martes, 23 de septiembre de 2025

 

“DE LA UNIVERSIDAD SÓLIDA A LA UNIVERSIDAD LÍQUIDA: CRISIS Y DESAFÍOS EN LA ERA DIGITAL”

POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

Desde que el ser humano tomó conciencia de su finitud en el mundo, comprendió que nada es permanente y que todo está sometido a un proceso de transformación constante. Las civilizaciones, los sistemas políticos, las culturas y las instituciones sociales han cambiado de forma paulatina a lo largo de la historia. Sin embargo, en nuestros tiempos los cambios se han acelerado a un ritmo sin precedentes. La irrupción de la tecnología digital, internet, las redes sociales y, más recientemente, la inteligencia artificial, ha modificado la manera en que nos relacionamos, aprendemos y construimos conocimiento.

En este escenario, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (2003) propuso una metáfora que se ha vuelto central para comprender nuestra época: la modernidad líquida. Según él, las sociedades han transitado de una etapa “sólida”, caracterizada por instituciones estables, normas rígidas y certezas duraderas, hacia una etapa “líquida”, marcada por la fragilidad, la flexibilidad y lo pasajero. Lo sólido se desvanece con el aire, lo permanente cede ante lo efímero, y la incertidumbre se convierte en la norma.

Esta transformación también alcanza a la universidad, institución que durante siglos encarnó estabilidad, prestigio y autoridad. En la universidad sólida, un título universitario aseguraba prestigio social y ascenso económico, la figura del profesor gozaba de respeto y la investigación mantenía un horizonte ético y autónomo. En contraste, la universidad líquida se enfrenta a la precariedad: el título ya no garantiza empleo, el conocimiento se fragmenta en cápsulas, los profesores se ven desplazados por las tecnologías digitales y la investigación se subordina con frecuencia a intereses externos.

En este contexto, resulta urgente reflexionar sobre el futuro de la Universidad de El Salvador (UES), que en el pasado fue referente de lucha social, pensamiento crítico y formación académica de excelencia. Hoy enfrenta el desafío de redefinirse en medio de la incertidumbre que impone la modernidad líquida. ¿Podrá la UES recuperar el prestigio que alguna vez la hizo grande y respetada? ¿Será capaz de transformar sus metodologías de enseñanza para ponerse en consonancia con los avances tecnológicos actuales? ¿O quedará atrapada en la nostalgia, refugiándose en la gloria de su pasado?

Este ensayo, crítico y enérgico, busca analizar a fondo el tránsito de la universidad sólida a la universidad líquida, poniendo énfasis en el caso de la UES. A lo largo de sus apartados, se examinarán los cambios sociales que explican esta transformación, las diferencias entre ambas etapas, la crisis de las instituciones educativas y las posibilidades de recuperación. Finalmente, se plantearán propuestas para que la universidad no solo sobreviva en la era líquida, sino que se convierta en un faro de ética, investigación y emancipación para las nuevas generaciones.

2. EL CAMBIO COMO CONSTANTE EN LA HISTORIA HUMANA

Desde la antigüedad, los pensadores han observado que la realidad está en perpetuo movimiento. El filósofo griego Heráclito de Éfeso lo expresó con claridad al afirmar: “Nadie se baña dos veces en el mismo río” (Kirk, Raven y Schofield, 1987). Con esta metáfora señaló que tanto el río como la persona cambian constantemente, recordándonos que la transformación es parte esencial de la existencia. En contraste, Parménides defendía la idea de lo permanente y lo inmutable, lo cual refleja la tensión entre lo estable y lo cambiante que atraviesa toda la historia del pensamiento.

A lo largo de los siglos, las sociedades han transitado por distintos modos de organización, desde las tribus nómadas hasta los imperios, y desde los feudos medievales hasta los estados modernos. Cada época estuvo marcada por cambios en la economía, la política, la ciencia y la cultura. La Revolución Industrial en el siglo XIX, por ejemplo, transformó radicalmente el mundo del trabajo, la producción y la vida urbana. Más recientemente, la Revolución Digital ha generado un impacto similar, pero a una velocidad mucho más acelerada.

El cambio, entonces, no es un fenómeno accidental ni pasajero: es una constante que estructura la vida humana. Sin embargo, lo que distingue a nuestra época no es simplemente el hecho de que las cosas cambien, sino la rapidez y la magnitud de esas transformaciones. Lo que antes podía tomar siglos o décadas, hoy sucede en cuestión de años o incluso meses.

En la vida cotidiana, este vértigo se refleja en múltiples aspectos: las modas cambian con una rapidez vertiginosa, las tecnologías quedan obsoletas casi de inmediato y los valores sociales experimentan giros inesperados. En el ámbito educativo, las metodologías, los currículos y hasta las profesiones mismas deben ajustarse a un entorno que parece reinventarse sin cesar.

Es aquí donde adquiere fuerza la metáfora de Bauman (2000): el paso de la modernidad sólida, donde las estructuras eran estables, hacia la modernidad líquida, donde todo se disuelve y se reconfigura en un flujo constante. Comprender que el cambio es la única constante nos prepara para el análisis de cómo esta dinámica impacta a las instituciones y, en particular, a la universidad.

3. LA METÁFORA DE LA MODERNIDAD LÍQUIDA SEGÚN ZYGMUNT BAUMAN

El sociólogo polaco Zygmunt Bauman se convirtió en una de las voces más influyentes para entender el mundo contemporáneo. Su propuesta de la modernidad líquida no solo es una categoría académica, sino una metáfora poderosa que ayuda a comprender los retos y dilemas de nuestra época.

Bauman (2000) parte de la idea de que, durante siglos, la sociedad moderna estuvo organizada bajo un modelo “sólido”: instituciones firmes, normas estables, certezas duraderas y un horizonte de seguridad. En esa etapa, la familia, la religión, la escuela y la universidad funcionaban como pilares que daban sentido y orden a la vida.

 Los individuos confiaban en que esas estructuras permanecerían en el tiempo, asegurando continuidad y previsibilidad.

Sin embargo, a finales del siglo XX e inicios del XXI, este orden comenzó a resquebrajarse. Bauman observa que lo que antes era sólido empieza a “derretirse”, como el hielo que pierde forma al contacto con el calor. Todo se vuelve flexible, adaptable, pero también frágil e inestable. Así surge la metáfora de la liquidez: el agua que fluye sin detenerse, que adopta cualquier forma, pero que nunca se aferra a una estructura fija.

En la modernidad líquida, la incertidumbre sustituye a la seguridad, y la transitoriedad reemplaza a la permanencia. Las relaciones humanas se vuelven más volátiles, el empleo más precario, los valores más relativos y las instituciones menos confiables. La velocidad del cambio tecnológico acentúa esta sensación de inestabilidad, pues lo nuevo aparece antes de que lo anterior logre asentarse.

Bauman no plantea esta metáfora como un simple diagnóstico pesimista, sino como una advertencia crítica. En un mundo líquido, los individuos enfrentan el desafío de reaprender constantemente, de reinventarse en un entorno que no garantiza estabilidad. La flexibilidad, aunque puede ser vista como una oportunidad, también implica una carga: la sensación de desarraigo y la pérdida de referencias firmes que antes orientaban la vida.

La universidad, como institución, no escapa a este diagnóstico. En el pasado representaba solidez y prestigio: un título universitario garantizaba reconocimiento social y acceso a mejores oportunidades. Hoy, en cambio, se encuentra sometida a la lógica líquida: títulos que no aseguran empleo, carreras que se vuelven obsoletas, profesores cuestionados por la irrupción de internet y la inteligencia artificial, y un conocimiento que se fragmenta en pequeñas cápsulas, fácilmente consumibles pero carentes de integralidad.

En este contexto, Bauman nos invita a reflexionar: ¿cómo sostener la búsqueda de verdad, ética y justicia en un mundo donde todo parece desvanecerse? ¿Cómo garantizar que instituciones como la universidad no se diluyan en la lógica del mercado y de la fugacidad?

4. DE LA SOCIEDAD SÓLIDA A LA SOCIEDAD LÍQUIDA: PRINCIPALES DIFERENCIAS

El tránsito de la modernidad sólida a la modernidad líquida no es un simple cambio de estilo, sino una transformación estructural de la sociedad. Bauman (2003) lo ilustra mostrando cómo las instituciones, los valores y las relaciones han perdido su carácter de permanencia para adquirir un perfil frágil y transitorio. A continuación, se detallan las principales diferencias que permiten comprender este viraje histórico:

1. Instituciones

Sociedad sólida: Las instituciones eran estables y duraderas. La familia, la escuela, la iglesia, el Estado y la universidad ofrecían seguridad y sentido de pertenencia. Su función era preservar la continuidad.

Sociedad líquida: Las instituciones se vuelven flexibles y adaptables. Pierden autoridad y estabilidad, y ya no ofrecen certezas. Por ejemplo, la universidad deja de ser la única fuente legítima de conocimiento frente a internet y otras plataformas.

2. Normas y valores

Sociedad sólida: Existían códigos morales y sociales firmes, difíciles de modificar. Las normas eran interiorizadas como guías de conducta permanentes.

Sociedad líquida: Las normas se relativizan, se adaptan a contextos inmediatos y pierden universalidad. Lo que ayer era considerado válido, hoy puede ser descartado con rapidez.

3. Conocimiento

Sociedad sólida: El conocimiento era integral, estructurado y orientado a profesiones estables. Se aprendía para toda la vida.

Sociedad líquida: El conocimiento se fragmenta en cápsulas, cursos breves o “microaprendizajes”. Se aprende lo necesario para el momento, lo cual genera inmediatez, pero también superficialidad.

4. Trabajo y economía

Sociedad sólida: El empleo era estable y garantizaba seguridad social. Un título universitario aseguraba ascenso social y económico.

Sociedad líquida: El trabajo es precario, temporal y sujeto a la lógica de la flexibilidad. El título universitario ya no garantiza estabilidad ni prestigio.

5. Relaciones humanas

Sociedad sólida: Las relaciones eran duraderas, basadas en compromisos de largo plazo (amistad, matrimonio, comunidad).

Sociedad líquida: Predominan las relaciones frágiles y superficiales. Se privilegia la conexión rápida y desechable, como ocurre en las redes sociales.

6. Universidad

Sociedad sólida: El profesor era una figura central, respetada y prestigiosa. La docencia tenía un rol formativo esencial y la investigación mantenía autonomía y ética.

Sociedad líquida: El profesor entra en crisis, desplazado por la red y las plataformas digitales. La docencia se desvaloriza frente a la investigación medida por métricas externas, y la autonomía académica se subordina a intereses económicos y políticos.

Este contraste muestra cómo el paso de lo sólido a lo líquido representa la pérdida de seguridad y la imposición de la incertidumbre como norma. La universidad, que en la sociedad sólida fue un pilar de estabilidad y prestigio, en la sociedad líquida corre el riesgo de volverse irrelevante si no redefine su misión frente a estos cambios.

5. IMPACTO DE LA MODERNIDAD LÍQUIDA EN LAS INSTITUCIONES SOCIALES

El tránsito de lo sólido a lo líquido no afecta únicamente a la universidad, sino a todas las instituciones sociales que históricamente han sostenido la vida colectiva. La metáfora de Bauman se hace tangible al observar cómo estructuras que antes ofrecían certidumbre y permanencia hoy se ven cuestionadas, debilitadas o transformadas por la rapidez del cambio.

La familia

En la sociedad sólida, la familia representaba el núcleo estable de la vida social: transmitía valores, cultura y aseguraba la cohesión intergeneracional. En la modernidad líquida, sin embargo, los vínculos familiares tienden a flexibilizarse. Los matrimonios duran menos, las separaciones son frecuentes y las relaciones se conciben bajo la lógica del “mientras funcione”. La estabilidad da paso a la fragilidad de los compromisos.

El Estado

El Estado-nación fue un pilar de la modernidad sólida: garantizaba soberanía, protección social y un marco jurídico estable. Hoy, en la era líquida, su poder se ve limitado por la globalización, las corporaciones transnacionales y los flujos financieros que escapan a su control. La política, antes centro de decisión, se percibe debilitada y sometida a intereses externos.

La religión.

En la sociedad sólida, la religión era un referente inamovible de identidad y cohesión social. En la era líquida, se multiplican las ofertas espirituales, surgen iglesias de consumo rápido y los valores trascendentes se diluyen en una espiritualidad individualista y a menudo mercantilizada.

La educación

El sistema educativo representaba continuidad, disciplina y formación integral. Hoy, enfrenta la presión de adaptarse a un mercado laboral cambiante y a tecnologías que transforman la forma de aprender. La educación deja de ser concebida como un proceso para toda la vida y se convierte en un recurso utilitario de corto plazo.

La universidad

La universidad, pilar del conocimiento en la sociedad sólida, también se ve profundamente afectada. Antes aseguraba prestigio, movilidad social y autonomía académica; ahora enfrenta la desvalorización del título, la fragmentación del saber y la subordinación de la investigación a intereses políticos o corporativos.

En síntesis, la modernidad líquida impacta a las instituciones sociales convirtiéndolas en estructuras más frágiles, temporales y adaptables. Lo que antes era una base de seguridad se convierte ahora en un terreno movedizo. Este fenómeno, aunque abre posibilidades de cambio e innovación, también genera incertidumbre, desconfianza y pérdida de sentido colectivo.

6. LA UNIVERSIDAD EN LA ERA SÓLIDA: PRESTIGIO, ESTABILIDAD Y MISIÓN

Durante la modernidad sólida, la universidad fue una de las instituciones más respetadas y estables de la sociedad. Su prestigio no solo provenía del conocimiento que impartía, sino también de los valores que encarnaba y de su papel como garante de progreso social, cultural y científico. Analizar la universidad en esta etapa permite comprender la magnitud de la transformación que vive hoy bajo la lógica líquida.

El título universitario como garantía de movilidad social

En la sociedad sólida, obtener un título universitario equivalía a abrir la puerta a la estabilidad laboral, el ascenso social y el reconocimiento profesional. Era un símbolo de esfuerzo y un pasaporte hacia mejores oportunidades. El título representaba seguridad porque existía una correspondencia clara entre formación académica y mercado laboral.

El profesor como figura central y prestigiosa

La figura del profesor era esencial. Representaba la autoridad intelectual, el guardián del conocimiento y el referente moral dentro de la comunidad académica. Su palabra tenía peso, y su función no se limitaba a transmitir información, sino a formar ciudadanos críticos y responsables. El prestigio de la universidad se reflejaba en el respeto hacia sus docentes.

El conocimiento integral y ligado a profesiones estables

El saber universitario se organizaba en torno a profesiones claramente delimitadas: medicina, derecho, ingeniería, arquitectura, entre otras. Estas carreras eran estables y su vigencia se extendía por generaciones. Además, el conocimiento se concebía de manera integral, con una visión humanista que buscaba formar profesionales completos, con criterio ético y social.

La investigación con autonomía y ética

La universidad sólida era un espacio de investigación independiente, orientada a la búsqueda de la verdad y al servicio del bien común. La ética científica y la autonomía académica eran pilares incuestionables. De esta manera, la universidad no solo reproducía saberes, sino que contribuía activamente a su construcción.

Misión social y cultural

La universidad también cumplía una función social: preservar y transmitir la cultura, fomentar el pensamiento crítico y servir como conciencia de la nación. Era un espacio donde se debatían las ideas, se cuestionaba el poder y se gestaban movimientos intelectuales y políticos que influían en la sociedad.

En conclusión, la universidad en la era sólida fue un bastión de estabilidad y prestigio. Su estructura se sostenía en valores firmes: respeto a la figura del profesor, confianza en el título como garantía de movilidad social, una formación integral y la defensa de la investigación autónoma. Este modelo se convirtió en referente histórico para evaluar los desafíos actuales.

7. LA UNIVERSIDAD LÍQUIDA: FRAGILIDAD, FLEXIBILIDAD Y PÉRDIDA DE SENTIDO

Si la universidad sólida representaba prestigio, estabilidad y misión social, la universidad líquida encarna la fragilidad, la incertidumbre y la pérdida de rumbo. Al igual que el resto de las instituciones en la modernidad líquida, se ha visto arrastrada por la rapidez de los cambios tecnológicos, la globalización económica y la lógica del mercado, que transforman su esencia y amenazan su legitimidad.

El título universitario en crisis

En el pasado, el título era símbolo de certeza. Hoy, en la universidad líquida, ese papel se ha erosionado. Cada año miles de jóvenes egresan con diplomas en mano, pero sin la seguridad de conseguir un empleo digno. La sobreoferta académica, la saturación de carreras tradicionales y la automatización de oficios debilitan la confianza en la universidad como garantía de movilidad social.

El conocimiento fragmentado

El saber ya no se construye en la integralidad que caracterizó a la universidad sólida. En cambio, se presenta en cápsulas rápidas, en cursos cortos, diplomados o tutoriales en línea que prometen competencias inmediatas. Este modelo, aunque útil para resolver necesidades puntuales, fomenta una visión superficial y utilitarista del conocimiento, reduciéndolo a simple mercancía.

El profesor desplazado

La figura del profesor se encuentra en crisis. En la sociedad líquida, el prestigio docente se diluye frente a la omnipresencia de internet, las plataformas digitales y la inteligencia artificial. Los estudiantes ya no ven al profesor como la única fuente de autoridad intelectual, sino como un acompañante más en medio de un océano de información. Esto debilita la centralidad de su rol y genera una sensación de irrelevancia.

La docencia desvalorizada

En la universidad líquida, la docencia pierde peso frente a la investigación, muchas veces medida únicamente por indicadores internacionales, rankings o publicaciones en revistas indexadas. El profesor deja de ser educador integral para convertirse en productor de “papers”, sometido a la presión de métricas que poco tienen que ver con el compromiso ético o social del conocimiento.

La investigación subordinada a intereses externos

La autonomía universitaria se ve comprometida. Cada vez más investigaciones dependen de financiamiento privado, condicionadas por intereses de mercado. El conocimiento deja de ser un bien común para convertirse en un recurso estratégico al servicio de empresas o grupos de poder.

La universidad líquida, en suma, refleja las características de una sociedad frágil y flexible, pero también vacía de certezas. En lugar de ser una institución estable que ofrece seguridad y prestigio, se convierte en un espacio que corre el riesgo de diluirse en la lógica del consumo, el mercado y la inmediatez tecnológica. El gran desafío radica en reconstruir su sentido y recuperar su misión crítica en medio de un mundo cambiante.

8. EL CASO DE LA UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR (UES): HERENCIA SÓLIDA EN TIEMPOS LÍQUIDOS

La Universidad de El Salvador (UES) constituye un ejemplo claro de cómo una institución sólida se enfrenta hoy a los desafíos de la modernidad líquida. Fundada en 1841, la UES fue durante gran parte del siglo XX la máxima casa de estudios superiores del país, reconocida por su papel en la formación de profesionales, en la crítica social y en la defensa de los intereses populares. Su prestigio se cimentó en su carácter público, su compromiso con la justicia social y su participación activa en momentos clave de la historia nacional.

La herencia de la universidad sólida

Durante décadas, la UES encarnó los atributos de la universidad sólida. Sus títulos representaban garantía de movilidad social: ser graduado de la UES era sinónimo de excelencia y prestigio. Los profesores eran figuras de referencia intelectual y moral, y la investigación gozaba de autonomía. La universidad se concebía como un espacio de pensamiento crítico, donde convergían las luchas por la democracia, la cultura y los derechos sociales

La transición hacia la liquidez

Sin embargo, la realidad contemporánea ha puesto a la UES frente a retos profundos. La masificación de la matrícula, la reducción de recursos financieros, la burocratización de sus procesos y la presión de adaptarse a las demandas del mercado han debilitado su estructura. A esto se suma la irrupción de internet, las redes sociales y la inteligencia artificial, que desafían los métodos tradicionales de enseñanza.

La pérdida de prestigio

El título universitario emitido por la UES ya no posee el mismo peso social que antes. En parte, porque el mercado laboral se ha transformado: muchas carreras están saturadas y el desempleo afecta incluso a profesionales formados en la universidad pública. El prestigio que la institución tuvo en el pasado se ve amenazado por la percepción de que un diploma ya no garantiza estabilidad ni ascenso social.

Los valores en tensión

En el pasado, los valores de los profesores y estudiantes estaban unidos en torno a la lucha por la justicia social, la emancipación y la transformación del país. Hoy, esa cohesión se ha fragmentado. Muchos estudiantes ven la universidad como un mero trámite para obtener un título, mientras que algunos docentes permanecen anclados en metodologías tradicionales que no dialogan con los cambios tecnológicos ni con las nuevas necesidades de aprendizaje.

La UES entre el pasado y el futuro

La UES se encuentra en una encrucijada: por un lado, posee una herencia sólida de lucha, prestigio y pensamiento crítico; por otro, se enfrenta a las incertidumbres de la liquidez, donde su papel como institución es cuestionado y donde corre el riesgo de volverse irrelevante si no se reinventa.

En conclusión, la Universidad de El Salvador es un ejemplo vivo de cómo una institución con raíces sólidas se ve obligada a adaptarse a un entorno líquido. El desafío es aprender de su legado histórico sin quedar atrapada en la nostalgia, y, al mismo tiempo, transformarse para responder a las exigencias del presente y del futuro.

9. LA CRISIS DEL TÍTULO UNIVERSITARIO COMO GARANTÍA SOCIAL

Durante gran parte del siglo XX, el título universitario fue sinónimo de prestigio, estabilidad y ascenso social. En la sociedad sólida, ser profesional equivalía a tener asegurado un empleo digno, reconocimiento social y un lugar privilegiado dentro de la estructura económica. Sin embargo, en la modernidad líquida, este valor simbólico y práctico del título ha entrado en crisis profunda.

El título como símbolo de movilidad en la era sólida

En el pasado, el título universitario funcionaba como una especie de “pasaporte” hacia mejores oportunidades. Representaba años de esfuerzo, disciplina y dedicación, y la sociedad lo reconocía como garantía de competencia profesional. Quien lograba graduarse en la Universidad de El Salvador o en otras instituciones prestigiosas del país era visto como un referente de superación.

La sobreproducción de profesionales

En la actualidad, esa seguridad se ha visto erosionada. Cada año egresan miles de jóvenes universitarios en carreras tradicionales como derecho, contaduría, administración o docencia. El mercado laboral, sin embargo, no puede absorber a todos estos egresados. La sobreoferta académica genera frustración, desempleo o subempleo, y el título pierde su valor como distintivo social.

El impacto de la tecnología y la globalización

La globalización y los avances tecnológicos también han contribuido a esta crisis. Muchas profesiones están siendo desplazadas o transformadas por la automatización y la inteligencia artificial. Al mismo tiempo, nuevas áreas del conocimiento surgen con rapidez, dejando obsoletas a otras. En este contexto, el título universitario deja de ser garantía de estabilidad a largo plazo.

El título como mercancía

Otro factor crítico es la mercantilización de la educación superior. Cada vez más universidades privadas ofrecen títulos de manera masiva, en ocasiones sin garantizar calidad académica. El título se convierte en una mercancía accesible a quien pueda pagar, lo que devalúa su valor simbólico y lo transforma en un producto más del mercado.

El caso de la UES

En la Universidad de El Salvador, el título aún conserva cierto prestigio social por tratarse de la principal universidad pública del país. Sin embargo, incluso aquí los egresados enfrentan las mismas dificultades: desempleo, subempleo y la percepción de que la formación universitaria no garantiza automáticamente un futuro seguro.

En resumen, la crisis del título universitario como garantía social refleja una de las tensiones más fuertes entre la universidad sólida y la líquida. Lo que antes aseguraba estabilidad y prestigio se ha convertido en un documento con valor incierto, dependiente de un mercado laboral inestable y de una sociedad que ya no reconoce a la universidad como único espacio de legitimidad del conocimiento.

10. LOS PROFESORES EN TRANSICIÓN: DEL PRESTIGIO A LA INCERTIDUMBRE

En la universidad sólida, el profesor era un pilar central: respetado, admirado y considerado la máxima autoridad en el aula. Su palabra tenía peso y su figura encarnaba el prestigio de la institución. En la universidad líquida, en cambio, los profesores enfrentan una profunda crisis de legitimidad y un proceso de transición marcado por la incertidumbre.

El profesor como figura de prestigio en la sociedad sólida

Durante décadas, los docentes universitarios fueron percibidos como modelos de conocimiento y de ética. El respeto hacia ellos era casi incuestionable: sus opiniones trascendían el aula y tenían relevancia social y política. Ser profesor universitario equivalía a pertenecer a una élite intelectual que contribuía a formar a las futuras generaciones del país.

La erosión de la autoridad docente

En la sociedad líquida, esta figura se ve desplazada por el acceso ilimitado a la información a través de internet y las redes sociales. Los estudiantes ya no consideran al profesor como única fuente de conocimiento. En muchos casos, recurren más a plataformas digitales, tutoriales o inteligencia artificial para resolver dudas inmediatas. El prestigio docente se erosiona porque el monopolio del saber ya no existe.

El profesor como acompañante

Ante este escenario, el rol del docente tiende a redefinirse. Más que ser la voz central, el profesor debe convertirse en facilitador del aprendizaje, guía crítico y orientador de procesos de investigación. Su función se desplaza de transmitir contenidos a fomentar pensamiento crítico y a enseñar a discriminar entre información valiosa y desinformación. Sin embargo, esta transición no siempre es comprendida ni aceptada, ni por los estudiantes ni por los mismos profesores.

La presión institucional y laboral

Los docentes universitarios también enfrentan presiones propias de la modernidad líquida: inestabilidad laboral, contratos precarios, sobrecarga de tareas administrativas y exigencias de productividad en investigación. Muchas veces deben publicar artículos para cumplir métricas internacionales, aunque esto no se traduzca en mejoras reales en la enseñanza o en la vida social del país.

El caso de la UES

En la Universidad de El Salvador, el prestigio del profesor ha sufrido un desgaste significativo. Aunque aún existe respeto hacia muchos académicos, la masificación estudiantil, las carencias de recursos y la falta de innovación metodológica generan tensiones. Algunos docentes se mantienen aferrados a prácticas tradicionales, mientras otros intentan adaptarse a los retos digitales con esfuerzo, pero sin suficiente apoyo institucional.

En definitiva, los profesores universitarios viven una transición compleja: del prestigio sólido a la incertidumbre líquida. Su misión educativa sigue siendo crucial, pero requiere redefinirse con urgencia para recuperar autoridad, no desde el poder vertical, sino desde la capacidad crítica, la innovación pedagógica y el compromiso ético.

11. Los estudiantes: entre la rebeldía, la apatía y la era digital

Los estudiantes son el corazón de la universidad. En la sociedad sólida, se les reconocía como agentes de cambio, protagonistas de luchas sociales y depositarios de la esperanza de movilidad social. En la sociedad líquida, sin embargo, su papel se ha transformado: conviven la rebeldía histórica, la apatía contemporánea y el desafío de una era digital que condiciona sus formas de aprender y relacionarse.

La rebeldía estudiantil en la universidad sólida

Durante gran parte del siglo XX, los movimientos estudiantiles fueron fuerza decisiva en la historia política y social de América Latina. En el caso de El Salvador, los estudiantes de la UES protagonizaron marchas, huelgas y protestas en defensa de la democracia, los derechos humanos y la justicia social. Ser estudiante universitario significaba no solo formarse profesionalmente, sino también comprometerse con las grandes causas del país.

La apatía en la universidad líquida

Hoy, esa fuerza se ha diluido. Muchos estudiantes ven la universidad solo como un medio para obtener un título, sin mayor interés en transformarla o cuestionar sus estructuras. La precariedad económica, la necesidad de trabajar y estudiar al mismo tiempo, y la desilusión frente a un mercado laboral que no ofrece garantías explican en parte esta apatía. A ello se suma una cultura de inmediatez, donde se privilegia lo rápido y lo útil, en detrimento de la reflexión profunda.

Los estudiantes en la era digital

La irrupción de internet, las redes sociales y la inteligencia artificial ha modificado radicalmente la experiencia estudiantil. Hoy, los jóvenes tienen acceso a un caudal de información ilimitado, pero no siempre poseen las herramientas críticas para discernir entre conocimiento riguroso y desinformación. Muchos prefieren la inmediatez de un tutorial o de un resumen en redes sociales antes que leer un libro completo o analizar críticamente un texto académico.

Entre la rebeldía y la apatía

Los estudiantes actuales oscilan entre dos polos: algunos aún mantienen viva la tradición crítica y transformadora, participando en movimientos sociales y defendiendo la universidad pública; otros, en cambio, adoptan una postura pasiva, resignada o individualista. La era líquida fomenta esa fragmentación: no existe una identidad estudiantil unificada como en el pasado, sino múltiples identidades en constante cambio.

El reto para la UES

En la Universidad de El Salvador, los estudiantes siguen siendo un sector numeroso y diverso. Su reto principal es recuperar la capacidad crítica y adaptarla a los nuevos tiempos. No basta con reproducir la rebeldía del pasado ni con refugiarse en la apatía; se requiere una nueva forma de compromiso que combine conciencia social, alfabetización digital y visión de futuro.

En síntesis, los estudiantes representan una generación atrapada entre el legado sólido de la rebeldía histórica y las tentaciones líquidas de la apatía y la superficialidad digital. Su papel será decisivo: de ellos dependerá que la universidad no se diluya en la lógica del mercado, sino que se reinvente como espacio crítico y transformador.

12. LA INVESTIGACIÓN: ENTRE LA AUTONOMÍA Y LA SUBORDINACIÓN A INTERESES EXTERNOS

La investigación es una de las funciones esenciales de la universidad. En la sociedad sólida, se entendía como una actividad orientada a la búsqueda de la verdad, la generación de conocimiento nuevo y el servicio a la sociedad. Se sostenía en dos pilares fundamentales: la autonomía y la ética científica. Sin embargo, en la modernidad líquida, esta función se encuentra bajo fuertes tensiones, oscilando entre el compromiso con el bien común y la subordinación a intereses externos.

La autonomía en la universidad sólida

En el modelo sólido, la investigación universitaria gozaba de independencia. Los temas eran definidos por la comunidad académica y respondían a necesidades sociales, culturales y científicas de largo plazo. La universidad defendía la libertad de cátedra y de pensamiento, lo que permitía a los investigadores plantear preguntas incómodas al poder político y económico.

La subordinación en la universidad líquida

Hoy, en cambio, la investigación se encuentra crecientemente atada a lógicas externas. La búsqueda de financiamiento condiciona los temas de estudio, muchas veces subordinándolos a las agendas de empresas privadas, organismos internacionales o gobiernos. El conocimiento se mercantiliza y deja de ser un bien común para convertirse en un recurso estratégico controlado por quienes financian los proyectos.

La presión de los indicadores

A esto se suma la obsesión por las métricas. El valor de la investigación se mide no por su aporte social, sino por el número de artículos publicados en revistas indexadas, los lugares obtenidos en rankings internacionales o la cantidad de citas en bases de datos globales. Este fenómeno, conocido como “publish or perish”, reduce la investigación a una carrera competitiva y deshumanizada, en lugar de un proceso colectivo y ético.

El caso de la UES

En la Universidad de El Salvador, la investigación ha sido históricamente limitada por la falta de recursos financieros y tecnológicos. Aun así, existen esfuerzos notables por parte de grupos académicos que buscan vincular sus investigaciones con los problemas nacionales: la pobreza, la desigualdad, la salud pública, el medio ambiente o la educación. Sin embargo, la presión de adaptarse a estándares internacionales, sin apoyo suficiente, genera una brecha que amenaza con debilitar la relevancia de la investigación universitaria.

El dilema ético

El gran desafío consiste en mantener la investigación fiel a su misión social y ética, evitando que se convierta en una herramienta más al servicio de intereses corporativos o políticos. La universidad debe resistir la tentación de la subordinación y fortalecer espacios de autonomía que garanticen que el conocimiento siga siendo un patrimonio de la humanidad.

En conclusión, la investigación universitaria se mueve entre dos polos: la autonomía que le da sentido y la subordinación que la vacía de contenido crítico. Recuperar la misión ética y social de la investigación es condición indispensable para que la universidad no pierda su esencia en la era líquida.

13. LA DOCENCIA: DE FUNCIÓN CENTRAL A ROL SECUNDARIO EN LA UNIVERSIDAD LÍQUIDA

En la universidad sólida, la docencia era el corazón de la vida académica. El aula era el espacio privilegiado donde los estudiantes recibían formación integral, los profesores ejercían liderazgo intelectual y se transmitían valores éticos y sociales que daban sentido a la profesión. Sin embargo, en la universidad líquida, esta función ha sido progresivamente relegada a un rol secundario, debilitada por la lógica de la inmediatez tecnológica y la presión de la investigación competitiva.

La centralidad de la docencia en la universidad sólida

En el modelo sólido, la enseñanza universitaria se concebía como un proceso formativo completo. El profesor no solo impartía conocimientos técnicos, sino que formaba ciudadanos con criterio, conciencia social y compromiso ético. La relación profesor-estudiante era cercana y estable, basada en la confianza y en la transmisión de saberes y valores a largo plazo.

La desvalorización en la universidad líquida

Hoy, en cambio, la docencia ha perdido prestigio frente a la investigación. Las universidades destinan más recursos y reconocimiento a las publicaciones que a la calidad pedagógica. Muchos docentes son evaluados no por su capacidad de enseñar, sino por el número de artículos en revistas indexadas. Esta situación genera un desequilibrio que debilita la función educativa y margina el papel del aula como espacio central de la universidad.

El desplazamiento por la tecnología

Las nuevas tecnologías, aunque útiles, también han contribuido a la pérdida de centralidad de la docencia. Plataformas en línea, cursos masivos y recursos digitales ofrecen información inmediata, lo que reduce la figura del profesor a un simple transmisor de contenidos. En este contexto, enseñar se vuelve un acto secundario frente al acceso ilimitado de información.

El riesgo de la superficialidad

La docencia, al quedar relegada, corre el riesgo de fomentar aprendizajes fragmentados y superficiales. Si el énfasis institucional se centra en métricas de productividad académica y no en la calidad de la enseñanza, los estudiantes reciben formación incompleta, sin el acompañamiento crítico y reflexivo que requiere el aprendizaje universitario.

El caso de la UES

En la Universidad de El Salvador, la docencia sigue siendo fundamental, pero enfrenta múltiples desafíos: aulas masificadas, recursos limitados, metodologías poco actualizadas y un sistema que a menudo prioriza la burocracia sobre la innovación pedagógica. Aun así, muchos profesores mantienen un compromiso genuino con la enseñanza, conscientes de que su labor es decisiva para formar profesionales críticos en un país que demanda transformación social.

En síntesis, la docencia ha pasado de ser el eje central de la universidad sólida a convertirse en un rol secundario en la universidad líquida. Recuperar su prestigio y dignidad es indispensable para que la educación superior no pierda su esencia formativa y emancipadora. 

14. LA IRRUPCIÓN DE LA TECNOLOGÍA, LAS REDES SOCIALES Y LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN LA EDUCACIÓN

En la sociedad líquida, la tecnología se ha convertido en un factor determinante de la vida social y académica. Internet, las redes sociales y, más recientemente, la inteligencia artificial (IA), han transformado la manera en que las personas se comunican, aprenden y construyen conocimiento. La universidad, lejos de ser ajena a esta transformación, se encuentra en el centro de un proceso disruptivo que desafía sus métodos, estructuras y objetivos.

Internet y el acceso ilimitado a la información

La llegada de internet significó un cambio radical en el acceso al conocimiento. Lo que antes requería largas horas de biblioteca o consulta especializada, hoy se encuentra a un clic de distancia. Si bien esto democratiza el acceso a la información, también plantea un problema: la abundancia no garantiza calidad. La universidad se enfrenta al reto de enseñar a discriminar información confiable de la desinformación.

Las redes sociales como nuevo escenario cultural

Las redes sociales han alterado profundamente la forma en que los estudiantes se relacionan con el conocimiento. Para muchos jóvenes, plataformas como Facebook, TikTok, Instagram o YouTube son fuentes primarias de información y aprendizaje informal. Sin embargo, este aprendizaje se caracteriza por la fragmentación, la inmediatez y la superficialidad, lo cual entra en tensión con los procesos de reflexión profunda que exige la educación universitaria.

La inteligencia artificial: amenaza y oportunidad

La irrupción de la inteligencia artificial constituye uno de los desafíos más grandes para la universidad. Herramientas como ChatGPT, sistemas de traducción automática, software de reconocimiento de patrones y programas de simulación ofrecen posibilidades extraordinarias para la investigación y la enseñanza. Pero al mismo tiempo, plantean dilemas éticos y académicos: ¿cómo garantizar que los estudiantes desarrollen pensamiento crítico y no se limiten a depender de máquinas que generan respuestas rápidas? ¿cómo evitar que la IA sustituya la creatividad y el esfuerzo humano?

El riesgo de la sustitución del profesor

En este nuevo escenario, algunos plantean que la figura del profesor podría volverse prescindible. Tutoriales en línea, plataformas educativas automatizadas y programas de IA generan la ilusión de que el aprendizaje puede darse sin mediación humana. Sin embargo, lo que está en riesgo no es solo el empleo del docente, sino la dimensión ética y formativa que ninguna máquina puede reemplazar.

El caso de la UES

La Universidad de El Salvador enfrenta este desafío desde una situación de desventaja tecnológica. Sus limitados recursos y la carencia de infraestructura digital dificultan una incorporación plena de las nuevas tecnologías. Aun así, el estudiantado y el profesorado ya utilizan redes sociales e inteligencia artificial en sus procesos de aprendizaje, lo que obliga a repensar urgentemente los métodos pedagógicos y las políticas académicas.

En conclusión, la tecnología, las redes sociales y la inteligencia artificial no son simples herramientas, sino fuerzas que redefinen la esencia misma de la educación. La universidad tiene dos caminos: adaptarse críticamente para integrarlas de manera ética y emancipadora, o quedar rezagada, atrapada en modelos tradicionales que se vuelven cada vez más irrelevantes.

15. LA NECESIDAD DE UNA PEDAGOGÍA CRÍTICA Y TRANSFORMADORA EN LA UNIVERSIDAD

no basta. Los métodos rígidos, memorísticos y verticales de la universidad sólida resultan insuficientes para enfrentar la rapidez de los cambios sociales y tecnológicos. En este escenario, se hace indispensable una pedagogía crítica y transformadora, capaz de combinar el legado sólido del pensamiento con la flexibilidad que exige la era líquida.

De la transmisión a la construcción del conocimiento

La pedagogía universitaria debe abandonar el modelo centrado en la transmisión pasiva de contenidos. El estudiante no puede ser un receptor pasivo de información, sino un sujeto activo que construye conocimiento en diálogo con sus pares, con los profesores y con la realidad social. Esto implica fomentar el debate, la investigación y la reflexión crítica, más que la simple repetición de datos.

El pensamiento crítico como eje central

El gran aporte de una pedagogía transformadora es el desarrollo del pensamiento crítico. En un mundo saturado de información, la clave no está en acumular datos, sino en aprender a discernir, analizar y cuestionar. Como afirma Paulo Freire (1970), educar no es domesticar, sino liberar; no es imponer respuestas, sino enseñar a formular preguntas que desestabilicen la injusticia y la ignorancia.

La integración de la tecnología con sentido ético

La pedagogía crítica no rechaza la tecnología, pero tampoco se somete a ella de manera acrítica. Se trata de integrarla con un propósito emancipador: usar internet, redes sociales e inteligencia artificial como herramientas para potenciar la investigación, el aprendizaje colaborativo y la innovación, sin que esto sustituya el papel del profesor ni degrade la reflexión profunda.

La centralidad de los valores humanos

En medio de la liquidez, la universidad debe formar no solo profesionales competentes, sino también ciudadanos éticos, solidarios y comprometidos con la transformación social. La pedagogía crítica debe cultivar valores como la responsabilidad, la honestidad, la empatía y el respeto, elementos fundamentales para contrarrestar la deshumanización que suele acompañar al tecnocratismo contemporáneo.

El reto para la UES

La Universidad de El Salvador necesita adoptar con urgencia una pedagogía crítica y transformadora. La masificación estudiantil y la precariedad de recursos no deben ser excusa para mantener metodologías obsoletas. Por el contrario, la UES, por su carácter público y su tradición histórica, está llamada a convertirse en un espacio de resistencia intelectual y ética, que ofrezca a los estudiantes herramientas para comprender y transformar la sociedad.

En síntesis, la universidad no puede limitarse a sobrevivir en la modernidad líquida: debe asumir un papel activo en la formación de sujetos críticos, autónomos y éticos, capaces de enfrentar los desafíos de un mundo cambiante sin perder de vista los valores humanos que le dan sentido a la educación.

16. ¿PUEDE LA UES RECUPERAR SU PRESTIGIO HISTÓRICO?

La Universidad de El Salvador (UES) fue, en su momento, la institución académica más prestigiosa del país y un referente regional. Su nombre estaba asociado con la excelencia académica, el pensamiento crítico y el compromiso social.

Sin embargo, en el marco de la modernidad líquida, la universidad ha perdido parte de ese reconocimiento y enfrenta una pregunta crucial: ¿puede recuperar el prestigio que otrora la hizo grande?

El prestigio como construcción histórica

El prestigio de la UES no fue un regalo, sino el resultado de décadas de esfuerzo de profesores, estudiantes y trabajadores comprometidos con la transformación social. La universidad fue semillero de líderes políticos, científicos, intelectuales y profesionales que marcaron la historia del país. Su voz era escuchada en la vida pública porque representaba autoridad moral e intelectual.

Factores de deterioro

Hoy ese prestigio se ve debilitado por múltiples factores: la masificación estudiantil sin suficiente infraestructura, la precariedad de recursos, la burocracia interna, la politización de sus estructuras y la dificultad de adaptarse a los avances tecnológicos. A esto se suma la percepción de que un título de la UES ya no garantiza movilidad social como en el pasado.

Condiciones para recuperar el prestigio

Recuperar la grandeza histórica no es imposible, pero exige cambios profundos:

Fortalecer la investigación con pertinencia nacional y autonomía ética.

Actualizar las metodologías docentes, integrando tecnologías digitales sin perder el componente crítico y humanista.

Fomentar la excelencia académica con procesos de evaluación serios y transparentes.

Reducir la burocracia y combatir la corrupción interna que debilita su credibilidad.

Reforzar la identidad universitaria, recuperando el compromiso social que históricamente caracterizó a la UES.

El papel de los estudiantes y docentes

El prestigio no se recupera únicamente con reformas institucionales. Es necesario que estudiantes y docentes asuman su responsabilidad: los primeros, comprometiéndose con la excelencia y el pensamiento crítico; los segundos, innovando en sus prácticas pedagógicas y reforzando su papel ético como formadores de ciudadanos.

El prestigio como desafío de futuro

El prestigio de la UES no debe entenderse como una nostalgia del pasado, sino como un reto de futuro. Recuperarlo implica adaptarse a la sociedad líquida sin perder el espíritu sólido que le dio sentido: la búsqueda de la verdad, el compromiso social y la defensa de la justicia.

En conclusión, sí es posible que la UES recupere su prestigio, pero no con discursos vacíos ni con la inercia de la tradición. Lo logrará únicamente si se atreve a transformarse, a innovar y a poner en el centro la misión social que la hizo grande. El prestigio se construye con hechos, y la UES tiene la oportunidad histórica de demostrar que puede ser nuevamente una institución respetada y necesaria para el país.

17. METODOLOGÍAS DE ENSEÑANZA FRENTE A LOS RETOS DE LA ERA DIGITAL

La era digital ha transformado radicalmente la manera en que se produce, circula y consume el conocimiento. Ante este escenario, las metodologías de enseñanza que funcionaban en la universidad sólida resultan insuficientes. La educación actual requiere estrategias innovadoras, flexibles y críticas, capaces de dialogar con la tecnología sin subordinarse a ella.

La crisis del modelo tradicional

El modelo centrado en la clase magistral, en la memorización de contenidos y en la evaluación mediante exámenes rígidos ha perdido eficacia. Si antes el profesor era la única fuente de conocimiento, hoy los estudiantes acceden a un universo ilimitado de información en línea. La pregunta no es si deben usarse las tecnologías, sino cómo integrarlas con sentido crítico y pedagógico.

Metodologías activas y participativas

Frente a la pasividad de la enseñanza tradicional, se requieren metodologías activas:

Aprendizaje basado en problemas (ABP): que fomente la investigación, el trabajo en equipo y la aplicación práctica de los conocimientos.

Aprendizaje colaborativo: donde los estudiantes construyan saberes en conjunto, compartiendo experiencias y perspectivas.

Estudios de caso y simulaciones: que acerquen la teoría a situaciones reales.

Estas metodologías fortalecen la autonomía del estudiante y desarrollan competencias críticas.

La tecnología como aliada

La digitalización no debe ser vista como amenaza, sino como oportunidad. Plataformas virtuales, aulas híbridas, recursos multimedia e inteligencia artificial pueden enriquecer el proceso de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, su uso debe estar guiado por criterios pedagógicos claros: la tecnología no sustituye al profesor, sino que potencia su capacidad de orientar, motivar y formar integralmente.

El reto de la superficialidad

El principal peligro de la era digital es caer en aprendizajes superficiales y fragmentados. Por ello, las metodologías deben combinar la inmediatez de las herramientas digitales con la profundidad de la reflexión crítica. La universidad debe enseñar a los estudiantes a ir más allá del dato rápido, a conectar información dispersa y a generar conocimiento significativo.

El caso de la UES

La Universidad de El Salvador enfrenta un desafío especial: la falta de infraestructura tecnológica limita la aplicación de nuevas metodologías. A pesar de ello, muchos docentes y estudiantes han encontrado maneras creativas de incorporar recursos digitales, demostrando que la innovación no depende solo de la tecnología, sino también de la voluntad pedagógica. El reto está en institucionalizar estas experiencias y convertirlas en políticas sostenidas.

En síntesis, la universidad debe repensar sus metodologías de enseñanza para responder a los retos de la era digital. Esto no significa abandonar la tradición crítica y humanista, sino renovarla con nuevas herramientas que permitan formar profesionales capaces de enfrentar un mundo líquido con pensamiento sólido.

18. PROPUESTAS PARA UNA UNIVERSIDAD CRÍTICA, ÉTICA E INNOVADORA

Ante los desafíos de la modernidad líquida y el riesgo de que la universidad se diluya en la lógica del mercado y la superficialidad digital, se vuelve urgente trazar propuestas concretas que permitan a la institución recuperar su misión histórica y proyectarse hacia el futuro. La universidad, y en particular la Universidad de El Salvador (UES), debe reinventarse para ser crítica, ética e innovadora.

1. Recuperar la misión social de la universidad

La universidad no puede reducirse a ser una fábrica de títulos. Su misión esencial es formar ciudadanos críticos, comprometidos con la transformación de su entorno. Esto implica vincular la enseñanza y la investigación con los problemas reales del país: la desigualdad, la pobreza, la exclusión social, el deterioro ambiental y la falta de oportunidades para la juventud.

2. Fortalecer la investigación con autonomía y pertinencia

Se debe garantizar que la investigación universitaria sea independiente de intereses externos y esté orientada a las necesidades nacionales. Esto exige financiamiento adecuado, políticas claras de ética científica y la creación de redes interinstitucionales que potencien la producción de conocimiento con impacto social.

3. Revalorizar la docencia y la figura del profesor

La docencia debe recuperar su prestigio. Esto implica reconocer y estimular la labor pedagógica, capacitar a los docentes en metodologías activas y en el uso crítico de tecnologías, y promover una evaluación basada en la calidad del proceso de enseñanza y no únicamente en publicaciones académicas.

4. Renovar las metodologías de enseñanza

La universidad debe impulsar una pedagogía crítica que integre la tecnología como aliada, pero siempre con un propósito emancipador. Es necesario fomentar el aprendizaje basado en problemas, el trabajo colaborativo, el pensamiento crítico y la investigación desde los primeros años de formación.

5. Integrar la ética en todos los niveles académicos

La universidad debe ser ejemplo de integridad. Esto supone combatir la corrupción interna, promover la transparencia en la gestión y asegurar que la ética esté presente en cada carrera y disciplina. Formar profesionales competentes pero sin ética equivale a reforzar la crisis social en lugar de superarla.

6. Aprovechar la era digital con visión estratégica

La universidad debe invertir en infraestructura tecnológica, pero sobre todo en formación digital crítica. No basta con tener acceso a plataformas; es necesario enseñar a usarlas con responsabilidad, creatividad y ética, para que la tecnología no sustituya al pensamiento humano, sino que lo potencie.

7. Fortalecer la identidad universitaria

La UES, en particular, debe rescatar su carácter histórico como institución crítica y comprometida con el pueblo salvadoreño. Esto implica construir un sentido de pertenencia entre estudiantes y docentes, fomentar la participación en la vida universitaria y recuperar la tradición de lucha y transformación social que la hizo referente en el pasado.

En conclusión, la universidad crítica, ética e innovadora no se improvisa: se construye con decisiones valientes, reformas estructurales y un compromiso profundo con la verdad y la justicia. Si la universidad asume estas propuestas, podrá ser un faro de esperanza en medio de la incertidumbre líquida.

19. CONCLUSIÓN GENERAL

El recorrido desde la universidad sólida hacia la universidad líquida revela un panorama de tensiones, pérdidas y desafíos que marcan profundamente la educación superior en el siglo XXI. Lo que antes era certeza, estabilidad y prestigio se ha transformado en incertidumbre, flexibilidad y fragilidad. Este tránsito no es un fenómeno exclusivo de la universidad, sino parte de un cambio civilizatorio que afecta a todas las instituciones sociales. Sin embargo, en la universidad, las consecuencias se hacen más visibles porque allí se juega el futuro de la juventud y, en consecuencia, de la sociedad entera.

La universidad sólida ofrecía títulos que garantizaban movilidad social, profesores que encarnaban respeto y prestigio, conocimiento integral y profesiones estables. Representaba un bastión de cultura, crítica y misión social. En cambio, la universidad líquida refleja los dilemas de la modernidad actual: títulos devaluados, docencia desvalorizada, investigación subordinada a intereses externos y estudiantes atrapados entre la apatía y la dispersión digital.

La Universidad de El Salvador (UES) se encuentra en una encrucijada histórica. Su pasado sólido, cargado de prestigio y lucha social, contrasta con un presente marcado por la incertidumbre, la masificación, las limitaciones tecnológicas y la burocracia. Sin embargo, este contraste no debe leerse como condena, sino como reto y oportunidad. La UES tiene la posibilidad de recuperar su prestigio histórico si logra reinventarse, adaptándose a la era líquida sin renunciar a su esencia crítica y transformadora.

El camino para lograrlo pasa por revalorizar la docencia, fortalecer la investigación autónoma, renovar las metodologías de enseñanza, integrar la ética en todos los niveles y aprovechar estratégicamente las tecnologías digitales. Solo así la universidad podrá evitar diluirse en la lógica del mercado y reafirmarse como espacio de emancipación, pensamiento crítico y compromiso social.

En definitiva, la universidad debe ser consciente de que la liquidez no es excusa para perder identidad, sino un llamado a repensarse constantemente. Si la UES y las universidades en general logran combinar lo sólido de su legado con la flexibilidad necesaria para enfrentar los retos actuales, podrán cumplir su misión histórica: formar seres humanos críticos, libres y éticos, capaces de transformar un mundo cada vez más incierto.

20. RESUMEN FINAL CRÍTICO

La metáfora de la modernidad líquida de Zygmunt Bauman ofrece un marco potente para comprender los dilemas de la universidad actual. En el tránsito de lo sólido a lo líquido, la universidad ha perdido parte de la estabilidad, el prestigio y la autoridad que la caracterizaron durante siglos. Lo que antes era un referente de certeza social —un título como pasaporte al ascenso, un profesor como guía intelectual, una investigación autónoma al servicio del bien común— hoy se encuentra en crisis.

El diagnóstico es claro:

El título universitario ha perdido valor como garantía de movilidad social.

La docencia se ha visto desvalorizada frente a la presión de la investigación medida por métricas internacionales.

La figura del profesor enfrenta una erosión de autoridad frente a internet, redes sociales e inteligencia artificial.

La investigación corre el riesgo de subordinarse a intereses externos, alejándose de su misión social y ética.

Los estudiantes oscilan entre la tradición rebelde y crítica del pasado y la apatía fragmentada de la era digital.

En el caso de la Universidad de El Salvador (UES), el contraste entre su herencia sólida y su presente líquido es evidente. De ser referente nacional y motor de pensamiento crítico, hoy enfrenta la masificación, la falta de recursos, la burocracia y el desafío de reinventarse para no quedar atrapada en la nostalgia.

Sin embargo, este panorama no debe conducir al pesimismo ni a la resignación. La liquidez, aunque plantea incertidumbre, también abre posibilidades de renovación. La universidad puede recuperar su relevancia si apuesta por una pedagogía crítica y transformadora, que combine la tradición humanista con la innovación tecnológica; si revaloriza la docencia como misión central, fortalece la investigación autónoma y coloca a la ética en el corazón de todas sus funciones.

El reto de la UES no es regresar al pasado, sino construir un futuro sólido en medio de la liquidez. Un futuro donde los títulos no sean simples papeles, sino símbolos de formación integral; donde los profesores no sean desplazados por la tecnología, sino potenciados por ella; donde los estudiantes no se refugien en la apatía, sino que retomen el compromiso crítico que la historia exige.

En definitiva, la universidad del siglo XXI está llamada a ser faro de pensamiento y conciencia ética en medio de un mundo que se disuelve en la rapidez, el consumo y la superficialidad. La UES, con su historia y su misión social, tiene el deber y la oportunidad de liderar esa transformación.

21. REFERENCIAS BIBLIOGRICA

1.      Aquí incluyo las principales obras y autores que fundamentan el ensayo. Están en formato APA (7.ª edición):

2.      Bauman, Z. (2000). Liquid modernity. Polity Press.

3.      Bauman, Z. (2003). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.

4.      Bauman, Z. (2007). Miedo líquido: La sociedad contemporánea y sus temores. Paidós.

5.      Castells, M. (1997). La era de la información: Economía, sociedad y cultura. Vol. I: La sociedad red. Alianza Editorial.

6.      Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

7.      Galeano, E. (1997). Patas arriba: La escuela del mundo al revés. Siglo XXI Editores.

8.      Innerarity, D. (2002). La transformación de la política. Paidós.

9.      Kirk, G. S., Raven, J. E., & Schofield, M. (1987). Los filósofos presocráticos. Gredos.

10. Morin, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.

11. Sagan, C. (1997). El mundo y sus demonios: La ciencia como una luz en la oscuridad. Planeta.

12. Touraine, A. (2000). ¿Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes. Fondo de Cultura Económica.

 

 

 

 

SAN SALVADOIR, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2025

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