EDUCAR
O MANIPULAR: EL RETO DE RESCATAR LA ENSEÑANZA DEL SECUESTRO IDEOLÓGICO
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.
INTRODUCCIÓN
Hablar del sistema educativo en El Salvador es hablar de
una de las arenas más disputadas por el poder político, económico e ideológico.
No se trata únicamente de un espacio de transmisión de conocimientos, sino de
un terreno estratégico donde se define el tipo de ciudadano que se formará para
el futuro. En ese sentido, no es casualidad que los partidos políticos hayan
intentado controlar la educación a su manera, y que el Frente Farabundo Martí
para la Liberación Nacional (FMLN) haya hecho de ella un bastión fundamental de
su estrategia de dominación ideológica.
El FMLN, heredero directo de la lucha armada y de las
organizaciones revolucionarias de los años setenta y ochenta, comprendió desde
muy temprano que la escuela y la universidad eran trincheras más eficaces que
los propios fusiles. De hecho, en 1978 surgió el Movimiento Estudiantil
Revolucionario de Secundaria (MERS), parte del Bloque Popular Revolucionario
(BPR). Dicho movimiento, lejos de ser una plataforma académica para la defensa
de la calidad educativa, fue un mecanismo de reclutamiento político. Se
utilizaba a los estudiantes de secundaria como carne de cañón para alimentar
las estructuras revolucionarias, en un contexto de brutal represión contra el
magisterio y de profunda polarización social.
Aquellos eran otros tiempos, sin duda, marcados por la
violencia política, la represión sistemática y la imposibilidad de resolver las
diferencias a través del debate democrático. Sin embargo, el problema es que
esa lógica de instrumentalización de la educación, en lugar de quedar sepultada
con los Acuerdos de Paz, fue heredada, adaptada y prolongada en la etapa
democrática. El FMLN no renunció a su obsesión de moldear conciencias;
simplemente cambió el lenguaje y la estrategia.
Bajo el disfraz de la “educación popular” y de una
supuesta “pedagogía crítica”, muchos maestros y profesores continuaron
utilizando las aulas no como espacios de pensamiento autónomo, sino como
plataformas de adoctrinamiento ideológico. El alumno dejó de ser un sujeto de
aprendizaje para convertirse en objeto de manipulación, reducido a repetir
consignas en lugar de cuestionarlas.
Este fenómeno se acentúa cuando analizamos las reacciones
recientes del FMLN ante el nombramiento de Karla Trigueros como Ministra de
Educación. Las críticas no son pedagógicas, ni siquiera académicas: son
berrinches políticos. El verdadero problema no es la ministra, sino el hecho de
que el FMLN ve tambalear uno de sus últimos espacios de influencia social: el
sistema educativo. No es exagerado decir que el partido se aferra a este campo
como un náufrago a su tabla, porque sabe que sin él pierde la capacidad de
reproducir su ideología en las nuevas generaciones.
Y es que la educación, históricamente utilizada como
herramienta de emancipación en otros países, en manos del FMLN ha sido reducida
a un instrumento de propaganda partidaria. Lo más grave es que todavía, en
pleno siglo XXI, se repite este fenómeno en muchos centros escolares y, sobre
todo, en la Universidad de El Salvador, donde persisten docentes más
interesados en la militancia política que en la investigación científica o en
la excelencia académica.
Por ello, resulta impostergable señalar este problema con
claridad: el FMLN no está preocupado por la calidad educativa ni por la
formación integral de los estudiantes, sino por perder el poder de adoctrinar.
Lo que está en juego no es el nombramiento de una ministra, sino la liberación
de la educación salvadoreña de un secuestro ideológico que se prolongó durante
décadas.
1. EL USO HISTÓRICO DE LA EDUCACIÓN COMO ARMA POLÍTICA
La izquierda salvadoreña, y en particular el FMLN,
siempre entendió que las escuelas y universidades eran laboratorios de cuadros
políticos. En lugar de fortalecer el conocimiento científico, la innovación
pedagógica y la investigación, convirtieron la enseñanza en un canal de
transmisión ideológica.
En los años setenta y ochenta, el magisterio fue víctima
de una represión brutal, es cierto, pero también es cierto que dentro del
gremio proliferaron líderes que utilizaban las aulas como semilleros de
militantes. La represión estatal alimentaba aún más el discurso insurgente y
así, bajo una lógica de causa-efecto, el aula se convirtió en un espacio de
adoctrinamiento político.
El problema es que ese vicio se arrastró hasta tiempos
recientes. Profesores que, en lugar de formar ciudadanos críticos capaces de
dialogar con diversas perspectivas, se dedicaban a repetir consignas políticas.
Ese tipo de práctica no tiene nada de pedagógica: es puro adoctrinamiento
disfrazado de educación.
2. LA EDUCACIÓN POSGUERRA: EL DISFRAZ DEL PROGRESISMO
Tras los Acuerdos de Paz, el FMLN encontró un nuevo
lenguaje para seguir utilizando el sistema educativo: ya no hablaban de
revolución armada, sino de “educación popular”, “conciencia crítica” y “rescate
de la memoria histórica”. Pero en el fondo, muchas veces lo que se promovía era
el mismo esquema de adoctrinamiento: estudiantes convertidos en activistas y no
en ciudadanos libres pensadores.
Las aulas debieron transformarse en espacios de
reconstrucción nacional y reconciliación, pero en muchos casos se volvieron
escenarios de propaganda encubierta. Se elevó el culto a la figura de líderes
guerrilleros, mientras se silenciaba o minimizaba el pensamiento divergente. Se
enarboló la bandera de la “educación liberadora”, pero se practicaba una
educación sectaria.
3. EL BERRINCHE DEL FMLN: LA PÉRDIDA DEL SISTEMA
EDUCATIVO
Hoy, con el nombramiento de Karla Trigueros como
ministra, el FMLN reacciona con histeria política. Argumentan “militarización
de la educación”, pero esa es solo una excusa. El verdadero miedo es perder su
espacio de control ideológico.
El magisterio, durante décadas, fue una reserva política
para el FMLN. Cada maestro con inclinaciones partidarias era visto como un
agente multiplicador en la formación de futuras generaciones. Ahora, al verse
desplazados, sienten que la historia los rebasa y que sus viejas fórmulas de
manipulación ya no tienen cabida en la sociedad actual.
El berrinche no es por la ministra, es por el miedo a la
irrelevancia. Y es que cuando un partido pierde influencia en la educación,
pierde su capacidad de moldear la conciencia colectiva.
4. EL ÚLTIMO BASTIÓN: LA UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR
El FMLN todavía conserva una fortaleza: la Universidad de
El Salvador (UES). Allí, bajo el escudo de la autonomía universitaria,
persisten prácticas de adoctrinamiento que nada tienen que ver con la enseñanza
científica.
La UES, en lugar de convertirse en un referente académico
de primer nivel en Centroamérica, se convirtió en un feudo político en el que
algunos docentes utilizan las aulas para transmitir consignas y mantener viva
una ideología que ya no corresponde a los desafíos del siglo XXI.
Este no es un señalamiento gratuito: quienes hemos vivido décadas dentro de la institución lo sabemos de primera mano. En lugar de preparar profesionales competitivos y críticos, muchas veces se fabrica militantes frustrados, incapaces de dialogar con la realidad global.
5. EL DEBER DEL DOCENTE: EDUCAR, NO ADOCTRINAR
El magisterio y la docencia universitaria deben recordar
su verdadera misión: formar ciudadanos libres, con pensamiento crítico,
racional y autónomo. Educar no es repetir consignas, sino enseñar a cuestionar,
a analizar y a construir conocimiento con bases sólidas.
Un profesor que utiliza el aula como tarima política está
traicionando su vocación y su deber social. No hay nada más indigno que
manipular a jóvenes que buscan educación y conocimiento, para meterlos en el
estrecho molde de una ideología partidaria. Eso no es educación: es corrupción
pedagógica.
CONCLUSIÓN
El FMLN, al rechazar a la nueva ministra de Educación,
revela sus verdaderas preocupaciones: no es la supuesta militarización, no es
la defensa de la escuela pública, no es la calidad educativa. Es, simplemente,
el miedo a perder su capacidad de adoctrinar a través de las aulas.
Históricamente, el partido ha utilizado la educación como
plataforma de propaganda ideológica, desde el MERS en 1978 hasta los profesores
universitarios que aún hoy repiten consignas. Ese ciclo, sin embargo, parece
estar llegando a su fin. El sistema educativo debe liberarse de los tentáculos
de la manipulación política y recuperar su misión esencial: formar ciudadanos
libres, críticos y creativos.
REFLEXIÓN FINAL
El futuro de El Salvador no puede construirse sobre la
base del adoctrinamiento, sino sobre la educación integral y científica. Una
sociedad que confunde la enseñanza con la propaganda está condenada al atraso,
a la manipulación y al fanatismo.
Hoy, más que nunca, es necesario rescatar la educación de
las manos de quienes la convirtieron en trinchera ideológica. Los docentes
deben recordar que su papel no es ser militantes encubiertos, sino guías de un
proceso de formación que abre horizontes y no que los cierra con dogmas.
Si el FMLN pierde el control de la educación, gana El
Salvador. Porque una educación libre de sectarismo es la semilla de una patria
verdaderamente soberana, justa y moderna.
SAN SALVADOR, 18
DE AGOSTO DE 2025
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