martes, 7 de octubre de 2025

 


    LA CONTRADICCIÓN COMO MOTOR  DEL APRENDIZAJE Y DE LA VIDA

POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

Hablar de la contradicción como fuente del aprendizaje y de la vida es adentrarse en uno de los temas más profundos de la filosofía, la ciencia y la educación.

Desde la antigüedad, los pensadores han intentado explicar por qué todo lo que existe se transforma, se mueve y cambia. La realidad, lejos de ser estática, se presenta como un flujo permanente donde lo nuevo sustituye a lo viejo, lo vivo da paso a lo muerto, lo posible se convierte en real y lo imposible abre el camino de lo inédito.

 Sin embargo, no fue sino hasta el desarrollo de la dialéctica moderna, especialmente con los aportes de Karl Marx, Friedrich Engels y Vladimir Lenin, que se comprendió que este movimiento no es un simple azar ni un capricho, sino la manifestación de la contradicción como ley universal.

La contradicción se manifiesta en todos los niveles de la existencia. La naturaleza misma nos muestra que nada permanece inmóvil: el ciclo del día y la noche, el nacimiento y la muerte, la atracción y repulsión de las fuerzas físicas.

En el plano de la sociedad, las luchas de clase, las revoluciones científicas, las crisis políticas y las disputas ideológicas son expresiones claras de cómo el progreso se gesta en la tensión de contrarios.

Incluso en la vida personal, la contradicción se revela en la experiencia cotidiana: el niño que crece enfrentando límites, el adulto que madura a través de fracasos y logros, el anciano que encuentra en la fragilidad física una fuente de sabiduría espiritual.

No obstante, en la vida social y en la educación moderna, la contradicción ha sido frecuentemente vista como un problema a evitar. Se nos enseña a buscar certezas, a aceptar verdades absolutas, a rehuir del conflicto. Esta visión parcial ha llevado a que muchas instituciones educativas trabajen desde modelos memorísticos y bancarios, olvidando que el verdadero aprendizaje surge precisamente del cuestionamiento, de la duda, de la confrontación de ideas. Como afirma Paulo Freire (1970), la educación auténtica es aquella que “devela la realidad, la problematiza y la transforma” (p. 65). Y problematizar la realidad no es otra cosa que reconocer las contradicciones que la atraviesan.

Por ello, este ensayo busca fundamentar la contradicción como principio vital y pedagógico. En primer lugar, se abordará la intuición presocrática del cambio como constante. Luego, se analizará el aporte del materialismo dialéctico que consagra a la contradicción como motor de la historia. Posteriormente, se examinarán sus manifestaciones en la naturaleza, la sociedad y las ideas, así como su papel en el campo educativo. Finalmente, se reflexionará sobre su importancia en la vida cotidiana y en la ética de los pueblos.

La tesis central que se defenderá es que la contradicción no es un obstáculo que deba eliminarse, sino la condición misma del aprendizaje y de la vida. Comprenderla, asumirla y trabajar con ella nos permite crecer como individuos y como sociedad. Sin contradicción no hay desarrollo; sin conflicto no hay avance; sin tensión entre lo viejo y lo nuevo no existe transformación posible. Como señaló Lenin (1960), “la división de lo uno y el conocimiento de sus partes contradictorias son la esencia de la dialéctica” (p. 134).

Así, la contradicción se convierte en una maestra silenciosa que, al incomodarnos y cuestionarnos, nos obliga a pensar, a replantear nuestras certezas y a buscar nuevos horizontes de comprensión. De eso trata este ensayo: de reconocer en la contradicción no un enemigo, sino una aliada indispensable en el camino de la existencia humana.

I. LA HERENCIA PRESOCRÁTICA: EL CAMBIO COMO CERTEZA

Los filósofos presocráticos fueron los primeros en atreverse a mirar la realidad con ojos críticos, tratando de explicarla más allá de los mitos y relatos religiosos. Con ellos nace lo que hoy llamamos filosofía, pero también la actitud científica de preguntar, observar y razonar. Sus preocupaciones fundamentales giraban en torno al principio de todas las cosas, aquello que da origen y sentido a la realidad. En ese proceso, aunque no formularon todavía la noción de contradicción como motor de la vida, sí intuyeron algo esencial: todo cambia.

Tales, Anaximandro y Anaxímenes: los orígenes materiales

Tales de Mileto (624–546 a. C.) fue uno de los primeros en buscar un elemento básico que explicara el mundo. Propuso que todo procede del agua. No se trataba de una idea ingenua, sino de una observación rigurosa: el agua está en la lluvia, en los ríos, en los mares, en los seres vivos.

Todo parece depender de ella para existir. Su mérito no radica tanto en la exactitud científica, sino en el intento de explicar la realidad sin recurrir a los dioses, sino a principios naturales.

Su discípulo, Anaximandro, amplió la idea y habló del ápeiron (lo indefinido o lo ilimitado) como origen del cosmos. Con ello, introdujo la noción de lo indeterminado, de lo abierto, de aquello que no se deja reducir a una forma fija. Anaxímenes, por su parte, señaló al aire como principio fundamental, reconociendo que lo vital y lo invisible también sostienen el universo.

En todos ellos hay un elemento común: la búsqueda de una sustancia o principio que explique el cambio y la diversidad de lo real. Lo importante aquí es que ya no se trataba de aceptar la realidad como estática o eterna, sino de pensarla como un proceso en movimiento.

Heráclito: todo fluye

El pensador que más se acercó a la idea de contradicción fue Heráclito de Éfeso (540–480 a. C.), conocido como “el oscuro” por la densidad de sus reflexiones. Su famosa sentencia “nadie se baña dos veces en el mismo río” expresa la intuición de que la realidad está en constante fluir (panta rei). Lo que hoy es, mañana deja de ser. El agua del río corre, cambia, se renueva; y el ser humano que se sumerge en él tampoco es el mismo, porque también está en proceso de cambio.

Heráclito comprendió que este movimiento no era uniforme ni lineal, sino que se debía a la tensión de contrarios. Para él, la guerra era “padre de todas las cosas”, pues en la oposición —día y noche, vida y muerte, frío y calor— se origina la armonía del cosmos.

 Aquí aparece el germen de lo que siglos después se convertiría en el principio dialéctico de la contradicción: lo opuesto no destruye, sino que hace posible el desarrollo.

Demócrito: el dinamismo de los átomos

Demócrito (460–370 a. C.), con su teoría atomista, también intuyó la naturaleza cambiante del universo. Para él, todo estaba compuesto de átomos en movimiento constante, que se unían y separaban para formar las cosas. Aunque su idea fue olvidada durante siglos, la ciencia moderna la reivindicó, mostrando que, efectivamente, la materia está constituida por partículas dinámicas que interactúan entre sí.

En esta visión, ya no se trata de una realidad quieta, sino de un proceso interminable de transformaciones microscópicas que generan la diversidad del mundo.

Análisis crítico: del mito a la observación racional

Lo que une a estos filósofos es el salto cualitativo de la explicación mítica a la explicación racional. Antes, los fenómenos eran atribuidos a caprichos de los dioses. Con los presocráticos, en cambio, se inaugura un camino que busca causas naturales y principios universales. En palabras de Guthrie (1984), “los presocráticos fueron los primeros en someter la realidad a la prueba de la razón” (p. 17).

Ese paso hacia la razón es ya un acto de contradicción frente a la tradición: el pensamiento nuevo que se opone a lo viejo. Y aunque sus teorías no eran aún científicas en el sentido moderno, abrieron el horizonte para comprender que la realidad cambia y que ese cambio debe explicarse.

Proyección hacia la ciencia actual

El legado presocrático se hace evidente en la ciencia contemporánea. La física, por ejemplo, muestra que la materia está en continuo movimiento: los electrones giran alrededor de los núcleos, las estrellas nacen y mueren, el universo se expande desde el Big Bang. La biología confirma que la vida es evolución, adaptación y transformación.

Lo que Heráclito intuyó en forma filosófica, hoy lo demuestra la ciencia con precisión matemática: todo fluye, todo se transforma.

II. LA CONTRADICCIÓN EN LA DIALÉCTICA MARXISTA

Si bien los filósofos presocráticos descubrieron que la realidad está en constante cambio, no alcanzaron a comprender plenamente el porqué de ese movimiento. Fue hasta el desarrollo de la filosofía dialéctica moderna, especialmente con Hegel, Marx, Engels y Lenin, que se descubrió que el motor de todo cambio es la contradicción interna de los fenómenos.

Hegel y la dialéctica idealista

Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770–1831) fue el primero en sistematizar la dialéctica como un método para comprender la realidad. Según él, todo se desarrolla a través de un proceso de contradicción y superación: una tesis (posición inicial) genera su opuesto, la antítesis, y de la tensión entre ambas surge una síntesis, un nivel superior que integra elementos de las anteriores.

Para Hegel, este proceso no era material sino ideal: lo veía como el desarrollo del Espíritu Absoluto en su camino hacia la libertad.

Aunque limitado por su enfoque idealista, su aporte fue enorme: mostró que la contradicción no es un error ni un defecto, sino el principio vital del movimiento.

En palabras de Hegel (1807/2010):

“La contradicción es la raíz de todo movimiento y vitalidad; solo en tanto algo contiene en sí mismo una contradicción, se mueve, tiene impulso y actividad” (p. 68).

Marx y Engels: la dialéctica materialista

Karl Marx (1818–1883) y Friedrich Engels (1820–1895) tomaron el núcleo racional de la dialéctica hegeliana y la pusieron de pie, quitándole su carácter idealista. Para ellos, no es la Idea ni el Espíritu lo que se contradice y desarrolla, sino la materia misma, en sus distintas formas: naturaleza, sociedad e historia.

Marx, en El capital (1867/1975), mostró cómo el modo de producción capitalista está atravesado por contradicciones: la producción social de la riqueza frente a la apropiación privada, el desarrollo de las fuerzas productivas frente a las estrechas relaciones de producción. Estas contradicciones, lejos de ser accidentes, son la fuente del desarrollo histórico.

Engels, en Anti-Dühring (1878/1974), señaló que las leyes de la dialéctica —la unidad y lucha de contrarios, la transformación de cantidad en calidad y la negación de la negación— son leyes universales que explican tanto los procesos naturales como los sociales. La contradicción, entonces, no es un obstáculo: es la condición misma del progreso.

Lenin y el núcleo de la dialéctica

Vladimir Ilich Lenin (1870–1924), en sus Cuadernos filosóficos (1960), profundizó en esta idea y afirmó que la contradicción es el “núcleo, la esencia de la dialéctica”. Para Lenin, el error de muchos filósofos anteriores fue ver la realidad como estática, sin captar la lucha de contrarios que la constituye.

Lenin escribió:

“La división de lo uno y el conocimiento de sus partes contradictorias (…) es la esencia de la dialéctica” (Lenin, 1960, p. 134).

Esto significa que todo fenómeno contiene dentro de sí contrarios que se excluyen y se necesitan mutuamente. Su lucha no destruye la unidad, sino que la desarrolla.

Contradicciones antagónicas y no antagónicas

Una de las aportaciones centrales de la dialéctica marxista fue distinguir entre contradicciones antagónicas y no antagónicas.

Contradicciones antagónicas: son aquellas irreconciliables, que solo pueden resolverse mediante la ruptura o el salto cualitativo. Ejemplo: la contradicción entre esclavistas y esclavos, o entre burguesía y proletariado.

Contradicciones no antagónicas: son aquellas que pueden resolverse de manera gradual, mediante ajustes y reformas. Ejemplo: tensiones entre ramas científicas, entre corrientes pedagógicas que pueden dialogar y transformarse sin necesidad de ruptura violenta. Esta diferenciación es crucial, porque permite entender que no todas las contradicciones tienen la misma naturaleza ni se resuelven del mismo modo. Algunas generan revoluciones, otras producen evolución paulatina.

Ejemplos históricos

La historia está llena de ejemplos de cómo la contradicción mueve la sociedad hacia adelante:

Del feudalismo al capitalismo: el desarrollo de las fuerzas productivas —comercio, ciudades, técnica— entró en contradicción con las viejas relaciones feudales de servidumbre, generando la Revolución Francesa y el ascenso de la burguesía.

Del capitalismo al socialismo: la producción social de la riqueza choca con su apropiación privada, produciendo crisis, guerras y movimientos revolucionarios.

Revoluciones científicas: la teoría heliocéntrica de Copérnico contradijo la concepción geocéntrica medieval; la relatividad de Einstein contradijo a la física newtoniana. Cada choque abrió paso a un conocimiento superior.

Análisis crítico

La importancia de la dialéctica marxista radica en que nos enseña a ver la realidad como un proceso vivo, no como una fotografía estática. Muchas veces, en la vida cotidiana y en la educación, se nos presentan las cosas como si fueran eternas, inmutables. Pero al analizar las contradicciones que las atraviesan, comprendemos que todo está destinado a transformarse. En este sentido, la contradicción no es un problema a evitar, sino una herramienta para comprender y transformar el mundo. Como escribe Engels (1878/1974):

“La dialéctica es la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano” (p. 47).

Así, la dialéctica marxista convierte a la contradicción en la clave para interpretar la naturaleza, la historia y la vida misma.

III. NATURALEZA Y CONTRADICCIÓN

La naturaleza es la primera maestra de la contradicción. En ella se revela con claridad que nada permanece inmóvil, que todo nace, se desarrolla y muere en un proceso permanente de transformación. El estudio científico de los fenómenos naturales confirma que los contrarios no son anomalías, sino la base misma del movimiento y de la vida. Allí donde vemos equilibrio, existe en realidad una tensión de fuerzas opuestas que se regulan mutuamente.

El principio de la unidad y lucha de contrarios en la naturaleza

Engels (1878/1974), en Dialéctica de la naturaleza, subrayó que la contradicción es universal: desde el calor y el frío hasta la atracción y repulsión, desde el nacimiento y la muerte hasta la evolución de los organismos. No existe fenómeno natural que no esté atravesado por fuerzas contrarias.

Por ejemplo, el magnetismo muestra que no hay polo positivo sin negativo: ambos coexisten y se niegan entre sí, pero en esa misma tensión se genera el campo magnético. Del mismo modo, en la electricidad, la interacción entre cargas opuestas produce energía.

Estos ejemplos muestran cómo la contradicción no es una anomalía, sino la condición de posibilidad del movimiento.

Lenin (1960) lo expresó con claridad:

“El movimiento mismo es una contradicción: incluso la concepción más simple del movimiento implica la presencia de contrarios en una misma unidad” (p. 136).

Vida y muerte: contradicción vital

La biología también ofrece múltiples ejemplos de contradicción. La vida misma es un proceso que contiene en su interior a la muerte. Las células se reproducen, pero también mueren (apoptosis), y en esa dinámica se asegura la renovación de los tejidos y la supervivencia del organismo. Sin la muerte celular programada, no existiría la vida tal como la conocemos.

De igual modo, los ecosistemas están compuestos por relaciones de cooperación y competencia, de nacimiento y desaparición de especies. El equilibrio de la vida es siempre dinámico, nunca estático. Donde desaparece una especie, otra ocupa su lugar; donde un ecosistema colapsa, surge otro distinto. La naturaleza no se detiene: se reorganiza permanentemente a partir de sus contradicciones.

La evolución como lucha de contrarios

Charles Darwin, en El origen de las especies (1859/2009), demostró que la evolución es producto de la lucha por la supervivencia. Las especies se enfrentan a un medio ambiente hostil, a depredadores y a la competencia por recursos. De esa contradicción surgen los mecanismos de adaptación y selección natural.

La contradicción entre el organismo y su entorno, lejos de destruir la vida, genera la diversidad de especies y el progreso biológico. La evolución es, en última instancia, el resultado de un choque constante entre fuerzas internas (mutaciones genéticas) y externas (ambiente).

El equilibrio ecológico: tensión y crisis

Un ecosistema estable no es sinónimo de ausencia de contradicción, sino de una regulación dinámica de fuerzas opuestas. La depredación, por ejemplo, mantiene bajo control a ciertas poblaciones, evitando que agoten los recursos. La competencia entre especies asegura la adaptación.

Sin embargo, cuando esas tensiones se desequilibran, aparecen las crisis ecológicas. El cambio climático es un ejemplo actual de contradicción: el desarrollo económico acelerado de la humanidad, basado en combustibles fósiles, choca con la capacidad limitada del planeta para absorber los gases de efecto invernadero. El resultado es una contradicción que amenaza la estabilidad global, pero que también empuja hacia nuevas formas de energía, hacia la búsqueda de tecnologías más sostenibles.

Aquí se confirma lo que Engels (1878/1974) planteaba: la contradicción natural puede convertirse en una fuerza creativa o destructiva según la manera en que se maneje.

Ciencia contemporánea y contradicción

La física cuántica también muestra este principio. El electrón es onda y partícula a la vez; dos propiedades opuestas coexisten en un mismo fenómeno. Este hecho desconcertó a los científicos del siglo XX, pero abrió un nuevo horizonte de comprensión sobre la materia.

 La contradicción no se resuelve eliminando un aspecto, sino aceptando que ambos son reales en distintos niveles de observación.

La cosmología ofrece otro ejemplo: el universo se expande desde el Big Bang, pero al mismo tiempo la gravedad tiende a contraer la materia. De esa tensión surge la estructura cósmica que conocemos, con galaxias, estrellas y planetas.

Análisis crítico

La contradicción en la naturaleza demuestra que el cambio no es algo añadido desde fuera, sino inherente a la materia. No hay “quietud eterna”; la aparente estabilidad es apenas un equilibrio temporal de fuerzas opuestas. Lo que vemos como sólido y fijo —una roca, una montaña, un árbol— es en realidad el resultado de procesos contradictorios: erosión y formación, crecimiento y desgaste.

Desde esta perspectiva, la naturaleza enseña que la contradicción no destruye, sino que organiza y transforma. Comprender este principio es clave para que la humanidad aprenda a vivir en armonía con el planeta, no negando las tensiones, sino gestionándolas de manera consciente.

IV. SOCIEDAD E HISTORIA: LA LUCHA DE IDEAS

La sociedad humana es, quizá, el escenario más evidente donde se manifiesta la contradicción. Desde el surgimiento de las primeras civilizaciones hasta las transformaciones actuales, la historia se ha movido por el choque de intereses, de clases sociales, de concepciones del mundo y de proyectos políticos. La contradicción no solo explica los conflictos, sino también el progreso de la humanidad.

Las ideas nuevas frente a las viejas

En el terreno del pensamiento, la contradicción se expresa como enfrentamiento entre lo nuevo y lo viejo. Cada avance científico o filosófico ha nacido de la colisión con las creencias dominantes.

Sócrates (469–399 a. C.), al interrogar críticamente las creencias de los atenienses, entró en contradicción con el orden político y moral de su tiempo. Por ello fue condenado a beber cicuta. Su muerte revela cómo las ideas nuevas suelen amenazar a los poderes establecidos.

Nicolás Copérnico (1473–1543) desafió la concepción geocéntrica medieval al proponer que la Tierra gira alrededor del Sol. Su teoría heliocéntrica entró en contradicción con la visión religiosa y fue resistida durante décadas.

Galileo Galilei (1564–1642), al perfeccionar el telescopio y confirmar el modelo copernicano, fue juzgado por la Inquisición. Su contradicción con la doctrina oficial lo obligó a retractarse públicamente, aunque la ciencia lo reivindicó siglos después.

Giordano Bruno (1548–1600) defendió la infinitud del universo y la pluralidad de mundos habitados. Su contradicción con el dogma le costó la vida en la hoguera.

Miguel Servet (1511–1553) fue condenado por cuestionar tanto las doctrinas teológicas como los saberes médicos de su época.

Estos casos muestran que la historia del pensamiento humano es la historia de las contradicciones entre ideas viejas y nuevas. Sin estos enfrentamientos, el conocimiento habría permanecido estancado.

La contradicción social: clases e intereses

Más allá de las ideas, la contradicción se expresa en la estructura misma de la sociedad. Marx (1867/1975) señaló que la historia de todas las sociedades conocidas es la historia de la lucha de clases: esclavistas contra esclavos, señores feudales contra siervos, burgueses contra proletarios.

Cada modo de producción lleva en sí contradicciones internas que, llegado un punto, generan crisis y transformaciones profundas. La contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción ha sido la fuente de grandes revoluciones sociales.

Ejemplos:

La contradicción entre la nobleza feudal y la burguesía emergente llevó a la Revolución Francesa de 1789, que acabó con el Antiguo Régimen y abrió el camino al capitalismo.

La contradicción entre colonias y metrópolis provocó los movimientos de independencia en América Latina, donde los pueblos sometidos lucharon contra el dominio imperial europeo.

En el siglo XX, la contradicción entre capital y trabajo alimentó revoluciones y luchas sociales que marcaron la política mundial.

La contradicción en procesos políticos recientes

En el presente, las contradicciones siguen vivas. Los conflictos entre modelos neoliberales y proyectos sociales más inclusivos, entre centralismo y participación ciudadana, entre concentración de riqueza y demandas de justicia social, continúan moviendo la historia.

En América Latina, la contradicción entre el poder económico y las necesidades de los pueblos se expresa en protestas, reformas y cambios de gobierno. Cada conquista social —como la educación pública, la seguridad social o los derechos laborales— fue resultado de luchas contradictorias con sectores que se oponían a ellas.

La contradicción como motor del progreso

Lo decisivo es comprender que la contradicción en la historia no es solo destrucción, sino creación. La caída de viejas estructuras abre el camino a nuevas formas de organización social. El progreso no surge de la armonía absoluta, sino de la superación de conflictos.

Como escribe Marx (1859/1974):

“En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad (…) que se transforman con el desarrollo de las fuerzas productivas” (p. 5).

Es decir, las contradicciones entre las formas de producir y las formas de organizar la sociedad son las que generan la dinámica histórica.

Análisis crítico

Una lectura superficial de la historia tiende a ver los conflictos como accidentes o como “errores” que interrumpen un supuesto orden natural. La dialéctica nos enseña lo contrario: el orden mismo es producto de contradicciones previas, y a su vez contiene nuevas contradicciones que lo harán transformarse.

La historia no avanza de manera lineal ni pacífica, sino en medio de crisis, rupturas y saltos cualitativos.

El error de muchas visiones conservadoras es querer inmovilizar la sociedad, ocultando las tensiones que la atraviesan. Pero esas tensiones, tarde o temprano, se expresan y exigen solución.

V. EDUCACIÓN: CONTRADICCIÓN COMO MOTOR DEL APRENDIZAJE

Si en la naturaleza y en la historia la contradicción aparece como la fuerza que impulsa el movimiento, en el ámbito de la educación su papel no es menor. El proceso de aprender no ocurre en la comodidad de lo conocido, sino en la tensión entre lo que ya se sabe y lo que aún se ignora; entre lo viejo y lo nuevo; entre las certezas que se creían firmes y las dudas que las cuestionan. Sin contradicción, el aprendizaje se reduce a mera repetición mecánica, incapaz de generar pensamiento crítico.

El aprendizaje como tensión entre lo sabido y lo nuevo

Cada vez que un estudiante se enfrenta a un problema que desafía sus conocimientos previos, experimenta una contradicción interna. Por un lado, posee un esquema mental consolidado; por otro, se topa con una realidad que lo contradice. Resolver esa tensión lo obliga a reorganizar sus ideas, a buscar nuevas explicaciones, a transformar lo aprendido.

La psicología educativa moderna, desde Piaget, confirma este principio. Piaget (1970) sostenía que el desarrollo cognitivo avanza por “desequilibrios” que empujan al niño a construir estructuras mentales más complejas. Ese “desequilibrio” no es otra cosa que una contradicción entre sus esquemas previos y la nueva información.

En palabras del propio Piaget:

“El aprendizaje es eficaz cuando hay conflicto cognitivo; es decir, cuando los esquemas previos del sujeto son insuficientes para dar cuenta de lo nuevo” (p. 85).

La contradicción entre modelos pedagógicos

En el terreno de la práctica educativa, la contradicción se expresa en la lucha entre distintos modelos. Paulo Freire (1970), en Pedagogía del oprimido, describió la contradicción entre la educación bancaria, que reduce al estudiante a un recipiente pasivo donde se depositan conocimientos, y la educación liberadora, que lo reconoce como sujeto activo, capaz de dialogar, cuestionar y transformar su realidad.

La educación bancaria busca evitar la contradicción, imponiendo verdades incuestionables y reprimiendo la duda. La educación liberadora, en cambio, reconoce que la contradicción entre docente y estudiante, entre experiencia vivida y teoría, entre opresión y libertad, es la semilla de un aprendizaje auténtico.

Freire (1970) afirmaba:

“La educación auténtica no se hace de A para B o de A sobre B, sino de A con B, mediada por el mundo” (p. 77).

Ese “mundo” es contradictorio, y en su problematización surge la conciencia crítica.

Contradicción y docencia universitaria

En muchas universidades de América Latina, persisten planes de estudio elaborados en contextos autoritarios y rígidos —como sucedió en El Salvador en 1972—. Estos programas responden a modelos memorísticos que ya no encajan en las necesidades del siglo XXI. La contradicción entre un currículo viejo y una realidad social cambiante genera frustración en estudiantes y docentes.

Sin embargo, esa misma contradicción puede convertirse en oportunidad: es el punto de partida para cuestionar los programas, proponer reformas, diseñar nuevas metodologías. Cuando la comunidad académica se atreve a reconocer estas tensiones, surge el impulso para la innovación

La contradicción como pedagogía del error

Otro aspecto fundamental es la relación entre error y aprendizaje. Tradicionalmente, el error ha sido castigado o visto como fracaso. La perspectiva dialéctica, en cambio, lo concibe como un momento necesario de la contradicción que impulsa al estudiante a mejorar.

En la práctica educativa, cada equivocación revela el choque entre la comprensión limitada y la realidad del problema. Aprender implica identificar la contradicción, analizarla y superarla. Así, el error deja de ser enemigo y se convierte en maestro.

Análisis crítico

El sistema educativo, en muchos casos, se ha empeñado en esconder las contradicciones bajo la apariencia de certezas absolutas: exámenes que solo miden memoria, programas que repiten teorías desactualizadas, docentes que monopolizan la palabra. Pero el verdadero aprendizaje surge cuando esas certezas se tambalean, cuando se produce el choque de perspectivas, cuando el estudiante se ve forzado a pensar por sí mismo.

El desafío para la educación actual es, entonces, abrazar la contradicción como método. En lugar de imponer respuestas únicas, debe abrir espacios de diálogo, debate y cuestionamiento. Solo así se formarán ciudadanos críticos, capaces de enfrentar las contradicciones de la vida social con creatividad y responsabilidad.

VI. LA VIDA COTIDIANA: CONTRADICCIÓN Y DESARROLLO HUMANO

La contradicción no se encuentra únicamente en los grandes procesos de la naturaleza, la historia o la educación. También atraviesa la vida cotidiana de cada persona. Nuestra existencia es una sucesión de tensiones: entre la niñez y la adultez, entre el éxito y el fracaso, entre la esperanza y la desesperanza. Son esas contradicciones las que moldean nuestra personalidad, nos obligan a madurar y nos enseñan a valorar la vida en toda su complejidad.

La contradicción como experiencia de crecimiento

Cada ser humano enfrenta, desde que nace, una serie de contradicciones que lo acompañan a lo largo de su desarrollo. El niño vive la tensión entre dependencia y autonomía: necesita del cuidado de sus padres, pero a la vez lucha por conquistar su independencia. El adolescente enfrenta la contradicción entre su búsqueda de identidad y la presión social por ajustarse a normas establecidas. El adulto vive entre el deseo de realización personal y las exigencias de la vida laboral y familiar. El anciano experimenta la contradicción entre el deterioro físico y la maduración espiritual que la experiencia le otorga.

Estas contradicciones no son signos de fracaso, sino oportunidades de crecimiento. La madurez se alcanza cuando aprendemos a reconocer y aceptar estas tensiones, y a convertirlas en impulso para nuevas etapas de vida.

Juventud y vejez: tensiones vitales

La juventud representa la vitalidad, la energía, la posibilidad de construir proyectos. La vejez, en cambio, refleja la serenidad, la sabiduría y, muchas veces, la fragilidad del cuerpo. Ambas etapas parecen opuestas, pero forman parte de una misma unidad: la vida humana. La contradicción entre juventud y vejez no debe entenderse como un conflicto negativo, sino como la secuencia necesaria del ciclo vital.

El joven, al observar al anciano, comprende que su energía no es eterna y que debe orientar su vida hacia metas significativas. El anciano, al contemplar a la juventud, reconoce en ella la continuidad de sus esfuerzos y el relevo de sus luchas. La contradicción, entonces, se convierte en puente intergeneracional.

Éxito y fracaso: maestros de la vida

En la vida diaria, todos aspiramos al éxito, pero es el fracaso el que más enseña. La contradicción entre ambos es inevitable: quien nunca fracasa, tampoco aprende a valorar el éxito; quien solo fracasa, pierde la motivación para intentarlo de nuevo.

La psicología positiva contemporánea ha insistido en que la resiliencia surge precisamente del enfrentamiento con el fracaso. Viktor Frankl (1946/2004), sobreviviente de los campos de concentración nazis, escribió en El hombre en busca de sentido que la capacidad de encontrar propósito en medio del sufrimiento es lo que permite superar las contradicciones más duras de la existencia.

En palabras de Frankl:

“Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo” (p. 112).

El fracaso, entonces, no es un enemigo, sino un maestro que revela los límites de nuestras fuerzas y nos invita a superarlos.

Esperanza y desesperanza

Otra contradicción vital es la que se da entre la esperanza y la desesperanza. La vida nos ofrece momentos de alegría, pero también de pérdida, enfermedad o injusticia. En esos momentos críticos surge la tentación de la desesperanza. Sin embargo, es justamente allí donde nace la posibilidad de la esperanza como fuerza creadora.

La literatura y la filosofía existencialista lo han expresado con claridad. Albert Camus (1942/1995), en El mito de Sísifo, señaló que la vida es absurda porque no tiene un sentido dado de antemano. Pero lejos de rendirse a la desesperación, propuso abrazar el absurdo y encontrar en él la fuerza para vivir con dignidad. La esperanza, en este contexto, no es ingenuidad, sino la decisión consciente de luchar en medio de las dificultades.

Contradicciones internas: libertad y seguridad

En la vida moderna, las personas enfrentan la contradicción entre la necesidad de libertad y el deseo de seguridad. Queremos autonomía, pero también buscamos estabilidad.

Queremos arriesgarnos, pero tememos a las consecuencias. Esta tensión se observa en las decisiones laborales, familiares y personales que todos debemos tomar.

Vivir significa elegir, y elegir implica perder algo para ganar otra cosa. Esa es la esencia de la contradicción humana: no podemos tenerlo todo, pero podemos crecer aprendiendo a decidir en medio de las tensiones.

Análisis crítico

En la vida cotidiana, muchas veces se nos enseña a evitar los conflictos, a buscar armonía absoluta, a huir de los problemas. Sin embargo, una existencia sin contradicciones sería plana, inerte, carente de sentido. Son precisamente las tensiones las que nos hacen crecer, madurar y forjar carácter.

El desafío está en reconocer la contradicción como parte natural de la vida, en lugar de verla como una amenaza. Aceptar que el fracaso enseña, que la pérdida fortalece, que la vejez también es sabiduría, que la desesperanza puede ser el punto de partida para una esperanza más realista.

De esta forma, la vida cotidiana se convierte en un laboratorio de aprendizaje donde las contradicciones, lejos de hundirnos, nos impulsan hacia una comprensión más profunda de lo que significa ser humanos.

VII. APLICACIONES EN LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA

La ciencia y la tecnología son, quizá, los ámbitos donde con mayor claridad se observa el poder creador de la contradicción. Cada revolución científica ha surgido de un choque entre teorías establecidas y nuevas explicaciones que las contradicen.

Del mismo modo, cada avance tecnológico nace de la tensión entre las limitaciones del presente y las posibilidades aún no desarrolladas. La contradicción es, pues, motor de innovación y progreso.

Contradicción en las revoluciones científicas

La historia de la ciencia está marcada por momentos de ruptura. Cada paradigma, cuando llega a su límite, genera contradicciones que obligan a la búsqueda de nuevas teorías.

Newton vs. Einstein: La física de Isaac Newton (siglo XVII) explicó con gran éxito los movimientos celestes y terrestres, basándose en leyes mecánicas universales. Sin embargo, al inicio del siglo XX surgieron contradicciones: fenómenos como la velocidad de la luz o la gravedad en escalas cósmicas no encajaban en el marco newtoniano. Albert Einstein, con su teoría de la relatividad, contradijo los supuestos clásicos y abrió una nueva visión del espacio y el tiempo. La contradicción entre ambos modelos no destruyó a Newton, sino que lo superó dialécticamente, mostrando que sus leyes eran un caso particular dentro de una teoría más amplia.

Mecánica clásica vs. física cuántica: Otro ejemplo es la contradicción entre la física clásica, que concebía partículas con trayectorias definidas, y la física cuántica, que reveló la dualidad onda-partícula. El electrón es a la vez onda y partícula, una contradicción que desconcertó a los científicos, pero que dio origen a toda la revolución tecnológica del siglo XX: semiconductores, láseres, computadoras.

Thomas Kuhn (1962), en La estructura de las revoluciones científicas, explicó que la ciencia no progresa de manera acumulativa, sino mediante crisis provocadas por contradicciones internas en los paradigmas. La superación de esas contradicciones produce saltos cualitativos.

Tecnología: tensiones y oportunidades

En la tecnología, la contradicción se expresa en la tensión entre necesidades humanas y límites técnicos.

La contradicción entre la lentitud de las comunicaciones y la necesidad de inmediatez llevó al desarrollo de Internet.

La contradicción entre producción en masa y cuidado del medio ambiente impulsa la búsqueda de energías renovables.

La contradicción entre la globalización digital y la privacidad personal está en el centro de los debates actuales sobre inteligencia artificial, redes sociales y vigilancia.

Cada avance tecnológico ha surgido al intentar resolver una contradicción, pero a su vez genera nuevas tensiones que demandan soluciones futuras.

Ciencia, contradicción y creatividad humana

El conocimiento científico no avanza evitando las contradicciones, sino enfrentándolas. Galileo cuestionó la concepción aristotélica del universo porque sus observaciones la contradecían. Darwin contradijo la visión fijista de las especies. Hoy, la inteligencia artificial contradice la idea de que solo los humanos pueden razonar o crear.

Estas tensiones muestran que la contradicción no es un obstáculo a la verdad, sino la condición de posibilidad del descubrimiento.

Análisis crítico

La contradicción en la ciencia y la tecnología revela dos lecciones centrales:

El conocimiento es histórico y provisional: toda teoría es válida hasta que surgen contradicciones que la superan. No hay verdades absolutas, sino aproximaciones cada vez más profundas.

El progreso genera nuevas contradicciones: cada avance abre problemas inéditos. La física cuántica resolvió enigmas de la materia, pero abrió dilemas filosóficos sobre la naturaleza de la realidad. La revolución digital resolvió problemas de comunicación, pero abrió debates sobre dependencia tecnológica, manipulación de datos y brechas sociales.

En este sentido, el científico y el innovador deben ser conscientes de que la contradicción no se elimina, sino que se transforma. Es el motor inagotable de la creatividad humana.

VIII. LA CONTRADICCIÓN COMO ÉTICA DE VIDA

Hasta aquí hemos visto cómo la contradicción impulsa la naturaleza, la historia, la educación y la ciencia. Pero más allá de esos campos, la contradicción toca lo más profundo de nuestra existencia: la manera en que orientamos nuestra vida. No basta con reconocer que las contradicciones existen; también es necesario aprender a convivir con ellas, asumirlas y convertirlas en fuente de sabiduría. En este sentido, la contradicción se convierte en un principio ético, una guía para vivir de manera más consciente, humilde y responsable.

La contradicción como condición humana

El ser humano es, por naturaleza, un ser contradictorio. Buscamos libertad, pero necesitamos seguridad. Anhelamos independencia, pero no podemos vivir sin vínculos. Deseamos el éxito, pero el fracaso nos acompaña. La vida cotidiana nos coloca constantemente en la encrucijada de elegir entre opciones opuestas.

Asumir estas tensiones no significa resignarse, sino aceptar que la condición humana es dialéctica: avanzamos porque nos enfrentamos a contradicciones. Negarlas conduce al autoengaño; integrarlas, en cambio, abre la puerta a la madurez.

La ética del conflicto creativo

La ética tradicional suele presentar el conflicto como algo negativo que debe evitarse. Sin embargo, una ética dialéctica reconoce que el conflicto es inevitable y que, bien gestionado, puede ser creativo. La contradicción entre intereses distintos en una sociedad puede desembocar en violencia, pero también puede resolverse en diálogo, negociación y construcción colectiva.

En este sentido, aceptar la contradicción como parte de la vida implica cultivar la tolerancia, la empatía y la capacidad de escuchar al otro. Una sociedad ética no es aquella que elimina las diferencias, sino la que aprende a convivir con ellas.

Ejemplo en la vida política y social

La política salvadoreña, como la de muchos países, está llena de contradicciones. Durante décadas, partidos y gobiernos han afirmado representar los intereses del pueblo, pero han terminado respondiendo a intereses particulares. Esta contradicción entre discurso y realidad ha generado desencanto ciudadano, pero también ha abierto la oportunidad de exigir transparencia, honestidad y nuevos liderazgos.

Aceptar que la política es contradictoria no significa justificar la corrupción o la incoherencia, sino reconocer que la tensión entre lo que es y lo que debería ser es la base para exigir cambios. Como decía Monseñor Romero (1979/2010):

“La misión de la Iglesia es encarnar el Evangelio en las contradicciones de la historia” (p. 45).

Lo mismo puede decirse de la ciudadanía: su misión ética es encarnar los valores en medio de las contradicciones sociales.

Contradicción y sabiduría personal

En el plano personal, la contradicción se convierte en fuente de sabiduría cuando dejamos de verla como un fracaso. El joven que experimenta dudas sobre su futuro, el adulto que enfrenta la contradicción entre sus sueños y sus responsabilidades, el anciano que vive la tensión entre fragilidad física y plenitud interior, todos encuentran en esas tensiones el sentido de su existencia.

El filósofo danés Søren Kierkegaard (1849/2007) lo expresó con crudeza:

“La vida no es un problema que deba resolverse, sino una realidad que debe experimentarse” (p. 17).

Esa experiencia vital es contradictoria, y precisamente por eso es auténtica.

Análisis crítico

Convertir la contradicción en un principio ético significa dejar de huir del conflicto y aprender a afrontarlo con responsabilidad. Significa aceptar que la vida no se construye con certezas absolutas, sino con decisiones tomadas en medio de tensiones. Significa comprender que la madurez no consiste en eliminar contradicciones, sino en transformarlas en oportunidades de crecimiento.

La ética de la contradicción es, en última instancia, una ética de la humildad y de la esperanza: humildad para reconocer nuestros límites y contradicciones internas, y esperanza para convertirlas en caminos hacia una vida más justa, libre y solidaria.

CONCLUSIÓN

A lo largo de este ensayo hemos recorrido distintos escenarios —la filosofía presocrática, la dialéctica marxista, la naturaleza, la historia, la educación, la ciencia y la vida cotidiana— para mostrar que la contradicción no es un accidente de la realidad, sino su motor fundamental. Allí donde aparece tensión, oposición o conflicto, allí mismo nace la posibilidad del cambio, del aprendizaje y de la vida.

Los filósofos griegos intuyeron que todo cambia; Heráclito vio en la lucha de contrarios la clave del cosmos. Marx, Engels y Lenin dieron un salto cualitativo al demostrar que la contradicción interna de los fenómenos es la fuente de su desarrollo. Engels lo aplicó a la naturaleza, mostrando que la vida y la muerte, la atracción y la repulsión, el equilibrio y la crisis son expresiones de esa ley universal. En la historia, la contradicción se expresó en la lucha de clases, en la confrontación de ideas y en las revoluciones sociales que transformaron a los pueblos.

En la educación, la contradicción se convierte en el núcleo del aprendizaje: sin preguntas que desafíen las certezas, sin errores que cuestionen las respuestas, no hay conocimiento verdadero. El estudiante crece enfrentando contradicciones; el docente madura al reconocer que enseñar también significa aprender en medio de tensiones.

En la ciencia, las contradicciones entre paradigmas han producido las revoluciones más decisivas: de Newton a Einstein, de la mecánica clásica a la física cuántica, de la visión fijista a la teoría de la evolución. En la tecnología, las tensiones entre límites y posibilidades han dado lugar a innovaciones que transforman la vida humana.

Finalmente, en la vida cotidiana, cada persona descubre que sus contradicciones internas —éxitos y fracasos, esperanza y desesperanza, juventud y vejez— son la fuente de su maduración. Lejos de ser un obstáculo, la contradicción es la maestra silenciosa que nos enseña a vivir con dignidad, a reconocer nuestros límites y a buscar siempre nuevos horizontes.

De todo esto se desprende una verdad esencial: sin contradicción no hay progreso, sin conflicto no hay aprendizaje, sin tensiones no hay vida plena. Reconocerlo no significa idealizar el conflicto ni romantizar el sufrimiento, sino comprender que la contradicción es inevitable y que su adecuada gestión es la clave para la transformación personal y social.

En un mundo marcado por crisis ecológicas, desigualdades sociales y tensiones políticas, la lección es clara: debemos aprender a leer las contradicciones de nuestro tiempo no como amenazas paralizantes, sino como oportunidades para construir sociedades más justas, democráticas y humanas. La contradicción, entendida de manera dialéctica, nos libera del miedo a lo nuevo y nos invita a caminar hacia el futuro con esperanza crítica.

Así, podemos afirmar con convicción que la contradicción no solo explica el movimiento del cosmos y de la historia, sino que constituye el secreto del aprendizaje y el sentido profundo de la vida.

RESUMEN CRÍTICO

El presente ensayo ha demostrado que la contradicción no es un accidente de la realidad, sino la fuente esencial del aprendizaje y de la vida. Desde los filósofos presocráticos, que intuyeron el cambio como certeza, hasta la dialéctica marxista, que lo explicó como resultado de la lucha de contrarios, la historia del pensamiento ha reconocido que nada permanece inmóvil, que todo está atravesado por tensiones que generan movimiento.

En la naturaleza, la contradicción se expresa en fenómenos como la atracción y repulsión, la vida y la muerte, la evolución y la extinción. En la sociedad, aparece en la lucha de clases, en los choques de ideas y en las revoluciones que han transformado la historia. En la educación, se manifiesta en la tensión entre el modelo memorístico y el modelo liberador, y en la dialéctica del error como motor de aprendizaje. En la ciencia, las contradicciones entre paradigmas han impulsado revoluciones intelectuales y avances tecnológicos decisivos. En la vida cotidiana, cada persona experimenta la contradicción en sus fracasos y logros, en su juventud y vejez, en su esperanza y desesperanza.

La lección crítica es que la contradicción no debe verse como un problema a evitar, sino como una oportunidad de crecimiento. Su reconocimiento nos permite desarrollar pensamiento crítico, resiliencia personal y creatividad social. El error, el conflicto y la crisis no son finales, sino puntos de partida para nuevas síntesis.

El riesgo está en ocultar las contradicciones o negarlas, como suele suceder en la educación bancaria, en los sistemas políticos autoritarios o en las sociedades que temen al cambio. Negar la contradicción conduce al estancamiento; reconocerla y asumirla abre caminos hacia la transformación.

Por ello, este ensayo concluye que la contradicción es una ley universal que atraviesa la naturaleza, la historia, la educación y la vida. Aprender a vivir con ella, gestionarla y transformarla, es la clave para construir una existencia más plena y un mundo más justo.

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SAN SALVADOR,25 DE SEPTIEMBRE DE 2025

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