“DE LA UNIVERSIDAD
SÓLIDA A LA UNIVERSIDAD LÍQUIDA: CRISIS Y DESAFÍOS EN LA ERA DIGITAL”
POR: MSc. JOSÈ
ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
Desde que el ser humano tomó conciencia de su finitud en
el mundo, comprendió que nada es permanente y que todo está sometido a un
proceso de transformación constante. Las civilizaciones, los sistemas
políticos, las culturas y las instituciones sociales han cambiado de forma
paulatina a lo largo de la historia. Sin embargo, en nuestros tiempos los
cambios se han acelerado a un ritmo sin precedentes. La irrupción de la
tecnología digital, internet, las redes sociales y, más recientemente, la
inteligencia artificial, ha modificado la manera en que nos relacionamos,
aprendemos y construimos conocimiento.
En este escenario, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman
(2003) propuso una metáfora que se ha vuelto central para comprender nuestra
época: la modernidad líquida. Según él, las sociedades han transitado de una
etapa “sólida”, caracterizada por instituciones estables, normas rígidas y
certezas duraderas, hacia una etapa “líquida”, marcada por la fragilidad, la
flexibilidad y lo pasajero. Lo sólido se desvanece con el aire, lo permanente
cede ante lo efímero, y la incertidumbre se convierte en la norma.
Esta transformación también alcanza a la universidad,
institución que durante siglos encarnó estabilidad, prestigio y autoridad. En
la universidad sólida, un título universitario aseguraba prestigio social y
ascenso económico, la figura del profesor gozaba de respeto y la investigación
mantenía un horizonte ético y autónomo. En contraste, la universidad líquida se
enfrenta a la precariedad: el título ya no garantiza empleo, el conocimiento se
fragmenta en cápsulas, los profesores se ven desplazados por las tecnologías
digitales y la investigación se subordina con frecuencia a intereses externos.
En este contexto, resulta urgente reflexionar sobre el
futuro de la Universidad de El Salvador (UES), que en el pasado fue referente
de lucha social, pensamiento crítico y formación académica de excelencia. Hoy
enfrenta el desafío de redefinirse en medio de la incertidumbre que impone la
modernidad líquida. ¿Podrá la UES recuperar el prestigio que alguna vez la hizo
grande y respetada? ¿Será capaz de transformar sus metodologías de enseñanza para
ponerse en consonancia con los avances tecnológicos actuales? ¿O quedará
atrapada en la nostalgia, refugiándose en la gloria de su pasado?
Este ensayo, crítico y enérgico, busca analizar a fondo
el tránsito de la universidad sólida a la universidad líquida, poniendo énfasis
en el caso de la UES. A lo largo de sus apartados, se examinarán los cambios
sociales que explican esta transformación, las diferencias entre ambas etapas,
la crisis de las instituciones educativas y las posibilidades de recuperación.
Finalmente, se plantearán propuestas para que la universidad no solo sobreviva
en la era líquida, sino que se convierta en un faro de ética, investigación y
emancipación para las nuevas generaciones.
2. EL CAMBIO COMO
CONSTANTE EN LA HISTORIA HUMANA
Desde la antigüedad, los pensadores han observado que la
realidad está en perpetuo movimiento. El filósofo griego Heráclito de Éfeso lo
expresó con claridad al afirmar: “Nadie se baña dos veces en el mismo río”
(Kirk, Raven y Schofield, 1987). Con esta metáfora señaló que tanto el río como
la persona cambian constantemente, recordándonos que la transformación es parte
esencial de la existencia. En contraste, Parménides defendía la idea de lo
permanente y lo inmutable, lo cual refleja la tensión entre lo estable y lo
cambiante que atraviesa toda la historia del pensamiento.
A lo largo de los siglos, las sociedades han transitado
por distintos modos de organización, desde las tribus nómadas hasta los
imperios, y desde los feudos medievales hasta los estados modernos. Cada época
estuvo marcada por cambios en la economía, la política, la ciencia y la
cultura. La Revolución Industrial en el siglo XIX, por ejemplo, transformó
radicalmente el mundo del trabajo, la producción y la vida urbana. Más
recientemente, la Revolución Digital ha generado un impacto similar, pero a una
velocidad mucho más acelerada.
El cambio, entonces, no es un fenómeno accidental ni
pasajero: es una constante que estructura la vida humana. Sin embargo, lo que
distingue a nuestra época no es simplemente el hecho de que las cosas cambien,
sino la rapidez y la magnitud de esas transformaciones. Lo que antes podía
tomar siglos o décadas, hoy sucede en cuestión de años o incluso meses.
En la vida cotidiana, este vértigo se refleja en
múltiples aspectos: las modas cambian con una rapidez vertiginosa, las
tecnologías quedan obsoletas casi de inmediato y los valores sociales
experimentan giros inesperados. En el ámbito educativo, las metodologías, los
currículos y hasta las profesiones mismas deben ajustarse a un entorno que
parece reinventarse sin cesar.
Es aquí donde adquiere fuerza la metáfora de Bauman
(2000): el paso de la modernidad sólida, donde las estructuras eran estables,
hacia la modernidad líquida, donde todo se disuelve y se reconfigura en un flujo
constante. Comprender que el cambio es la única constante nos prepara para el
análisis de cómo esta dinámica impacta a las instituciones y, en particular, a
la universidad.
3. LA METÁFORA DE LA
MODERNIDAD LÍQUIDA SEGÚN ZYGMUNT BAUMAN
El sociólogo polaco Zygmunt Bauman se convirtió en una de
las voces más influyentes para entender el mundo contemporáneo. Su propuesta de
la modernidad líquida no solo es una categoría académica, sino una metáfora
poderosa que ayuda a comprender los retos y dilemas de nuestra época.
Bauman (2000) parte de la idea de que, durante siglos, la
sociedad moderna estuvo organizada bajo un modelo “sólido”: instituciones
firmes, normas estables, certezas duraderas y un horizonte de seguridad. En esa
etapa, la familia, la religión, la escuela y la universidad funcionaban como
pilares que daban sentido y orden a la vida.
Los individuos
confiaban en que esas estructuras permanecerían en el tiempo, asegurando
continuidad y previsibilidad.
Sin embargo, a finales del siglo XX e inicios del XXI,
este orden comenzó a resquebrajarse. Bauman observa que lo que antes era sólido
empieza a “derretirse”, como el hielo que pierde forma al contacto con el
calor. Todo se vuelve flexible, adaptable, pero también frágil e inestable. Así
surge la metáfora de la liquidez: el agua que fluye sin detenerse, que adopta
cualquier forma, pero que nunca se aferra a una estructura fija.
En la modernidad líquida, la incertidumbre sustituye a la
seguridad, y la transitoriedad reemplaza a la permanencia. Las relaciones
humanas se vuelven más volátiles, el empleo más precario, los valores más
relativos y las instituciones menos confiables. La velocidad del cambio
tecnológico acentúa esta sensación de inestabilidad, pues lo nuevo aparece
antes de que lo anterior logre asentarse.
Bauman no plantea esta metáfora como un simple
diagnóstico pesimista, sino como una advertencia crítica. En un mundo líquido,
los individuos enfrentan el desafío de reaprender constantemente, de
reinventarse en un entorno que no garantiza estabilidad. La flexibilidad,
aunque puede ser vista como una oportunidad, también implica una carga: la
sensación de desarraigo y la pérdida de referencias firmes que antes orientaban
la vida.
La universidad, como institución, no escapa a este
diagnóstico. En el pasado representaba solidez y prestigio: un título
universitario garantizaba reconocimiento social y acceso a mejores
oportunidades. Hoy, en cambio, se encuentra sometida a la lógica líquida:
títulos que no aseguran empleo, carreras que se vuelven obsoletas, profesores
cuestionados por la irrupción de internet y la inteligencia artificial, y un
conocimiento que se fragmenta en pequeñas cápsulas, fácilmente consumibles pero
carentes de integralidad.
En este contexto, Bauman nos invita a reflexionar: ¿cómo
sostener la búsqueda de verdad, ética y justicia en un mundo donde todo parece
desvanecerse? ¿Cómo garantizar que instituciones como la universidad no se
diluyan en la lógica del mercado y de la fugacidad?
4. DE LA SOCIEDAD
SÓLIDA A LA SOCIEDAD LÍQUIDA: PRINCIPALES DIFERENCIAS
El tránsito de la modernidad sólida a la modernidad
líquida no es un simple cambio de estilo, sino una transformación estructural
de la sociedad. Bauman (2003) lo ilustra mostrando cómo las instituciones, los
valores y las relaciones han perdido su carácter de permanencia para adquirir
un perfil frágil y transitorio. A continuación, se detallan las principales
diferencias que permiten comprender este viraje histórico:
1. Instituciones
Sociedad sólida: Las instituciones eran estables y
duraderas. La familia, la escuela, la iglesia, el Estado y la universidad
ofrecían seguridad y sentido de pertenencia. Su función era preservar la
continuidad.
Sociedad líquida: Las instituciones se vuelven flexibles
y adaptables. Pierden autoridad y estabilidad, y ya no ofrecen certezas. Por
ejemplo, la universidad deja de ser la única fuente legítima de conocimiento
frente a internet y otras plataformas.
2. Normas y valores
Sociedad sólida: Existían códigos morales y sociales
firmes, difíciles de modificar. Las normas eran interiorizadas como guías de
conducta permanentes.
Sociedad líquida: Las normas se relativizan, se adaptan a
contextos inmediatos y pierden universalidad. Lo que ayer era considerado
válido, hoy puede ser descartado con rapidez.
3. Conocimiento
Sociedad sólida: El conocimiento era integral,
estructurado y orientado a profesiones estables. Se aprendía para toda la vida.
Sociedad líquida: El conocimiento se fragmenta en
cápsulas, cursos breves o “microaprendizajes”. Se aprende lo necesario para el
momento, lo cual genera inmediatez, pero también superficialidad.
4. Trabajo y economía
Sociedad sólida: El empleo era estable y garantizaba
seguridad social. Un título universitario aseguraba ascenso social y económico.
Sociedad líquida: El trabajo es precario, temporal y
sujeto a la lógica de la flexibilidad. El título universitario ya no garantiza
estabilidad ni prestigio.
5. Relaciones humanas
Sociedad sólida: Las relaciones eran duraderas, basadas
en compromisos de largo plazo (amistad, matrimonio, comunidad).
Sociedad líquida: Predominan las relaciones frágiles y
superficiales. Se privilegia la conexión rápida y desechable, como ocurre en
las redes sociales.
6. Universidad
Sociedad sólida: El profesor era una figura central,
respetada y prestigiosa. La docencia tenía un rol formativo esencial y la
investigación mantenía autonomía y ética.
Sociedad líquida: El profesor entra en crisis, desplazado
por la red y las plataformas digitales. La docencia se desvaloriza frente a la
investigación medida por métricas externas, y la autonomía académica se
subordina a intereses económicos y políticos.
Este contraste muestra cómo el paso de lo sólido a lo
líquido representa la pérdida de seguridad y la imposición de la incertidumbre
como norma. La universidad, que en la sociedad sólida fue un pilar de
estabilidad y prestigio, en la sociedad líquida corre el riesgo de volverse
irrelevante si no redefine su misión frente a estos cambios.
5. IMPACTO DE LA
MODERNIDAD LÍQUIDA EN LAS INSTITUCIONES SOCIALES
El tránsito de lo sólido a lo líquido no afecta
únicamente a la universidad, sino a todas las instituciones sociales que
históricamente han sostenido la vida colectiva. La metáfora de Bauman se hace
tangible al observar cómo estructuras que antes ofrecían certidumbre y
permanencia hoy se ven cuestionadas, debilitadas o transformadas por la rapidez
del cambio.
La familia
En la sociedad sólida, la familia representaba el núcleo
estable de la vida social: transmitía valores, cultura y aseguraba la cohesión
intergeneracional. En la modernidad líquida, sin embargo, los vínculos
familiares tienden a flexibilizarse. Los matrimonios duran menos, las
separaciones son frecuentes y las relaciones se conciben bajo la lógica del
“mientras funcione”. La estabilidad da paso a la fragilidad de los compromisos.
El Estado
El Estado-nación fue un pilar de la modernidad sólida: garantizaba soberanía, protección social y un marco jurídico estable. Hoy, en la era líquida, su poder se ve limitado por la globalización, las corporaciones transnacionales y los flujos financieros que escapan a su control. La política, antes centro de decisión, se percibe debilitada y sometida a intereses externos.
La religión.
En la sociedad sólida, la religión era un referente
inamovible de identidad y cohesión social. En la era líquida, se multiplican
las ofertas espirituales, surgen iglesias de consumo rápido y los valores
trascendentes se diluyen en una espiritualidad individualista y a menudo
mercantilizada.
La educación
El sistema educativo representaba continuidad, disciplina
y formación integral. Hoy, enfrenta la presión de adaptarse a un mercado
laboral cambiante y a tecnologías que transforman la forma de aprender. La
educación deja de ser concebida como un proceso para toda la vida y se
convierte en un recurso utilitario de corto plazo.
La universidad
La universidad, pilar del conocimiento en la sociedad
sólida, también se ve profundamente afectada. Antes aseguraba prestigio,
movilidad social y autonomía académica; ahora enfrenta la desvalorización del
título, la fragmentación del saber y la subordinación de la investigación a
intereses políticos o corporativos.
En síntesis, la modernidad líquida impacta a las
instituciones sociales convirtiéndolas en estructuras más frágiles, temporales
y adaptables. Lo que antes era una base de seguridad se convierte ahora en un
terreno movedizo. Este fenómeno, aunque abre posibilidades de cambio e
innovación, también genera incertidumbre, desconfianza y pérdida de sentido
colectivo.
6. LA UNIVERSIDAD EN
LA ERA SÓLIDA: PRESTIGIO, ESTABILIDAD Y MISIÓN
Durante la modernidad sólida, la universidad fue una de
las instituciones más respetadas y estables de la sociedad. Su prestigio no
solo provenía del conocimiento que impartía, sino también de los valores que
encarnaba y de su papel como garante de progreso social, cultural y científico.
Analizar la universidad en esta etapa permite comprender la magnitud de la
transformación que vive hoy bajo la lógica líquida.
El título universitario como garantía de movilidad social
En la sociedad sólida, obtener un título universitario
equivalía a abrir la puerta a la estabilidad laboral, el ascenso social y el
reconocimiento profesional. Era un símbolo de esfuerzo y un pasaporte hacia
mejores oportunidades. El título representaba seguridad porque existía una
correspondencia clara entre formación académica y mercado laboral.
El profesor como figura central y prestigiosa
La figura del profesor era esencial. Representaba la
autoridad intelectual, el guardián del conocimiento y el referente moral dentro
de la comunidad académica. Su palabra tenía peso, y su función no se limitaba a
transmitir información, sino a formar ciudadanos críticos y responsables. El
prestigio de la universidad se reflejaba en el respeto hacia sus docentes.
El conocimiento integral y ligado a profesiones estables
El saber universitario se organizaba en torno a
profesiones claramente delimitadas: medicina, derecho, ingeniería,
arquitectura, entre otras. Estas carreras eran estables y su vigencia se
extendía por generaciones. Además, el conocimiento se concebía de manera
integral, con una visión humanista que buscaba formar profesionales completos,
con criterio ético y social.
La investigación con autonomía y ética
La universidad sólida era un espacio de investigación
independiente, orientada a la búsqueda de la verdad y al servicio del bien
común. La ética científica y la autonomía académica eran pilares
incuestionables. De esta manera, la universidad no solo reproducía saberes,
sino que contribuía activamente a su construcción.
Misión social y cultural
La universidad también cumplía una función social:
preservar y transmitir la cultura, fomentar el pensamiento crítico y servir como
conciencia de la nación. Era un espacio donde se debatían las ideas, se
cuestionaba el poder y se gestaban movimientos intelectuales y políticos que
influían en la sociedad.
En conclusión, la universidad en la era sólida fue un
bastión de estabilidad y prestigio. Su estructura se sostenía en valores
firmes: respeto a la figura del profesor, confianza en el título como garantía
de movilidad social, una formación integral y la defensa de la investigación
autónoma. Este modelo se convirtió en referente histórico para evaluar los
desafíos actuales.
7. LA UNIVERSIDAD
LÍQUIDA: FRAGILIDAD, FLEXIBILIDAD Y PÉRDIDA DE SENTIDO
Si la universidad sólida representaba prestigio,
estabilidad y misión social, la universidad líquida encarna la fragilidad, la
incertidumbre y la pérdida de rumbo. Al igual que el resto de las instituciones
en la modernidad líquida, se ha visto arrastrada por la rapidez de los cambios
tecnológicos, la globalización económica y la lógica del mercado, que
transforman su esencia y amenazan su legitimidad.
El título universitario en crisis
En el pasado, el título era símbolo de certeza. Hoy, en la universidad líquida, ese papel se ha erosionado. Cada año miles de jóvenes egresan con diplomas en mano, pero sin la seguridad de conseguir un empleo digno. La sobreoferta académica, la saturación de carreras tradicionales y la automatización de oficios debilitan la confianza en la universidad como garantía de movilidad social.
El conocimiento fragmentado
El saber ya no se construye en la integralidad que
caracterizó a la universidad sólida. En cambio, se presenta en cápsulas
rápidas, en cursos cortos, diplomados o tutoriales en línea que prometen
competencias inmediatas. Este modelo, aunque útil para resolver necesidades
puntuales, fomenta una visión superficial y utilitarista del conocimiento, reduciéndolo
a simple mercancía.
El profesor desplazado
La figura del profesor se encuentra en crisis. En la
sociedad líquida, el prestigio docente se diluye frente a la omnipresencia de
internet, las plataformas digitales y la inteligencia artificial. Los
estudiantes ya no ven al profesor como la única fuente de autoridad
intelectual, sino como un acompañante más en medio de un océano de información.
Esto debilita la centralidad de su rol y genera una sensación de irrelevancia.
La docencia desvalorizada
En la universidad líquida, la docencia pierde peso frente
a la investigación, muchas veces medida únicamente por indicadores
internacionales, rankings o publicaciones en revistas indexadas. El profesor
deja de ser educador integral para convertirse en productor de “papers”,
sometido a la presión de métricas que poco tienen que ver con el compromiso ético
o social del conocimiento.
La investigación subordinada a intereses externos
La autonomía universitaria se ve comprometida. Cada vez
más investigaciones dependen de financiamiento privado, condicionadas por
intereses de mercado. El conocimiento deja de ser un bien común para
convertirse en un recurso estratégico al servicio de empresas o grupos de
poder.
La universidad líquida, en suma, refleja las
características de una sociedad frágil y flexible, pero también vacía de
certezas. En lugar de ser una institución estable que ofrece seguridad y
prestigio, se convierte en un espacio que corre el riesgo de diluirse en la lógica
del consumo, el mercado y la inmediatez tecnológica. El gran desafío radica en
reconstruir su sentido y recuperar su misión crítica en medio de un mundo
cambiante.
8. EL CASO DE LA
UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR (UES): HERENCIA SÓLIDA EN TIEMPOS LÍQUIDOS
La Universidad de El Salvador (UES) constituye un ejemplo
claro de cómo una institución sólida se enfrenta hoy a los desafíos de la
modernidad líquida. Fundada en 1841, la UES fue durante gran parte del siglo XX
la máxima casa de estudios superiores del país, reconocida por su papel en la
formación de profesionales, en la crítica social y en la defensa de los
intereses populares. Su prestigio se cimentó en su carácter público, su
compromiso con la justicia social y su participación activa en momentos clave
de la historia nacional.
La herencia de la universidad sólida
Durante décadas, la UES encarnó los atributos de la
universidad sólida. Sus títulos representaban garantía de movilidad social: ser
graduado de la UES era sinónimo de excelencia y prestigio. Los profesores eran
figuras de referencia intelectual y moral, y la investigación gozaba de
autonomía. La universidad se concebía como un espacio de pensamiento crítico,
donde convergían las luchas por la democracia, la cultura y los derechos
sociales
La transición hacia la liquidez
Sin embargo, la realidad contemporánea ha puesto a la UES
frente a retos profundos. La masificación de la matrícula, la reducción de
recursos financieros, la burocratización de sus procesos y la presión de
adaptarse a las demandas del mercado han debilitado su estructura. A esto se
suma la irrupción de internet, las redes sociales y la inteligencia artificial,
que desafían los métodos tradicionales de enseñanza.
La pérdida de prestigio
El título universitario emitido por la UES ya no posee el
mismo peso social que antes. En parte, porque el mercado laboral se ha
transformado: muchas carreras están saturadas y el desempleo afecta incluso a
profesionales formados en la universidad pública. El prestigio que la
institución tuvo en el pasado se ve amenazado por la percepción de que un
diploma ya no garantiza estabilidad ni ascenso social.
Los valores en tensión
En el pasado, los valores de los profesores y estudiantes
estaban unidos en torno a la lucha por la justicia social, la emancipación y la
transformación del país. Hoy, esa cohesión se ha fragmentado. Muchos
estudiantes ven la universidad como un mero trámite para obtener un título,
mientras que algunos docentes permanecen anclados en metodologías tradicionales
que no dialogan con los cambios tecnológicos ni con las nuevas necesidades de
aprendizaje.
La UES entre el pasado y el futuro
La UES se encuentra en una encrucijada: por un lado,
posee una herencia sólida de lucha, prestigio y pensamiento crítico; por otro,
se enfrenta a las incertidumbres de la liquidez, donde su papel como
institución es cuestionado y donde corre el riesgo de volverse irrelevante si
no se reinventa.
En conclusión, la Universidad de El Salvador es un
ejemplo vivo de cómo una institución con raíces sólidas se ve obligada a
adaptarse a un entorno líquido. El desafío es aprender de su legado histórico
sin quedar atrapada en la nostalgia, y, al mismo tiempo, transformarse para
responder a las exigencias del presente y del futuro.
9. LA CRISIS DEL
TÍTULO UNIVERSITARIO COMO GARANTÍA SOCIAL
Durante gran parte del siglo XX, el título universitario
fue sinónimo de prestigio, estabilidad y ascenso social. En la sociedad sólida,
ser profesional equivalía a tener asegurado un empleo digno, reconocimiento
social y un lugar privilegiado dentro de la estructura económica. Sin embargo,
en la modernidad líquida, este valor simbólico y práctico del título ha entrado
en crisis profunda.
El título como símbolo de movilidad en la era sólida
En el pasado, el título universitario funcionaba como una
especie de “pasaporte” hacia mejores oportunidades. Representaba años de
esfuerzo, disciplina y dedicación, y la sociedad lo reconocía como garantía de
competencia profesional. Quien lograba graduarse en la Universidad de El Salvador
o en otras instituciones prestigiosas del país era visto como un referente de
superación.
La sobreproducción de profesionales
En la actualidad, esa seguridad se ha visto erosionada.
Cada año egresan miles de jóvenes universitarios en carreras tradicionales como
derecho, contaduría, administración o docencia. El mercado laboral, sin
embargo, no puede absorber a todos estos egresados. La sobreoferta académica
genera frustración, desempleo o subempleo, y el título pierde su valor como
distintivo social.
El impacto de la tecnología y la globalización
La globalización y los avances tecnológicos también han contribuido a esta crisis. Muchas profesiones están siendo desplazadas o transformadas por la automatización y la inteligencia artificial. Al mismo tiempo, nuevas áreas del conocimiento surgen con rapidez, dejando obsoletas a otras. En este contexto, el título universitario deja de ser garantía de estabilidad a largo plazo.
El título como mercancía
Otro factor crítico es la mercantilización de la
educación superior. Cada vez más universidades privadas ofrecen títulos de
manera masiva, en ocasiones sin garantizar calidad académica. El título se
convierte en una mercancía accesible a quien pueda pagar, lo que devalúa su
valor simbólico y lo transforma en un producto más del mercado.
El caso de la UES
En la Universidad de El Salvador, el título aún conserva
cierto prestigio social por tratarse de la principal universidad pública del
país. Sin embargo, incluso aquí los egresados enfrentan las mismas
dificultades: desempleo, subempleo y la percepción de que la formación
universitaria no garantiza automáticamente un futuro seguro.
En resumen, la crisis del título universitario como
garantía social refleja una de las tensiones más fuertes entre la universidad
sólida y la líquida. Lo que antes aseguraba estabilidad y prestigio se ha
convertido en un documento con valor incierto, dependiente de un mercado
laboral inestable y de una sociedad que ya no reconoce a la universidad como
único espacio de legitimidad del conocimiento.
10. LOS PROFESORES EN
TRANSICIÓN: DEL PRESTIGIO A LA INCERTIDUMBRE
En la universidad sólida, el profesor era un pilar
central: respetado, admirado y considerado la máxima autoridad en el aula. Su
palabra tenía peso y su figura encarnaba el prestigio de la institución. En la
universidad líquida, en cambio, los profesores enfrentan una profunda crisis de
legitimidad y un proceso de transición marcado por la incertidumbre.
El profesor como figura de prestigio en la sociedad
sólida
Durante décadas, los docentes universitarios fueron
percibidos como modelos de conocimiento y de ética. El respeto hacia ellos era
casi incuestionable: sus opiniones trascendían el aula y tenían relevancia
social y política. Ser profesor universitario equivalía a pertenecer a una
élite intelectual que contribuía a formar a las futuras generaciones del país.
La erosión de la autoridad docente
En la sociedad líquida, esta figura se ve desplazada por
el acceso ilimitado a la información a través de internet y las redes sociales.
Los estudiantes ya no consideran al profesor como única fuente de conocimiento.
En muchos casos, recurren más a plataformas digitales, tutoriales o
inteligencia artificial para resolver dudas inmediatas. El prestigio docente se
erosiona porque el monopolio del saber ya no existe.
El profesor como acompañante
Ante este escenario, el rol del docente tiende a
redefinirse. Más que ser la voz central, el profesor debe convertirse en
facilitador del aprendizaje, guía crítico y orientador de procesos de
investigación. Su función se desplaza de transmitir contenidos a fomentar
pensamiento crítico y a enseñar a discriminar entre información valiosa y
desinformación. Sin embargo, esta transición no siempre es comprendida ni
aceptada, ni por los estudiantes ni por los mismos profesores.
La presión institucional y laboral
Los docentes universitarios también enfrentan presiones propias de la modernidad líquida: inestabilidad laboral, contratos precarios, sobrecarga de tareas administrativas y exigencias de productividad en investigación. Muchas veces deben publicar artículos para cumplir métricas internacionales, aunque esto no se traduzca en mejoras reales en la enseñanza o en la vida social del país.
El caso de la UES
En la Universidad de El Salvador, el prestigio del
profesor ha sufrido un desgaste significativo. Aunque aún existe respeto hacia
muchos académicos, la masificación estudiantil, las carencias de recursos y la
falta de innovación metodológica generan tensiones. Algunos docentes se mantienen
aferrados a prácticas tradicionales, mientras otros intentan adaptarse a los
retos digitales con esfuerzo, pero sin suficiente apoyo institucional.
En definitiva, los profesores universitarios viven una
transición compleja: del prestigio sólido a la incertidumbre líquida. Su misión
educativa sigue siendo crucial, pero requiere redefinirse con urgencia para
recuperar autoridad, no desde el poder vertical, sino desde la capacidad
crítica, la innovación pedagógica y el compromiso ético.
11. Los estudiantes: entre la rebeldía, la apatía y la
era digital
Los estudiantes son el corazón de la universidad. En la
sociedad sólida, se les reconocía como agentes de cambio, protagonistas de
luchas sociales y depositarios de la esperanza de movilidad social. En la sociedad
líquida, sin embargo, su papel se ha transformado: conviven la rebeldía
histórica, la apatía contemporánea y el desafío de una era digital que
condiciona sus formas de aprender y relacionarse.
La rebeldía estudiantil en la universidad sólida
Durante gran parte del siglo XX, los movimientos estudiantiles fueron fuerza decisiva en la historia política y social de América Latina. En el caso de El Salvador, los estudiantes de la UES protagonizaron marchas, huelgas y protestas en defensa de la democracia, los derechos humanos y la justicia social. Ser estudiante universitario significaba no solo formarse profesionalmente, sino también comprometerse con las grandes causas del país.
La apatía en la universidad líquida
Hoy, esa fuerza se ha diluido. Muchos estudiantes ven la
universidad solo como un medio para obtener un título, sin mayor interés en
transformarla o cuestionar sus estructuras. La precariedad económica, la
necesidad de trabajar y estudiar al mismo tiempo, y la desilusión frente a un
mercado laboral que no ofrece garantías explican en parte esta apatía. A ello
se suma una cultura de inmediatez, donde se privilegia lo rápido y lo útil, en
detrimento de la reflexión profunda.
Los estudiantes en la era digital
La irrupción de internet, las redes sociales y la
inteligencia artificial ha modificado radicalmente la experiencia estudiantil.
Hoy, los jóvenes tienen acceso a un caudal de información ilimitado, pero no
siempre poseen las herramientas críticas para discernir entre conocimiento
riguroso y desinformación. Muchos prefieren la inmediatez de un tutorial o de
un resumen en redes sociales antes que leer un libro completo o analizar críticamente
un texto académico.
Entre la rebeldía y la apatía
Los estudiantes actuales oscilan entre dos polos: algunos
aún mantienen viva la tradición crítica y transformadora, participando en
movimientos sociales y defendiendo la universidad pública; otros, en cambio,
adoptan una postura pasiva, resignada o individualista. La era líquida fomenta
esa fragmentación: no existe una identidad estudiantil unificada como en el
pasado, sino múltiples identidades en constante cambio.
El reto para la UES
En la Universidad de El Salvador, los estudiantes siguen
siendo un sector numeroso y diverso. Su reto principal es recuperar la
capacidad crítica y adaptarla a los nuevos tiempos. No basta con reproducir la
rebeldía del pasado ni con refugiarse en la apatía; se requiere una nueva forma
de compromiso que combine conciencia social, alfabetización digital y visión de
futuro.
En síntesis, los estudiantes representan una generación
atrapada entre el legado sólido de la rebeldía histórica y las tentaciones
líquidas de la apatía y la superficialidad digital. Su papel será decisivo: de
ellos dependerá que la universidad no se diluya en la lógica del mercado, sino
que se reinvente como espacio crítico y transformador.
12. LA
INVESTIGACIÓN: ENTRE LA AUTONOMÍA Y LA SUBORDINACIÓN A INTERESES EXTERNOS
La investigación es una de las funciones esenciales de la
universidad. En la sociedad sólida, se entendía como una actividad orientada a
la búsqueda de la verdad, la generación de conocimiento nuevo y el servicio a
la sociedad. Se sostenía en dos pilares fundamentales: la autonomía y la ética
científica. Sin embargo, en la modernidad líquida, esta función se encuentra
bajo fuertes tensiones, oscilando entre el compromiso con el bien común y la
subordinación a intereses externos.
La autonomía en la universidad sólida
En el modelo sólido, la investigación universitaria
gozaba de independencia. Los temas eran definidos por la comunidad académica y
respondían a necesidades sociales, culturales y científicas de largo plazo. La
universidad defendía la libertad de cátedra y de pensamiento, lo que permitía a
los investigadores plantear preguntas incómodas al poder político y económico.
La subordinación en la universidad líquida
Hoy, en cambio, la investigación se encuentra
crecientemente atada a lógicas externas. La búsqueda de financiamiento
condiciona los temas de estudio, muchas veces subordinándolos a las agendas de
empresas privadas, organismos internacionales o gobiernos. El conocimiento se
mercantiliza y deja de ser un bien común para convertirse en un recurso
estratégico controlado por quienes financian los proyectos.
La presión de los indicadores
A esto se suma la obsesión por las métricas. El valor de
la investigación se mide no por su aporte social, sino por el número de
artículos publicados en revistas indexadas, los lugares obtenidos en rankings
internacionales o la cantidad de citas en bases de datos globales. Este
fenómeno, conocido como “publish or perish”, reduce la investigación a una
carrera competitiva y deshumanizada, en lugar de un proceso colectivo y ético.
El caso de la UES
En la Universidad de El Salvador, la investigación ha
sido históricamente limitada por la falta de recursos financieros y
tecnológicos. Aun así, existen esfuerzos notables por parte de grupos
académicos que buscan vincular sus investigaciones con los problemas
nacionales: la pobreza, la desigualdad, la salud pública, el medio ambiente o
la educación. Sin embargo, la presión de adaptarse a estándares
internacionales, sin apoyo suficiente, genera una brecha que amenaza con
debilitar la relevancia de la investigación universitaria.
El dilema ético
El gran desafío consiste en mantener la investigación
fiel a su misión social y ética, evitando que se convierta en una herramienta
más al servicio de intereses corporativos o políticos. La universidad debe
resistir la tentación de la subordinación y fortalecer espacios de autonomía
que garanticen que el conocimiento siga siendo un patrimonio de la humanidad.
En conclusión, la investigación universitaria se mueve
entre dos polos: la autonomía que le da sentido y la subordinación que la vacía
de contenido crítico. Recuperar la misión ética y social de la investigación es
condición indispensable para que la universidad no pierda su esencia en la era
líquida.
13. LA DOCENCIA: DE
FUNCIÓN CENTRAL A ROL SECUNDARIO EN LA UNIVERSIDAD LÍQUIDA
En la universidad sólida, la docencia era el corazón de
la vida académica. El aula era el espacio privilegiado donde los estudiantes
recibían formación integral, los profesores ejercían liderazgo intelectual y se
transmitían valores éticos y sociales que daban sentido a la profesión. Sin
embargo, en la universidad líquida, esta función ha sido progresivamente
relegada a un rol secundario, debilitada por la lógica de la inmediatez
tecnológica y la presión de la investigación competitiva.
La centralidad de la docencia en la universidad sólida
En el modelo sólido, la enseñanza universitaria se
concebía como un proceso formativo completo. El profesor no solo impartía
conocimientos técnicos, sino que formaba ciudadanos con criterio, conciencia
social y compromiso ético. La relación profesor-estudiante era cercana y
estable, basada en la confianza y en la transmisión de saberes y valores a
largo plazo.
La desvalorización en la universidad líquida
Hoy, en cambio, la docencia ha perdido prestigio frente a la investigación. Las universidades destinan más recursos y reconocimiento a las publicaciones que a la calidad pedagógica. Muchos docentes son evaluados no por su capacidad de enseñar, sino por el número de artículos en revistas indexadas. Esta situación genera un desequilibrio que debilita la función educativa y margina el papel del aula como espacio central de la universidad.
El desplazamiento por la tecnología
Las nuevas tecnologías, aunque útiles, también han
contribuido a la pérdida de centralidad de la docencia. Plataformas en línea,
cursos masivos y recursos digitales ofrecen información inmediata, lo que
reduce la figura del profesor a un simple transmisor de contenidos. En este
contexto, enseñar se vuelve un acto secundario frente al acceso ilimitado de
información.
El riesgo de la superficialidad
La docencia, al quedar relegada, corre el riesgo de
fomentar aprendizajes fragmentados y superficiales. Si el énfasis institucional
se centra en métricas de productividad académica y no en la calidad de la
enseñanza, los estudiantes reciben formación incompleta, sin el acompañamiento
crítico y reflexivo que requiere el aprendizaje universitario.
El caso de la UES
En la Universidad de El Salvador, la docencia sigue
siendo fundamental, pero enfrenta múltiples desafíos: aulas masificadas,
recursos limitados, metodologías poco actualizadas y un sistema que a menudo
prioriza la burocracia sobre la innovación pedagógica. Aun así, muchos
profesores mantienen un compromiso genuino con la enseñanza, conscientes de que
su labor es decisiva para formar profesionales críticos en un país que demanda
transformación social.
En síntesis, la docencia ha pasado de ser el eje central de la universidad sólida a convertirse en un rol secundario en la universidad líquida. Recuperar su prestigio y dignidad es indispensable para que la educación superior no pierda su esencia formativa y emancipadora.
14. LA IRRUPCIÓN DE LA
TECNOLOGÍA, LAS REDES SOCIALES Y LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN LA EDUCACIÓN
En la sociedad líquida, la tecnología se ha convertido en
un factor determinante de la vida social y académica. Internet, las redes
sociales y, más recientemente, la inteligencia artificial (IA), han
transformado la manera en que las personas se comunican, aprenden y construyen
conocimiento. La universidad, lejos de ser ajena a esta transformación, se
encuentra en el centro de un proceso disruptivo que desafía sus métodos,
estructuras y objetivos.
Internet y el acceso ilimitado a la información
La llegada de internet significó un cambio radical en el
acceso al conocimiento. Lo que antes requería largas horas de biblioteca o
consulta especializada, hoy se encuentra a un clic de distancia. Si bien esto
democratiza el acceso a la información, también plantea un problema: la
abundancia no garantiza calidad. La universidad se enfrenta al reto de enseñar
a discriminar información confiable de la desinformación.
Las redes sociales como nuevo escenario cultural
Las redes sociales han alterado profundamente la forma en
que los estudiantes se relacionan con el conocimiento. Para muchos jóvenes,
plataformas como Facebook, TikTok, Instagram o YouTube son fuentes primarias de
información y aprendizaje informal. Sin embargo, este aprendizaje se
caracteriza por la fragmentación, la inmediatez y la superficialidad, lo cual
entra en tensión con los procesos de reflexión profunda que exige la educación
universitaria.
La inteligencia artificial: amenaza y oportunidad
La irrupción de la inteligencia artificial constituye uno
de los desafíos más grandes para la universidad. Herramientas como ChatGPT,
sistemas de traducción automática, software de reconocimiento de patrones y
programas de simulación ofrecen posibilidades extraordinarias para la
investigación y la enseñanza. Pero al mismo tiempo, plantean dilemas éticos y
académicos: ¿cómo garantizar que los estudiantes desarrollen pensamiento
crítico y no se limiten a depender de máquinas que generan respuestas rápidas?
¿cómo evitar que la IA sustituya la creatividad y el esfuerzo humano?
El riesgo de la sustitución del profesor
En este nuevo escenario, algunos plantean que la figura
del profesor podría volverse prescindible. Tutoriales en línea, plataformas
educativas automatizadas y programas de IA generan la ilusión de que el
aprendizaje puede darse sin mediación humana. Sin embargo, lo que está en
riesgo no es solo el empleo del docente, sino la dimensión ética y formativa
que ninguna máquina puede reemplazar.
El caso de la UES
La Universidad de El Salvador enfrenta este desafío desde
una situación de desventaja tecnológica. Sus limitados recursos y la carencia
de infraestructura digital dificultan una incorporación plena de las nuevas
tecnologías. Aun así, el estudiantado y el profesorado ya utilizan redes
sociales e inteligencia artificial en sus procesos de aprendizaje, lo que
obliga a repensar urgentemente los métodos pedagógicos y las políticas
académicas.
En conclusión, la tecnología, las redes sociales y la
inteligencia artificial no son simples herramientas, sino fuerzas que redefinen
la esencia misma de la educación. La universidad tiene dos caminos: adaptarse
críticamente para integrarlas de manera ética y emancipadora, o quedar
rezagada, atrapada en modelos tradicionales que se vuelven cada vez más
irrelevantes.
15. LA NECESIDAD DE
UNA PEDAGOGÍA CRÍTICA Y TRANSFORMADORA EN LA UNIVERSIDAD
no basta. Los métodos rígidos, memorísticos y verticales
de la universidad sólida resultan insuficientes para enfrentar la rapidez de
los cambios sociales y tecnológicos. En este escenario, se hace indispensable
una pedagogía crítica y transformadora, capaz de combinar el legado sólido del
pensamiento con la flexibilidad que exige la era líquida.
De la transmisión a la construcción del conocimiento
La pedagogía universitaria debe abandonar el modelo
centrado en la transmisión pasiva de contenidos. El estudiante no puede ser un
receptor pasivo de información, sino un sujeto activo que construye
conocimiento en diálogo con sus pares, con los profesores y con la realidad
social. Esto implica fomentar el debate, la investigación y la reflexión
crítica, más que la simple repetición de datos.
El pensamiento crítico como eje central
El gran aporte de una pedagogía transformadora es el
desarrollo del pensamiento crítico. En un mundo saturado de información, la
clave no está en acumular datos, sino en aprender a discernir, analizar y
cuestionar. Como afirma Paulo Freire (1970), educar no es domesticar, sino
liberar; no es imponer respuestas, sino enseñar a formular preguntas que
desestabilicen la injusticia y la ignorancia.
La integración de la tecnología con sentido ético
La pedagogía crítica no rechaza la tecnología, pero
tampoco se somete a ella de manera acrítica. Se trata de integrarla con un
propósito emancipador: usar internet, redes sociales e inteligencia artificial
como herramientas para potenciar la investigación, el aprendizaje colaborativo
y la innovación, sin que esto sustituya el papel del profesor ni degrade la
reflexión profunda.
La centralidad de los valores humanos
En medio de la liquidez, la universidad debe formar no
solo profesionales competentes, sino también ciudadanos éticos, solidarios y
comprometidos con la transformación social. La pedagogía crítica debe cultivar
valores como la responsabilidad, la honestidad, la empatía y el respeto,
elementos fundamentales para contrarrestar la deshumanización que suele
acompañar al tecnocratismo contemporáneo.
El reto para la UES
La Universidad de El Salvador necesita adoptar con
urgencia una pedagogía crítica y transformadora. La masificación estudiantil y
la precariedad de recursos no deben ser excusa para mantener metodologías
obsoletas. Por el contrario, la UES, por su carácter público y su tradición
histórica, está llamada a convertirse en un espacio de resistencia intelectual
y ética, que ofrezca a los estudiantes herramientas para comprender y
transformar la sociedad.
En síntesis, la universidad no puede limitarse a
sobrevivir en la modernidad líquida: debe asumir un papel activo en la
formación de sujetos críticos, autónomos y éticos, capaces de enfrentar los
desafíos de un mundo cambiante sin perder de vista los valores humanos que le
dan sentido a la educación.
16. ¿PUEDE LA UES
RECUPERAR SU PRESTIGIO HISTÓRICO?
La Universidad de El Salvador (UES) fue, en su momento,
la institución académica más prestigiosa del país y un referente regional. Su
nombre estaba asociado con la excelencia académica, el pensamiento crítico y el
compromiso social.
Sin embargo, en el marco de la modernidad líquida, la
universidad ha perdido parte de ese reconocimiento y enfrenta una pregunta
crucial: ¿puede recuperar el prestigio que otrora la hizo grande?
El prestigio como construcción histórica
El prestigio de la UES no fue un regalo, sino el
resultado de décadas de esfuerzo de profesores, estudiantes y trabajadores
comprometidos con la transformación social. La universidad fue semillero de
líderes políticos, científicos, intelectuales y profesionales que marcaron la
historia del país. Su voz era escuchada en la vida pública porque representaba
autoridad moral e intelectual.
Factores de deterioro
Hoy ese prestigio se ve debilitado por múltiples
factores: la masificación estudiantil sin suficiente infraestructura, la
precariedad de recursos, la burocracia interna, la politización de sus estructuras
y la dificultad de adaptarse a los avances tecnológicos. A esto se suma la
percepción de que un título de la UES ya no garantiza movilidad social como en
el pasado.
Condiciones para recuperar el prestigio
Recuperar la grandeza histórica no es imposible, pero
exige cambios profundos:
Fortalecer la investigación con pertinencia nacional y
autonomía ética.
Actualizar las metodologías docentes, integrando
tecnologías digitales sin perder el componente crítico y humanista.
Fomentar la excelencia académica con procesos de
evaluación serios y transparentes.
Reducir la burocracia y combatir la corrupción interna
que debilita su credibilidad.
Reforzar la identidad universitaria, recuperando el
compromiso social que históricamente caracterizó a la UES.
El papel de los estudiantes y docentes
El prestigio no se recupera únicamente con reformas institucionales. Es necesario que estudiantes y docentes asuman su responsabilidad: los primeros, comprometiéndose con la excelencia y el pensamiento crítico; los segundos, innovando en sus prácticas pedagógicas y reforzando su papel ético como formadores de ciudadanos.
El prestigio como desafío de futuro
El prestigio de la UES no debe entenderse como una
nostalgia del pasado, sino como un reto de futuro. Recuperarlo implica
adaptarse a la sociedad líquida sin perder el espíritu sólido que le dio
sentido: la búsqueda de la verdad, el compromiso social y la defensa de la
justicia.
En conclusión, sí es posible que la UES recupere su
prestigio, pero no con discursos vacíos ni con la inercia de la tradición. Lo
logrará únicamente si se atreve a transformarse, a innovar y a poner en el
centro la misión social que la hizo grande. El prestigio se construye con
hechos, y la UES tiene la oportunidad histórica de demostrar que puede ser
nuevamente una institución respetada y necesaria para el país.
17. METODOLOGÍAS DE
ENSEÑANZA FRENTE A LOS RETOS DE LA ERA DIGITAL
La era digital ha transformado radicalmente la manera en
que se produce, circula y consume el conocimiento. Ante este escenario, las
metodologías de enseñanza que funcionaban en la universidad sólida resultan
insuficientes. La educación actual requiere estrategias innovadoras, flexibles
y críticas, capaces de dialogar con la tecnología sin subordinarse a ella.
La crisis del modelo tradicional
El modelo centrado en la clase magistral, en la
memorización de contenidos y en la evaluación mediante exámenes rígidos ha
perdido eficacia. Si antes el profesor era la única fuente de conocimiento, hoy
los estudiantes acceden a un universo ilimitado de información en línea. La
pregunta no es si deben usarse las tecnologías, sino cómo integrarlas con
sentido crítico y pedagógico.
Metodologías activas y participativas
Frente a la pasividad de la enseñanza tradicional, se
requieren metodologías activas:
Aprendizaje basado en problemas (ABP): que fomente la
investigación, el trabajo en equipo y la aplicación práctica de los
conocimientos.
Aprendizaje colaborativo: donde los estudiantes
construyan saberes en conjunto, compartiendo experiencias y perspectivas.
Estudios de caso y simulaciones: que acerquen la teoría a
situaciones reales.
Estas metodologías fortalecen la autonomía del estudiante
y desarrollan competencias críticas.
La tecnología como aliada
La digitalización no debe ser vista como amenaza, sino
como oportunidad. Plataformas virtuales, aulas híbridas, recursos multimedia e
inteligencia artificial pueden enriquecer el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Sin embargo, su uso debe estar guiado por criterios pedagógicos claros: la
tecnología no sustituye al profesor, sino que potencia su capacidad de
orientar, motivar y formar integralmente.
El reto de la superficialidad
El principal peligro de la era digital es caer en
aprendizajes superficiales y fragmentados. Por ello, las metodologías deben
combinar la inmediatez de las herramientas digitales con la profundidad de la
reflexión crítica. La universidad debe enseñar a los estudiantes a ir más allá
del dato rápido, a conectar información dispersa y a generar conocimiento
significativo.
El caso de la UES
La Universidad de El Salvador enfrenta un desafío
especial: la falta de infraestructura tecnológica limita la aplicación de
nuevas metodologías. A pesar de ello, muchos docentes y estudiantes han
encontrado maneras creativas de incorporar recursos digitales, demostrando que
la innovación no depende solo de la tecnología, sino también de la voluntad
pedagógica. El reto está en institucionalizar estas experiencias y convertirlas
en políticas sostenidas.
En síntesis, la universidad debe repensar sus metodologías
de enseñanza para responder a los retos de la era digital. Esto no significa
abandonar la tradición crítica y humanista, sino renovarla con nuevas
herramientas que permitan formar profesionales capaces de enfrentar un mundo
líquido con pensamiento sólido.
18. PROPUESTAS PARA
UNA UNIVERSIDAD CRÍTICA, ÉTICA E INNOVADORA
Ante los desafíos de la modernidad líquida y el riesgo de
que la universidad se diluya en la lógica del mercado y la superficialidad
digital, se vuelve urgente trazar propuestas concretas que permitan a la
institución recuperar su misión histórica y proyectarse hacia el futuro. La
universidad, y en particular la Universidad de El Salvador (UES), debe
reinventarse para ser crítica, ética e innovadora.
1. Recuperar la misión social de la universidad
La universidad no puede reducirse a ser una fábrica de
títulos. Su misión esencial es formar ciudadanos críticos, comprometidos con la
transformación de su entorno. Esto implica vincular la enseñanza y la
investigación con los problemas reales del país: la desigualdad, la pobreza, la
exclusión social, el deterioro ambiental y la falta de oportunidades para la
juventud.
2. Fortalecer la investigación con autonomía y
pertinencia
Se debe garantizar que la investigación universitaria sea
independiente de intereses externos y esté orientada a las necesidades
nacionales. Esto exige financiamiento adecuado, políticas claras de ética
científica y la creación de redes interinstitucionales que potencien la
producción de conocimiento con impacto social.
3. Revalorizar la docencia y la figura del profesor
La docencia debe recuperar su prestigio. Esto implica
reconocer y estimular la labor pedagógica, capacitar a los docentes en
metodologías activas y en el uso crítico de tecnologías, y promover una
evaluación basada en la calidad del proceso de enseñanza y no únicamente en
publicaciones académicas.
4. Renovar las metodologías de enseñanza
La universidad debe impulsar una pedagogía crítica que
integre la tecnología como aliada, pero siempre con un propósito emancipador.
Es necesario fomentar el aprendizaje basado en problemas, el trabajo
colaborativo, el pensamiento crítico y la investigación desde los primeros años
de formación.
5. Integrar la ética en todos los niveles académicos
La universidad debe ser ejemplo de integridad. Esto
supone combatir la corrupción interna, promover la transparencia en la gestión
y asegurar que la ética esté presente en cada carrera y disciplina. Formar
profesionales competentes pero sin ética equivale a reforzar la crisis social
en lugar de superarla.
6. Aprovechar la era digital con visión estratégica
La universidad debe invertir en infraestructura
tecnológica, pero sobre todo en formación digital crítica. No basta con tener
acceso a plataformas; es necesario enseñar a usarlas con responsabilidad,
creatividad y ética, para que la tecnología no sustituya al pensamiento humano,
sino que lo potencie.
7. Fortalecer la identidad universitaria
La UES, en particular, debe rescatar su carácter
histórico como institución crítica y comprometida con el pueblo salvadoreño.
Esto implica construir un sentido de pertenencia entre estudiantes y docentes,
fomentar la participación en la vida universitaria y recuperar la tradición de
lucha y transformación social que la hizo referente en el pasado.
En conclusión, la universidad crítica, ética e innovadora
no se improvisa: se construye con decisiones valientes, reformas estructurales
y un compromiso profundo con la verdad y la justicia. Si la universidad asume
estas propuestas, podrá ser un faro de esperanza en medio de la incertidumbre
líquida.
19. CONCLUSIÓN GENERAL
El recorrido desde la universidad sólida hacia la
universidad líquida revela un panorama de tensiones, pérdidas y desafíos que
marcan profundamente la educación superior en el siglo XXI. Lo que antes era
certeza, estabilidad y prestigio se ha transformado en incertidumbre,
flexibilidad y fragilidad. Este tránsito no es un fenómeno exclusivo de la universidad,
sino parte de un cambio civilizatorio que afecta a todas las instituciones
sociales. Sin embargo, en la universidad, las consecuencias se hacen más
visibles porque allí se juega el futuro de la juventud y, en consecuencia, de
la sociedad entera.
La universidad sólida ofrecía títulos que garantizaban
movilidad social, profesores que encarnaban respeto y prestigio, conocimiento
integral y profesiones estables. Representaba un bastión de cultura, crítica y
misión social. En cambio, la universidad líquida refleja los dilemas de la
modernidad actual: títulos devaluados, docencia desvalorizada, investigación
subordinada a intereses externos y estudiantes atrapados entre la apatía y la
dispersión digital.
La Universidad de El Salvador (UES) se encuentra en una
encrucijada histórica. Su pasado sólido, cargado de prestigio y lucha social,
contrasta con un presente marcado por la incertidumbre, la masificación, las
limitaciones tecnológicas y la burocracia. Sin embargo, este contraste no debe
leerse como condena, sino como reto y oportunidad. La UES tiene la posibilidad
de recuperar su prestigio histórico si logra reinventarse, adaptándose a la era
líquida sin renunciar a su esencia crítica y transformadora.
El camino para lograrlo pasa por revalorizar la docencia,
fortalecer la investigación autónoma, renovar las metodologías de enseñanza,
integrar la ética en todos los niveles y aprovechar estratégicamente las
tecnologías digitales. Solo así la universidad podrá evitar diluirse en la
lógica del mercado y reafirmarse como espacio de emancipación, pensamiento
crítico y compromiso social.
En definitiva, la universidad debe ser consciente de que
la liquidez no es excusa para perder identidad, sino un llamado a repensarse
constantemente. Si la UES y las universidades en general logran combinar lo
sólido de su legado con la flexibilidad necesaria para enfrentar los retos
actuales, podrán cumplir su misión histórica: formar seres humanos críticos,
libres y éticos, capaces de transformar un mundo cada vez más incierto.
20. RESUMEN FINAL
CRÍTICO
La metáfora de la modernidad líquida de Zygmunt Bauman
ofrece un marco potente para comprender los dilemas de la universidad actual.
En el tránsito de lo sólido a lo líquido, la universidad ha perdido parte de la
estabilidad, el prestigio y la autoridad que la caracterizaron durante siglos.
Lo que antes era un referente de certeza social —un título como pasaporte al
ascenso, un profesor como guía intelectual, una investigación autónoma al
servicio del bien común— hoy se encuentra en crisis.
El diagnóstico es claro:
El título universitario ha perdido valor como garantía de
movilidad social.
La docencia se ha visto desvalorizada frente a la presión
de la investigación medida por métricas internacionales.
La figura del profesor enfrenta una erosión de autoridad
frente a internet, redes sociales e inteligencia artificial.
La investigación corre el riesgo de subordinarse a
intereses externos, alejándose de su misión social y ética.
Los estudiantes oscilan entre la tradición rebelde y crítica
del pasado y la apatía fragmentada de la era digital.
En el caso de la Universidad de El Salvador (UES), el
contraste entre su herencia sólida y su presente líquido es evidente. De ser
referente nacional y motor de pensamiento crítico, hoy enfrenta la
masificación, la falta de recursos, la burocracia y el desafío de reinventarse
para no quedar atrapada en la nostalgia.
Sin embargo, este panorama no debe conducir al pesimismo
ni a la resignación. La liquidez, aunque plantea incertidumbre, también abre
posibilidades de renovación. La universidad puede recuperar su relevancia si
apuesta por una pedagogía crítica y transformadora, que combine la tradición
humanista con la innovación tecnológica; si revaloriza la docencia como misión
central, fortalece la investigación autónoma y coloca a la ética en el corazón
de todas sus funciones.
El reto de la UES no es regresar al pasado, sino
construir un futuro sólido en medio de la liquidez. Un futuro donde los títulos
no sean simples papeles, sino símbolos de formación integral; donde los
profesores no sean desplazados por la tecnología, sino potenciados por ella;
donde los estudiantes no se refugien en la apatía, sino que retomen el
compromiso crítico que la historia exige.
En definitiva, la universidad del siglo XXI está llamada
a ser faro de pensamiento y conciencia ética en medio de un mundo que se
disuelve en la rapidez, el consumo y la superficialidad. La UES, con su
historia y su misión social, tiene el deber y la oportunidad de liderar esa
transformación.
21. REFERENCIAS
BIBLIOGRICA
1.
Aquí incluyo
las principales obras y autores que fundamentan el ensayo. Están en formato APA
(7.ª edición):
2.
Bauman, Z. (2000). Liquid modernity. Polity Press.
3.
Bauman, Z.
(2003). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.
4.
Bauman, Z.
(2007). Miedo líquido: La sociedad contemporánea y sus temores. Paidós.
5.
Castells, M.
(1997). La era de la información: Economía, sociedad y cultura. Vol. I: La
sociedad red. Alianza Editorial.
6.
Freire, P.
(1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
7.
Galeano, E.
(1997). Patas arriba: La escuela del mundo al revés. Siglo XXI Editores.
8.
Innerarity,
D. (2002). La transformación de la política. Paidós.
9.
Kirk, G. S., Raven, J. E., & Schofield, M.
(1987). Los filósofos presocráticos.
Gredos.
10.
Morin, E.
(1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.
11.
Sagan, C.
(1997). El mundo y sus demonios: La ciencia como una luz en la oscuridad.
Planeta.
12.
Touraine, A.
(2000). ¿Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes. Fondo de Cultura Económica.
SAN SALVADOIR, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2025
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