hacer médicos e ingenieros, farmacéuticos, dentistas y abogados; no solamente garantizar la competencia y la honestidad de quienes se dedican al ejercicio de esas profesiones. Su más importante misión es dar a la patria hombres de verdadera cultura moral e intelectual[3]
La universidad de hoy debe ser sobre todas las cosas una institución humanista en la que estén presentes hombres y mujeres profesionales con una alta formación humanista independientemente de cual sea la carrera que se estudiada. Un profesional ilustrado, sensible y capacitado para la más difícil labor. Educar.
En el contexto de la sociedad globalizada, en la que la incertidumbre y la oscuridad pululan por todos los lugares debemos luchar por conservar la luz, pues ella genera lucidez e ilumina el camino por donde hay que transitar.
Sin embargo, la Universidad traiciona su compromiso social cuando deja de ser baluarte en contra de la dominación y la mentira y termina ella misma dominada y aún dominadora. Traiciona su compromiso cuando solapadamente se somete a las leyes del mercado y a la lógica del gran capital y de los poderosos.
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