martes, 19 de agosto de 2025

 

EL TIEMPO ES SAGRADO: LA DISCIPLINA COMO MOTOR DE TRANSFORMACIÓN NACIONAL

 

POR: MSc. JOSE ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

El mundo admira con razón el éxito alcanzado por naciones como Japón o Canadá. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a reflexionar en lo que realmente sostiene a esas sociedades: la disciplina, la constancia y el trabajo bien hecho.

 No se trata de magia, ni de una cuestión de azar, ni siquiera de simples recursos naturales. Se trata de un ethos cultural cimentado en la perseverancia y el respeto al tiempo, al orden y a las reglas. Mientras tanto, en países como El Salvador, seguimos atrapados en una cultura de la improvisación, la impuntualidad, la falta de compromiso y, sobre todo, en una peligrosa normalización de la indisciplina.

 En este texto propongo una reflexión crítica: sin disciplina no hay desarrollo posible. Por más que hablemos de inteligencia, de talento natural, de creatividad e incluso de reformas económicas o políticas, todo queda en el aire si no existe una cultura sólida de constancia y cumplimiento.

En este documento narro la experiencia personal que tuve cuando viajé hace muchos años al Canadá. En sociedades como la canadiense, diez minutos de retraso son suficientes para quedar fuera de cualquier proyecto, mientras que en la nuestra, llegar tarde es “normal”, pedir favores para que nos esperen es “comprensible” y la mediocridad se aplaude en nombre de la “viveza criolla”.

Pero esa viveza criolla es justamente lo que nos mantiene como un país atrapado en el subdesarrollo. Los grandes discursos sobre modernización, democracia o competitividad se convierten en humo cuando los engranajes de la vida social, económica y política se oxidan bajo la corrosión de la indisciplina colectiva.

Por eso urge poner en el centro del debate educativo, político y cultural el tema de la disciplina, sin temor a que nos tilden de “autoritarios” o “represivos”. Porque la realidad es clara: los pueblos que rechazan la disciplina están condenados al fracaso histórico.

I. EL MITO DE LOS RECURSOS NATURALES Y LA VERDADERA RIQUEZA

El desarrollo no depende de tener territorios vastos o abundantes riquezas minerales. Japón es el ejemplo más evidente: un país pequeño, sin grandes recursos, pero convertido en potencia mundial gracias a su cultura de trabajo y disciplina. Mientras tanto, naciones latinoamericanas con riquezas petroleras, mineras, agrícolas y acuíferas permanecen hundidas en el atraso.

¿Por qué sucede esto? Porque los recursos materiales, sin disciplina, se convierten en botín de corrupción, en excusa para la pereza o en fuente de dependencia externa. Lo hemos visto en Venezuela con el petróleo, en Bolivia con el gas y en El Salvador con las remesas: la abundancia relativa mal administrada se vuelve una droga que adormece a la sociedad. En cambio, la disciplina es la riqueza inagotable que multiplica cualquier recurso, incluso los más escasos.

II. DISCIPLINA VS. INTELIGENCIA: UNA LECCIÓN INCÓMODA

La sentencia japonesa —“la disciplina tarde o temprano superará a la inteligencia”— es un golpe directo a nuestra cultura latinoamericana, acostumbrada a endiosar al “vivo”, al “inteligente”, al “que se las sabe todas”.

Pero, ¿de qué sirve esa inteligencia sin constancia? La experiencia demuestra que los más brillantes terminan estancados si no son capaces de sostener un esfuerzo prolongado.

El Salvador está plagado de ejemplos: estudiantes talentosos que nunca concluyen una carrera por falta de disciplina, profesionales que desperdician sus capacidades por falta de constancia, políticos que tienen “visión” pero jamás cumplen plazos, y ciudadanos que se llenan la boca de excusas para justificar su falta de puntualidad o responsabilidad.

La disciplina no es represión, como intentan hacer creer algunos sectores, sino liberación del potencial humano. Quien no logra dominar sus hábitos está condenado a la mediocridad.

III. LA EDUCACIÓN: FÁBRICA DE INDISCIPLINA O SEMILLERO DE DISCIPLINA

La cultura de la indisciplina adquirida desde el sistema educativo es, sin lugar a dudas, la raíz del problema. Durante décadas, las escuelas salvadoreñas han producido generaciones acostumbradas al desorden: maestros que no llegan puntuales, estudiantes que entregan trabajos tarde, autoridades que toleran la mediocridad y hasta justifican el ausentismo. La excusa de la “flexibilidad” se convirtió en sinónimo de permisividad y dejadez.

En lugar de formar ciudadanos responsables y comprometidos, la educación ha perpetuado una cultura de la procrastinación. Y lo peor: se ha normalizado. El estudiante que exige puntualidad es “cuadrado”, el docente que pide disciplina es “represivo” y el trabajador que cumple con su horario es visto como “ingenuo”. Esta mentalidad es veneno para cualquier proyecto de país.

IV. LAS EXPERIENCIAS DE CANADÁ: UN ESPEJO QUE INCOMODA

Las dos experiencias vividas en Canadá después de muchos años retratan el abismo cultural que nos separa. En la primera, se me negó la entrada a una reunión por llegar diez minutos tarde; en la segunda, se dejó atrás a un grupo de salvadoreños que llegó después de la hora de salida hacia las cataratas del Niágara.

Lejos de ser un acto de crueldad, estas experiencias son una lección que aprendí; comprendí que el tiempo es sagrado, la organización es innegociable y la disciplina está por encima de las excusas personales. Esa es la diferencia entre una sociedad que avanza y una que se queda atrapada en el atraso.

Mientras en Canadá la puntualidad es un principio básico de convivencia, en El Salvador llegar tarde es motivo de chiste, de tolerancia o incluso de orgullo. Esta diferencia cultural explica en buena medida la distancia abismal en los niveles de desarrollo.

V. SIN DISCIPLINA NO HAY TRANSFORMACIÓN NACIONAL

 En este documento lo planteo con claridad: “Sin disciplina no hay desarrollo, no hay mística, no hay organización, orden ni compromiso. El Salvador necesita entender de una vez por todas que ningún plan de gobierno, ninguna reforma educativa, ninguna inversión extranjera tendrá éxito si no se cambia la mentalidad social respecto a la disciplina.

Los países que progresan son aquellos que logran que cada ciudadano, desde el más humilde hasta el más poderoso, entienda que el tiempo y la constancia son valores sagrados. El atraso nacional no es cuestión de suerte, ni de falta de recursos, sino de una cultura permisiva con la mediocridad.

CONCLUSIÓN

El documento pretende dejar claro: la disciplina es la clave olvidada del desarrollo. Japón y Canadá lo demuestran, mientras que El Salvador arrastra las cadenas de la indisciplina histórica. No es casualidad que sigamos siendo un país subdesarrollado: hemos confundido la “viveza” con inteligencia, la “flexibilidad” con mediocridad y la “astucia” con progreso.

Si queremos un verdadero cambio, debemos iniciar por la raíz: la disciplina en las aulas, en los hogares, en los lugares de trabajo y en la política. No se trata de una imposición militar, sino de un cambio cultural profundo.

REFLEXIÓN FINAL

La lección es clara y dolorosa: los pueblos que rechazan la disciplina están condenados a la irrelevancia histórica. La pregunta que debemos hacernos como salvadoreños es si queremos seguir atrapados en el círculo vicioso de la indisciplina, el atraso y la mediocridad, o si estamos dispuestos a asumir la incomodidad de la disciplina para conquistar el futuro.

El reloj corre. Japón y Canadá ya tomaron su camino hace muchísimos años. Nosotros seguimos discutiendo excusas. La decisión está en nuestras manos: ser un pueblo disciplinado que avanza o un país indisciplinado que se hunde.

 

 

 

 

SAN SALVADOR, 19 DE AGOSTO DE 2025

 

EL TIEMPO ES SAGRADO: LA DISCIPLINA COMO MOTOR DE TRANSFORMACIÓN NACIONAL

 

POR: MSc. JOSE ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

El mundo admira con razón el éxito alcanzado por naciones como Japón o Canadá. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a reflexionar en lo que realmente sostiene a esas sociedades: la disciplina, la constancia y el trabajo bien hecho.

 No se trata de magia, ni de una cuestión de azar, ni siquiera de simples recursos naturales. Se trata de un ethos cultural cimentado en la perseverancia y el respeto al tiempo, al orden y a las reglas. Mientras tanto, en países como El Salvador, seguimos atrapados en una cultura de la improvisación, la impuntualidad, la falta de compromiso y, sobre todo, en una peligrosa normalización de la indisciplina.

 En este texto propongo una reflexión crítica: sin disciplina no hay desarrollo posible. Por más que hablemos de inteligencia, de talento natural, de creatividad e incluso de reformas económicas o políticas, todo queda en el aire si no existe una cultura sólida de constancia y cumplimiento.

En este documento narro la experiencia personal que tuve cuando viajé hace muchos años al Canadá. En sociedades como la canadiense, diez minutos de retraso son suficientes para quedar fuera de cualquier proyecto, mientras que en la nuestra, llegar tarde es “normal”, pedir favores para que nos esperen es “comprensible” y la mediocridad se aplaude en nombre de la “viveza criolla”.

Pero esa viveza criolla es justamente lo que nos mantiene como un país atrapado en el subdesarrollo. Los grandes discursos sobre modernización, democracia o competitividad se convierten en humo cuando los engranajes de la vida social, económica y política se oxidan bajo la corrosión de la indisciplina colectiva.

Por eso urge poner en el centro del debate educativo, político y cultural el tema de la disciplina, sin temor a que nos tilden de “autoritarios” o “represivos”. Porque la realidad es clara: los pueblos que rechazan la disciplina están condenados al fracaso histórico.

I. EL MITO DE LOS RECURSOS NATURALES Y LA VERDADERA RIQUEZA

El desarrollo no depende de tener territorios vastos o abundantes riquezas minerales. Japón es el ejemplo más evidente: un país pequeño, sin grandes recursos, pero convertido en potencia mundial gracias a su cultura de trabajo y disciplina. Mientras tanto, naciones latinoamericanas con riquezas petroleras, mineras, agrícolas y acuíferas permanecen hundidas en el atraso.

¿Por qué sucede esto? Porque los recursos materiales, sin disciplina, se convierten en botín de corrupción, en excusa para la pereza o en fuente de dependencia externa. Lo hemos visto en Venezuela con el petróleo, en Bolivia con el gas y en El Salvador con las remesas: la abundancia relativa mal administrada se vuelve una droga que adormece a la sociedad. En cambio, la disciplina es la riqueza inagotable que multiplica cualquier recurso, incluso los más escasos.

II. DISCIPLINA VS. INTELIGENCIA: UNA LECCIÓN INCÓMODA

La sentencia japonesa —“la disciplina tarde o temprano superará a la inteligencia”— es un golpe directo a nuestra cultura latinoamericana, acostumbrada a endiosar al “vivo”, al “inteligente”, al “que se las sabe todas”.

Pero, ¿de qué sirve esa inteligencia sin constancia? La experiencia demuestra que los más brillantes terminan estancados si no son capaces de sostener un esfuerzo prolongado.

El Salvador está plagado de ejemplos: estudiantes talentosos que nunca concluyen una carrera por falta de disciplina, profesionales que desperdician sus capacidades por falta de constancia, políticos que tienen “visión” pero jamás cumplen plazos, y ciudadanos que se llenan la boca de excusas para justificar su falta de puntualidad o responsabilidad.

La disciplina no es represión, como intentan hacer creer algunos sectores, sino liberación del potencial humano. Quien no logra dominar sus hábitos está condenado a la mediocridad.

III. LA EDUCACIÓN: FÁBRICA DE INDISCIPLINA O SEMILLERO DE DISCIPLINA

La cultura de la indisciplina adquirida desde el sistema educativo es, sin lugar a dudas, la raíz del problema. Durante décadas, las escuelas salvadoreñas han producido generaciones acostumbradas al desorden: maestros que no llegan puntuales, estudiantes que entregan trabajos tarde, autoridades que toleran la mediocridad y hasta justifican el ausentismo. La excusa de la “flexibilidad” se convirtió en sinónimo de permisividad y dejadez.

En lugar de formar ciudadanos responsables y comprometidos, la educación ha perpetuado una cultura de la procrastinación. Y lo peor: se ha normalizado. El estudiante que exige puntualidad es “cuadrado”, el docente que pide disciplina es “represivo” y el trabajador que cumple con su horario es visto como “ingenuo”. Esta mentalidad es veneno para cualquier proyecto de país.

IV. LAS EXPERIENCIAS DE CANADÁ: UN ESPEJO QUE INCOMODA

Las dos experiencias vividas en Canadá después de muchos años retratan el abismo cultural que nos separa. En la primera, se me negó la entrada a una reunión por llegar diez minutos tarde; en la segunda, se dejó atrás a un grupo de salvadoreños que llegó después de la hora de salida hacia las cataratas del Niágara.

Lejos de ser un acto de crueldad, estas experiencias son una lección que aprendí; comprendí que el tiempo es sagrado, la organización es innegociable y la disciplina está por encima de las excusas personales. Esa es la diferencia entre una sociedad que avanza y una que se queda atrapada en el atraso.

Mientras en Canadá la puntualidad es un principio básico de convivencia, en El Salvador llegar tarde es motivo de chiste, de tolerancia o incluso de orgullo. Esta diferencia cultural explica en buena medida la distancia abismal en los niveles de desarrollo.

V. SIN DISCIPLINA NO HAY TRANSFORMACIÓN NACIONAL

 En este documento lo planteo con claridad: “Sin disciplina no hay desarrollo, no hay mística, no hay organización, orden ni compromiso. El Salvador necesita entender de una vez por todas que ningún plan de gobierno, ninguna reforma educativa, ninguna inversión extranjera tendrá éxito si no se cambia la mentalidad social respecto a la disciplina.

Los países que progresan son aquellos que logran que cada ciudadano, desde el más humilde hasta el más poderoso, entienda que el tiempo y la constancia son valores sagrados. El atraso nacional no es cuestión de suerte, ni de falta de recursos, sino de una cultura permisiva con la mediocridad.

CONCLUSIÓN

El documento pretende dejar claro: la disciplina es la clave olvidada del desarrollo. Japón y Canadá lo demuestran, mientras que El Salvador arrastra las cadenas de la indisciplina histórica. No es casualidad que sigamos siendo un país subdesarrollado: hemos confundido la “viveza” con inteligencia, la “flexibilidad” con mediocridad y la “astucia” con progreso.

Si queremos un verdadero cambio, debemos iniciar por la raíz: la disciplina en las aulas, en los hogares, en los lugares de trabajo y en la política. No se trata de una imposición militar, sino de un cambio cultural profundo.

REFLEXIÓN FINAL

La lección es clara y dolorosa: los pueblos que rechazan la disciplina están condenados a la irrelevancia histórica. La pregunta que debemos hacernos como salvadoreños es si queremos seguir atrapados en el círculo vicioso de la indisciplina, el atraso y la mediocridad, o si estamos dispuestos a asumir la incomodidad de la disciplina para conquistar el futuro.

El reloj corre. Japón y Canadá ya tomaron su camino hace muchísimos años. Nosotros seguimos discutiendo excusas. La decisión está en nuestras manos: ser un pueblo disciplinado que avanza o un país indisciplinado que se hunde.

 

 

 

 

SAN SALVADOR, 19 DE AGOSTO DE 2025

 

ANALISTAS BUFONES Y MEDIOS MERCENARIOS: LA MISERIA INTELECTUAL DE LA OPOSICIÓN

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA

INTRODUCCIÓN

La política salvadoreña atraviesa un momento de definiciones históricas. El oficialismo mantiene un nivel de aceptación popular sin precedentes, mientras que la oposición se encuentra sumida en un estado deplorable, sin rumbo, sin brújula, sin voz ni representación legítima. Aquellos partidos que durante décadas gobernaron y saquearon al país —ARENA y FMLN— hoy son apenas cascarones vacíos, réplicas grotescas de lo que un día fueron, aunque lo que fueron tampoco fue digno de recordar con orgullo: corrupción, pactos oscuros, enriquecimiento ilícito y una democracia de papel que jamás respondió a las necesidades de la gente.

Hoy, la oposición no solo carece de líderes respetables y propuestas serias, sino que además se hunde en una mezcla de ridiculez y desesperación. No tienen proyecto político que ofrecer, no tienen bases populares sólidas, no poseen medios de comunicación que gocen de credibilidad, ni recursos económicos suficientes para financiar campañas. Sus dirigentes repiten los mismos discursos cansinos de siempre, con analistas bufones que solo sirven para dar lástima en programas de opinión o para alimentar redes sociales con retórica vacía.

El estado actual de la oposición salvadoreña es más que un síntoma: es la consecuencia directa de su propia historia de traiciones, pactos con pandillas, corrupción institucionalizada y desprecio hacia el pueblo. La ciudadanía ya los despojó de toda legitimidad y, sin embargo, ellos insisten en seguir posando como actores políticos, cuando lo que en realidad representan es la decadencia absoluta.

1. UNA OPOSICIÓN SIN RUMBO NI BRÚJULA

La oposición se ha convertido en un barco a la deriva. No existe un plan de nación, ni un proyecto ideológico, ni siquiera un intento coherente de conectar con la realidad de los salvadoreños. Se limitan a criticar todo lo que hace el gobierno, aunque en la práctica carecen de propuestas alternativas.

La política, para ellos, se ha reducido a un espectáculo mediático de lamentos y descalificaciones, sin contenido ni visión estratégica. Lejos de ser un contrapeso constructivo, la oposición se asemeja a un grupo de náufragos que, en medio del océano, se pelean entre sí por un pedazo de tabla podrida.

2. LA AUSENCIA DE LÍDERES POTABLES

Uno de los síntomas más evidentes de la decadencia de la oposición es la falta de liderazgos auténticos. Los actuales dirigentes son figuras recicladas, personajes con un pasado manchado por la corrupción, el nepotismo o la incapacidad. Ninguno logra despertar credibilidad en la población, ni dentro ni fuera de sus partidos.

Lo más grave es que los pocos cuadros jóvenes que intentan abrirse paso terminan repitiendo los mismos vicios de sus antecesores: discursos huecos, gestos teatrales y oportunismo político. En consecuencia, no existe en el horizonte un líder potable que pueda aglutinar a la población inconforme, porque el pueblo ya aprendió a desconfiar de quienes tanto daño hicieron en el pasado.

3. LA QUIEBRA ECONÓMICA Y LA FALTA DE ESTRUCTURA

El dinero siempre fue el motor de los partidos tradicionales. Durante años vivieron de la corrupción, de los sobresueldos, de las privatizaciones amañadas y de pactos con sectores oscuros del poder económico. Hoy, despojados de esas fuentes de financiamiento, sus estructuras colapsan. No tienen fondos para montar campañas, pagar propaganda o sostener la maquinaria partidaria.

El resultado es evidente: sedes partidarias abandonadas, militancia desmoralizada y un aparato electoral que se reduce cada vez más a un puñado de nostálgicos. La falta de recursos económicos ha dejado al desnudo su verdadera debilidad: nunca tuvieron un respaldo popular genuino, sino apenas un ejército de clientelismo pagado.

4. MEDIOS BUFONES Y ANALISTAS ESTULTOS

A la crisis política y económica se suma la pobreza intelectual. La oposición no cuenta con analistas serios ni medios pensantes. Lo que tienen es un coro de opinólogos mercenarios que repiten clichés, insultos y lugares comunes sin aportar nada sustancial al debate nacional.

Estos personajes, lejos de fortalecer a la oposición, la hunden más en el ridículo.

 Sus comentarios destilan odio, resentimiento y frustración, pero carecen de objetividad y de rigor intelectual. El pueblo, cansado de escuchar las mismas voces sin sentido, los ignora o se burla de ellos en redes sociales. La oposición, entonces, se convierte en sinónimo de circo, de payasada y de decadencia.

5. UNA OPOSICIÓN SIN FUTURO ELECTORAL

La suma de todos estos factores —ausencia de liderazgo, falta de proyecto, quiebra económica y carencia de intelectuales serios— conduce inevitablemente a un resultado: la oposición no tiene ninguna probabilidad de éxito en las próximas elecciones. El pueblo no confía en ellos, sus estructuras se desmoronan y sus discursos no conectan con la realidad nacional.

Lo que en el pasado fue un bloque de poder capaz de manipular instituciones, hoy es apenas un vestigio. ARENA y FMLN, otrora enemigos acérrimos, hoy son compañeros de ruina, condenados al olvido por un pueblo que no perdona la traición y el saqueo. Su destino es el cementerio político.

CONCLUSIÓN

La oposición salvadoreña atraviesa un estado deplorable que no tiene precedentes en la historia reciente del país. Sin rumbo, sin líderes, sin proyecto, sin dinero y sin intelectuales de peso, se han convertido en un cadáver político que insiste en moverse, aunque el pueblo ya lo dio por muerto. La decadencia que padecen no es producto de la casualidad, sino la consecuencia directa de décadas de corrupción, pactos oscuros y traiciones al pueblo.

El escenario actual no solo refleja su derrota electoral, sino su entierro moral y ético. La política en El Salvador avanza hacia nuevas formas de organización y representación, mientras que la vieja oposición se hunde en el pantano de la irrelevancia.

REFLEXIÓN FINAL

La historia política enseña que los pueblos castigan la traición y premian la coherencia. El Salvador decidió darle la espalda a ARENA y FMLN porque estos partidos simbolizan el fracaso, la corrupción y la mentira. Intentar resucitarlos es tan inútil como intentar devolverle la vida a un cadáver en descomposición.

El futuro del país ya no pasa por esas estructuras decadentes, sino por la construcción de nuevos liderazgos, nuevas ideas y nuevas formas de ejercer la política. La oposición, tal como la conocemos, está condenada al olvido. Su único legado será el de servir como advertencia a las futuras generaciones: ningún poder es eterno, y cuando se gobierna contra el pueblo, el pueblo termina enterrando a sus verdugos.

                      SAN SALVADOR, 19 DE AGOSTO DE 2025

 

 

EDUCAR O MANIPULAR: EL RETO DE RESCATAR LA ENSEÑANZA DEL SECUESTRO IDEOLÓGICO

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

Hablar del sistema educativo en El Salvador es hablar de una de las arenas más disputadas por el poder político, económico e ideológico. No se trata únicamente de un espacio de transmisión de conocimientos, sino de un terreno estratégico donde se define el tipo de ciudadano que se formará para el futuro. En ese sentido, no es casualidad que los partidos políticos hayan intentado controlar la educación a su manera, y que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) haya hecho de ella un bastión fundamental de su estrategia de dominación ideológica.

El FMLN, heredero directo de la lucha armada y de las organizaciones revolucionarias de los años setenta y ochenta, comprendió desde muy temprano que la escuela y la universidad eran trincheras más eficaces que los propios fusiles. De hecho, en 1978 surgió el Movimiento Estudiantil Revolucionario de Secundaria (MERS), parte del Bloque Popular Revolucionario (BPR). Dicho movimiento, lejos de ser una plataforma académica para la defensa de la calidad educativa, fue un mecanismo de reclutamiento político. Se utilizaba a los estudiantes de secundaria como carne de cañón para alimentar las estructuras revolucionarias, en un contexto de brutal represión contra el magisterio y de profunda polarización social.

Aquellos eran otros tiempos, sin duda, marcados por la violencia política, la represión sistemática y la imposibilidad de resolver las diferencias a través del debate democrático. Sin embargo, el problema es que esa lógica de instrumentalización de la educación, en lugar de quedar sepultada con los Acuerdos de Paz, fue heredada, adaptada y prolongada en la etapa democrática. El FMLN no renunció a su obsesión de moldear conciencias; simplemente cambió el lenguaje y la estrategia.

Bajo el disfraz de la “educación popular” y de una supuesta “pedagogía crítica”, muchos maestros y profesores continuaron utilizando las aulas no como espacios de pensamiento autónomo, sino como plataformas de adoctrinamiento ideológico. El alumno dejó de ser un sujeto de aprendizaje para convertirse en objeto de manipulación, reducido a repetir consignas en lugar de cuestionarlas.

Este fenómeno se acentúa cuando analizamos las reacciones recientes del FMLN ante el nombramiento de Karla Trigueros como Ministra de Educación. Las críticas no son pedagógicas, ni siquiera académicas: son berrinches políticos. El verdadero problema no es la ministra, sino el hecho de que el FMLN ve tambalear uno de sus últimos espacios de influencia social: el sistema educativo. No es exagerado decir que el partido se aferra a este campo como un náufrago a su tabla, porque sabe que sin él pierde la capacidad de reproducir su ideología en las nuevas generaciones.

Y es que la educación, históricamente utilizada como herramienta de emancipación en otros países, en manos del FMLN ha sido reducida a un instrumento de propaganda partidaria. Lo más grave es que todavía, en pleno siglo XXI, se repite este fenómeno en muchos centros escolares y, sobre todo, en la Universidad de El Salvador, donde persisten docentes más interesados en la militancia política que en la investigación científica o en la excelencia académica.

Por ello, resulta impostergable señalar este problema con claridad: el FMLN no está preocupado por la calidad educativa ni por la formación integral de los estudiantes, sino por perder el poder de adoctrinar. Lo que está en juego no es el nombramiento de una ministra, sino la liberación de la educación salvadoreña de un secuestro ideológico que se prolongó durante décadas.

1. EL USO HISTÓRICO DE LA EDUCACIÓN COMO ARMA POLÍTICA

La izquierda salvadoreña, y en particular el FMLN, siempre entendió que las escuelas y universidades eran laboratorios de cuadros políticos. En lugar de fortalecer el conocimiento científico, la innovación pedagógica y la investigación, convirtieron la enseñanza en un canal de transmisión ideológica.

En los años setenta y ochenta, el magisterio fue víctima de una represión brutal, es cierto, pero también es cierto que dentro del gremio proliferaron líderes que utilizaban las aulas como semilleros de militantes. La represión estatal alimentaba aún más el discurso insurgente y así, bajo una lógica de causa-efecto, el aula se convirtió en un espacio de adoctrinamiento político.

El problema es que ese vicio se arrastró hasta tiempos recientes. Profesores que, en lugar de formar ciudadanos críticos capaces de dialogar con diversas perspectivas, se dedicaban a repetir consignas políticas. Ese tipo de práctica no tiene nada de pedagógica: es puro adoctrinamiento disfrazado de educación.

2. LA EDUCACIÓN POSGUERRA: EL DISFRAZ DEL PROGRESISMO

Tras los Acuerdos de Paz, el FMLN encontró un nuevo lenguaje para seguir utilizando el sistema educativo: ya no hablaban de revolución armada, sino de “educación popular”, “conciencia crítica” y “rescate de la memoria histórica”. Pero en el fondo, muchas veces lo que se promovía era el mismo esquema de adoctrinamiento: estudiantes convertidos en activistas y no en ciudadanos libres pensadores.

Las aulas debieron transformarse en espacios de reconstrucción nacional y reconciliación, pero en muchos casos se volvieron escenarios de propaganda encubierta. Se elevó el culto a la figura de líderes guerrilleros, mientras se silenciaba o minimizaba el pensamiento divergente. Se enarboló la bandera de la “educación liberadora”, pero se practicaba una educación sectaria.

3. EL BERRINCHE DEL FMLN: LA PÉRDIDA DEL SISTEMA EDUCATIVO

Hoy, con el nombramiento de Karla Trigueros como ministra, el FMLN reacciona con histeria política. Argumentan “militarización de la educación”, pero esa es solo una excusa. El verdadero miedo es perder su espacio de control ideológico.

El magisterio, durante décadas, fue una reserva política para el FMLN. Cada maestro con inclinaciones partidarias era visto como un agente multiplicador en la formación de futuras generaciones. Ahora, al verse desplazados, sienten que la historia los rebasa y que sus viejas fórmulas de manipulación ya no tienen cabida en la sociedad actual.

El berrinche no es por la ministra, es por el miedo a la irrelevancia. Y es que cuando un partido pierde influencia en la educación, pierde su capacidad de moldear la conciencia colectiva.

4. EL ÚLTIMO BASTIÓN: LA UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR

El FMLN todavía conserva una fortaleza: la Universidad de El Salvador (UES). Allí, bajo el escudo de la autonomía universitaria, persisten prácticas de adoctrinamiento que nada tienen que ver con la enseñanza científica.

La UES, en lugar de convertirse en un referente académico de primer nivel en Centroamérica, se convirtió en un feudo político en el que algunos docentes utilizan las aulas para transmitir consignas y mantener viva una ideología que ya no corresponde a los desafíos del siglo XXI.

Este no es un señalamiento gratuito: quienes hemos vivido décadas dentro de la institución lo sabemos de primera mano. En lugar de preparar profesionales competitivos y críticos, muchas veces se fabrica militantes frustrados, incapaces de dialogar con la realidad global.

5. EL DEBER DEL DOCENTE: EDUCAR, NO ADOCTRINAR

El magisterio y la docencia universitaria deben recordar su verdadera misión: formar ciudadanos libres, con pensamiento crítico, racional y autónomo. Educar no es repetir consignas, sino enseñar a cuestionar, a analizar y a construir conocimiento con bases sólidas.

Un profesor que utiliza el aula como tarima política está traicionando su vocación y su deber social. No hay nada más indigno que manipular a jóvenes que buscan educación y conocimiento, para meterlos en el estrecho molde de una ideología partidaria. Eso no es educación: es corrupción pedagógica.

CONCLUSIÓN

El FMLN, al rechazar a la nueva ministra de Educación, revela sus verdaderas preocupaciones: no es la supuesta militarización, no es la defensa de la escuela pública, no es la calidad educativa. Es, simplemente, el miedo a perder su capacidad de adoctrinar a través de las aulas.

Históricamente, el partido ha utilizado la educación como plataforma de propaganda ideológica, desde el MERS en 1978 hasta los profesores universitarios que aún hoy repiten consignas. Ese ciclo, sin embargo, parece estar llegando a su fin. El sistema educativo debe liberarse de los tentáculos de la manipulación política y recuperar su misión esencial: formar ciudadanos libres, críticos y creativos.

REFLEXIÓN FINAL

El futuro de El Salvador no puede construirse sobre la base del adoctrinamiento, sino sobre la educación integral y científica. Una sociedad que confunde la enseñanza con la propaganda está condenada al atraso, a la manipulación y al fanatismo.

Hoy, más que nunca, es necesario rescatar la educación de las manos de quienes la convirtieron en trinchera ideológica. Los docentes deben recordar que su papel no es ser militantes encubiertos, sino guías de un proceso de formación que abre horizontes y no que los cierra con dogmas.

Si el FMLN pierde el control de la educación, gana El Salvador. Porque una educación libre de sectarismo es la semilla de una patria verdaderamente soberana, justa y moderna.

 

 

 

                             SAN SALVADOR, 18 DE AGOSTO DE 2025

lunes, 18 de agosto de 2025

 

“EL MIEDO DEL FMLN A PERDER SU ÚLTIMA TRINCHERA EN LA EDUCACIÓN”

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

La política salvadoreña, en su largo historial de farsas y simulacros, no deja de producir episodios de tragicomedia. Esta vez, el escenario lo protagonizan las organizaciones afines al FMLN, que han salido a rechazar el nombramiento de la doctora y capitán Karla Trigueros como ministra de Educación. Una mujer preparada, con formación académica sólida, con experiencia en la disciplina militar y con capacidad de liderazgo, ha sido juramentada por el presidente Nayib Bukele para dirigir una de las carteras más estratégicas de cualquier nación: la educación. Y sin embargo, lo que debería ser motivo de esperanza y de respaldo nacional, es convertido por estas organizaciones en un circo de acusaciones absurdas, infundadas y grotescas.

El argumento central de su rechazo es el fantasma de siempre: la supuesta “militarización” de la educación. Un discurso desgastado que revela, más que preocupación genuina por la niñez y juventud salvadoreña, el profundo miedo que tienen de quedar totalmente desmantelados en su vieja retórica ideológica. Lo curioso —y a la vez indignante— es que quienes hoy denuncian una “herramienta de represión” en la educación, son los mismos que durante sus gobiernos manipularon al sistema educativo para adoctrinar a estudiantes, perpetuar clientelismos, proteger a sus bases magisteriales y desviar fondos en nombre de proyectos sociales que nunca llegaron a consolidarse.

Estamos frente a una contradicción que desnuda el oportunismo político del FMLN y sus organizaciones afines. Cuestionan el perfil de Trigueros, exhiben como ejemplo de capacidad al expresidente prófugo Salvador Sánchez Cerén, acusado de corrupción, mal manejo de fondos y huido de la justicia salvadoreña. Esa es la vara moral con la que pretenden juzgar. El país merece una respuesta crítica ante semejante cinismo.

LOS ABSURDOS ARGUMENTOS DE LA OPOSICIÓN DISFRAZADA DE SOCIEDAD CIVIL

El primer absurdo radica en la acusación de que una ministra con formación militar representa un “peligro” para la educación. ¿Desde cuándo la disciplina, el orden y la responsabilidad son enemigos de la enseñanza? ¿Desde cuándo la preparación académica se invalida por haber servido a la patria con uniforme?

Los argumentos de estas organizaciones revelan una mentalidad anclada en prejuicios ideológicos del siglo pasado, donde todo lo que sonara a militar debía ser demonizado, aunque el contexto sea completamente distinto.

El segundo absurdo es aún más grotesco: presentar a Sánchez Cerén, un prófugo que escapó de la justicia salvadoreña, como “ejemplo de inclusión”. Ese expresidente, que jamás enfrentó al pueblo de frente y que huyó para no responder por el saqueo de los recursos públicos, es enarbolado como modelo educativo. Es como si el ladrón de un banco fuese propuesto como asesor en finanzas personales. Una burla a la inteligencia del pueblo.

El tercer absurdo es la descalificación personal hacia Trigueros. El Frente Magisterial la cataloga como una “acción aberrante”, sin detenerse un segundo a analizar sus méritos, su perfil profesional o su plan de trabajo. El ataque es visceral, político y claramente ideológico. Lo que molesta no es la ministra en sí, sino que este nombramiento simboliza que el control del sistema educativo ha salido de las manos de sindicatos y cúpulas magisteriales manipuladas por el FMLN, que históricamente convirtieron la educación en su feudo y botín político.

LA VERDADERA RAZÓN DEL RECHAZO

No nos engañemos: detrás de los comunicados rimbombantes y las frases indignadas, lo que realmente existe es miedo. Miedo a perder la última trinchera de influencia ideológica. Miedo a que el sistema educativo se oriente hacia la excelencia, la modernización y el orden, en lugar de la mediocridad, el adoctrinamiento y el sindicalismo militante.

Durante años, la educación fue una de las áreas más golpeadas por la corrupción y el abandono. Los gobiernos del FMLN prometieron inclusión, pero dejaron aulas sin pupitres, maestros sin recursos, escuelas en ruinas y estudiantes condenados a repetir los mismos patrones de pobreza. Hoy, en lugar de hacer un mea culpa, se atrincheran en discursos apocalípticos sobre la militarización, como si el nombramiento de una persona bastara para convertir las aulas en cuarteles.

Este rechazo no es más que el reflejo de su desconexión con la realidad del pueblo. Mientras la mayoría de familias salvadoreñas desean una educación de calidad, con disciplina, valores y oportunidades, estas organizaciones siguen hablando desde el guion viejo, el mismo que ya nadie cree.

CONCLUSIÓN

Las críticas del FMLN y sus organizaciones afines contra el nombramiento de Karla Trigueros como ministra de Educación carecen de lógica, fundamento y credibilidad. Son planteamientos absurdos, lanzados por quienes en su momento tuvieron la oportunidad de transformar la educación y fracasaron estrepitosamente. En lugar de ofrecer propuestas o alternativas, recurren a la descalificación, al miedo y a la manipulación ideológica.

Lo más revelador es que su rechazo no proviene de un interés genuino por la niñez o la juventud, sino de la desesperación de ver cómo se les escapa de las manos el control de un sector que históricamente usaron como plataforma política. Su oposición no tiene que ver con la ministra, sino con lo que ella simboliza: un giro hacia un sistema educativo que ya no obedezca consignas partidarias.

REFLEXIÓN FINAL

El pueblo salvadoreño ya no se deja engañar por discursos vacíos. Sabe distinguir entre las críticas constructivas y los berrinches políticos.

 Lo que hoy vemos con el rechazo al nombramiento de Karla Trigueros es un berrinche disfrazado de preocupación social. Estas organizaciones del FMLN se revelan como lo que son: guardianes de un pasado corrupto, incapaces de reinventarse y condenados a la irrelevancia.

La educación de El Salvador necesita orden, disciplina, innovación y liderazgo. Si eso proviene de una ministra con formación militar, bienvenida sea. Lo importante no es el uniforme que vistió en el pasado, sino el compromiso que asuma en el presente. Y frente a eso, los planteamientos absurdos del FMLN y sus satélites no son más que ruido de fondo, el eco apagado de un partido que ya no tiene futuro.

 

 

SAN SALVADOR, 18 DE AGOSTO DE 2025

 

“A CADA SANTO SE LE LLEGA SU DÍA Y A CADA CHUMPE SU NAVIDAD.

POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

En la memoria popular, los refranes encierran la sabiduría de los pueblos. Son frases simples, pero cargadas de significado, que condensan experiencias colectivas transmitidas de generación en generación. Y en el caso de El Salvador, pocos refranes ilustran mejor la situación actual de los partidos tradicionales ARENA y FMLN que aquel que dice: “A cada santo se le llega su día y a cada chumpe su Navidad”.

Durante décadas, estos dos partidos se creyeron eternos, indestructibles, dueños absolutos del poder político y económico del país. Pero la historia tiene su propia justicia: la soberbia siempre encuentra su límite, la corrupción siempre tiene factura, y el pueblo —paciente, pero no olvidadizo— tarde o temprano ajusta cuentas con quienes le traicionaron. Hoy ARENA y el FMLN están pagando su Navidad política: una fiesta amarga en la que ya no hay aplausos, ni militantes fervorosos, ni proyectos que seduzcan. Solo queda el eco de la desconfianza, el hedor de la corrupción y la vergüenza de haber sido enterrados por el mismo pueblo que un día los encumbró.

ARENA Y EL FMLN: DEL PODER ABSOLUTO AL DESCRÉDITO TOTAL

Por años, ARENA y FMLN fueron los santos de sus feligresías políticas. Uno, representante descarado de la oligarquía y de los grandes intereses económicos, se disfrazaba de modernizador y salvador de la democracia. El otro, nacido de la lucha armada, se presentaba como la esperanza del pueblo oprimido, el redentor de las injusticias sociales. Ambos, desde polos supuestamente opuestos, se repartieron el país como botín de guerra.

ARENA privatizó lo público, vació las arcas del Estado y condenó a generaciones enteras a pensiones miserables, hospitales en ruinas y educación deficiente. El FMLN, por su parte, demostró que los discursos revolucionarios se derriten con el calor del poder: pactaron con las pandillas, se enredaron en privilegios y negocios turbios, y terminaron traicionando a las mismas comunidades que decían defender.

En ese pacto de alternancia, el pueblo nunca fue protagonista: solo fue espectador de un saqueo institucionalizado. Hoy, ambos partidos sufren la consecuencia inevitable: el abandono de sus bases, la pérdida de legitimidad y la condena social. Se acabó el tiempo de los santos y llegó la Navidad de los chumpes.

EL FUNERAL POLÍTICO DISFRAZADO DE OPOSICIÓN

Lo más patético de ARENA y del FMLN es que aún no aceptan su muerte política. Siguen apareciendo en ruedas de prensa, como cadáveres maquillados, repitiendo los mismos discursos rancios de hace treinta años, creyendo que el pueblo les escuchará otra vez. Pero ya no engañan a nadie.

La oposición que representan es un cementerio de ideas oxidadas, donde sus dirigentes —profesionales insensatos, sin visión ni capacidad— intentan resucitar a sus partidos con frases vacías y ataques desesperados contra el gobierno actual. No tienen propuestas, no tienen recursos, no tienen militancia real y, lo que es peor, no tienen credibilidad.

El refrán les ajusta como epitafio: “a cada chumpe su Navidad”. Hoy les tocó la suya, porque ya no son alternativa, sino caricaturas políticas. Han quedado reducidos a lo que el pueblo más desprecia: la corrupción, la mentira y la mediocridad.

EL PUEBLO: JUEZ Y VERDUGO DE SU DECADENCIA

La historia no la escriben las cúpulas, la escribe el pueblo. Y el pueblo salvadoreño ya dictó sentencia: ARENA y FMLN no volverán a gobernar. El voto masivo de rechazo en las urnas fue un juicio popular, un referéndum implacable contra quienes durante tres décadas hicieron de la política un negocio familiar.

Las nuevas generaciones no cargan con las nostalgias de la guerra ni con los falsos mitos de izquierda y derecha. Ellos ven en ARENA y en el FMLN símbolos del atraso, sinónimo de traición y obstáculo para el futuro. Ese es el castigo más duro: no solo la pérdida de poder, sino la indiferencia absoluta de un pueblo que los expulsó de su historia.

Así, el refrán se cumple con precisión: cada santo tuvo su día, pero también su ocaso; cada chumpe disfrutó su engorde, pero llegó su Navidad. La corrupción, la impunidad y el abuso no podían durar para siempre.

CONCLUSIÓN

El declive de ARENA y del FMLN no es un accidente ni un capricho político: es el resultado inevitable de décadas de corrupción, engaños y traiciones al pueblo salvadoreño. El refrán popular se convierte en sentencia: “a cada santo se le llega su día y a cada chumpe su Navidad”. Y esa Navidad ha llegado con el funeral de dos partidos que durante años se creyeron dueños del país, pero que hoy no son más que sombras despreciadas, reliquias de un pasado que nadie quiere revivir.

Su final no es un castigo divino, sino la consecuencia de sus propios actos. El pueblo —harto de tanta miseria y manipulación— se convirtió en el verdugo que les negó un futuro. ARENA y FMLN murieron, y solo sus dirigentes parecen no haberse enterado todavía.

REFLEXIÓN FINAL

La lección para El Salvador es clara: ningún partido, ningún dirigente y ninguna ideología son eternos. El poder se acaba cuando se olvida que su único propósito es servir al pueblo. ARENA y FMLN son testigos del fracaso de una clase política que confundió gobernar con enriquecerse, que convirtió la política en un negocio y al pueblo en mercancía electoral.

Hoy, el pueblo salvadoreño tiene la oportunidad de construir una historia diferente, sin lastres ni cadenas, sin santos falsos ni chumpes cebados para el sacrificio. La memoria colectiva debe conservar este aprendizaje: cada vez que la política se corrompa, el pueblo debe recordar que tiene la fuerza para ajustar cuentas. Y cuando algún nuevo “santo” o algún futuro “chumpe” intente repetir la historia, la voz del pueblo tendrá que recordarle, con la misma sabiduría popular: “a cada santo se le llega su día y a cada chumpe su Navidad”.

 

SAN SALVADOR, 18 DE AGOSTO DE 2025

 

                “NUNCA MÁS: MEMORIA HISTÓRICA DEL SAQUEO Y LA TRAICIÓN AL PUEBLO”

POR: MSc. JOSÉ ISRAEL VENTURA,

INTRODUCCIÓN AMPLIA

La historia contemporánea de El Salvador está marcada por un largo periodo de abandono, corrupción y saqueo institucionalizado. Durante décadas, dos partidos políticos —ARENA y el FMLN— se disputaron el poder con discursos ideológicos opuestos, pero con la misma práctica: saquear el país y repartirse el botín. Mientras en los escenarios internacionales se presentaban como guardianes de la democracia y el progreso, en la práctica mantenían a la nación atrapada en una democracia de papel, vacía de contenido, sometida a pactos de impunidad y a la lógica de la corrupción.

Las promesas de justicia social, desarrollo económico y bienestar fueron traicionadas sistemáticamente. El modelo implementado se basó en privatizaciones, endeudamiento externo, concentración de riqueza en pocas manos y abandono de las áreas estratégicas: educación, salud y seguridad social. A cambio, el pueblo recibió hospitales en ruinas, escuelas sin pupitres, pensiones miserables, inseguridad desbordada y la imposibilidad de acceder a una vida digna.

Recordar este pasado no es un ejercicio de nostalgia ni de victimismo. Es una obligación histórica. La memoria es un arma contra el olvido y una herramienta para que las nuevas generaciones comprendan de dónde vienen las desigualdades y por qué es urgente romper con los modelos que las alimentaron.

Esta memoria histórica de un saqueo busca desnudar el sistema de corrupción que se instaló en el país, denunciar sus consecuencias y advertir que olvidar sería condenarnos a repetir la tragedia.

CORRUPCIÓN COMO SISTEMA

La corrupción no fue una práctica aislada, sino un engranaje de poder. Desde las más altas esferas del gobierno hasta los niveles municipales, el Estado se convirtió en una maquinaria de enriquecimiento ilícito. Presidentes que juraron servir al pueblo desviaron millones hacia cuentas en paraísos fiscales, mientras funcionarios de segundo nivel participaban en redes de sobornos y malversación.

El saqueo se disfrazaba de proyectos de “desarrollo” o de “modernización”, pero detrás de cada plan, préstamo o concesión, había una mordida, un sobreprecio, un contrato amañado. La corrupción se volvió tan común que dejó de indignar; se naturalizó en el imaginario colectivo como si fuera un mal inevitable. Pero la realidad es que el país fue saqueado con total impunidad, mientras se pedía a la gente que soportara sacrificios “por el bien de la patria”.

PRIVATIZACIONES: EL DESPOJO DISFRAZADO DE MODERNIDAD

En la década de los noventa, bajo el discurso neoliberal, se entregaron al capital privado los bienes estratégicos del Estado. La banca, la telefonía, la energía y hasta el sistema de pensiones fueron vendidos a precio de remate. Se justificó diciendo que “el Estado no debía ser empresario”, cuando en realidad se estaba desmantelando la capacidad pública de garantizar derechos.

El pueblo perdió el control sobre servicios básicos y se convirtió en rehén de tarifas cada vez más altas. Las ganancias que antes podían invertirse en salud, educación o infraestructura, ahora engrosaban las cuentas privadas de empresarios nacionales y extranjeros. El despojo no solo fue económico: también fue social, porque le arrebató al Estado la posibilidad de velar por sus ciudadanos.

EDUCACIÓN DEFICIENTE: UN FUTURO ROBADO

La educación, pilar de cualquier sociedad, fue relegada a último plano. Escuelas rurales construidas con láminas oxidadas, pupitres rotos, maestros mal pagados y programas obsoletos fueron la norma. Se generó un sistema educativo que no formaba ciudadanos críticos ni profesionales competentes, sino mano de obra barata para un mercado laboral precario.

El abandono de la educación fue, en realidad, una estrategia de control: un pueblo ignorante es más fácil de manipular. Mientras tanto, los hijos de las élites estudiaban en colegios privados o en el extranjero, asegurando la perpetuidad de sus privilegios. El futuro del país fue hipotecado desde las aulas.

SALUD PÚBLICA: HOSPITALES EN RUINAS

La salud también fue víctima del saqueo. Los hospitales públicos se convirtieron en símbolos del abandono: paredes que se caían a pedazos, insumos inexistentes, camas insuficientes, médicos y enfermeras trabajando en condiciones precarias. Mientras tanto, los funcionarios y sus familias viajaban al extranjero para atenderse en clínicas privadas de lujo.

El derecho a la salud fue reducido a un privilegio de clase. Los más pobres, sin acceso a medicinas ni tratamientos, fueron condenados a morir en silencio. Así, la desigualdad se profundizó: los que podían pagar sobrevivían; los demás eran desechados como cifras en estadísticas de mortalidad.

PENSIONES MISERABLES Y DEMOCRACIA DE PAPEL

El sistema de pensiones se convirtió en una de las estafas más crueles contra el pueblo salvadoreño. Después de décadas de trabajo, los jubilados recibían pensiones que apenas alcanzaban para comprar alimentos básicos. Las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), en cambio, acumulaban millonarias ganancias.

Por otro lado, la democracia que se nos vendió como ejemplo para el mundo era en realidad un cascarón vacío. Elecciones plagadas de fraude, instituciones controladas por cuotas partidarias y una Asamblea Legislativa convertida en mercado de favores. El pueblo votaba, pero no decidía: las cúpulas políticas pactaban de antemano los destinos del país.

VIOLENCIA PANDILLERIL Y CONCENTRACIÓN DE RIQUEZA

El caldo de cultivo de la violencia pandilleril fue el abandono estatal. Miles de jóvenes crecieron sin acceso a educación de calidad, sin oportunidades de empleo, sin expectativas de vida digna. El resultado fue predecible: las pandillas ofrecieron lo que el Estado negó, y las comunidades se hundieron en la espiral de violencia.

Al mismo tiempo, la riqueza del país se concentraba en un puñado de familias que trasladaban fortunas a paraísos fiscales. Mientras millones sobrevivían en casas de cartón y lámina, una minoría acumulaba mansiones, carros de lujo y cuentas secretas. El contraste entre pobreza extrema y riqueza obscena se convirtió en el rostro más crudo de la injusticia social.

CONCLUSIÓN

El saqueo de El Salvador fue sistemático y prolongado. No fue obra de individuos aislados ni de errores administrativos, sino de un modelo político-económico diseñado para beneficiar a pocos y condenar a muchos. La corrupción, las privatizaciones, el abandono de la salud y la educación, las pensiones miserables, la violencia y la concentración de riqueza son las huellas visibles de ese despojo histórico.

Contar esta memoria no es opcional: es un deber. Porque sin memoria no hay justicia y sin justicia no hay futuro.

REFLEXIÓN FINAL

La memoria histórica no puede quedarse en los libros o en los discursos académicos. Debe convertirse en conciencia colectiva, en fuerza transformadora que impida repetir los errores del pasado. El Salvador merece mucho más que hospitales en ruinas, pensiones miserables y escuelas abandonadas. Merece dignidad, justicia y oportunidades para todos.

El saqueo ya fue. Hoy, el reto es que el pueblo no se deje arrebatar nuevamente lo que por derecho le pertenece. La memoria debe ser advertencia, resistencia y compromiso. Porque si olvidamos, volverán. Y si recordamos, construiremos un país donde el saqueo y la corrupción nunca más tengan cabida.

 

 

 

 

SAN SALVADOR, 16 DE AGOSTO DE 2025