sábado, 26 de noviembre de 2011

ELEMENTOS DE CIENCIA Y RELIGIÓN POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA

ADVERTENCIA:
¿Es usted una persona religiosa, fanática, obcecada, y poco inteligente, es decir, con poca capacidad para pensar? Le rogamos que no se tome la molestia de leer estos renglones ya que se llevará una gran decepción pues aquí no se habla de asuntos divinos ni milagrosos. Pero sí usted es una persona religiosa pero honesta consigo misma y abierta a la verdad. Puede con toda confianza leerlo y reflexionar sobre lo que aquí se plantea. Sin embargo, es usted una persona con un alto nivel cultural y una sólida formación científica como también abierto a las nuevas corrientes de pensamiento y además, consciente de que los dioses y demonios son una creación de los mismos hombres y que cuanta violencia existe hoy en el mundo no es fruto de ningún dios sino resultado de la maldad que los hombres han venido acumulando a través de la historia en la que la fuente de todo es la violencia que las clases en el poder históricamente han impuesto a las clases desposeídas. Este dominio no sólo ha sido económico, sino político e ideológico el cual se expresa en la actualidad con los últimos acontecimientos. Esa violencia que tanto, los grupos terroristas imponen a los pueblos con la finalidad de atemorizar, amedrentar es lo mismo que el terror impuesto por los Estados, como el caso de aquellos pueblos a los que Hitler, Stalin, Mosoline y el que últimamente impone los Estados Unidos (las clases en el poder) a los pueblos del tercer mundo como método para saquear las riquezas de estos pueblos y mantener el estado de dominación con lo que los países desarrollados se ven beneficiados.
Hace muchísimos años uno de los filósofos griegos Xenpofontes de Colofón decía “si los bueyes, caballos y leones tuviesen manos y con ellas pudiesen dibujar los caballos dibujarían la imagen de los dioses semejantes a los caballos, los bueyes; todos harían cuerpos semejantes a los cuerpos”.
En este mismo sentido expresaba Epicuro otro filósofo griego... el temor a las decisiones arbitrarias inquieta y desasosiega a los hombres y les impide alcanzar la paz. Por eso recomendaba emanciparse completamente de la creencia en su intervención y providencia, como mejor sistema para llegar a la felicidad”
Por su parte Baruch Spinosa de Origen Francés (1632—1677), sostenía que la creencia en Dios “es prejuicio desastroso que nace, de la ignorancia natural de los hombres y al mismo tiempo de una actitud utilitarista (...) a la vana aunque tranquilizadora, ilusión de que todo está hecho para el hombre, se añade la mentalidad antropomórfica corriente, la cual, interpretándolo todo desde el modelo artesanal, impide el conocimiento de la necesidad absoluta, induciendo a sí a la superstición del Dios persona, libre y creador”
De igual manera, se expresaba el científico Alemán Bertrand Russell, cuando planteaba que “la fe religiosa es una forma de cobardía intelectual, propia de quienes no se atreven a ver el mundo tal como es “por otro lado, sostenía Arthur Schopenhauer:
Dicen que el futuro eterno de un hombre depende de sus creencias. Yo lo niego. Una conclusión a la cual se ha arribado honestamente a través de la mente no puede ser un crimen; y el hombre que dice que lo es no lo piensa así. El dios que lo castiga como un crimen es simplemente un tirano infame. En cuanto a mí, preferiría mil veces ir a mi perdición y sufrir sus tormentos con los grandes y valientes pensadores del mundo que ir al cielo y tener por compañía a un dios que condena a sus hijos por una creencia honesta.
El hombre en su infinita pequeñez, en su insignificancia en el universo, y en su deseo de dar respuestas a muchas preguntas que aún no la tienen, creó a un ser invisible llamado dios. Este ser fue creado a imagen y semejanza del mismo hombre y no al contrario. Por esto es que los curas saben como piensa Dios, siendo este dios (según los cristianos) omnisapiente, omnipresente y omnipotente, y siendo el hombre el ser mas dañino de la tierra, ya que el hombre, no cansado de atentar contra la vida de otras especies, continua atentando contra la suya, por diferencias tan estúpidas como el color de su piel, su sexo o condición social.
Somos hijos del universo infinito, y ni siquiera, tal vez, él lo sepa.
Unámoslos por los ideales que realmente nos convienen a todos, hagamos las cosas que nos nazcan, no actuemos por simple temor de Dios al fin y al cabo se vive una vez para ser eternamente libre.
El cristianismo no maneja más que hipocresía, si el cristianismo fuera como dice ser el mundo no estaría así, la única alternativa es parar este gran negocio y establecer la libertad de pensamiento humano. (WWW.Google.com. Mauricio Herrera. El hombre que creó a Dios)
Ahora bien, si usted es un estudiante con muchas inquietudes, interrogantes, acerca de la naturaleza, la sociedad y otros problemas. Léalo
Hace varios años también Fidel Castro en el libro titulado Fidel y la religión expresó:
Hay verdades que andan ocultas en la madeja tejida por milenios de oscurantismo. Nos casaron con la mentira y nos obligaron a vivir con ella, y por eso parece que el mundo se hunde cuando oímos la verdad.
¿CUÁNDO NACIÓ DIOS?
Hace unos 30, 000 años Dios aún no existía, pero la especie humana llevaba ya más de dos millones de años enfrentándose sola a su destino en un planeta inhóspito; sobreviviendo y muriendo en medio de la total indiferencia del universo. Unos 90, 000 años atrás, una parte de la humanidad de entonces comenzó a albergar la esperanza acerca de una hipotética supervivencia después de la muerte, pero la idea de la posible existencia de algún dios parece que fue aún algo desconocido hasta aproximadamente treinta milenios y, en cualquier caso, su imagen, funciones y características fueron las de una mujer todopoderosa. (Pepe Rodríguez. Dios nació mujer. P. 7).
En nombre de Dios, de cualquier dios, se han hecho, y hacen y harán las más gloriosas heroicidades, pero también las fechorías y masacres más atroces y execrables.
El mundo que conocemos ha sido modelado por Dios, sin duda alguna, pero la cuestión fundamental radica en saber sí la obra es atribuible a un dios que existe y actúa mediante actos de su voluntad consciente, o a un dios conceptual que adquiere realidad en el hecho cultural de ser el destinatario mudo de las necesidades y deseos humanos. (Ibid. PS 8 y 9).
Las religiones, como institución formal, llevan unos pocos milenios publicando la naturaleza de Dios y hablando en su nombre, pero las formas y atribuciones de Dios son tan numerosas y diversas y los mandatos divinos que emanan de ellas son tan variados y contradictorios, que resulta francamente difícil hacerse una idea de Dios. (Ibid. P.10).
La confrontación entre pensamiento científico y “fé” es algo que obsesiona al papa wojtyla y que de hecho, ha llevado a protagonizar una cruzada feroz contra el pensamiento científico entre sus ataques más duros están: prohibió la reflexión teológica crítica dentro de la Iglesia, amordazando así a los pensadores católicos más lúcidos y brillantes de este siglo...el cardenal Ratzinger manifestó que la “universalidad del cristianismo procede de su pretención de ser verdad, y desaparece si desaparece la convicción de que la fé es la verdad. Pero la verdad es válida para todos y el cristianismo es válido para todos porque es verdadero. (Ibid.13).
Baruch Espinosa (1632-1677), escribió que el finalismo o teologismo “es un prejuicio desastroso, que nace de la ignorancia natural de los hombres y al mismo tiempo de una actitud utilitarista (...) a la vana, aunque tranquilizadora, ilusión de que todo está hecho para el hombre, se añade la mentalidad antropomórfica corriente, la cual, interpretándolo todo desde el modelo artesanal, impide el conocimiento de la necesidad absoluta, induciendo así a la superstición del Dios persona, libre y creador
“La fe, sin duda alguna, puede mover montaña, pero jamás podrá explicarnos cómo se formaron o de qué están compuestas esas montañas que ha logrado desplazar”. (Ibid. 18-19)

“De todos los primates, los chimpancés son los más próximos a los humanos. Tan iguales somos que nuestro ADN y el suyo es parecido en el 99% de su estructura.” (Ibid. p. 37).
“¿Tu crees en el infierno y en el cielo? ¡Ingenua! Nosotras hemos construido el cielo y el infierno. Nosotras hemos fabricado los demonios y a los dioses. ¿No sabes que los dioses han ido cambiando al mismo tiempo que los hombres? ¿ y todavía crees que fueron ellos quienes nos hicieron a su semejanza? Idiota: los hicimos a la medida de nuestras necesidades. Y sí los hombres formaron a los dioses, también pueden violentamente destruirlos”. Para salvar al hombre del tercer milenio, debemos aceptar que Dios no existe. Y al decir Dios me refiero al de los católicos, al de los mahometanos, los budistas, los Mazdeistas, los hindúes, los judíos, los protestantes; a los dioses y a los demonios de la antigua Roma, a los de Grecia, a los de China y Japón, a los que rigen los destinos de las pequeña tribus africanas, a los que continúan sembrando el miedo en el espíritu de las comunidades perdidas en las selvas de América a donde penetró la ponzoña de la evangelización; a los de hace milenios y a los más recientes, vale decir; a todos los dioses y demonios hechos por el hombre.
Por que para establecer una teoría, es decir, la del hombre cósmico, la del ser humano como energía permanente, es preciso aceptar que a través de los milenios de nuestra civilización, es el hombre el que ha creado a Dios a su imagen y semejanza. Y es ese mismo hombre el que ha propiciado y permitido el establecimiento y el auge de la religión, que nos es otra cosa que la administración del miedo, la explotación de la angustia y una superchería montada sobre la finitud y la inseguridad de los seres humanos.
Reconocidas estas dos verdades: que Dios y el diablo no existen ni han existido nunca; y que la religión es un sistema de poder temporal utilizado por unos para explotar y amedrentar a otros, vamos a definir la única verdad:
El hombre viene de una totalidad de energía cósmica; al vivir, utiliza esa energía; al morir regresa a ella.
Pero es preciso aclarar algo: para conservar la energía y reincorporarse a su seno, el hombre debe guardar un equilibrio de amor a través de su vida. La religión del miedo no ha servido para evitar la maldad. Entonces, impongamos un ideal de amor. Mediante el cual, el que odia, el que ejerce la violencia contra los demás o contra si mismo, el que rompe la armonía universal, se apaga; quema su energía y se convierte en su sombra, en eco que se dispara, en nada. Únicamente quienes han ejercido el amor como disciplina existencial, retornan a la energía y la claridad que son la esencia del universo. La rectitud, la honestidad, la ecuanimidad y la comprensión, alimentan la energía que nos forma.
No hay más religión que la propia conciencia de obrar bien. Que nadie nos asuste; que seamos conscientes de la necesidad de amar, de repartir amor, de propiciar el amor, de sembrar el amor y de compartir la cosecha del amor.
Porque vivir es un ejercicio de amor.
Dios una de las más equivocadas creaciones del hombre, tiene que desaparecer. Para que logremos afirmarnos como seres humanos, debemos convertirlo en un habitante del olvido. A todos los dioses y demonios de todas las religiones y de todas las épocas. El concepto de Dios debe ser superado. Si el hombre lo creó de la nada, también puede destruirlo reduciéndolo a su nada inevitable. Al desaparecer los Dioses y los demonios, con ellos se hunden los diversos sistemas religiosos que no son sino formas organizadas y tiránicas de esclavitud; y así el hombre del nuevo milenio se afirmará como ser por excelencia. Y encontrará, sin las amenazas de los Dioses, sin los sobornos de los paraísos artificiales, sin el lastre de los mandamientos y del concepto de pecado, el camino que lo lleve hacia su yo supremo, hacia su interior, hacia la verdad de su energía y de su claridad. Reconocer que Dios y el diablo no existen es encender la antorcha gracias a la cual empezamos a encontrar el camino. Aceptar que la religión no es sino una forma de opresión ideológica, es limpiarnos de manchas y prejuicios y ser por fin nosotros mismos.
La tesis que hay que sostener siempre es que a Dios y el Diablo los creó el hombre; y que la religión la inventaron unos más astutos que otros, para conseguir riqueza y poder.
Una vez logrado esto, el hombre adquirirá seguridad de si mismo, fe en su destino, optimismo en el ideal de amor que debe ser su vida. Una vida que es energía cósmica, que viene desde siempre, y que sólo se apaga para los que no hacen de su transito por el mundo un ejercicio equilibrado de amor hacia si mismo y hacia todos los seres vivos e inanimados que forman nuestra casa de la tierra.
Sí la principal característica del hombre es la posibilidad de comunicarse, ¿Cómo es que su Dios o su demonio no se habían comunicado con él? Además, desde el principio del tiempo humano (o desde que el hombre hizo su presencia en el tiempo) las religiones han sido utilizadas en su contra: para hacerlo doméstico y manejable, para volverlo apático y resignado frente a la injusticia, para pintarle un cielo delirante que no le permita ver cómo lo despojan de la tierra. Y la propuesta era igualmente elemental: el hombre es energía, de ella viene y a ella vuelve. La vida no es otra cosa que una energía disparada del nacimiento a la muerte. En el fondo, sólo es un relámpago de la interminable potencia cósmica. El hombre es energía cundo ama, cuando batalla, cuando piensa. Esa energía no necesita un Dios que la limite, ni un Demonio que la altere. Al imponerle al hombre Dioses y demonios, al amarrarlo con las cadenas de la religión, sólo se está dando la medida de su desgracia. Para afirmar su condición de ser cósmico, el hombre necesita liberarse de Dios, Demonio y religión.
El miedo del hombre ha creado a Dios y como el hombre siempre estuvo asustado, no pudo quitarse de encima a un Dios que creció a expensas de su temor y de su cobardía. La primera forma de religión que tuvo el hombre fue el totemismo, en el período del paleolítico inferior, la cual se afirmó como la debilidad del grupo frente a los fenómenos de la naturaleza, pues al no comprenderlos lo obligó a buscar destinatario de su pavor y de sus frustraciones; y como así mismo, la incertidumbre del mañana, una de las mayores preocupaciones del ser humano, hizo que el miedo colectivo construyera elementos ajenos asimismo para liberarse de su incapacidad endosándole a otro. La religión ha ido tomando la forma y caminos que los hombres quieren. Cuando hubo una clase dominante, ésta se inventó la otra vida y la recompensa de un cielo, para que los dominados les dejaran disfrutar en paz la tierra. Así, el Dios creado por los dominadores fue usado por éstos como un látigo para imponerse.
Por ejemplo, Dios fue creado por un hombre en caso concreto por Amenofis IV, que mató a Amon-Ra e inventó su propio Dios, Atón, por conveniencias políticas, y para frenar el poder desordenado y terrible de la casta sacerdotal. Sin perjuicio de quienes continuaron en el mando después de su muerte, mataron a Atón y reestablecieron los plenos poderes de Amon-Ra. Siempre el hombre creando y destruyendo a sus Dioses que, a su vez, lo han creado y lo han destruido al ser manipulado por los hombres.
El hombre, al crear a Dios a su imagen y semejanza, lo hizo pequeño, vengativo, cruel, inconstante. Porque ese Dios fue fruto del miedo. Ese temor lo llevó al hombre a olvidar su verdadera esencia: la energía cósmica. Lo hizo perder su verdadera casa: el cosmos. Lo llevó a dudar de su verdadero poder: el amor.
Dios y el Diablo, como creaciones del hombre, están presentes en todas partes, y en los estratos humanos más primitivos. Los caitish, una de las tribus australianas más elementales, crearon a Atnatu, que es el espíritu celeste; y de inmediato le enfrentaron a Tuman, que es el espíritu asesino.
Muchos Dioses tienen una vida efímera, la que le quieren dar sus creadores. Por ejemplo, el mayor Dios de la polinesia, Tangará, ha sido desplazado por los Dioses jóvenes, Tanerango, Tu.
En Nueva Zelanda hay una frase de los sacerdotes que parece hecha para todas las religiones de todos los tiempos” No se forma al sacerdocio porque sea necesario servir a las divinidades, sino que a la inversa, los sacerdotes crean las divinidades y los mitos para servirse de ellos”
¿Cómo nacieron los Dioses que adoraron nuestros abuelos indios?. Los incas, los Chibchas o los aztecas construyeron pirámides para acercarse al sol. Y desde ellas, por las troneras enfocadas al cielo, miraban en las noches la aparición puntual de las estrellas. Poca a poco fueron trazando entre una y otra línea imaginarias, y así construyeron animales como el jaguar o elementos como la Casa de la Luna, a los que después de darles nombres les otorgaron poderes. De la observación del cielo y de la tierra, los indios de América fueron creando sus Dioses, y adaptándolos a sus cambios y necesidades. Para los Chibchas, Chiminigagua, la luz que al devorar la oscuridad inicial fue creando el mundo; y Bachué, la madre del género humano; y Bochica, y Goranchacha. Para los incas, Viracocha, que emergió del lago Titicaca para crearlo todo; y Pachamama, la Diosa madre o Diosa de la tierra; y el sol que daba la vida, Inti; y mamaquilla, la luna. Para los aztecas el Dios Colibrí, Huitzilopochtli, con sucesivas y a veces terribles mutaciones; Quetzalcoatl, la serpiente emplumada; y el más viejo de los Dioses viejos, Huehueteotl, y Tezcatlipoca, el señor del espejo, el Dios de los contrastes, el hermano enemigo de Quetzalcoatl. Como se puede apreciar hasta el hombre más elemental y más primitivo creó a sus Dioses; y en vez de manejar y dominar a sus criaturas, empezó a doblegarse ante ellos y ellas y les otorgó los poderes de que él mismo carecía. Y esos Dioses y los Demonios que surgieron como el azogue del espejo, poblaron las cavernas a través de los relatos en la soledad y el miedo de las noches, y de ahí salieron más definidos, ya materializados y todopoderosos a llenar los adoratorios y templos.


LOS MANTENEDORES DEL OSCURANTISMO
Hace algunos días leí un documento que por cierto baje de Internet. En este documento un pastor de nombre Samuel Santana escribió a renglón seguido lo siguiente:
“El materialismo es el afán de la gente por comprar y tener cosas materiales, mercancías. Otro religioso siguiendo esta misma lógica decía ese mismo afán por las cosas es lo que lleva al surgimiento del islamismo”
No hay duda de que en este planteamiento no sólo hay una crasa ignorancia y una concepción política e ideológica de quienes así lo interpretan. Sólo dejan ver su ingenuidad sino que también el desconocimiento de los fundamentos de la ciencia moderna. Pero además, su torpeza contribuye negativamente a fomentar un oscurantismo medieval que sólo perjudica a las clases explotadas de estos países, mientras que potencia a los caifaces del capitalismo. Está claro que esta runfla de vividores trogloditas de las diversas sextas religiosas, viven a costa de la ignorancia de la pobre gente que por diversas razones no tuvieron la oportunidad de recibir una educación adecuada y correcta y por eso son fácil presa de los vividores de todas las religiones habidas y por haber.
Pero hay un libro que me agradó mucho porque trata de una serie de curiosidades las cuales tienen una explicación científica me refiero al libro de Miguel Ángel Sabadell titulado “el hombre que calumnio a los monos y otras curiosidades de la Ciencia” que se los recomiendo; pues bien en uno de sus artículos que él titula “el fin del mundo” expresa lo siguiente, se los voy escribir textualmente y dice:

“De vez en cuando llaman a la puerta de la casa, o nos abordan en la calle, los miembros de alguna secta milenarista atemorizados con la inminente llegada del fin del mundo. Siempre nos informan de que sólo los justos y buenos se salvarán (curiosamente, los únicos hombres buenos son, con toda justicia, ellos).
Podemos dormir tranquilos. No hay ningún motivo para suponer que estos terribles cataclismos, habitualmente cósmicos, con los que nos pretenden asustar vayan a suceder en el futuro cercano. Sin embargo, sí es cierto que el fin del mundo llegará sobre nosotros.
Claro está, no se trata de algo inminente, sino una hecatombe que tendrá lugar dentro de 6000 millones de años, y el culpable será el mismo que hoy nos da la vida: el sol.
El sol es una inmensa bola de gas hidrogeno y helio en cuyo interior se producen reacciones nucleares de fusión. Este proceso, que se produce en el centro del sol, libera la energía que lo mantiene estable y permite la vida en la tierra. Sin embargo, al igual que a un coche se le acaba el combustible, al sol se le terminará el hidrogeno y esto obviamente ocasionará la muerte del planeta”
Pero lo anterior expuesto es un planteamiento científico no es una elucubración producto de la imaginación de algunos; que lo único que pretenden es continuar engañando a las gentes para que sigamos manteniendo el estado de cosas ya que, esto favorece indiscutiblemente a las clases poderosas que históricamente se han mantenido en el poder gracias a la ignorancia de los pueblos.
Refutar a estos serviles y lacayos del capitalismo no creo que sea importante. Sin embargo, para fines de dar una correcta orientación a las personas inteligentes y honradas que no se dejan manipular por todos aquellos que durante muchos años han vendido la droga que Marx en la sagrada familia calificó como opio de los pueblos. La religión.
El estudio de la historia de la familia comienza en 1861, con el derecho materno de Bachofen. El autor formula allí las siguientes tesis:
1. Primitivamente los seres humanos vivieron en promiscuidad sexual, es decir, en un heterismo.
2. Tales relaciones excluyen toda posibilidad de establecer con certeza la paternidad, por lo que la filiación sólo podía contarse por línea femenina, según el derecho materno; esto se dio entre los pueblos antiguos.
3. A consecuencia de este hecho, las mujeres, como madres, como únicos progenitores conocidos de la joven generación, gozaban de gran aprecio y respeto, que llegaba según Bachofen, hasta el dominio femenino absoluto (ginecocracia).
4. El paso a la monogamia, en la que la mujer pertenece a un solo hombre, encerraba la trasgresión de una antiquísima ley religiosa (es decir, del derecho inmemorial que los demás hombres tenían sobre aquella mujer), trasgresión que debía ser castigada o cuya tolerancia se resarcía con la posesión de la mujer por otros durante determinado periodo.
Bachofen halló las pruebas de estas tesis en numerosas citas de la literatura clásica antigua, reunidas por él con singular cuidado.
El paso del “heterismo” a la monogamia y del derecho materno al paterno se produce, según Bachofen -- concretamente entre los griegos--, a consecuencia del desarrollo de las concepciones religiosas, a consecuencia de la introducción de nuevas divinidades, que representan ideas nuevas, en el grupo de los dioses tradicionales, encarnación de las viejas ideas; poco a poco los viejos dioses van siendo relegados a segundo plano por los primeros. Esta situación queda mejor planteada en uno de los pasajes de la obra de Esquilo (la Orestiada) en la que se ve claramente la lucha entre el derecho materno agonizante y el derecho paterno, que nació y logró la victoria sobre el derecho materno. Según narra Esquilo en su obra,
“llevada de su pasión por su amante Egisto, Cltemnestra mata a Agamenón, su marido, al regresar éste de la guerra de Troya; pero Orestes, hijo de ella y de Agamenón, venga al padre quitando la vida a su madre. Ello hace que se vea perseguido por las Erinias, seres demoníacos que protegen el derecho materno, según el cual el matricidio es el más grave e imperdonable de los crímenes. Pero Apolo, que por mediación de su oráculo ha incitado a Orestes a matar a su madre, y Atenea, que interviene como juez (ambas divinidades representan aquí el nuevo derecho paterno) defienden a Orestes. Atenea escucha a ambas partes. Todo el litigio está resumido en la discusión que sostienen Orestes y las Erinias. Orestes dice que Clitemnestra ha cometido un crimen doble por haber matado a su marido y padre de su hijo. ¿Por qué las Erinias le persiguen a él, cuando ella es mucho más culpable? La respuesta es sorprendente. El asesinato de una persona con la que no está ligado por lazos de sangre, incluso si es el marido de la asesina, puede expiarse y no concierne en lo más mínimo a las Erinias. La misión que a ellas corresponde es perseguir el homicidio entre consanguíneos, y el peor de estos crímenes, el único imperdonable, según el derecho materno, es el matricidio. Pero aquí interviene Apolo, el defensor de Orestes. Atenea somete el caso al areópago, el tribunal jurado de Atenas; hay el mismo número de votos en pro de la absolución y en pro de la condena; entonces Atenea, en calidad de presidente del tribunal, vota a favor de Orestes y lo absuelve. El derecho paterno obtiene la victoria sobre el materno, los “dioses de la joven generación “, según se expresan las propias Erinias, vencen a estas,
que, al fin y a la postre, se resignan a ocupar un puesto diferente al que han venido ocupando y se ponen al servicio del nuevo orden de cosas.
(Esquilo citado por Federico Engels, en el origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. P. 9)
De lo anterior se puede deducir que una vez operándose el triunfo del derecho paterno aparece también la concepción religiosa del monoteísmo, es decir, la creencia en un solo Dios. Pero no significó sólo eso además, trae aparejado el surgimiento de la propiedad privada sobre los medios de producción, los cuales ahora estarán garantizados para ser transferidos de padres a hijos. Lo que bajo el derecho materno no estaba permitido pues los medios de producción pertenecían a toda la sociedad. En este mismo orden aparece una de las disciplinas más antiguas como es el derecho que junto al ejército serán los encargados de velar por los intereses de las clases dominantes. Los amos.


¿POR QUÉ LA GENTE BUSCA LA RELIGIÓN CUANDO EN REALIDAD DIOS NO EXISTE?
En realidad sorprende cuanta gente cuando ven alguna causa pérdida en su vida recurren inmediatamente a buscar un consuelo, en la religión cuando perfectamente ellos mismos ha experimentado que jamás han encontrado solución alguna para sus problemas. Por otro lado, la Ciencia, ha demostrado hasta la saciedad de que no hay detrás de la naturaleza una fuerza superior omnisciente a la que pueda estar sujeta la naturaleza y la sociedad.
Es muy importante comprender que el ascenso de la religiosidad está condicionado por el desconcierto que la misma situación de cambios acelerados que se operan en la sociedad actual y que el hombre común y aún muchos profesionales no logran comprender. Por otra parte, los medios de información propiedad de las clases dominantes promueven todo tipo de mitos y leyendas con el fin de mantener su dominio para explotar a las clases oprimidas.
Ante una serie de hechos que en los últimos años se han operado como la caída del socialismo real, en la Unión Soviética, el ascenso de la hegemonía imperialista, la invasión contra Irak, Afganistán, el desarrollo de la microelectrónica, la destrucción de fenómenos naturales, como es el caso del 26 de diciembre en varios países Asiáticos, el ascenso de la pobreza en todo el mundo etcétera; llevan a la gente a suponer que detrás de todo esto hay una fuerza superior que dirige los destinos del universo y del hombre mismo. Pero lo que la gente no logra interrogarse es
¿Por qué los fenómenos naturales siempre perjudican a los países más pobres? ¿Por qué cuando sucede un fenómeno natural siempre son los sectores más pobres los que resultan más afectados? ¿Por qué en los últimos fenómenos naturales como los que se han dado en los Estados Unidos son pocos los que han resultado muertos y siempre es la misma gente pobre?
Otro elemento que lleva a la población a volcarse a la religión es el tipo de Educación que se imparte en las instituciones escolares. El sistema educativo no proporciona las bases mínimas ni siquiera los principios científicos elementales para como la teoría de la evolución y si se imparte algunos elementos estos son distorsionados que además, por lo general sólo se dan en la Universidad, cuando por suerte el alumno se encontró con un profesor consecuente y con conocimiento científico. De ahí en adelante el alumno queda a merced de la Iglesia que sólo se encarga de inculcar nociones metafísicas, idealistas y místicas, cuestiones que la propia realidad – la historia y los conocimientos científicos – desmienten.
Si uno cree que las fuerzas y poderes míticos (que en la realidad no existen) o un dios omnisciente, omnipresente y todo poderoso controla el mundo, no puede captar el mundo tal y como es ni transformarlo completamente. La religión en general contribuye a mantener los sistemas de opresión, mientras que la Ciencia coadyuva a desarrollar la capacidad de pensamiento y al proceso de liberación de los hombres. Para que la gente pueda dejar de seguir explicándose el mundo a partir de mitos y leyendas (Biblia) debe de ampararse en la Ciencia, es decir, en el conocimiento científico.
¿Cuál debe ser nuestra posición ante la religión y los creyentes religiosos de varios tipos? En primer lugar debemos buscar la unidad, a los niveles que sea posible, con todos aquellos a quienes sus creencias religiosas los llevan a ponerse de lado de las clases oprimidas contra los opresores. Por otro lado, debemos oponernos firmemente a quienes sus creencias religiosas los llevan a ponerse del lado de los opresores y a ser los apologistas y capataces del orden reaccionario y sus crímenes. Debemos además, de rechazar la doctrina religiosa – toda doctrina religiosa – por la simple razón de que no es verdad. Debemos rechazar su afirmación de que es la verdad revelada por dios, por que eso no existe. (w.w, w. Google.con. htt: //rwor. Org.)
En este mismo orden de ideas Karen Armstróng, en su libro la historia de Dios, hace un estudio de las religiones monoteístas más importantes – cristianismo, judaísmo e Islam -- y su desarrollo histórico, ella sostiene que en toda la historia humana, desde las primeras sociedades humanas (incluyendo las sociedades comunales en las que no existían clases sociales ni la división social del trabajo entre la mujer y el hombre), se encuentran indicios de creencias religiosas por lo que ella sostiene que los seres humanos son animales espirituales. Por otra parte, Armstróng, reconoce que la religión es pragmática, pues todas las religiones cambian y evolucionan; de no hacerlo se volverían obsoletas. Ante la afirmación de Armstrong, de que los seres humanos son animales espirituales, Federico Engels, sostiene que hasta este punto del desarrollo humano ha habido un consenso general entre los pueblos de la tierra de que existen fuerzas sobrenaturales y dioses (o un Dios), aunque eso no es prueba de la existencia de dioses ni de una “necesidad interior” de los seres humanos de creer en dios. Más bien es una manifestación del hecho de que hasta la época actual, los seres humanos y la sociedad humana no habían llegado a donde fuera posible una concepción del mundo y metodología científica que permitieran conocer las fuerzas motrices de la naturaleza y la sociedad. Además, Engels, señala, ya se ha llegado a ese punto: esa concepción y metodología ya existen, y están desarrollándose. Esa concepción del mundo y esa metodología son la nueva sociedad. (Federico Engels, por w.w, w. Google.con. htt: //rwor. Org.)
¿POR QUÉ HA PERSISTIDO LA RELIGIÓN, HASTA HOY EN DÍA, CUANDO SE HA PROBADO QUE SUS PLANTEAMIENTOS SON ERRÓNEOS Y FALSOS?
Probablemente hay dos razones poderosas:
1. Las clases políticas reaccionarias han reconocido la importancia de la religión para mantener su orden opresivo, y han utilizado todos los medios a su disposición – entre ellos el poder político y el control de los medios de información – para fomentar y promover alguna forma de religión.
2. En una sociedad en la que las relaciones sociales son antagónicas, se genera espontáneamente un “impulso religioso” ¿Qué es este “impulso religioso”? es buscar una ayuda sobrenatural para lidiar con las fuerzas al parecer abrumadoras. Es buscar consuelo en tiempos de desesperación, ayuda en tiempos urgentes, firmeza en tiempos de inseguridad e inestabilidad. Es la vaga sensación de “vacío espiritual” que sobreviene cuando uno adquiere riquezas de manera parasitaria. Es buscar consuelo en las condiciones de opresión o ayuda para luchar contra tales condiciones – ayuda más allá de las limitaciones humanas. La sed de sustento espiritual en un mundo que parece frio. La necesidad de encontrar escape a la frustración, o de una transformación momentánea de angustia en alegría, por fugas que sea. . . la sociedad humana sólo podrá superar esta limitación hasta que transite por una sociedad en la que prevalezcan relaciones sociales no antagónicas, hasta que se eliminen la explotación y opresión; hasta que la organización social y las relaciones sociales humanas ya no oculten la realidad de las fuerzas que operan en la naturaleza y la sociedad ya no obstaculice a sus miembros a captar y responder a las verdaderas fuerzas motrices de la naturaleza y la sociedad.
EL FACTOR DIOS
JOSÉ SARAMAGO
En algún lugar de la India. Una fila de piezas de artillería en posición. Atado a la boca de cada una de ellas hay un hombre. En primer plano de la fotografía, un oficial británico levanta la espada y va a dar orden de disparar. No disponemos de imágenes del efecto de los disparos, pero hasta la más obtusa de las imaginaciones podrá 'ver' cabezas y troncos dispersos por el campo de tiro, restos sanguinolentos, vísceras, miembros amputados. Los hombres eran rebeldes.
En algún lugar de Angola. Dos soldados portugueses levantan por los brazos a un negro que quizá no esté muerto, otro soldado empuña un machete y se prepara para separar la cabeza del cuerpo.
Esta es la primera fotografía. En la segunda, esta vez hay una segunda fotografía, la cabeza ya ha sido cortada, está clavada en un palo, y los soldados se ríen. El negro era un guerrillero.
En algún lugar de Israel. Mientras algunos soldados israelíes inmovilizan a un palestino, otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano derecha. El palestino había tirado piedras.

Estados Unidos de América del Norte, ciudad de Nueva York. Dos aviones comerciales norteamericanos, secuestrados por terroristas relacionados con el integrismo islámico, se lanzan contra las torres del World Trade Center y las derriban. Por el mismo procedimiento un tercer avión causa daños enormes en el edificio del Pentágono, sede del poder bélico de Estados Unidos. Los muertos, enterrados entre los escombros, reducidos a migajas, volatilizados, se cuentan por millares.
Las fotografías de India, de Angola y de Israel nos lanzan el horror a la cara, las víctimas se nos muestran en el mismo momento de la tortura, de la agónica expectativa, de la muerte abyecta.
En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más, realmente arrebatadora por el grado de ilusión conseguido por el técnico de efectos especiales, pero limpio de estertores, de chorros de sangre, de carnes aplastadas, de huesos triturados, de mierda.
El horror, escondido como un animal inmundo, esperó a que saliésemos de la estupefacción para saltarnos a la garganta. El horror dijo por primera vez 'aquí estoy' cuando aquellas personas se lanzaron al vacío como si acabasen de escoger una muerte que fuese suya. Ahora, el horror aparecerá a cada instante al remover una piedra, un trozo de pared, una chapa de aluminio retorcida, y será una cabeza irreconocible, un brazo, una pierna, un abdomen deshecho, un tórax aplastado.
Pero hasta esto mismo es repetitivo y monótono, en cierto modo ya conocido por las imágenes que nos llegaron de aquella Ruanda- de-un-millón-de-muertos, de aquel Vietnam cocido a napalm, de aquellas ejecuciones en estadios llenos de gente, de aquellos linchamientos y apaleamientos, de aquellos soldados iraquíes sepultados vivos bajo toneladas de arena, de aquellas bombas atómicas que arrasaron y calcinaron Hiroshima y Nagasaki, de aquellos crematorios nazis vomitando cenizas, de aquellos camiones para retirar cadáveres como si se tratase de basura.
Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar.
Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar en nombre de Dios.
Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana.
Al menos en señal de respeto por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar en todas las circunstancias esta verdad evidente y demostrable, pero la mayoría de los creyentes de cualquier religión no sólo fingen ignorarlo, sino que se yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos para quienes Dios no es más que un nombre, nada más que un nombre, el nombre que, por miedo a morir, le pusimos un día y que vendría a dificultar nuestro paso a una humanización real.

A cambio nos prometía paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los unos como los otros, insultos descarados a una inteligencia y a un sentido común que tanto trabajo nos costó conseguir.
Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel.
Durante siglos, la Inquisición fue, también, como hoy los talibán, una organización terrorista dedicada a interpretar perversamente Links sagrados que deberían merecer el respeto de quien en ellos decía creer, un monstruoso connubio pactado entre la Religión y el Estado contra la libertad de conciencia y contra el más humano de los derechos: el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa.
Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van acumulando, estos de las torres gemelas de Nueva York, y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia.
Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero el `factor Dios, ese, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella.

No es un dios, sino el `factor Dios el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Unidos, no la otra...) la bendición divina. Y fue en el `factor Dios en lo que se transformó el dios islámico que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones de la revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las humillaciones.
Se dirá que un dios se dedicó a sembrar vientos y que otro dios responde ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el `factor Dios, ese que es terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia.
Al lector creyente (de cualquier creencia...) que haya conseguido soportar la repugnancia que probablemente le inspiren estas palabras, no le pido que se pase al ateísmo de quien las ha escrito. Simplemente le ruego que comprenda, con el sentimiento, si no puede ser con la razón, que, si hay Dios, hay un solo Dios, y que, en su relación con él, lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle. Y que desconfíe del `factor Dios. No le faltan enemigos al espíritu humano, mas ese es uno de los más pertinaces y corrosivos. Como ha quedado demostrado y desgraciadamente seguirá demostrándose.

¿NOS DA MIEDO PENSAR?
POR: BERTRAND RUSSELL.
Los hombres temen al pensamiento más de lo que temen a cualquier otra cosa del mundo; más que la ruina, incluso más que la muerte.
El pensamiento es subversivo y revolucionario, destructivo y terrible. El pensamiento es despiadado con los privilegios, las instituciones establecidas y las costumbres cómodas; el pensamiento es anárquico y fuera de ley, indiferente a la autoridad, descuidado con la sabiduría del pasado.
Pero sí el pensamiento ha de ser posesión de muchos, no el privilegio de unos cuantos, tenemos que habérnoslas con el miedo. Es el miedo el que detiene al hombre, miedo de que sus creencias entrañables no vayan a resultar ilusiones, miedo de que las instituciones con las que vive no vayan a resultar dañinas, miedo de que ellos mismos no vayan a resultar menos dignos de respeto de lo que habían supuesto.
¿Va a pensar libremente el trabajador sobre la propiedad? Entonces ¿Qué será de nosotros, los ricos? ¿Van a pensar libremente los muchachos y muchachas jóvenes sobre sexo? Entonces, ¿Qué será de la moralidad? ¿Van a pensar libremente los soldados sobre la guerra? Entonces, ¿Qué será de la disciplina militar? ¡FUERA EL PENSAMIENTO!
¡Volvamos a los fantasmas del prejuicio, no vayan a estar la propiedad, la moral y la guerra en peligro!
Es mejor que los hombres sean estúpidos, amorfos y tiránicos, antes de que sus pensamientos sean libres. Puesto que sí sus pensamientos fueran libres, seguramente no pensarían como nosotros. Y este desastre debe evitarse a toda costa.
A sí arguyen los enemigos del pensamiento en las profundidades de sus almas. Y así actúan en las iglesias, escuelas y Universidades.

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