domingo, 6 de febrero de 2011


POR: JOSÉ ISRAEL VENTURA

¿ES NECESARIA LA FILOSOFÍA PARA EL HOMBRE?
Cuando escuchamos por primera vez la palabra filosofía, nos llevamos la impresión de que esta disciplina no tiene nada que ver con nuestra vida. De la misma manera, pensamos que sólo es importante para aquellos profesionales que se dedican al estudio de la misma.
Aunque hay que destacar que esta percepción la tienen no solamente las personas poco informadas, sino que incluso muchos profesionales universitarios, la consideran como algo accesorio en los planes de estudio.
¿Por qué se da esta situación? No hay que olvidar que la filosofía ha sido sometida a un largo proceso de aniquilación por parte de las clases dominantes durante mucho tiempo; a tal grado que la enseñanza de la misma, en las Universidades Norteamericanas (1880) sólo estaba permitido a un teólogo profesional o en el mejor de los casos a un funcionario muy identificado con los intereses de las clases pudientes de esa época. Ya que estos garantizaban la orientación que encuadraba con los intereses económicos, políticos e ideológicos de las clases que controlaban el poder.
También hay mencionar la campaña de silencio que durante siglos los sectores hegemónicos han mantenido en contra de la supuesta filosofía, que Vladimir Lenín denunció hace muchos años en su libro materialismo y empirocriticismo. Lenín apoyándose en los avances de las ciencias naturales de la época y en las obras de Marx y Engels dio una respuesta contundente a todos los detractores los de la filosofía científica del materialismo dialéctico.
Otro elemento que no se puede pasar inadvertido y es el hecho de que la agresión de la burguesía y el desprecio, e incluso desacreditación no es exclusiva de la filosofía, sino de las ciencias sociales en general. Es decir, de todos las ciencias sociales que cuestión la impunidad del sistema capitalista de explotación.
Uno de los argumentos que a menudo esgrimen los detractores de la filosofía y las ciencias sociales; es el decir, que no cuentan con un cuerpo teórico capaz de explicar la realidad objetiva. Y por lo tanto, resulta inoficioso su estudio.
Obviamente este proceso de descrédito e indiferencia hacia la filosofía y las ciencias sociales. Se acentúa aún más en este período de la globalización neoliberal, en la que el pensamiento único y la filosofía pragmática parecen ser los máximos baluartes del capitalismo.
Pero como reza el dicho popular que del “dicho al hecho hay demasiado trecho” podemos decir también que sus argumentos no son suficientes para deslegitimar a la filosofía y las ciencias sociales. Ya que la filosofía del materialismo dialéctico e histórico es una teoría viva que está arraigada en la vida misma de los hombres, en su propia realidad. Además, la filosofía científica se está renovando constantemente pues su fundamento está en el desarrollo de las ciencias que analizan e interpretan con objetividad la realidad.
Es por esa razón que la filosofía y las ciencias sociales no pueden ni nunca van a desaparecer como pretenden los ideólogos del capitalismo.
No hay duda que sí hacemos una comparación con las ciencias naturales, podemos ver que el grado de cientificidad es más bajo, pero esto no basta para negar el nivel científico de las ciencias sociales y la filosofía.
Ahora bien, sí existe algún atraso científico en estas disciplinas, habrías que tomar en cuenta que dicho atraso no es inocente sino que como sostiene Sánchez Vásquez
Responde primordialmente a causas sociales: las fuerzas opuestas a una transformación radical de la sociedad son las mismas que se oponen a que el conocimiento contribuya a esa transformación. El objeto mismo de las ciencias sociales hace de ellas – aún más que en el caso de las ciencias naturales – un verdadero campo de batalla en el que se enfrentan las ideologías opuestas de la conservación y la transformación del orden social [1].
Por otra parte, el análisis histórico nos revela que mientras haya una filosofía que cuestione el orden establecido y a los grupos que ostentan el poder; las clases que “dominan cualquier sociedad tienen que buscar el modo de abolir el estudio de la filosofía, o de lo contrario controlarlo a fin de que se enseñe únicamente la filosofía que encuadre con sus intereses”[2]
Entonces, lo que se ataca no es a la filosofía en general sino a una determinada filosofía en particular, en este caso la filosofía del materialismo dialéctico e histórico por que es la única filosofía que históricamente ha cuestionado los regímenes por los que ha transitado la humanidad; por ejemplo, en la sociedad esclavista era la concepción del materialismo dialéctico espontáneo de los filósofos progresistas de esa época eran los que arremetían contra las estructuras de poder.
En el feudalismo era la filosofía materialista de la ilustración representada por los mejores y más progresistas pensadores de ese tiempo los que cuestionaban las injusticias de la dominación feudal.
Es obvio que estos filósofos se respaldaban con los aportes de las ciencias en desarrollo, sobre todo las ciencias naturales; que también encontraron muchos prejuicios y trabas para avanzar hacia estadios superiores, como fue el arribo de la burguesía al poder, la cual como bien lo señala Engels en uno de sus libros la dialéctica de la naturaleza, la burguesía fue progresista para su tiempo.
En la sociedad capitalista no se ataca a la filosofía en general, sino a la filosofía del materialismo dialéctico e histórico y desde luego a aquellos que la promueven la imparten y desarrollan.
A este respecto se refiere Adolfo Sánchez Vásquez cuando dice que:
Las dificultades que entraña el reconocimiento de la diversidad filosófica se explotan en nuestro tiempo ideológicamente, en apariencia contra la filosofía, pero en la realidad contra cierta filosofía. Es la posición que adoptan en nuestros días ciertos medios cientificistas (que no científicos) o tecnócratas. A partir de una supuesta defensa del verdadero saber, la ciencia, y de la técnica, como aplicación de ella, se asume una posición hostil a la filosofía y, por tanto, hostil también a su enseñanza a nivel medio o universitario. La filosofía se presentaría, como lo probaría su diversidad, falta de la objetividad del verdadero conocimiento. Es decir, como pura especulación, y de ahí su inferioridad frente a la ciencia.
En verdad, tras esta aparente negación de la filosofía hay la defensa de una filosofía: el viejo o remozado positivismo.[3]
Entonces si queremos comprender por que los ataques rabiosos de la burguesía contra el materialismo dialéctico e histórico y contra la clase trabajadora, sobre todo a sus dirigentes que la emplean para tener una comprensión integral del mundo y la sociedad; es sencillamente por que es la única que analiza , explica e interpreta en su devenir histórico la sociedad.
Por que esta teoría lleva al hombre a saber por qué es hombre y cuál es su misión en la sociedad donde está inmerso. De igual manera, la filosofía le sirve de guía al hombre para orientarse correctamente en el universo.
Pero la filosofía tampoco es un catecismo, que se pueda rezar cada vez que tenga problemas. La filosofía del materialismo dialéctico es una guía para hacer una lectura correcta y no distorsionada de la realidad, para que el hombre no sea victima de la manipulación de los medios de comunicación y de la clase dominante; que en aras de defender sus intereses mezquinos le mienten al pueblo, lo engañan, lo intimidan para que no de el paso decisivo en la búsqueda de su propia liberación.
Pero además, la filosofía del materialismo dialéctico nos proporciona un marco de valores fundamentados en la dignidad humana, en el respeto por el hombre, por que lo entiende como un ser producto del desarrollo de la naturaleza, por el respeto que guarda por la naturaleza, las especies y todo lo que existe en el universo. Ya que todo lo que existe es comparsa de nuestro devenir Histórico.
Es maravilloso cuando se reflexiona en torno a los grandes problemas que hoy en día abaten al hombre porque esto permite tomar conciencia y asumir una actitud realmente como hombres. El gran filosofo ateniense. Sócrates. “Sostenía que una vida sin filosofar no merecía la pena, y por ello cuando le pidieron que dejara de filosofar para poder seguir viviendo prefirió tomar la cicuta de su condena a muerte. No quiso dejar de filosofar, pues las dos condiciones que le ponían para salvar su vida; eran: dejar de filosofar en su ciudad y marcharse de la misma. No obstante, prefirió la cicuta.”[4]
Muchos de los prejuicios que sufre el hombre se deben sin duda alguna a la ignorancia, a la falta de conocimiento sobre los fenómenos que acontecen en la naturaleza y la sociedad y de esto se han aprovechado históricamente las clases dominantes para mantenerse en el poder. Pero cuando este recurso les empieza a fallar echan mano de la violencia, la represión y el asesinato.
Pero a pesar de la importancia que reviste el estudio de la filosofía para el hombre la mayor parte de jóvenes sienten aversión por ella, lo cual se debe sin lugar a duda que la ideología dominante ha calado en su conciencia y no les permite tener una visión más amplia de su situación; por eso el hombre de hoy expresa una sensación de impotencia ante las arbitrariedades que cometen los dirigentes políticos en sus respectivos los países. Pero como bien señala José Luis Corzo, en la presentación del libro Norte – sur. La fabrica de la pobreza que “la sensación de impotencia es la primera victoria de la injusticia. La que lleva a preferir no enterarse de lo malo, si no lo podemos evitar.”[5] Esta es una realidad que se vive en todo el mundo pero sobre todo en los países más atrasados como el nuestro; la gente tiene miedo a la verdad por que conocer la verdad significa para ellos probablemente represión. En este mismo orden dijo Fidel hace varios años:
“Hay verdades que andan ocultas en la madeja tejida por milenios de oscurantismo. Nos casaron con la mentira y nos obligaron a vivir con ella, y por eso parece que el mundo se hunde cuando oímos la verdad”.
Sócrates pensaba que sin filosofar, el hombre y la ciudad no podrán llegar a conocerse a sí mismo y mucho menos a realizarse como debiera. Por eso la filosofía es necesaria… sin filosofía la humanidad perdería una de las grandes posibilidades de saberse y de realizarse adecuadamente. Volvemos a la interrogante principal. ¿Es necesaria la filosofía para el hombre?
Entre los fenómenos y eso le permite percibir que las cosas que existen en el mundo y la sociedad específicamente no son inmutables sino por el contrario son cambiantes y por lo tanto, el hombre puede contribuir a su transformación. Entonces, el miedo de la burguesía a que se enseñe en las universidades la filosofía del materialismo dialéctico e histórico no es por que esta concepción esté desfasada ni mucho menos por que no explica la realidad, por medio de la enseñanza de esta filosofía se pone en contacto directo al hombre con su propia realidad, con su propia vida, le ayuda para comprender y comprenderse como ser humano, además que le desarrolla conciencia social, la cual no la puede adquirir bajo la concepción metafísica del mundo que nada más lo lleva para aceptar de manera fatalista la realidad, esta filosofía por el contrario vuelve al hombre impotente, conformista y dócil para reforzar la explotación capitalista. No obstante, la filosofía del materialismo dialéctico e histórico pone al hombre de cara con su realidad, para que dialogue con ella la entienda, la interrogue y le saque el mayor provecho posible sin alterar sus propias leyes que la rigen. De manera que hay una estrecha relación entre la filosofía, el hombre y la sociedad. Es cierto las ciencias particulares nos explican las leyes a que está sujeta la naturaleza y la sociedad pero de modo parcial, mientras la filosofía nos adentra en el conocimiento de las leyes generales, cuáles los factores que determinan su propio desarrollo, por que se pasa de una sociedad a otra, de un modo de producción a otro. Nos explica además, que en el proceso de todo este devenir no hay ningún tipo de fuerzas sobrenaturales que determinen los cambios que se operan tanto en la naturaleza como en la sociedad.
Presenta como algo nebuloso, confuso y alejado de la realidad. Y a la persona que la expone como alguien que vive en las nubes o como un bicho raro. Es obvio que esta percepción la tengan muchas personas poco informadas que siempre han creído en que la filosofía no sirve para nada. Por otra parte, está la manera como se ha presentado en los diferentes textos de filosofía sobre todo los escritos por los plumíferos de la burguesía; quienes presentan la filosofía con un lenguaje que no es accesible para las personas con poca formación intelectual. No hay que olvidar además, que la filosofía al igual que las ciencias sociales ha atravesado por grandes periodos históricos de una marginación total e incluso en periodos como la edad media a la filosofía se le consideraba “la sirvienta de la religión”. La interrogante que surge inmediatamente es ¿Por qué? Sencillamente porque la filosofía siempre ha sido una lectura crítica de la realidad y del orden establecido. Por eso todas aquellas ciencias que cuestionan las estructuras injustas de la realidad son en alguna medida marginada y hasta tildada de poco útiles para el desarrollo de la sociedad. Pero hay que mencionar una cuestión muy puntual, no hay que pasar inadvertido que en las ciencias sociales al igual que en la filosofía hay dos enfoques diametralmente opuestos por ejemplo, si hablamos de las ciencias sociales encontramos al estructural – funcionalismo y al materialismo histórico, en filosofía; la concepción idealista y la concepción materialista, que ya en la modernidad se ha transformado en la concepción materialista dialéctica de la realidad. Sin entrar a profundizar en cada una de estas corrientes filosóficas diremos que cada una tiene una manera de hacer la lectura de la realidad. Ya sea esta natural, social o del pensamiento.
Pero además, de lo abstracto como nos han presentado la filosofía también nos han dicho a aquellos que hemos tenido acceso un poco a esta disciplina, nos la definen partiendo su etimología y nos dicen que filosofía se deriva de estos dos términos: filo = amor y Sofía = sabiduría en este sentido la filosofía es un amor puro, integro, aséptico, incontaminado, lo cual no es cierto ya que la filosofía históricamente ha sido un saber comprometido con los intereses de las clases dominantes; si no revisemos la historia. Cuando Aristóteles y Platón escribieron sus obras no contemplando la realidad integral sino desde los intereses de su clase. Por ejemplo, Aristóteles consideraba que sólo los miembros de su clase eran seres humanos y que los esclavos por su condición no lo eran.
¿POR QUÉ Y PARA QUÉ ENSEÑAR FILOSOFÍA?
La necesidad de enseñar la filosofía sólo puede derivar de la necesidad de la filosofía. Naturalmente, decir la filosofía no deja de ser una mala abstracción, pues lo que siempre tenemos ante nosotros son determinadas filosofías. Por lo pronto podemos reconocer que desde hace más de veinticinco siglos, en las sociedades más diversas, bajo estados y clases dominantes diferentes, se da un tipo de actividad que llamamos filosófica, ejercida por hombres a los que desde la antigüedad griega se les llama filósofos. Todos estamos de acuerdo en nombrarlos de este modo, aunque es evidente que, en esta palabra, no siempre puede ponerse si significado originario: el de amantes del saber. Este significado originario que hace del filósofo un contemplador desinteresado (significado sancionado sobre todo por Platón y Aristóteles) oculta el sentido profundo del hombre que, en la división social del trabajo, y, particularmente, del trabajo intelectual, cumple la función teórica de leer o interpretar el mundo desde cierto interés dominante en la sociedad.
RELACIÓN ENTRE LA FILOSOFÍA Y SOCIEDAD.
Desde sus orígenes la filosofía es una lectura interesada del mundo, aunque esta lectura se presente como puro “amor al saber” o como teoría alejada de la realidad o de los intereses de un mundo social, humano, desgarrado por contradicciones antagónicas, de clase.
¿Qué necesidad hay de la filosofía? ; o también: ¿por qué hacer o para qué hacer filosofía? La radicalidad de la pregunta estriba en que pone la filosofía en relación con el hombre en una situación histórica concreta, en una sociedad determinada. Esto establece, desde el primer momento, una relación entre filosofía y sociedad, o entre filosofía e historia.
Esta relación se manifiesta en un hecho filosófico que es el primero que tenemos que registrar para poder explicarnos la necesidad de la filosofía: el hecho de su naturaleza cambiante, o también de la pluralidad o diversidad de filosofías.
Este hecho puede ser explicado de un modo u otro, pero cualesquiera que sean las explicaciones, ninguna podrá negar el hecho mismo: la diversidad o pluralidad de filosofías.
Este hecho hace más compleja nuestra propia relación con la filosofía; en primer lugar, al elegir su tipo de transmisión o enseñanza.
La complejidad aumenta sobre todo para los alumnos de nivel medio que se asoman por primera vez a la filosofía.
LA FILOSOFÍA, UNA NOVEDAD PARA EL ALUMNO DE NIVEL MEDIO.
La filosofía suele presentarse como una inextricable selva en la que unos plantan los árboles que otros vienen a derribar. Platón es derribado por Aristóteles; Hume por Kant; Hegel por Marx, etc. Ciertamente, esta es una visión simplista. Pero no deja de ser verdad que el alumno de nivel medio se encuentra perplejo en esta selva filosófica, ante esta sucesiva plantación y derribo de árboles filosóficos, sin que sepa realmente a la sombra de cuál acogerse.
Pero el hecho está ahí. Ahí están el idealismo y el materialismo; el empirismo y el racionalismo; el monismo y el dualismo; el subjetivismo y el objetivismo, etc. Y cada una de estas oposiciones con su matices que impiden esquematizarlas, incluso tratándose de una misma línea filosófica materialista, por ejemplo, en la que se inscriben - con sus diferencias – Demócrito, Heráclito, Baron d´Holbach, Feuerbach, Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Althusser o Kosik. La toma de posición filosófica no es fácil ni rectilínea; tiene que pasar por el reconocimiento de esa diversidad y de afrontarla en consecuencia. Sólo quienes ignoran este hecho pueden suprimir el problema mismo. Sabemos también que las dificultades que entraña el reconocimiento de la diversidad filosófica se explotan en nuestro tiempo ideológicamente, en apariencia contra la filosofía, pero, en realidad contra cierta filosofía. Es la posición que adoptan en nuestros días ciertos medios cientificistas (que científicos) o tecnócratas. A partir de una supuesta defensa del verdadero saber, la ciencia, y de la técnica, como aplicación de ella, se asume una posición hostil a la filosofía y, por tanto, hostil también a su enseñanza a nivel medio o universitario. La filosofía se presentaría, como lo probaría su diversidad, falta de la objetividad del verdadero conocimiento, es decir, como pura especulación, y de ahí su inferioridad frente a la ciencia.
En verdad, tras esta aparente negación de la filosofía hay la defensa de una filosofía: el viejo y remozado positivismo. Y tras este lugar privilegiado que se atribuye a la ciencia, lo que se pretende privilegiar es cierta actitud cientificista ante ella, que oculta su función social y su inserción en los aparatos ideológicos de Estado. Esta función e inserción es justamente la que pone de manifiesto la filosofía que ve el mundo social sujeto a un proceso total de transformación, del cual no puede ser separada la ciencia en nombre de una supuesta “neutralidad” ideológica o moral.
Todos los caminos conducen, como vemos, a la necesidad de aceptar el hecho de la diversidad de filosofías y de tratar de explicárnoslo para poder asumir la posición que nos permita hacer de la naturaleza y la sociedad – y por tanto --, de la ciencia, la lectura adecuada.
LA FILOSOFÍA QUE SE PROFESA REVELA EL HOMBRE QUE SE ES.
Nuestra adhesión a esta filosofía sólo será racional, consciente, y no la simple prolongación de una actitud emotiva, irracional, si comprendemos la razón de ser de la diversidad de ese universo filosófico con que me encuentro. Pero también si soy consciente de que mi adhesión no es puramente personal, arbitraria, sino que se halla determinada por el mundo del que formo parte y, en particular, por el mundo social en que estoy inserto. Decía Fichte que la filosofía que se profesa revela el hombre que se es... y esto es correcto si se tiene presente que “el hombre” es una abstracción, o que el hombre como decía el joven Marx es “el mundo del hombre”.
Comprender ambas cosas: la pluralidad de las filosofías y la diversidad del mundo concreto, humano que la determina, permite comprender en gran parte la naturaleza específica de la filosofía.
La pluralidad de filosofías puede entenderse en un doble plano: histórico, si las vemos en su sucesión a través del tiempo, como historia de la filosofía, y sincrónico (para usar la terminología lingüística) si practicamos un corte en ese devenir y las tomamos en su simultaneidad (como filosofías que coexisten en un momento determinado, aunque esta coexistencia implique oposición entre ellas).
Consideradas en su sucesión histórica, ¿cómo explicar esa diversidad? Una explicación consistiría en negar el hecho mismo de la diversidad. Habría una sola filosofía, la que estaría propiamente en la verdad: las demás serían desviaciones o negaciones de esa filosofía única, inmutable y atemporal. Durante mucho tiempo se vio esta "filosofía perenne” en una filosofía – como el tomismo- ya formulada en la Edad Media.
Pero a este absolutismo se puede llegar también por otra vía: partiendo de una concepción del hombre dotado de una razón inmutable a la que correspondería la división del proceso histórico en “edad de la razón” y “edad de las tinieblas”. El racionalismo en filosofía ha sido la expresión de esta concepción del hombre abstracto, pero, en verdad, burgués, que hace de la razón un arma que apunta contra todo aquello que no se ajusta a su razón.
La esquematización del proceso histórico-filosófico se da también al reducirlo a dos corrientes opuestas – materialismo e idealismo --, en las que se ve encarnada, en términos absolutos, lo positivo y lo negativo. Pero la cuestión no es tan simple. Ya Marx en su Tesis (I) sobre Feuerbach señalaba méritos – junto a sus insuficiencias- del idealismo frente al materialismo en el problema del conocimiento. Y Lenin en sus notas sobre la lógica de Hegel afirmaba que prefería el idealismo inteligente al materialismo tonto.
Esto demuestra la necesidad de situarse ante la pluralidad filosófica dejando a un lado el monolitismo que lejos de explicarla, la ignora; pero no se puede ignorar que es una realidad histórica.
A veces se pretende explicar su pluralidad su pluralidad extendiendo la teoría del genio al campo de la filosofía. Concebida como una actividad rigurosamente individual, la filosofía sería fruto de los grandes hombres, de los individuos excepcionales; el mundo filosófico estaría constituido, a través del tiempo por una serie de cumbres: Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel, etc.
Pero a este respecto, cabe decir que no hay cumbre sin la montaña entera y sin los valles o llanuras que se extienden entre una montaña y otra. Pues bien, estas montañas y valles están formados por el mundo del hombre del que esa cumbre es expresión. Kant expresa la sociedad alemana de su tiempo, cuya burguesía admira la Revolución Francesa a la vez que se siente incapaz de ser revolucionaria en su propia tierra. Kant es inconcebible fuera de ese mundo real, como lo es la cumbre sin la montaña en la que emerge. La diversidad histórica de la filosofía sólo podemos comprenderla si la vemos como parte de la historia de las ideas que expresa el movimiento mismo de lo real.
En este sentido, no hay – en rigor - historia de la filosofía como historia autónoma, sino como parte de una sola historia que tiene por base la historia de la producción y de la lucha de clases. Sólo puedo explicarme los cambios y virajes en el pensamiento filosófico si los pongo en relación con los cambios que se operan en el mundo humano real.
La filosofía expresa el modo como los hombres de una época, y particularmente en la sociedad dividida en clases, conciben su relación con el mundo o entre los propios hombres, de acuerdo con sus intereses. En este sentido puede afirmarse que toda filosofía tiene un contenido ideológico. Claro está que la mayoría de las filosofías ignoran o se resisten a reconocer este ingrediente ideológico, y se presentan con una pretensión de universalidad que superaría ese condicionamiento particular.
Algunas filosofías de nuestro tiempo se presentan además como un antídoto contra toda creencia o ideología. Todas las filosofías serían ideológicas salvo ellas. Naturalmente, esta supuesta asepsia ideológica no puede excluir su función ideológica real.
A diferencia de las filosofías que ignoran su propio contenido ideológico o se presentan inmunes a él, el marxismo asume conscientemente su naturaleza ideológica; es decir, su vinculación con la ideología de la clase social que desempeña el papel de fuerza social decisiva en la transformación social.
Así, pues, la filosofía es ideológica por su propia naturaleza y en ello estaría la clave de su diversidad. Tiende a diversificarse, a dividirse en tendencias incluso contrapuestas. Y la diversidad filosófica a través del tiempo se explica precisamente por esa carga ideológica a la que no puede renunciar.
Pero la filosofía no sólo es ideología; tiene también cierta relación con el conocimiento. Algunas filosofías contienen elementos de verdad, o tienen la pretensión de afirmar algo verdadero acerca del hombre, de su relación con la naturaleza o de las relaciones de los hombres entre sí. Y esos elementos válidos de una filosofía perduran más allá de la ideología que la informa. Así sucede, por ejemplo, con la tesis aristotélica del hombre como animal político, con el principio kantiano del hombre como fin y no como medio, o con la tesis hegeliana del hombre como producto de su propio trabajo.
EL CONOCIMIENTO COMO BASE DE LA TRANSFORMACIÓN.
La filosofía se halla, pues, en relación con el conocimiento, pero esta relación es inseparable de la que guarda con la ideología. En verdad, el tipo de ideología que encarna condiciona sus posibilidades como conocimiento o saber. Una ideología irracionalista, lo cierra; otra, racionalista, lo hace posible. Una ideología socialista, de la clase interesada en la transformación radical del mundo, necesita del conocimiento como base de esa transformación.
En suma, la diversidad de filosofías, en virtud de su distinta naturaleza ideológica, entraña a su vez una diversa relación con el conocimiento (la ciencia) y con la acción (particularmente la práctica política) No se explica, pues, por un proceso teórico autónomo (no hay tal autonomía de las ideas), sino por un proceso histórico real que determina asimismo el proceso teórico.
Vemos, por tanto, que para explicarnos la naturaleza de la filosofía, sus cambios a través del tiempo, necesitamos disponer de una teoría objetiva de la sociedad y de la historia. Sólo así podemos comprender el lugar de la filosofía dentro de la sociedad y la historia real, así como la razón de ser de su diversidad y el papel que desempeña la ideología en ella.
Pero esta diversidad no sólo la encontramos en el pasado sino también en el presente. En nuestra época podemos distinguir tendencias diversas e incluso contrapuestas como el neopositivismo, la filosofía analítica, el existencialismo y el marxismo. Obviamente, de acuerdo con su contenido diverso tienen efectos ideológicos, prácticos, distintos. Esta cuestión no puede ser soslayada a la hora de asumir determinada posición filosófica. Por otro lado, no se asume ésta en un vacío ideológico. Vivimos en un mundo en el que imperan las relaciones de explotación en el trabajo y de dominio entre los hombres; vivimos en un mundo en el que todo valor de uso – incluso el del arte y la filosofía – tiende a convertirse en valor de cambio. Nuestra adhesión a cierta filosofía implica, desde el primer momento, cierta opción ideológica.
Con el mundo en que vivimos podemos relacionarnos viéndolo como “nuestro mundo” o como un “mundo ajeno”. Ante él caben, por consiguiente, dos posiciones extremas:
a) Dejar el mundo como está,
b) Rechazarlo y contribuir a transformarlo.
La filosofía que se asuma se ajustará siempre, con todos los matices que se quiera, a una de estas opciones
Si de acuerdo con una actitud de concordancia con el mundo en que vivimos de lo que se trata es dejarlo como ésta, la filosofía adecuada será aquella que se concilie con él y se limite, por tanto, de un modo y otro, a interpretarlo. Ahora bien, si de lo que se trata en de transformar el mundo porque se está en desacuerdo con sus relaciones de explotación, dominación y mercantilización, será preciso adoptar una filosofía que como tal, como adecuada interpretación, contribuya a esa transformación. Tal es la filosofía que Marx reclama en su famosa Tesis (XI) sobre Feuerbach.
Todos los marxistas aceptan, en principio, esta tesis, lo cual no quiere decir que entiendan de la misma manera la filosofía marxista rigurosamente sistematizadas.
En Marx, al menos, no hay tal cosa. Fue Engels, y no Marx, quien pretendió sistematizar la filosofía marxista, con fines de divulgación y por exigencias de la lucha ideológica, en el Anti-Duhring. Muchos años después, Stalin codificó esa tendencia.
Pero el legado de Marx es otro. Marx criticó a Hegel porque su idealismo absoluto le forzó a hacer de su filosofía un sistema que congelaba todo desarrollo y movimiento. Lo importante para Marx es el movimiento y no el sistema que lo petrifica.
De manera análoga, todo movimiento real o realidad específica desborda el marco de una teoría general. Lo que importa es la reproducción intelectual de lo concreto, y no la mala abstracción que reduce lo concreto a simple elemento de un sistema.
[1] J. L.Balcarcel, M. Bunge, Agustín Cueva et al. La filosofía y las Ciencias sociales. P. 289.
[2] Howard Selsan. ¿Qué es la filosofía? P. 11.

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