sábado, 27 de septiembre de 2025

 

LA IGNORANCIA Y LA HUMILDAD: DOS CARAS DE LA CONDICIÓN HUMANA

POR: MSc. JOSÈ ISRAEL VENTURA.

INTRODUCCIÓN

La humanidad ha recorrido miles de años intentando responder a las grandes preguntas: ¿Qué somos?, ¿Qué sabemos?, ¿Qué podemos llegar a conocer? En esa búsqueda, un hecho es innegable: todos somos ignorantes. Esta afirmación, lejos de ser un insulto, constituye una verdad ontológica: no existe ser humano que lo sepa todo, ni tampoco quien lo ignore absolutamente todo. Como lo expresó Albert Einstein, “todos somos ignorantes, solo que en temas diferentes” (Einstein, 1949/2013).

Reconocer nuestra ignorancia es un acto de humildad intelectual. Sócrates lo sintetizó magistralmente: “Yo solo sé que nada sé” (Platón, Apología, 399 a.C./2007). Esta confesión no revela derrota, sino grandeza: el sabio es aquel que acepta sus límites y se abre al aprendizaje.

Sin embargo, en la vida cotidiana y profesional abundan personas que, desde la arrogancia, se presentan como poseedoras de verdades absolutas. Esa actitud es peligrosa: la ignorancia combinada con soberbia da lugar al fanatismo, al dogmatismo y a la incapacidad de dialogar.

Este ensayo pretende analizar críticamente la relación entre ignorancia y humildad a lo largo de la historia del pensamiento, revisando aportes de grandes filósofos y educadores, así como su impacto en la vida social y profesional contemporánea.

 El recorrido mostrará que el verdadero progreso humano no surge de la omnisciencia ilusoria, sino de la aceptación humilde de nuestra ignorancia como punto de partida.

I. LA IGNORANCIA COMO CONDICIÓN CONSTITUTIVA DEL SER HUMANO

La ignorancia no es un accidente, sino parte esencial de la naturaleza humana. Nacemos sin saber y aprendemos lentamente mediante la experiencia, la educación y la cultura. Pero incluso los más sabios siguen enfrentándose a lo desconocido.

Platón describió la ignorancia como vivir entre sombras en la famosa Alegoría de la caverna. Allí, los hombres encadenados creen que las sombras proyectadas son la realidad. Esa metáfora muestra que la ignorancia no es solo desconocimiento, sino confusión entre apariencia y verdad (Platón, 380 a.C./2006).

Aristóteles fue más pragmático: los hombres actúan mal no siempre por maldad, sino por ignorar lo correcto. Para él, la ignorancia es causa de error ético (Aristóteles, 1994). Este planteamiento nos recuerda que muchas injusticias se cometen por falta de conocimiento, más que por intención destructiva.

San Agustín y Tomás de Aquino dieron una lectura teológica. Para Agustín, la ignorancia era consecuencia del pecado original, una limitación que alejaba al hombre de Dios.

Aquino distinguió entre ignorancia vencible (cuando el sujeto puede superarla mediante esfuerzo y estudio) e invencible (cuando no está en sus posibilidades superarla). Esta distinción sigue siendo útil hoy: no es lo mismo ignorar porque no se quiso aprender, que ignorar porque no se tuvo acceso a la información.

La ignorancia, por tanto, no debe verse como un estado estático, sino como una condición dinámica: siempre ignoraremos algo, pero siempre podemos avanzar hacia nuevos saberes.

II. LA HUMILDAD INTELECTUAL COMO VIRTUD NECESARIA

Si la ignorancia es inevitable, la humildad es la virtud que nos permite convivir con ella de manera constructiva.

Newton, a pesar de ser uno de los científicos más influyentes de la historia, reconoció su deuda con quienes lo precedieron: “Si he visto más lejos es porque me subí a hombros de gigantes” (Newton, 1675/1999). Con ello mostró que el saber no es individual, sino colectivo e histórico.

Einstein reiteró que el conocimiento siempre es parcial: cada persona domina un campo y desconoce muchos otros. La humildad es aceptar que siempre habrá algo por aprender.

Ortega y Gasset criticó la “ignorancia satisfecha” del hombre-masa, aquel que no reconoce su ignorancia y desprecia al experto. En contraste, el humilde se abre a la corrección y al diálogo (Ortega y Gasset, 1930/2005).

La humildad intelectual no implica negar lo que sabemos, sino reconocer que nuestros conocimientos son limitados, provisionales y perfectibles. Solo quien se reconoce ignorante en algún aspecto está en condiciones de seguir aprendiendo.

III. LOS PELIGROS DE LA IGNORANCIA ARROGANTE

Cuando la ignorancia se combina con soberbia, el resultado es destructivo. Esta mezcla ha alimentado desde el fanatismo religioso hasta los autoritarismos políticos contemporáneos.

Voltaire combatió la ignorancia porque la consideraba aliada de la superstición y del fanatismo religioso. La ignorancia arrogante manipula a las masas y las somete a creencias irracionales.

Kant, en su célebre texto ¿Qué es la Ilustración?, señaló que la ignorancia persiste no porque los hombres carezcan de razón, sino porque prefieren la comodidad de no pensar. La pereza y la cobardía mantienen a las personas en tutela (Kant, 1784/2004).

Nietzsche criticó la “ignorancia voluntaria” de las masas, que prefieren vivir en ilusiones antes que enfrentar la dureza de la verdad. En su visión, la ignorancia de las masas es cultivada por las élites para mantenerlas sometidas (Nietzsche, 1887/1997).

Hoy, este fenómeno se refleja en la era digital: la sobreabundancia de información no ha reducido la ignorancia, sino que la ha transformado. Noticias falsas, teorías conspirativas y discursos de odio circulan como verdades absolutas. La ignorancia arrogante, amplificada por las redes sociales, es uno de los principales peligros para la convivencia democrática.

IV. LA IGNORANCIA Y LA HUMILDAD EN EL ÁMBITO EDUCATIVO

El terreno educativo es donde más claramente se observa la tensión entre ignorancia y humildad.

Paulo Freire fue contundente: nadie es ignorante por naturaleza, sino por condiciones sociales injustas. Por eso rechazaba llamar “ignorantes” a los pobres. Lo que existe son estructuras de opresión que les niegan el acceso al saber (Freire, 1970/2005).

Para Freire, la educación liberadora debe partir de la humildad: el maestro debe reconocer que también aprende de sus alumnos, y que el conocimiento no se transmite verticalmente, sino que se construye en diálogo.

En contraste, la educación bancaria —como la llamó Freire— impone conocimiento de manera autoritaria y trata al alumno como recipiente vacío. Esta visión es arrogante porque ignora la experiencia y la sabiduría popular.

El educador humilde reconoce que la enseñanza no es un monólogo, sino un proceso compartido. Así, la humildad no es debilidad del docente, sino fortaleza pedagógica.

V. LA CRÍTICA FILOSÓFICA CONTEMPORÁNEA A LA IGNORANCIA

En los siglos XIX y XX, varios pensadores plantearon nuevas reflexiones sobre la ignorancia:

Schopenhauer vinculó ignorancia con necedad: el ser humano, por su naturaleza, tiende a engañarse a sí mismo. La falta de crítica lleva a vivir en la ilusión.

Karl Popper fue más optimista: toda ciencia es falible y provisional. No hay verdades definitivas, solo hipótesis sometidas a refutación (Popper, 1963/2002). La humildad, en este marco, no es resignación, sino apertura a la crítica.

Byung-Chul Han, filósofo contemporáneo, advierte que el exceso de información en la sociedad digital produce una nueva forma de ignorancia: ya no es no saber, sino no poder pensar críticamente en medio de la saturación (Han, 2012).

Estos aportes nos obligan a reconocer que la ignorancia no desaparece con más datos. Lo que se necesita es humildad para discernir, seleccionar y reflexionar.

VI. IGNORANCIA Y HUMILDAD EN LA VIDA PROFESIONAL Y SOCIAL

En la vida profesional, la ignorancia y la humildad tienen consecuencias prácticas:

·        Un médico que ignora la voz del paciente cae en arrogancia, y puede poner en riesgo vidas.

·        Un político que se cree poseedor de la verdad absoluta se convierte en tirano.

·        Un académico que desprecia los saberes populares se aísla de la realidad.

En cambio, la humildad profesional abre posibilidades:

·        El médico que escucha al paciente enriquece su diagnóstico.

·        El político que dialoga con el pueblo construye políticas más justas.

·        El académico que valora la experiencia popular integra teoría y práctica.

La humildad social es, pues, clave para construir comunidades más humanas. Reconocer que no lo sabemos todo y que necesitamos de otros fortalece la convivencia.

CONCLUSIÓN

La ignorancia y la humildad son inseparables. La primera nos recuerda nuestros límites; la segunda nos enseña a manejarlos con sabiduría.

Ignorar la ignorancia nos condena al fanatismo y al error; aceptarla con humildad nos abre a la verdad y al progreso.

El camino hacia una sociedad más justa y crítica pasa por cultivar estas dos actitudes: reconocer que todos somos ignorantes en algún aspecto, y mantener la humildad para aprender siempre.

REFLEXIÓN FINAL

El sabio no es el que lo sabe todo, sino el que, con humildad, se atreve a reconocer sus límites. Sócrates, Newton, Einstein, Freire y tantos otros lo demostraron: lo que engrandece al ser humano no es la arrogancia de proclamarse dueño de la verdad, sino la humildad de seguir aprendiendo.

En tiempos de crisis, polarización y desinformación, necesitamos una pedagogía de la humildad y una cultura del reconocimiento de la ignorancia. Solo así podremos convivir, avanzar y humanizarnos plenamente.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.

1.      Aristóteles. (1994). Ética a Nicómaco. Gredos. (Obra original publicada ca. 350 a. C.).

2.      Bacon, F. (2011). Novum Organum. Tecnos. (Obra original publicada en 1620).

3.      Descartes, R. (1999). Meditaciones metafísicas. Alianza Editorial. (Obra original publicada en 1641).

4.      Einstein, A. (2013). Mis ideas y opiniones. Crítica. (Obra original publicada en 1949).

5.      Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI. (Obra original publicada en 1970).

6.      Han, B.-C. (2012). La sociedad del cansancio. Herder.

7.      Kant, I. (2004). Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? Alianza Editorial. (Obra original publicada en 1784).

8.      Kruger, J., & Dunning, D. (1999). Unskilled and unaware of it: How difficulties in recognizing one’s own incompetence lead to inflated self-assessments. Journal of Personality and Social Psychology, 77(6), 1121–1134.

9.      Newton, I. (1959–1977). The Correspondence of Isaac Newton (H. W. Turnbull et al., Eds.). Cambridge University Press. (Carta a Robert Hooke, 5 de febrero de 1676).

10. Nietzsche, F. (1997). La genealogía de la moral. Alianza Editorial. (Obra original publicada en 1887).

11. Ortega y Gasset, J. (2005). La rebelión de las masas. Alianza Editorial. (Obra original publicada en 1930).

12. Platón. (2006). La República. Gredos. (Obra original publicada ca. 380 a. C.).

13. Platón. (2007). Apología de Sócrates. Alianza Editorial. (Obra original publicada ca. 399 a. C.).

14. Popper, K. (2002). Conjeturas y refutaciones. Paidós. (Obra original publicada en 1963).

15. San Agustín. (2002). La ciudad de Dios. Biblioteca de Autores Cristianos. (Obra original publicada entre 413–426).

16. Schopenhauer, A. (2009). Aforismos sobre el arte de vivir. Alianza Editorial. (Obra original publicada en 1851).

17. Tomás de Aquino. (1988). Suma Teológica. Biblioteca de Autores Cristianos.

18. Voltaire. (2007). Diccionario filosófico. Alianza Editorial. (Obra original publicada en 1764).

 

 

SAN SALVADOR, 27 DE SEPTIEMBRE DE 2025

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