RESUMEN DEL ENSAYO “LA EDUCACIÓN ACTUAL Y EL MUNDO DE LA PSEUDOCONCRECIÓN”
Por: MSc. José Israel Ventura
El ensayo plantea una reflexión profunda sobre la crisis
espiritual, moral y cognitiva de la educación contemporánea, inspirándose en el
pensamiento dialéctico de Karel Kosík. El autor parte de una constatación
contundente: nunca antes la humanidad tuvo tanto acceso a la información y, sin
embargo, nunca estuvo tan confundida y superficial. En este contexto, la
educación ha dejado de ser un instrumento de liberación para convertirse en un
mecanismo de adaptación al sistema económico, político y mediático que domina
la conciencia social.
Según Kosík, la pseudoconcreción es el mundo de las
apariencias: las cosas parecen concretas y reales, pero en verdad son falsas
concreciones que ocultan las estructuras profundas de la realidad. En ese
sentido, la escuela moderna vive atrapada en la superficie del fenómeno
educativo: enseña datos, habilidades y competencias, pero no forma pensamiento
crítico ni conciencia histórica. El conocimiento se reduce a información
fragmentada y la reflexión cede su lugar a la repetición mecánica.
La dialéctica de lo concreto, núcleo del pensamiento
kosikiano, propone comprender la realidad en su movimiento, en sus
contradicciones y totalidad. Aplicada a la educación, implica ir más allá de lo
inmediato y visible para descubrir la esencia humana y social del aprendizaje.
Sin embargo, la
pedagogía actual, dominada por la lógica del mercado y la tecnología, se ha
convertido en una vitrina brillante pero vacía: una educación sin pensamiento,
una enseñanza sin conciencia y un aprendizaje sin comprensión.
El autor denuncia que el sistema educativo ha sustituido
la formación del ser por la producción del “recurso humano”. La escuela ya no
educa para la libertad, sino para la funcionalidad. Los estudiantes son vistos
como consumidores de contenidos y los docentes como simples ejecutores de
programas.
La tecnología
educativa y las modas pedagógicas —como la gamificación o las competencias del
siglo XXI— son, en muchos casos, simulacros que aparentan modernidad, pero
ocultan una profunda crisis de sentido.
En este mundo de apariencias, los estudiantes viven bajo
la ilusión del conocimiento inmediato. Saturados de datos y estímulos,
confunden información con sabiduría y opinión con pensamiento.
La sociedad del espectáculo (Debord) y la sociedad del
cansancio (Byung-Chul Han) los transforman en espectadores pasivos que aprenden
a obedecer más que a comprender. La educación, lejos de emancipar, termina
domesticando conciencias, como advirtió Paulo Freire, convirtiéndose en un
aparato ideológico que reproduce la estructura del poder.
El fenómeno de la intoxicación informativa es otro signo
del mundo pseudoconcreto: abundan los mensajes, pero escasea la comprensión.
Los medios y las corporaciones tecnológicas —siguiendo el
análisis de Chomsky— fabrican consenso, moldean la opinión pública y producen
una ignorancia planificada. La escuela, en lugar de resistir este dominio
simbólico, muchas veces lo reproduce, alineando sus programas con los intereses
del mercado y los poderes fácticos.
Frente a esta realidad, el autor contrapone dos modelos
de enseñanza:
La educación domesticadora, que adiestra al individuo
para adaptarse, mantiene la obediencia y perpetúa la alienación; y la educación emancipadora, que busca despertar la
conciencia crítica, enseñar a pensar la complejidad (Morin) y promover la
praxis transformadora (Freire y Kosík).
Solo esta última puede liberar al ser humano de la
tiranía de las apariencias, ayudándolo a descubrir la verdad detrás del
simulacro.
El ensayo culmina proponiendo una “pedagogía de la
concreción”, una educación que parta de la vida real, conecte el fenómeno con
la esencia y devuelva al conocimiento su función humanizadora. Educar no debe
significar acumular información, sino aprender a mirar críticamente el mundo
para transformarlo. El maestro debe recuperar su papel de guía ético e
intelectual; el estudiante, su condición de sujeto activo y creador de
conocimiento.
Finalmente, Ventura afirma que educar dialécticamente es
pensar para ser y educar para despertar. En tiempos donde la apariencia domina
la verdad y la velocidad sustituye a la reflexión, enseñar a pensar es un acto
de resistencia. Solo una educación que recupere la profundidad del pensamiento
y la dignidad del ser humano podrá devolver sentido al aprendizaje y esperanza
a la sociedad.
SAN SALVADOR, 6 DE OCTUBRE DE 2025
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