sábado, 30 de julio de 2016



LA CARA OCULTA DE EVALUACIÓN EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR.
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
Todos los que de alguna manera u otra estamos involucrados en el quehacer educativo  tenemos una idea  de la evaluación. Bien o mal esta idea  orienta los procesos de evaluación en correspondencia con ese marco de ideas, valores, creencia  y experiencias que cada uno ha ido asimilando de la misma.
En nuestros días en casi todo el sistema educativo se desarrolla una práctica inexacta  de la evaluación. La mayor parte de docentes confunde los términos medir con evaluar  y como resultado de eso se genera un conflicto entre docente  y alumnos.  Conflicto que a pesar de que es ya bastante  antiguo sobre todo en las Universidades sigue teniendo mucha vigencia. Más que todo en los periodos de finalización de ciclo en el que los docentes determinan quién aprueba o reprueba el  ciclo.
Empero en este artículo no se  abordará la polémica de la evaluación del aprendizaje en la  Educación Superior sino más bien develar el lado oscuro, enigmático y pérfido  de las prácticas  evaluativas que a menudo se desarrolla en la Universidad,  
Hay que destacar que las prácticas evaluativas no tienen nada de inocentes  a no ser por los que las llevan a cabo y quienes las reciben; por lo demás, es toda una estrategia que se oculta para calificar a unos y descalificar a otros, para incluir a unos y excluir a otros.
De ahí que por más neutrales que nos la quieran presentar, la evaluación es un instrumento que tiene un alto  contenido económico, político, social, psicológico  e ideológico. A este respecto plantea Francisco Gutiérrez[1] “los exámenes –en variedad incalculable—no son sino instrumentos legalizados de selectividad. . .  en la larga historia de la educación, los estudiantes son probados, medidos, analizados, clasificados  y segregados.
Este es en concreto el objetivo primordial de los exámenes cualquiera que sea su modalidad y propósito. En este mismo orden de ideas Gutiérrez[2] plantea que lo importante respecto a la selectividad  escolar no en tanto comprobar; por lo tanto,  los exámenes no son más un instrumento donde se promueven a los más aptos  y se desechan a los más débiles.
Por otro lado, la evaluación del aprendizaje es al mismo tiempo un recurso que emplean muchos docentes para evitar ser cuestionados por los estudiantes  o para ocultar su incapacidad en el dominio de la asignatura que imparte ósea es un instrumento de represión que de cualquier manera condiciona la conducta del alumno o alumna.
Pero más allá de la selectividad,  exclusión y  los  grados de segregación que produce la evaluación del aprendizaje en la Universidad. Se han preguntado los docentes  de la Universidad de El Salvador ¿Cuál es el contenido ideológico, social, psicológico, pedagógico y técnico de la evaluación que ellos desarrollan en el aula con sus alumnos y alumnas? Veamos algunos elementos.
LO IDEOLOGICO.
 Evaluar significa valorar, emitir  un juicio de acuerdo con un marco de valores que lejos de ser  objetiva y neutral está impregnada de los valores y la cultura  de la clase que ostenta el poder económico, político e ideológico de la sociedad.
 Por otro lado, las prácticas evaluativas se inscriben además, en un marco teórico concreto que refleja y responde a los intereses de  la clase  social que ha organizado la sociedad con ese poder que ellos ostentan. En este caso el marco teórico desde donde se abordan todas las prácticas evaluativas es el marco teórico del positivismo – funcionalismo que trasladadas al plano educativo se transforman en: conductismo, neo conductismo, reforzamiento, condicionamiento operante, premio y castigo etc.,  Ahora bien, ¿Cómo  se expresa en la práctica esta teoría en las prácticas evaluativas?  En primer lugar hay  un extendida tendencia a cuantificar el rendimiento académico de los alumnos y alumnas en la que después de impartido determinados  contenidos necesariamente hay que realizar un examen y verificar cuantos aprobaron y cuantos reprobaron; esta práctica que es común en la Universidad busca medir la cantidad de conocimientos adquiridos de ese fragmento de la realidad estudiada. Además, de que es una evaluación fragmentada, es superficial  y se queda en el primer nivel de conocimiento sin trascender a nivel lógico ni cualitativo del conocimiento como lo es la construcción de conceptos, categorías   y teorías científicas. Esta concepción de evaluación olvida que  toda evaluación se inscribe dentro de una totalidad  y como tal tiene dos facetas: una cuantitativa y una cualitativa; no obstante, dichas prácticas se quedan nada más a medir, cuantificar datos que por sí solos  no reflejan el progreso o retroceso de los estudiantes.
 Por lo tanto, la única función del docente es la de medir, cuantificar los porcentajes de conocimiento adquirido por los alumnos y alumnas.  Ahora bien, sí el docente sólo se queda a medir y observar la conducta de los educandos ¿Qué sucede con la conducta no observable de los estudiantes? ¿Cómo puede saber el docente cuanto han aprendido acerca de los principios, valores que es quizás lo más importante para la educación y sociedad? Al dejar de lado estos aspectos se está ocultando el verdadero significado de la evaluación  y por ende se impide el conocimiento de la realidad como un todo.  
LO SOCIAL.
La evaluación no la podemos analizar al margen de los problemas del fracaso académico, la deserción de los estudiantes  de la Universidad y la migración a otras Universidades tiene mucho que ver cómo  se lleva a cabo el proceso de evaluación del proceso de enseñanza aprendizaje.
Hay que destacar que la  Universidad como institución históricamente acreditada tiene un enorme poder ya que aquellos sujetos que no han logrado coronar una carrera se ven imposibilitados para ascender en la escala social  y por lo tanto, son segregados, marginado y lanzados a la calle a su propia suerte.
 Cuando  en la Universidad  hay altos porcentajes de alumnos, alumnas reprobadas  y tasas elevadas de deserción; las autoridades deberían de preguntarse ¿Quién ha fracasado?  ¿Los alumnos y alumnas? ¿Los alumnos menos aptos?  ¿La Universidad como institución responsable? ¿La sociedad que ha delegado en la Universidad la responsabilidad de formar hombres y mujeres educados en el buen sentido de la palabra? ¿Ha triunfado la Universidad como institución selectiva? ¿Los alumnos no sirven para la Universidad  o la Universidad no sirve para los alumnos y la sociedad?
Cuándo hay altos porcentajes de reprobados en la Universidad ¿Han fracasado los alumnos y alumnas o han fracasado los docentes?  Habría que preguntarse sí los docentes están preparados científica y pedagógicamente bien para asumir el papel de docentes de la Educación Superior.
 Es necesario que la Universidad se  someta a un análisis serio y responsable sobre las curriculas de cada una de las Facultades (La formación de los docentes, Estrategias docentes, organización del proceso enseñanza aprendizaje, sistemas de evaluación, etc.,)
PSICOLOGICO.
La experiencia de muchos años me ha servido para lograr comprender que las prácticas evaluativas que se realizan en la Universidad  son clasificadoras y etiquetadoras.  Por un lado están los alumnos buenos y por el otro están los malos. Consciente o inconscientemente los maestros clasificamos a los alumnos sin percatarnos del daño psicológico que se les  causa a los estudiantes.  De manera, inconsciente los docentes aplican el darwinismo social en la que el más apto sobre vive en detrimento del más débil.
 Pero lo más, pérfido de tal cuestión es que en la mayoría de los casos se etiquetan a los estudiantes sin tener la suficiente información para ello  o a veces sólo porque no es del agrado del docente. Conozco  un caso en el que el docente le dice al alumno “Tú te vas a quedar aplazado, el alumno pregunta por qué profesor,  responde el docente, porque me caes mal, así  que es mejor que retires la materia”.
Este ejemplo, es común en casi todas las Universidades, pareciera que esa es  específicamente la  única función de los docentes. Se olvidan que nuestra misión es ayudar a que el alumno salga adelante,  tanto,  a los brillantes como a los que lo son.
Los que en alguna medida hemos estudiado un poco de psicología en las respectivas carreras estamos conscientes de la importancia que tienen para todos los seres humanos el concepto que los demás tengan de nosotros. Esto mismo ayuda a que nosotros mismos tengamos un auto -concepto positivo para lograr las metas que nos proponemos.
Esta situación sucede en el hogar, si los padres al niño o niña le repiten todos los días que son  tontos, ellos terminarán aceptando que lo son. Nada más dañino y perjudicial  para el alumno y alumna que los docentes basen su metodología en la discriminación  y el etiquetamiento de los alumnos.
 Por otro lado, hay que mencionar  que  desde fases muy tempranas los niños y niñas tienen la necesidad de llevar acabo sus metas  y la educación como tal debe posibilitar  el desarrollo de esas realizaciones, conocerse a sí mismo  y  de esa manera ir configurando su propio auto concepto y su propia autoestima.  Sin embargo, este proceso sólo se puede lograr en la medida en que la educación y la evaluación creen las condiciones necesarias para lograr esos objetivos.
Ahora bien, se ¿han preguntado los docentes de la Universidad el daño que les causan a los estudiantes cuando la evaluación la basan prácticas discriminadoras, etiquetadoras  y excluyentes?  Esto nos debe llevar a tomar consciencia que asumir el papel de docentes no es una tarea sencilla como muchos creen, pues la sociedad le ha dado la responsabilidad a la Universidad no sólo de formar hombres  y mujeres técnicamente bien preparados sino hombres y mujeres cultos, educados  y comprometidos con la transformación de la sociedad. En este contexto los docentes como empleados de la Universidad debemos asumir una conducta más humana y más consciente del papel que nos toca desempeñar  y la responsabilidad para con la sociedad.
LO PEDAGÓGICO.
Sabemos que la evaluación es uno de los aspectos más álgidos del proceso de enseñanza aprendizaje. Que es el punto de desencuentro entre los docentes y alumnos, que es sin lugar a dudas el eterno enfrentamiento entre docentes y alumnos, y que se debe de buscar una estrategia para superar un fenómeno que ya se ha vuelto crónico en todas las instituciones del sistema educativo.
No cabe la menor duda que la educación y la evaluación se inserta  en un proyecto educativo que responde a unos determinados intereses  de un sociedad concreta. Hay que destacar que en nuestro sistema educativo incluyendo la Universidad  los alumnos y alumnas sólo aprenden aquello que se habrá de examinar, es decir, datos de modo que, los demás aspectos del conocimiento no tienen mayor importancia. Obviamente esto tiene mucho que ver con la forma o manera como está organizado el currículo de cada carrera  y el perfil de hombre y mujer que se desee formar.  Desde esta perspectiva tanto los docentes como los alumnos terminan en un círculo vicioso, en la que lo único que interesa es la  calificación que los acredita  o promueve a otro nivel.
El desconocimiento de la evaluación por parte del docente lo lleva a realizar  una práctica evaluativa que la mayoría de los casos las utiliza como recurso de amenaza, represión  y para ocultar la mediocridad.
LO TÉCNICO DE LA EVALUACIÓN.
Nadie duda de la necesidad de la evaluación en el proceso de enseñanza aprendizaje, pero la evaluación no como instrumento punitivo, castigador sino como un medio para determinar los progresos, avances, las dificultades   y retrocesos de los alumnos en su proceso de formación.
Estamos conscientes de la  importancia de los diferentes instrumentos técnicos que deben utilizarse para medir los avances y alcances del aprendizaje adquiridos por los alumnos y alumnas. Sin embargo, dichos instrumentos deben ser acreditados, discutidos,  consensuados  y confiables a la hora de administrarlos. Para que dicha acreditación sea confiable es necesario que participen los directamente involucrados en el proceso de enseñanza aprendizaje. En este caso los alumnos y los docentes. Obviamente existen una infinidad de instrumentos técnicos de los que se puede apropiar el docente para volver más eficiente el proceso de aprendizaje de los alumnos (Exámenes, listas de cotejo, trabajos ex – aula, ensayos, monografías etc., entre otros); sin embargo, en la actualidad el recurso más utilizado es el examen. El cual por más rigurosamente elaborado que esté no resuelve el problema de la calidad de la educación.



[1] Francisco Gutiérrez. Educación como Praxis política. p.36
[2] Ibid. p.36

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