ANALISTAS BUFONES Y MEDIOS MERCENARIOS: LA MISERIA
INTELECTUAL DE LA OPOSICIÓN
POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
La política salvadoreña atraviesa un momento de
definiciones históricas. El oficialismo mantiene un nivel de aceptación popular
sin precedentes, mientras que la oposición se encuentra sumida en un estado
deplorable, sin rumbo, sin brújula, sin voz ni representación legítima.
Aquellos partidos que durante décadas gobernaron y saquearon al país —ARENA y
FMLN— hoy son apenas cascarones vacíos, réplicas grotescas de lo que un día
fueron, aunque lo que fueron tampoco fue digno de recordar con orgullo:
corrupción, pactos oscuros, enriquecimiento ilícito y una democracia de papel
que jamás respondió a las necesidades de la gente.
Hoy, la oposición no solo carece de líderes respetables y
propuestas serias, sino que además se hunde en una mezcla de ridiculez y
desesperación. No tienen proyecto político que ofrecer, no tienen bases
populares sólidas, no poseen medios de comunicación que gocen de credibilidad,
ni recursos económicos suficientes para financiar campañas. Sus dirigentes
repiten los mismos discursos cansinos de siempre, con analistas bufones que
solo sirven para dar lástima en programas de opinión o para alimentar redes
sociales con retórica vacía.
El estado actual de la oposición salvadoreña es más que
un síntoma: es la consecuencia directa de su propia historia de traiciones,
pactos con pandillas, corrupción institucionalizada y desprecio hacia el
pueblo. La ciudadanía ya los despojó de toda legitimidad y, sin embargo, ellos
insisten en seguir posando como actores políticos, cuando lo que en realidad
representan es la decadencia absoluta.
1. UNA OPOSICIÓN SIN RUMBO NI BRÚJULA
La oposición se ha convertido en un barco a la deriva. No
existe un plan de nación, ni un proyecto ideológico, ni siquiera un intento
coherente de conectar con la realidad de los salvadoreños. Se limitan a
criticar todo lo que hace el gobierno, aunque en la práctica carecen de
propuestas alternativas.
La política, para ellos, se ha reducido a un espectáculo
mediático de lamentos y descalificaciones, sin contenido ni visión estratégica.
Lejos de ser un contrapeso constructivo, la oposición se asemeja a un grupo de
náufragos que, en medio del océano, se pelean entre sí por un pedazo de tabla
podrida.
2. LA AUSENCIA DE LÍDERES POTABLES
Uno de los síntomas más evidentes de la decadencia de la
oposición es la falta de liderazgos auténticos. Los actuales dirigentes son
figuras recicladas, personajes con un pasado manchado por la corrupción, el
nepotismo o la incapacidad. Ninguno logra despertar credibilidad en la
población, ni dentro ni fuera de sus partidos.
Lo más grave es que los pocos cuadros jóvenes que
intentan abrirse paso terminan repitiendo los mismos vicios de sus antecesores:
discursos huecos, gestos teatrales y oportunismo político. En consecuencia, no
existe en el horizonte un líder potable que pueda aglutinar a la población
inconforme, porque el pueblo ya aprendió a desconfiar de quienes tanto daño
hicieron en el pasado.
3. LA QUIEBRA ECONÓMICA Y LA FALTA DE ESTRUCTURA
El dinero siempre fue el motor de los partidos
tradicionales. Durante años vivieron de la corrupción, de los sobresueldos, de
las privatizaciones amañadas y de pactos con sectores oscuros del poder
económico. Hoy, despojados de esas fuentes de financiamiento, sus estructuras
colapsan. No tienen fondos para montar campañas, pagar propaganda o sostener la
maquinaria partidaria.
El resultado es evidente: sedes partidarias abandonadas,
militancia desmoralizada y un aparato electoral que se reduce cada vez más a un
puñado de nostálgicos. La falta de recursos económicos ha dejado al desnudo su
verdadera debilidad: nunca tuvieron un respaldo popular genuino, sino apenas un
ejército de clientelismo pagado.
4. MEDIOS BUFONES Y ANALISTAS ESTULTOS
A la crisis política y económica se suma la pobreza
intelectual. La oposición no cuenta con analistas serios ni medios pensantes.
Lo que tienen es un coro de opinólogos mercenarios que repiten clichés,
insultos y lugares comunes sin aportar nada sustancial al debate nacional.
Estos personajes, lejos de fortalecer a la oposición, la
hunden más en el ridículo.
Sus comentarios
destilan odio, resentimiento y frustración, pero carecen de objetividad y de
rigor intelectual. El pueblo, cansado de escuchar las mismas voces sin sentido,
los ignora o se burla de ellos en redes sociales. La oposición, entonces, se
convierte en sinónimo de circo, de payasada y de decadencia.
5. UNA OPOSICIÓN SIN FUTURO ELECTORAL
La suma de todos estos factores —ausencia de liderazgo,
falta de proyecto, quiebra económica y carencia de intelectuales serios—
conduce inevitablemente a un resultado: la oposición no tiene ninguna
probabilidad de éxito en las próximas elecciones. El pueblo no confía en ellos,
sus estructuras se desmoronan y sus discursos no conectan con la realidad
nacional.
Lo que en el pasado fue un bloque de poder capaz de
manipular instituciones, hoy es apenas un vestigio. ARENA y FMLN, otrora
enemigos acérrimos, hoy son compañeros de ruina, condenados al olvido por un
pueblo que no perdona la traición y el saqueo. Su destino es el cementerio
político.
CONCLUSIÓN
La oposición salvadoreña atraviesa un estado deplorable
que no tiene precedentes en la historia reciente del país. Sin rumbo, sin
líderes, sin proyecto, sin dinero y sin intelectuales de peso, se han
convertido en un cadáver político que insiste en moverse, aunque el pueblo ya
lo dio por muerto. La decadencia que padecen no es producto de la casualidad,
sino la consecuencia directa de décadas de corrupción, pactos oscuros y
traiciones al pueblo.
El escenario actual no solo refleja su derrota electoral,
sino su entierro moral y ético. La política en El Salvador avanza hacia nuevas
formas de organización y representación, mientras que la vieja oposición se
hunde en el pantano de la irrelevancia.
REFLEXIÓN FINAL
La historia política enseña que los pueblos castigan la
traición y premian la coherencia. El Salvador decidió darle la espalda a ARENA
y FMLN porque estos partidos simbolizan el fracaso, la corrupción y la mentira.
Intentar resucitarlos es tan inútil como intentar devolverle la vida a un
cadáver en descomposición.
El futuro del país ya no pasa por esas estructuras
decadentes, sino por la construcción de nuevos liderazgos, nuevas ideas y
nuevas formas de ejercer la política. La oposición, tal como la conocemos, está
condenada al olvido. Su único legado será el de servir como advertencia a las
futuras generaciones: ningún poder es eterno, y cuando se gobierna contra el
pueblo, el pueblo termina enterrando a sus verdugos.
SAN SALVADOR, 19 DE AGOSTO DE 2025
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