“LA CRISIS POLÍTICA SALVADOREÑA: DEL OCASO DE LO VIEJO AL AMANECER DE LO NUEVO”
POR: MSc.
JOSÉ ISRAEL VENTURA
INTRODUCCIÓN
El Salvador, a lo largo de su historia republicana, ha
vivido atrapado entre dos fuerzas antagónicas: lo viejo que se resiste a morir
y lo nuevo que lucha por nacer. Esta tensión histórica, moral y política define
el rostro de una nación que intenta reinventarse después de siglos de
explotación, corrupción y falsas promesas.
A simple vista, la crisis política actual podría parecer
un conflicto entre órganos del Estado —el Ejecutivo, el Legislativo o incluso
el Judicial—, pero en realidad, lo que se esconde tras las apariencias es una
profunda disputa entre estructuras de poder económico, ideológico y cultural
que han perpetuado la desigualdad. Como lo expresó Bertolt Brecht: “La crisis
ocurre cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer”
(Brecht, 1933).
Esa frase cobra vigencia en el contexto salvadoreño
contemporáneo. Lo viejo representa las herencias de un sistema político podrido
que, disfrazado de democracia, sirvió durante décadas como instrumento de
dominación. Lo nuevo, por su parte, es la expresión de una sociedad cansada,
pero esperanzada, que exige dignidad, justicia y transparencia.
1. LA
HERENCIA DE UN SISTEMA EN DECADENCIA
Desde la independencia de 1821 y la primera Constitución
de 1824, El Salvador ha cargado con la pesada herencia de un Estado construido
sobre el privilegio y la exclusión. En sus primeras elecciones republicanas,
Manuel José Arce ascendió al poder mediante un fraude electoral, marcando así
el inicio de una larga tradición de manipulación política. La historia del
país, desde entonces, ha estado atravesada por una cultura del engaño
institucionalizado.
Durante el siglo XX, el control oligárquico, las
dictaduras militares y los pactos entre élites consolidaron un modelo de
dominación basado en el miedo, el clientelismo y la ignorancia política del
pueblo. Los viejos partidos políticos —que se autoproclamaron guardianes de la
democracia— no fueron más que administradores del sistema desigual heredado.
El pensador Paulo Freire (1970) afirmaba que “nadie libera
a nadie, ni nadie se libera solo: los hombres se liberan en comunión”. La
crisis política salvadoreña ha sido, en buena medida, el resultado de la falta
de esa comunión social: un pueblo fragmentado por décadas de manipulación y una
clase dirigente que nunca apostó por la educación emancipadora, sino por la domesticación
de las conciencias.
2. LA
CULTURA DEL FRAUDE Y LA CORRUPCIÓN COMO HERENCIA HISTÓRICA
Hablar de la crisis política en El Salvador implica
hablar de la corrupción como un fenómeno estructural y no meramente coyuntural.
La corrupción no es un accidente; es una forma de vida que se instaló desde la
génesis de la República.
En el siglo XIX, el poder político se convirtió en una
herencia de familias y apellidos. En el XX, en manos de partidos disfrazados de
redentores sociales. En el XXI, muchos de esos viejos actores se reciclaron
bajo nuevos nombres, pero con las mismas prácticas de saqueo, manipulación y
cinismo.
Zygmunt Bauman (2013) señalaba que “la crisis de nuestras
instituciones es también una crisis de sentido moral”.
En El Salvador,
esa crisis moral se tradujo en la pérdida de confianza del pueblo hacia sus
gobernantes. Cada fraude, cada escándalo de corrupción, cada promesa incumplida
fue erosionando la legitimidad del viejo sistema, hasta hacerlo irreparable.
3. LO NUEVO
QUE LUCHA POR NACER
En medio de la podredumbre institucional, algo nuevo
comienza a emerger: una ciudadanía más crítica, informada y cansada del viejo
orden. Las nuevas generaciones ya no creen en los discursos vacíos de los
viejos partidos; exigen transparencia, justicia y participación real.
Este nuevo sujeto histórico, aunque aún en formación, es
el germen de un cambio social profundo. Representa la ruptura con el fatalismo
político y la resignación cultural que dominaron durante más de un siglo. El
pueblo, como sujeto colectivo, empieza a despertar.
Como expresó Antonio Gramsci (1971), “la crisis consiste
precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer; en
ese interregno, aparece una gran variedad de síntomas morbosos”. En El
Salvador, esos síntomas son visibles: la desinformación, el resentimiento
político, la manipulación mediática y el miedo al cambio.
Pero también hay señales de esperanza: jóvenes que se
organizan, ciudadanos que denuncian, comunidades que se educan.
4. LA
NECESIDAD DE UNA REVOLUCIÓN EDUCATIVA Y MORAL
No habrá transformación política sin una revolución
educativa. La raíz del problema salvadoreño no es únicamente institucional,
sino cultural. Durante décadas, el sistema educativo se subordinó a los
intereses del aparato productivo y al adoctrinamiento ideológico. La escuela
formó obedientes, no pensadores; técnicos, no ciudadanos.
Es indispensable construir una educación humanista,
crítica y liberadora, en la que el estudiante aprenda a pensar, a cuestionar y
a actuar éticamente. Freire (1970) sostenía que “la educación verdadera es
praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo”. Esa
debe ser la nueva misión educativa de El Salvador: formar ciudadanos conscientes,
solidarios y responsables.
Un país no se reconstruye solo con infraestructura o con
discursos populistas, sino con valores y conciencia moral. La educación debe
ser el punto de partida para desarraigar la corrupción, sembrar la ética
pública y recuperar la dignidad nacional.
5. DE LA
CRISIS POLÍTICA A LA REGENERACIÓN MORAL
La crisis actual no debe verse como un desastre, sino
como una oportunidad histórica para repensar el país. La corrupción y la
decadencia política no son el fin, sino la manifestación de un modelo que ya no
puede sostenerse.
El Salvador necesita regenerar su moral pública. Necesita
líderes honestos, pero, sobre todo, ciudadanos éticos. Como afirmaba Albert
Einstein (1949), “los problemas no pueden resolverse con la misma mentalidad
que los creó”. Lo nuevo debe nacer desde una nueva conciencia, libre de los
vicios del pasado.
No basta con cambiar rostros en el poder: hay que cambiar
mentalidades. No se trata solo de elegir nuevos gobernantes, sino de construir
una nueva ciudadanía. Esa es la verdadera revolución que el país necesita: una
revolución del espíritu y de la conciencia.
6. LA
ESPERANZA COMO FUERZA HISTÓRICA
A pesar de todo, la esperanza sigue siendo la fuerza más
poderosa del pueblo salvadoreño. La historia demuestra que, cuando los pueblos
despiertan, nada puede detenerlos.
Eduardo Galeano (1993) recordaba que “la utopía está en
el horizonte: camino dos pasos, ella se aleja dos pasos. Entonces, ¿para qué
sirve la utopía? Para eso: para caminar”. La esperanza salvadoreña es
precisamente eso: el impulso moral que empuja hacia adelante, incluso en medio
de la incertidumbre.
CONCLUSIONES
La crisis política salvadoreña no es nueva; es el
resultado de una larga historia de abusos, fraudes y deshumanización. Pero
también es el anuncio de un nuevo amanecer. Lo viejo se resiste a morir, pero
lo nuevo —más consciente, más digno y más humano— ya está en gestación.
La tarea urgente es romper con la herencia del servilismo
político y construir un Estado ético, educativo y solidario. Solo una sociedad
guiada por la conciencia y la razón podrá superar definitivamente el ciclo de
dominación que ha marcado nuestra historia.
REFLEXIÓN
FINAL
El Salvador se encuentra en una encrucijada: puede
continuar repitiendo los errores del pasado o abrirse a la posibilidad de un
nuevo comienzo.
La transformación no vendrá desde arriba, sino desde la
conciencia colectiva de un pueblo que aprende, se educa y se libera.
Lo viejo aún respira, pero lo nuevo ya late. Y cuando la
esperanza se combina con la conciencia, nace la historia verdadera de los
pueblos libres.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
1.
Bauman, Z.
(2013). La crisis de la política moderna. Paidós.
2.
Brecht, B.
(1933). Escritos sobre política y cultura. Suhrkamp.
3.
Einstein, A. (1949). Ideas y opiniones. Crown
Publishers.
4.
Freire, P.
(1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
5.
Galeano, E.
(1993). El libro de los abrazos. Siglo XXI Editores.
6. Gramsci, A.
(1971). Cuadernos de la cárcel. Nueva visión.
SAN SALVADOR, 15 DE
OCTUBRE DE 2025
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