lunes, 13 de octubre de 2025



 


“LA ECUACIÓN DEL ALMA: DEL LENGUAJE DE CONFUCIO A LA ÉTICA DE AL-KHAWARIZMI”

POR: MSC. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN:

A veces olvidamos que las civilizaciones no se derrumban solo por guerras o crisis económicas, sino también —y, sobre todo— por la corrupción del lenguaje y la pérdida de la ética. Las palabras son como los rieles del pensamiento; cuando se deforman, el pensamiento se descarrila.

Hace más de dos mil quinientos años, Confucio lo advirtió con una lucidez que atraviesa los siglos. Cuando le preguntaron qué haría primero si gobernara una nación, respondió sin titubeos:

“Corregir el lenguaje.”

Y explicó por qué:

“Si el lenguaje no es correcto, lo que se dice no es lo que se significa;

si lo que se dice no es lo que se significa, lo que debe hacerse quedará sin hacer;

si queda sin hacer, la moral se deteriora;

si la moral se deteriora, la justicia andará extraviada;

y cuando la justicia se extravía, el caos está a un paso.”

Estas palabras son un espejo del presente. Vivimos una época en que el lenguaje ha sido secuestrado por la propaganda, los intereses y la mentira. Todo se nombra con máscaras: a la corrupción se le llama “error administrativo”, a la manipulación “estrategia”, a la ignorancia “opinión”. El resultado es una sociedad confundida, sin dirección ni confianza. 

EL LENGUAJE COMO RAÍZ DE LA CLARIDAD MORAL

Confucio comprendió que la palabra no solo comunica, sino que construye realidad. Si decimos mal, pensamos mal. Si pensamos mal, actuamos mal. Cuando el lenguaje pierde su pureza, la moral se desvanece como un edificio sin cimientos.

Corregir el lenguaje, entonces, significa devolverle a las palabras su dignidad. Significa llamar justicia a lo justo, corrupción a la corrupción, virtud a la virtud. Significa hablar con precisión, sin eufemismos que suavicen la mentira ni discursos vacíos que maquillan la realidad.

En el fondo, Confucio nos enseñó que el lenguaje no solo forma parte de la cultura, sino que es la cultura misma. Cuando una sociedad abandona el sentido de las palabras, comienza su decadencia. Porque quien no puede nombrar la verdad, tampoco puede defenderla.

EL NÚMERO UNO DE LA ÉTICA: LA LECCIÓN DE AL-KHAWARIZMI

Siglos después, en tierras árabes, otro sabio entregó una enseñanza tan poderosa como sencilla. Al-Khawarizmi, el gran matemático y padre del álgebra, fue consultado sobre el valor del ser humano. Su respuesta fue tan precisa como una ecuación:

“Si tiene ética, su valor es igual a 1.

Si además es inteligente, agréguele un cero y será 10.

Si también es rico, súmele otro cero y será 100.

Si además es una bella persona, agréguele otro cero y será 1000.

Pero si pierde el 1 —que representa la ética—, perderá todo su valor.”

El genio árabe expresó en números lo que Confucio dijo con palabras: sin ética, todo pierde sentido.

 La inteligencia sin ética se vuelve manipulación. La riqueza sin ética se convierte en abuso. La belleza sin ética degenera en vanidad.

Al-Khawarizmi nos enseñó que el valor humano no está en lo que se tiene, sino en el principio moral que da valor a todo lo demás. Si la ética desaparece, los ceros de la inteligencia, la fama o el dinero se transforman en nada.

Hoy vivimos en un mundo que idolatra los ceros —los números en las cuentas bancarias, los seguidores en redes, los títulos y los logros—, pero ha olvidado el número uno: la ética, la base de toda grandeza humana.

CUANDO LAS PALABRAS Y LA MORAL SE SEPARAN

Ambos sabios, desde mundos distintos, convergen en una misma advertencia: la decadencia humana comienza cuando el lenguaje se separa de la ética.

Cuando las palabras se vacían, el alma se vacía con ellas. Cuando la verdad se relativiza, el engaño se normaliza. Cuando la justicia se convierte en un espectáculo, la sociedad entera se hunde en la confusión. Y así estamos: rodeados de discursos vacíos, de mensajes fabricados para emocionar, no para pensar; de palabras huecas que prometen mucho y significan poco. El verbo ha sido reemplazado por el ruido. La verdad, por la estrategia.

Confucio advertía que el caos comienza cuando “la moral se deteriora y la justicia se extravía”. Y eso ocurre, precisamente, cuando el lenguaje deja de nombrar la verdad y empieza a justificar el error.

Por eso, la tarea más urgente no es solo económica o política, sino lingüística y ética: volver a decir las cosas por su nombre, volver a hacer coincidir la palabra con la acción, volver a unir el pensamiento con la conducta.

LA EDUCACIÓN COMO PUENTE ENTRE LA PALABRA Y LA VIRTUD: La ubicación tiene un papel esencial en esta restauración. Enseñar a hablar correctamente no es solo enseñar gramática, sino enseñar a pensar con rigor, a distinguir lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto, lo humano de lo inhumano.

Un sistema educativo que descuida el lenguaje y la ética produce ciudadanos incapaces de discernir, jóvenes sin criterio propio, profesionales que saben mucho, pero comprenden poco.

La verdadera educación, la que transforma, es la que devuelve al lenguaje su fuerza moral. Porque quien aprende a nombrar el bien, se acerca al bien; y quien aprende a justificar el mal con palabras dulces, termina sirviéndole.

La educación, entonces, debe ser el espacio donde el “1” de la ética se mantenga firme y visible, donde la palabra vuelva a ser instrumento de verdad y no de manipulación. Solo así, el conocimiento —el saber científico, técnico o artístico— se convierte en fuerza humanizadora y no en arma de destrucción.

CONCLUSIONES

Confucio y Al-Khawarizmi nos hablan desde la eternidad con una misma voz: la ética y el lenguaje son el corazón de la civilización.

Confucio nos advierte: sin palabras verdaderas, la justicia se extravía.

Al-Khawarizmi nos recuerda: sin ética, todo valor se reduce a cero.

Ambos coinciden en que el destino humano depende de la fidelidad entre lo que decimos, pensamos y hacemos. La corrupción del lenguaje lleva a la corrupción de la moral; la pérdida de la ética lleva a la pérdida del sentido.   Si queremos reconstruir nuestras sociedades, debemos comenzar por el verbo y la conciencia.

Por hablar con verdad, por actuar con coherencia, por enseñar con ejemplo.

REFLEXIÓN FINAL

El verdadero valor del ser humano no se mide en cifras, títulos ni discursos. Se mide en su capacidad de decir la verdad y vivir con ética.

El día en que volvamos a colocar el “1” de la ética delante de todos nuestros ceros —inteligencia, riqueza, belleza, fama—, el mundo volverá a tener orden, sentido y esperanza.

Y el día en que nuestras palabras vuelvan a significar lo que dicen, la humanidad volverá a hablar el idioma de la verdad.

Porque, como dijo Confucio, “todo está en lo que se diga”.

Y como enseñó Al-Khawarizmi, “todo vale si hay ética; nada vale si se pierde”.

 

NOTA: ESTA ES UNA REFLEXIÓN SOBRE LA ÉTICA, DE CONFUCIO Y AL-KHAWARIZMI.

 

SAN SALVADOR, 9 DE OCTUBRE DE 2025

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