domingo, 5 de octubre de 2025



                 ENSEÑAR: EL ARTE DE CONFIGURAR CEREBROS, CORAZONES Y CONCIENCIAS

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA

INTRODUCCIÓN

A lo largo de los siglos, el ser humano ha repetido la palabra enseñar con aparente familiaridad, pero con escasa profundidad. Se usa en escuelas, discursos y políticas, aunque pocos comprenden su verdadero significado. Enseñar no es transferir información ni preparar para aprobar exámenes, sino transformar vidas, formar conciencia, carácter y sensibilidad moral.

En su raíz latina, insignare significa “marcar” o “dejar huella”. Enseñar, entonces, es dejar una marca en otro ser humano; una marca que puede construir o destruir, liberar o someter. Por ello, enseñar no es un acto neutral, sino un acto ético, político y espiritual, donde se configura el cerebro, el corazón y la conciencia de quien aprende. En tiempos en que la educación se ha vuelto técnica y burocrática, urge rescatar su sentido humanista: enseñar como acto de amor, diálogo y emancipación.

1. ENSEÑAR NO ES TRANSMITIR, ES TRANSFORMAR

La enseñanza auténtica no consiste en llenar mentes de datos, sino en encender la chispa del pensamiento crítico. Paulo Freire lo expresó con claridad: “Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las condiciones para su propia producción.”

 El docente que enseña con conciencia deja de ser un repetidor de programas y se convierte en un facilitador del descubrimiento, un guía que inspira autonomía.

El aprendizaje ocurre cuando hay vínculo emocional. Las investigaciones neuroeducativas (Mora, 2013) demuestran que el cerebro aprende mejor cuando está motivado y seguro. Por tanto, enseñar con miedo es violencia neurológica, mientras que enseñar con amor es un acto de desarrollo cerebral. La verdadera enseñanza integra razón y emoción, ciencia y ética, conocimiento y afecto.

2. EL HOGAR Y LA ESCUELA: LOS PRIMEROS LABORATORIOS DE LA HUMANIDAD

Antes de que el niño entre a la escuela, ya ha aprendido en casa. El hogar es la primera escuela emocional, donde el ejemplo de los padres moldea el carácter y el cerebro del hijo. Cada palabra, cada gesto, deja huellas neurológicas duraderas. Como afirmaba Ortega y Gasset, “La familia es el ámbito donde el ser humano aprende a ser persona”.

La escuela, por su parte, debe ser el taller del pensamiento y la conciencia cívica, no una fábrica de obediencia. Su misión es formar seres humanos críticos, empáticos y creativos, no simples repetidores de contenidos. Un aula donde se aprende a dudar, dialogar y convivir es un laboratorio de libertad. El maestro se convierte así en arquitecto moral, constructor de ciudadanía y guardián del pensamiento libre.

En el siglo XXI, 3. LOS MEDIOS: NUEVOS EDUCADORES SIN CONCIENCIA

Los medios y las redes sociales compiten con la familia y la escuela en la formación de valores. Sin embargo, gran parte de sus mensajes no educan, sino manipulan. Promueven consumo, superficialidad y vanidad. Neil Postman advirtió que vivimos en una cultura donde la educación se convierte en entretenimiento, y el entretenimiento en norma cultural.

Frente a ello, enseñar hoy implica formar una conciencia mediática, enseñar a pensar antes de creer, a distinguir información de manipulación. La tarea del maestro y de la familia es enseñar a mirar detrás de la pantalla, a recuperar la atención, la empatía y el pensamiento profundo.

4. ENSEÑAR DESDE LA NEUROCIENCIA Y LA ÉTICA

La neurociencia confirma que enseñar cambia físicamente el cerebro del estudiante: cada experiencia educativa crea o refuerza conexiones neuronales. Por eso, quien enseña está cableando cerebros y moldeando conciencias. El aprendizaje significativo solo ocurre si hay emoción, curiosidad y sentido. Un entorno hostil genera cortisol y bloquea la memoria; un entorno afectivo estimula la plasticidad cerebral y el pensamiento crítico.

De ahí que enseñar sea una tarea sagrada: tocar el cerebro y el alma del otro con la ternura de la palabra y la fuerza del ejemplo. La educación del futuro debe unir ética y neurociencia: no basta con saber enseñar, hay que saber qué tipo de cerebro y de sociedad se está formando.

5. EL MAESTRO: CORAZÓN Y CONCIENCIA DE LA NACIÓN

El maestro auténtico enseña con la cabeza, pero sobre todo con el corazón. Es guía, espejo moral y sembrador de esperanza. Su coherencia entre palabra y acción inspira respeto y transformación. Cuando un maestro enseña con amor, moldea cerebros empáticos; cuando enseña con indiferencia, genera apatía.

Una sociedad que desprecia a sus maestros se condena a la decadencia moral. Porque sin educadores conscientes no hay ciudadanía libre. El docente no solo forma profesionales, sino personas éticas. En un mundo líquido (Bauman, 2007), su tarea es ofrecer raíces éticas y sentido en medio de la confusión.

CONCLUSIÓN

Enseñar es, en esencia, crear humanidad. Es participar en el milagro de la evolución moral del ser humano. No se trata de transmitir datos, sino de encender conciencias. Cada maestro, padre o comunicador tiene el poder de moldear el futuro con su ejemplo.

Recuperar el sentido de enseñar es recuperar el alma de la educación. Es recordar que enseñar es un acto de amor, libertad y esperanza. Y que, en cada gesto educativo, se decide el destino de una nación. Porque el futuro no se escribe en los palacios, sino en las aulas, los hogares y los corazones donde se enseña.

 

 

 

SAN SALVADOR, 5 DE OCTUBRE DE 2025

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