“LA ECUACIÓN DEL ALMA: DEL LENGUAJE DE CONFUCIO A LA ÉTICA DE AL-KHAWARIZMI”
POR: MSC. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN:
A veces olvidamos que las civilizaciones no se derrumban
solo por guerras o crisis económicas, sino también —y, sobre todo— por la
corrupción del lenguaje y la pérdida de la ética. Las palabras son como los
rieles del pensamiento; cuando se deforman, el pensamiento se descarrila.
Hace más de dos mil quinientos años, Confucio lo advirtió
con una lucidez que atraviesa los siglos. Cuando le preguntaron qué haría
primero si gobernara una nación, respondió sin titubeos:
“Corregir el lenguaje.”
Y explicó por qué:
“Si el lenguaje no es correcto, lo que se dice no es lo
que se significa;
si lo que se dice no es lo que se significa, lo que debe
hacerse quedará sin hacer;
si queda sin hacer, la moral se deteriora;
si la moral se deteriora, la justicia andará extraviada;
y cuando la justicia se extravía, el caos está a un
paso.”
Estas palabras son un espejo del presente. Vivimos una época en que el lenguaje ha sido secuestrado por la propaganda, los intereses y la mentira. Todo se nombra con máscaras: a la corrupción se le llama “error administrativo”, a la manipulación “estrategia”, a la ignorancia “opinión”. El resultado es una sociedad confundida, sin dirección ni confianza.
EL LENGUAJE COMO RAÍZ DE LA CLARIDAD MORAL
Confucio comprendió que la palabra no solo comunica, sino
que construye realidad. Si decimos mal, pensamos mal. Si pensamos mal, actuamos
mal. Cuando el lenguaje pierde su pureza, la moral se desvanece como un
edificio sin cimientos.
Corregir el lenguaje, entonces, significa devolverle a
las palabras su dignidad. Significa llamar justicia a lo justo, corrupción a la
corrupción, virtud a la virtud. Significa hablar con precisión, sin eufemismos
que suavicen la mentira ni discursos vacíos que maquillan la realidad.
En el fondo, Confucio nos enseñó que el lenguaje no solo
forma parte de la cultura, sino que es la cultura misma. Cuando una sociedad
abandona el sentido de las palabras, comienza su decadencia. Porque quien no
puede nombrar la verdad, tampoco puede defenderla.
EL NÚMERO UNO DE LA ÉTICA: LA LECCIÓN DE AL-KHAWARIZMI
Siglos después, en tierras árabes, otro sabio entregó una
enseñanza tan poderosa como sencilla. Al-Khawarizmi, el gran matemático y padre
del álgebra, fue consultado sobre el valor del ser humano. Su respuesta fue tan
precisa como una ecuación:
“Si tiene ética, su valor es igual a 1.
Si además es inteligente, agréguele un cero y será 10.
Si también es rico, súmele otro cero y será 100.
Si además es una bella persona, agréguele otro cero y
será 1000.
Pero si pierde el 1 —que representa la ética—, perderá
todo su valor.”
El genio árabe expresó en números lo que Confucio dijo
con palabras: sin ética, todo pierde sentido.
La inteligencia
sin ética se vuelve manipulación. La riqueza sin ética se convierte en abuso.
La belleza sin ética degenera en vanidad.
Al-Khawarizmi nos enseñó que el valor humano no está en
lo que se tiene, sino en el principio moral que da valor a todo lo demás. Si la
ética desaparece, los ceros de la inteligencia, la fama o el dinero se
transforman en nada.
Hoy vivimos en un mundo que idolatra los ceros —los
números en las cuentas bancarias, los seguidores en redes, los títulos y los
logros—, pero ha olvidado el número uno: la ética, la base de toda grandeza
humana.
CUANDO LAS PALABRAS Y LA MORAL SE SEPARAN
Ambos sabios, desde mundos distintos, convergen en una
misma advertencia: la decadencia humana comienza cuando el lenguaje se separa
de la ética.
Cuando las palabras se vacían, el alma se vacía con
ellas. Cuando la verdad se relativiza, el engaño se normaliza. Cuando la
justicia se convierte en un espectáculo, la sociedad entera se hunde en la
confusión. Y así estamos: rodeados de discursos vacíos, de mensajes fabricados
para emocionar, no para pensar; de palabras huecas que prometen mucho y
significan poco. El verbo ha sido reemplazado por el ruido. La verdad, por la
estrategia.
Confucio advertía que el caos comienza cuando “la moral
se deteriora y la justicia se extravía”. Y eso ocurre, precisamente, cuando el
lenguaje deja de nombrar la verdad y empieza a justificar el error.
Por eso, la tarea más urgente no es solo económica o
política, sino lingüística y ética: volver a decir las cosas por su nombre,
volver a hacer coincidir la palabra con la acción, volver a unir el pensamiento
con la conducta.
LA EDUCACIÓN COMO PUENTE ENTRE LA PALABRA Y LA VIRTUD: La ubicación tiene un papel esencial en esta restauración.
Enseñar a hablar correctamente no es solo enseñar gramática, sino enseñar a
pensar con rigor, a distinguir lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto,
lo humano de lo inhumano.
Un sistema educativo que descuida el lenguaje y la ética
produce ciudadanos incapaces de discernir, jóvenes sin criterio propio,
profesionales que saben mucho, pero comprenden poco.
La verdadera educación, la que transforma, es la que
devuelve al lenguaje su fuerza moral. Porque quien aprende a nombrar el bien,
se acerca al bien; y quien aprende a justificar el mal con palabras dulces,
termina sirviéndole.
La educación, entonces, debe ser el espacio donde el “1”
de la ética se mantenga firme y visible, donde la palabra vuelva a ser
instrumento de verdad y no de manipulación. Solo así, el conocimiento —el saber
científico, técnico o artístico— se convierte en fuerza humanizadora y no en
arma de destrucción.
CONCLUSIONES
Confucio y Al-Khawarizmi nos hablan desde la eternidad con
una misma voz: la ética y el lenguaje son el corazón de la civilización.
Confucio nos advierte: sin palabras verdaderas, la
justicia se extravía.
Al-Khawarizmi nos recuerda: sin ética, todo valor se
reduce a cero.
Ambos coinciden en que el destino humano depende de la
fidelidad entre lo que decimos, pensamos y hacemos. La corrupción del lenguaje
lleva a la corrupción de la moral; la pérdida de la ética lleva a la pérdida
del sentido. Si queremos reconstruir
nuestras sociedades, debemos comenzar por el verbo y la conciencia.
Por hablar con verdad, por actuar con coherencia, por
enseñar con ejemplo.
REFLEXIÓN FINAL
El verdadero valor del ser humano no se mide en cifras,
títulos ni discursos. Se mide en su capacidad de decir la verdad y vivir con
ética.
El día en que volvamos a colocar el “1” de la ética
delante de todos nuestros ceros —inteligencia, riqueza, belleza, fama—, el
mundo volverá a tener orden, sentido y esperanza.
Y el día en que nuestras palabras vuelvan a significar lo
que dicen, la humanidad volverá a hablar el idioma de la verdad.
Porque, como dijo Confucio, “todo está en lo que se
diga”.
Y como enseñó Al-Khawarizmi, “todo vale si hay ética;
nada vale si se pierde”.
NOTA: ESTA ES UNA REFLEXIÓN SOBRE LA ÉTICA, DE CONFUCIO Y
AL-KHAWARIZMI.
SAN SALVADOR, 9 DE OCTUBRE DE 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario