jueves, 6 de octubre de 2011

¿HACIA DÓNDE VA LA UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR? POR: MSC JOSÉ ISRAEL VENTURA.


Es preocupante el sepulcral silencio que la Universidad ha mantenido durante largo tiempo en relación con  tantos acontecimientos, que han afectado a la sociedad salvadoreña.
Después de la firma de los Acuerdos de Paz firmados el 16 de enero de 1992, la Universidad de El Salvador se hundió en un total  silencio que hasta el día de hoy  pereciera que no existe. La situación anterior ha llevado a la Universidad a perder ese contacto con el pueblo salvadoreño  con el  que  en alguna medida se ha mantenido estrechamente vinculado.
Privatizaron la telefonía, vendieron ANTEL, privatizaron los servicios de electricidad, dolarizaron la economía, se firmó el tratado de libre comercio y  hoy se modifica la ley orgánica de la Corte Suprema de Justicia y se aprueba el decreto 743 y la  voz autorizada de la Universidad no dice nada.
Ante esta seria problemática ninguna instancia u  organismo, de la Universidad  (me refiero al Consejo superior Universitario, Asamblea General Universitaria y Rectoría de ese momento) se ha pronunciado para fijar una determinada posición.  No obstante, las veces que lo ha hecho su voz ha sido  tan tímida que el pueblo salvadoreño no lo ha escuchado ni mucho menos sentido.
De igual manera, los estudiantes que durante muchos años fueron la organización estudiantil (AGEUS) más fuerte y combativa hoy se han vuelto apáticos, indiferentes e insensibles ante los problemas que aquejan a la sociedad. Salvo algunas  excepciones de grupos de estudiantes que se han manifestado en contra de dichos acontecimientos. No obstante lo han hecho de manera espontanea sin haber hecho un análisis profundo de la realidad que se disponen a cuestionar.
 Por otro lado, nos encontramos con otro  sector estudiantil  dividido y embriagado con las delicias adormecedoras que el sistema capitalista les proporciona a través de los medios de información  y que les presenta un mundo lleno de ilusión, de fantasías para que no piensen y se dediquen a buscar el éxito  a como de lugar.
Es aquí donde se inicia todo un   proceso de sedación estudiantil, que al poco tiempo culmina con  su verdadero quebrantamiento de su personalidad   hasta el grado de corromperle  los más nobles sentimientos humanos.
No obstante, este proceso no termina ahí; pues la meta del sistema no sólo es  destruirles su carácter y personalidad, sino que además, su máxima apuesta  es corromperlos moral, intelectual y éticamente  hasta lograr el modelo de hombre que el sistema quiere.
 Para ello recurre a una serie de mecanismos, (los cuales son variados y caros pero valen la pena); dentro de los cuales se destacan los “sedantes que sirven para calmar los impulsos de los jóvenes que piensan, que cuestionan, que condenan, que molestan y que incomodan a las autoridades.
Sedantes como el aplauso social, identificable por las altas contrataciones a los “dóciles” que saben “hacer bien lo que se les manda”, sin preguntar ni replicar, gratificación económica disfrutable con liberalidad y fuera de las fronteras, promesas de cargos públicos reservados a los “brillantes y fieles”, donaciones abundantes para propiciar la “alegría juvenil”, bebidas, comidas”[1] y viajes son el mejor antídoto para frenar el ímpetu de aquellos estudiantes que llegan a la Universidad con deseos de pensar por sí mismos.
En este sentido el proceso de amansamiento que se inició en el hogar termina su ciclo en la Universidad, las autoridades superiores (Tanto en el Gobierno como en las instancias de educación Superior) son los mejores maestros. Pues en su afán de conservar o llegar a un puesto no les importa corromper ética y moralmente a los jóvenes.
Situación que no es de extrañar pues es la práctica cotidiana del sistema capitalista en general. En consecuencia, los jóvenes cuando egresan de cualquier Universidad ya salen preparados para seguir corrompiendo a sus semejantes.
De tal manera que, parafraseando a Eduardo Galeano en “la escuela del mundo al revés”, es lo contrario de lo que  se debería estar haciendo en la sociedad, en la que “se premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo”[2]
Aunque nos duela esta es la práctica  que impera en la Universidad de El Salvador; pero que no debe continuar, es urgente no sólo  una reforma académica sino también una reforma moral que nos permita rescatar los valores supremos que enaltecen y ennoblecen a la Universidad y a  la sociedad.
No se debe olvidar que la “Universidad es ante todo, el plantel educativo de la nación. Su misión  no es solamente hacer médicos e ingenieros, farmacéuticos, dentistas y abogados; no solamente garantizar la competencia y la honestidad de quienes se dedican al ejercicio de esas profesiones. Su más importante misión es dar a la patria hombres cultos en la genuina significación del vocablo: hombres de verdadera cultura moral e intelectual  que irán a formar en primera fila entre las clases directoras y deberán poner el caudal de sus conocimientos especialmente al servicio del pueblo” [3] la cita anterior nos muestra cual es el verdadero norte que debe guiar a la Universidad de El Salvador, deben ser los principios éticos y morales que se deben asumir para lograr una verdadera Universidad.
En medio de toda esta compleja situación cabe hacernos algunas preguntas: ¿A qué se debe todo este silencio de la UES? ¿Será que la Universidad ya le cumplió al pueblo salvadoreño? ¿Será que la universidad ya no tiene nada que decir sobre los problemas nacionales? ¿Será que la Universidad ya cumplió con su misión, objetivos y fines establecidos en la ley orgánica? Y pueden surgir más interrogantes al respecto.
 Por que como sostiene Carlos Isla[4] catedrático de una Universidad Mexicana de que “la Universidad, que se define como conciencia crítica de la sociedad, puede vivir momentos de paz por que tiene la conciencia tranquila, resultado del cumplimiento de su misión”. Es obvio, que sí se hace una evaluación seria y objetiva no cabe la menor duda que la Universidad de El Salvador, está en deuda con este pueblo, a quién se debe y debe responder.
 No obstante, el profundo silencio que ha guardado durante estos años  después de la firma de los acuerdos de paz y más concretamente con la llegada de la Dra. María Isabel Rodríguez y seguido del Ingeniero Rufino Quezada, como Rector, parece que la Universidad se hundió en un silencio parecido al de los cementerios.
 La pregunta obligatoria es ¿Este silencio es inocente? O ¿es parte de la estrategia del modelo económico neoliberal que ya penetró en las conciencia de los académico de la Universidad de El Salvador?
Es obvio este el silencio que la Universidad ha guardado no es inocente, ya que  es una de las tantas estrategias que la derecha de este país ha implementado a lo largo de la historia de la Universidad y dentro de las cuales se destacan: el ahogamiento económico, dividir a la comunidad docente entregándoles algunas migajas para que se mantenga entretenida y por otro lado, penetrar las estructuras de poder de la Universidad para que desde allí orientar los procesos de alienación del personal docente, administrativo y estudiantil. Todo esto enmarcado desde luego dentro de la lógica del proyecto neoliberal que liderea la derecha nacional e internacional en El Salvador. Ahora conducida por el actual presidente de la República  Mauricio Funes Cartagena quién no sólo sigue los lineamientos neoliberales sino que además, se rinde ante los “paladines de la democracia imperialista”.
 No hay duda que este proceso de adormecimiento al cual ha sido sometida la comunidad universitaria ha dado sus efectos y uno de esos efectos ha sido el divorcio de la Universidad con los problemas del pueblo salvadoreño. A tal grado que han hecho olvidar que la Universidad se debe al pueblo y debe estar al servicio del pueblo.
La Universidad que siempre se ha definido como conciencia crítica se ha transformado en la institución más inconsciente y acrítica de la sociedad.  Esa acriticidad es cierto la acerca más a la Burguesía pero la aleja cada vez más del pueblo a quien se debe.

La Universidad traiciona su compromiso social cuando deja de ser baluarte en contra de la dominación y termina ella misma dominada y aún dominadora. Esto sucede cuando, de conciencia crítica de la sociedad, de inteligencia lúcida que analiza, cuestiona, denuncia y anuncia se convierte en apéndice del sistema. La dictadura más implacable es el pensamiento, y la Universidad hace este papel de dictadora en forma totalitaria cuando dicta e impone las ideas. . . la Universidad se corrompe cuando su voz de conciencia crítica se debilita y es tibia en su denuncia de la injusticia social, sobre todo en países atrasados en que la injusticia es hiriente y llega a los extremos del derroche sin limites y del hambre mortal.[5]

Yo diría que la Universidad deja de ser Universidad cuando abandona su compromiso con la verdad, la ciencia y la cultura de altos quilates y se convierte en una institución domésticada que responde únicamente a los designios de la clase que ostenta el poder económico y político de la sociedad.
 No podemos hablar de una educación para la libertad cuando ella misma se encuentra sometida ni mucho menos hacer gala del slogan de nuestra Universidad “Hacia la libertad por la cultura”. Cuando la Universidad ha perdido el gusto por la verdad y le rinde culto a la mentira, al fraude, a la deshonestidad, a la falta de ética  de sus autoridades, se convierte en un instrumento de dominación de la sociedad. La Universidad de El Salvador, no sólo tiene el reto de modernizarse, de elevar su excelencia académica, sino que además, debe volver a ser la conciencia crítica que fue en el pasado.
Sin embargo, no es suficiente con ser conciencia crítica de la sociedad, se requiere que esa criticidad sea fundamentada con los cánones de la ciencia, que sea fruto del conocimiento de la realidad; pero para  ello tiene que investigarla. La Universidad sólo debe asumir compromiso con la verdad y debe ser implacable con la mentira y la deshonestidad.

¿Cómo puede la Universidad hablar de justicia social cuando se confiesa en defensora de las clases privilegiadas? ¿Cómo puede la Universidad hablar con autoridad de libertad cuando es un apéndice del poder político? Por eso es legítimo repetir: Para que la Universidad pueda educar en libertad y la justicia, ella misma debe ser libre y autónoma.[6]

Ese es uno de los  retos que hoy en día nos toca encarar los docentes de la Universidad de El Salvador. Una Universidad libre y comprometida con la ciencia, el arte y la cultura.  Le corresponde ética y moralmente a la Universidad de hoy  asumir el reto de la denuncia y el anuncio.






[1] Carlos  Isla. ¿Educación para el sometimiento o la libertad?
[2] Eduardo Galeano. Patas Arriba. La escuela del mundo al revés. P. 5.
[3] Servelio Navarrete: En los jardines de academo. P. 23-24.
[4] Carlos Isla. Articulo sobre “Responsabilidad social y Universidad”. www.google.com.
[5] Ibíd. P.
[6] Ibid. P.

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